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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

palpando

NOTA de la REDACCIÓN: Desde hace tiempo los miembros de este servicio informativo tenemos cuenta en un banco del que ahora os damos noticia. Nos gusta su propuesta. Nos suena a Dios, a su Reino. Nos parece interesante darlo a conocer desde nuestra Eclesalia. Nos arriesgamos a que se nos tache de “meternos en economía”. El artículo lo firma Benjamín Forcano y está sustentado en los planteamientos de Joan Antoni Melé. Que cada uno, cada una, saque sus conclusiones. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

LA BANCA ETICA, SEMILLA DE UNA NUEVA ECONOMÍA

BENJAMÍN FORCANO, sacerdote y teólogo, bforcanoc@telefonica.net

MADRID.

 

ECLESALIA, 07/06/10.- Deseo presentar las interesantes ideas que sustentan la posición de Joan Antoni Melé*, acerca de un cambio radical sobre nuestro modelo económico actual. En su experiencia siempre abrigó el sentimiento de que el intrincado mundo de la economía iba mal, pues acababa por apoderarse de la mayoría, como si el objetivo prioritario de la existencia fuera ganar dinero. En su actividad de enseñante y de conferenciante encuentra acuerdo en la mayoría, aun cuando declara sin rodeos que estamos equivocados y nos manipulan indebidamente.

Voy a referirme a tres aspectos suyos fundamentales: La crisis que estamos sufriendo, la responsabilidad personal frente al dinero y el compromiso de todos por preservar el sentido de la vida.

 

1. LA CRISIS

Es lo primero, porque a todos nos afecta. ¿Cómo es posible que, hoy, disponiendo de tanta riqueza, tengamos que padecer tantos conflictos a nivel individual y colectivo?

1.1 Crisis del modelo económico

Técnica y científicamente hemos avanzado tanto que mucha gente apenas puede entender ese avance. Pero lo que sí entendemos todos es que la situación medioambiental es insostenible: al aire, las aguas, el suelo están contaminados, de modo que nos parece cierto lo que muchos biólogos afirman: la tierra está enferma y, si no reaccionamos a tiempo, la situación puede ser irreversible.

Reaccionar a tiempo significa admitir que las cosas las hemos hecho mal y que en ellas todos tenemos una parte de responsabilidad. Hemos avanzado mucho en el campo de la medicina, en el campo de lo social y hemos gritado que la guerra es una barbarie y, sin embargo, nos toca hoy vivir conflictos armados absolutamente crueles.

Sufrimos la enorme crisis económica actual y, sin embargo, jamás como ahora, ha habido tanto dinero sobre la tierra. Y, paradójicamente, no hemos tenido dinero para erradicar el hambre y sí lo hemos tenido para cubrir el déficit de entidades bancarias que han perpetrado barbaridades con el dinero de sus ahorradores.

La globalización ha flexibilizado las fronteras, haciendo posible la circulación de las mercancías y ha provocado un crecimiento económico especulativo irreal. No es justo que teniendo más riqueza que nunca, haya más pobreza que nunca. No es justo que miles de personas lleguen en pateras a nuestras playas jugándose la vida.

Las desigualdades y la pobreza han hecho que existan mil millones de personas analfabetas, que mil millones de niños vivan en la pobreza, que cuatrocientos millones no tengan acceso al agua potable, que unos 29.000 niños hayan muerto cada día en el 2003 antes de alcanzar los cinco años de edad. Y, sin embargo, con un uno por ciento de lo que el mundo invierte cada año en armas, se podría poner a cada niño en una escuela.

Contamos con el hecho de que los bancos, a partir del 1989, perdiendo su relación con la economía productiva real, impulsaron la circulación del dinero de forma ficticia y virtual, sin correspondencia con una verdadera creación de riqueza. El dinero se hinchó como un globo multiplicando su valor hasta que reventó: sobraba el dinero falso y faltaba el dinero verdadero. Se hacía patente una conclusión: la codicia de los individuos es la que produce el dinero especulativo y lo que estalla es simplemente una dirección falsa dada al dinero: una crisis de conciencia y de valores.

La economía especulativa trata de estrangular nuestra conciencia y de que le entreguemos a ojos ciegas nuestra vida. Ella asegura nuestra felicidad: “Tráigame todo su dinero y le ‘regalaremos’ cosas que le harán acreedor a la envidia de todos sus invitados”.

Y no debemos preocuparnos. Ella negocia con nuestro dinero, sin nosotros saberlo, metiéndolo en energía nuclear, tabaco, industria armamentística,... Increíble: protestamos contra la guerra del Irak y, al mismo tiempo, la financiamos con nuestro dinero.

La economía especulativa es una mentira si su funcionamiento no atiende al impacto y consecuencias que produce en todos los seres humanos y en el medio ambiente. El beneficio es bueno, pero a condición de que no se pervierta. Y se pervierte cuando se busca por sí mismo y para sí solo. El beneficio no causa la riqueza, deriva de ella. Si el beneficio se convierte en fin de sí mismo, entonces ya no importa el modo como se logra: contaminando, esclavizando,...

Se trata, por tanto, de dar una nueva dirección a nuestro modelo económico, el cual depende de cada uno de nosotros. Pero esto no es posible sin un cambio radical en nuestra manera de pensar y de actuar sobre el dinero. ¿Qué dirección debiéramos darle a nuestro dinero?

1.2 La Banca ética independiente

Todos en la vida nos guiamos por unos valores que mueven nuestra voluntad y acción, nuestros beneficios. Pero si queremos llegar a una convivencia en paz debemos regirnos por el principio: “Lo tuyo me interesa tanto como lo mío.”

Esta manera de negociar nuestro dinero y beneficios dio origen a la banca ética independiente. Con el capital de sus clientes, la banca ética promueve la agricultura ecológica, el comercio justo, la cooperación al desarrollo, la tecnología medioambiental, etc. Y, como consecuencia, no conoce la “crisis” especulativa. Da opción a que los consumidores conscientes, que se mueven por valores como la solidaridad, la integridad, la paz, la justicia y la sostenibilidad, puedan poner su dinero allí donde se protegen y potencian esos valores. Es la semilla de la “nueva economía” que pretende ser verdaderamente útil para los seres humanos y que comienza inevitablemente con la conquista de la responsabilidad individual. “Hay que comprender que es posible cambiar el mundo con el dinero de uno, por poco que sea, si este “uno” somos todos” (Joan A. Melé, Dinero y conciencia. ¿A quién sirve mi dinero?, Plataforma Editorial, 2009, p, 47).

 

2.EL PASO DECISIVO

2.1 ¿Quién sino todos nosotros?

Los problemas del mundo son nuestros problemas. Si aceptamos nuestra propia autonomía y responsabilidad, veremos que no se conquistan huyendo hacia fuera o esperando que los problemas nos los resuelvan los Gobiernos. Las cosas cambiarán si cambiamos nosotros. El problema verdadero reside esencialmente en lo siguiente: estamos siguiendo las consignas de un modelo económico-social que nos implica a todos, sin darnos cuenta de que nos hacemos esclavos de él. Ese modelo no es neutro, sino que configura nuestra existencia y relaciones, de manera tal que no hace sino crear división, desigualdad, hambre, miseria y guerra. Ese modelo actúa de patrón y nos esclaviza. O lo cambiamos o nos lleva a una destrucción masiva.

Los puntos básicos a cambiar de ese modelo son:

- Es falso el dogma capitalista de que la persona es esencialmente egoísta.

- Es falsa esta condición egoísta que se organiza y actúa darwinísticamente como “mercado libre”, competitividad, ley de la oferta y demanda, etc. Tú mira por lo tuyo y que cada cual se espabile como pueda. Esa es, según Adam Smitch, la ley que regula equilibradamente la convivencia.

En contra, debemos afirmar que: el mercado no regula nada, eres tú quien actúa. Las consecuencias van a depender de lo que tú hagas con tu dinero y actuación en el mercado.

2.2 Dar sentido a la vida, no equivale a ganar dinero

Hay que comenzar por fijar que el objetivo no es ganar dinero sino conocer y decidir bien lo que eres y lo que quieres hacer con tu vida. Dar sentido a la vida no equivale a ganar dinero y emplearlo en necesidades puramente artificiales. Frente a una economía sin sentido, hay que crear otra con sentido, que le permita ver a la gente que lo que hace es bueno y, además, genera beneficio. Por ejemplo: yo fabrico vasos que no perjudican al medio ambiente y que, además, son baratos y bellos.

Es obvio que debemos resolver nuestras necesidades de comida, vestido, vivienda, transporte, relación, cultura... y debemos hacerlo sin perder de vista que en todo eso está como centro el ser humano. El beneficio debe existir y él mismo nos debe indicar cuándo la riqueza que creamos es correcta y beneficiosa para todos.

Ahora, el modelo económico vigente nos lleva por otro camino. El dinero establece una relación inconsciente con nosotros mismos, con fuerzas internas nuestras poderosas: el miedo, la codicia, el poder, el éxito. ¿Qué hago con tanto dinero? ¿Y qué debo hacer para no perderlo?

Cuando compramos (alimento, ropa, muebles) debiéramos preguntarnos si lo hacemos de manera ética y responsable. Consumir ecológicamente es lo único que debiera permitirse. No lo harán los Gobiernos, pero podemos hacerlo nosotros. En cuanto se incremente el consumo ecológico, aumentará la distribución y se abaratará. Conviene saber que España es uno de los países del mundo con mayor producción de agricultura ecológica. Sólo en Andalucía hay ocho mil agricultores ecológicos.

El trabajo es la dignidad del ser humano, y el salario su reconocimiento, y es una infamia tratar el trabajo como una mercancía. A cada uno hay que pagar lo que le toque para que todos podamos vivir: esto es dignidad.

La idea de banco no es mala en sí. El banco puede prestar un dinero con interés, pues es justo que quien crea riqueza prestando su dinero la pueda compartir, siempre que el interés, dominado por la avaricia, no se convierta en usura. Hay razones para admitir que los ahorradores lleven su dinero al banco y se fíen más de él que de individuos particulares. El banco siempre dispone de mejores condiciones para devolver el dinero a quien se lo ha entregado que un particular. Sin embargo, esto no deja de convertirse en una tentación, pues “sin hacer nada” mi dinero me da más dinero y así se alienta el deseo de vivir sin hacer nada.

Recientemente, los bancos, guiados por la ley de la competitividad, se lanzaron a campañas de oferta de interés y unos a otros se pisan los talones para lograr que los clientes lleven el dinero a su propio banco: “Doy el nueve”. “Doy el diez”. “Doy el doce y añado regalos magníficos”. Nadie necesita esos regalos, pero allí están las colas para meter el dinero. Y es que el dinero no tiene amigos y el cero con veinte es el cero con veinte.

La clave del problema está en preguntarse qué se va a hacer con el dinero confiado al banco. Es evidente que el dinero no se queda congelado en el Banco, circula repartido entre bastantes empresas. ¿Cuánto nos ha costado la guerra del Irak hasta el año 2008? Tres billones de euros. ¿Y de dónde sale tanto dinero? De los bancos, que lo guardan. Y nosotros nos hemos limitado a llevar nuestro dinero con la esperanza de que nos den el máximo de interés posible. Y el banco es objeto de nuestra felicitación porque lo han invertido allí donde los negocios son más rentables (armas, petróleo, alimentación transgénica...). La culpa de que se estén financiando actividades ilegales es de todos porque metemos el dinero en los bancos.

Somos la primera generación planetaria, que descubre el valor de la ciudadanía universal como valor y derecho de todos, que nos lleva a incluir y no excluir, a conjugar el binomio individuo-comunidad en relación armónica. En esa relación es básico el papel de la economía. Por ella nos relacionamos los unos con los otros y con la Casa Tierra. Todo lo que hacemos (amor/egoísmo; libertad/esclavitud) repercute en ella.

La distorsión de la relación individuo-comunidad alcanza su máxima perversión en las guerras, que parten del supuesto falso de que el hombre es lobo para el hombre y no hermano y de que los conflictos deben resolverse con el derecho de la fuerza y no con la fuerza del derecho. La solución existe: la que considera que todos poseemos una misma dignidad y valores, unos mismos derechos y obligaciones, vinculantes para todos desde una ética de responsabilidad y libertad.

 

3. UNA SOLUCIÓN ALTERNATIVA

3.1 El caso del Triodos Bank

Estamos palpando las consecuencias de un error histórico: el haber pasado de una conciencia de grupo a otra de individualidad egoísta. Somos seres comunitarios dentro de una historia y cultura que nos transmite el sentido de la vida. Estamos vinculados al pasado y a las generaciones anteriores, de las cuales nos llega el legado de que la vida humana por su razón y libertad se trasciende así misma y no le basta una explicación mecanicista. La herencia cultural recibida nos hace ver nuestra religación de unos con otros, con el cosmos, con la naturaleza, con Dios. Y para explicar esta religación sagrada no basta la ciencia ni una religión ritualista.

El momento actual nos está invitando a entender que, por encima de los conceptos de patria, nación, religión, sexo, etc. está el concepto esencial de la dignidad humana que confiere a todos categoría y condición de ciudadanos universales.

Siendo esto así, un sistema bancario ético es el que utiliza el dinero de sus clientes para mejorar el mundo, para mejorar la concordia entre las personas y pueblos.

Nuestro dinero no debe ir a parar a entidades financieras que destruyen el medio ambiente, no respeta los derechos humanos, etc. La paz sólo se puede construir si la apoyamos con una banca ética.

Tridos Bank representa, desde 1968, la creación de un banco diferente, implantado en varios países, también España. Ha ido creciendo cada vez más y ha demostrado dejar de ser un sueño. Dicha Banca está financiando actividades a las que no llega la banca convencional: escuela, arte, proyectos de cooperación al desarrollo, actividades religiosas, etc. El banco, tras cuidadoso examen, presta el dinero y con la condición de que pueda ser recuperado, incluso a largo plazo. El capital está en manos de unos 12.000 accionistas, ninguno de los cuales puede poseer más del 10 %. Está regulado por el Banco de España (país de acogida) y por el Banco Central Holandés (país de origen).

3.2 Una banca con valores

En el 2009, se produce la alianza de once Bancos (entre ellos el Triodos Bank), especializados en “bancas éticas”, sumando sus activos fundacionales más de 10.000 millones de dólares. Su objetivo es contribuir a crear una alernativa positiva a un sistema financiero global en crisis, con la seguridad de poseer el potencial necesario para introducir mejoras innovadoras. El modelo combina la rentabilidad social y medio ambiental.

Dar el dinero para que otros se realicen es la antítesis del egoísmo. Cuando damos, obramos en coherencia con lo más puro de nuestro ser y nos liberamos: contribuimos al bien, desarrollo y felicidad de la humanidad y del planeta. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

* Joan Antoni Melé Cartaña, estudió Ciencias Exactas y Ciencias Físicas en la UB, y más tarde Ciencias Económicas. Durante treinta años de profesión bancaria ha tenido la oportunidad de observar y conocer de primera mano la relación de las personas con el dinero y la consecuencias que se derivan. Desde 2006, trabaja en la banca ética de Triodos Bank como Director Territorial de Cataluña y Baleares, actividad que compagina con la de conferenciante de temas soiceconómicos y de humanidades.

 

 

penumbra

EL CELIBATO INVÁLIDO

JOSÉ Mª RIVAS CONDE, corimayo@telefónica.net

MADRID.

 

ECLESALIA, 04/06/10.- La ley del celibato sacerdotal es otra de las “ataduras eclesiásticas”, que, dado su carácter temporal y derogable, no pueden ser asumidas como condicionantes de la salvación eterna, o vinculantes en conciencia bajo pecado grave. Conforme a lo expuesto en mi escrito, “¿No será que en la Iglesia no hay autoridad?” (ECLESALIA 16/10/09), es imposible aceptar sin herejía y blasfemia, la contradictoria pena “eterna-derogable” con que ella está sancionada. Aunque también ya dicho, reiteraré que al afirmar esto no intento invadir el ámbito de la conciencia de las personas, en el que carezco de toda competencia; sino que me mantengo en el plano de las ideas y las cosas. En éste, con sólo lo anterior, basta para proclamar la invalidez del celibato. Pero como, al parecer, tiene consecuencias poco “aceptables” socio-eclesialmente, no será superfluo tratar el asunto con el detenimiento que permite la brevedad de estas líneas.

Nadie niega, desde hace ya mucho, la temporalidad y derogabilidad de esta ley. Hoy sólo se discute sobre si es oportuno o no abrogarla. Es evidencia de la convicción general que existe de su derogabilidad; que si no, carecería de base y de sentido tal debate. Y ésta es la misma convicción que refleja el propio decreto Presbyterorum Ordinis al decir: «el celibato, que primero sólo se recomendaba a los sacerdotes, fue luego impuesto por ley…» (16,3). En estas palabras, aunque no concretan fecha, aparece clara la temporalidad de la “atadura”, y su derogabilidad se deduce del hecho de existir, como tal, por imposición de la iglesia. Lo eclesiásticamente derogable y, por ende, lo incapaz de condicionar la salvación eterna a nadie, es todo aquello cuya urgencia derive sólo de promulgación eclesiástica, aunque este dato sólo sea directamente verificable en los casos en los que la misma se pueda datar.

De la temporalidad y derogabilidad del celibato en su conjunto, se desprenden solas las de sus contenidos concretos; tanto los de la disciplina latina, como los de la oriental, nacidas ambas de “imposición” eclesiástica datable. Es posible, por ello, que se juzgue superfluo bajar al detalle. Pero ayuda a iluminar la penumbra que lo rodea en cuanto normas derogables y también, tal vez, a superar esa especie de vértigo que puede sentirse al asomarse a ello, desde lo que llevamos inculcado en el alma desde la infancia, con tan buena voluntad, como tengo dicho, como la de nuestros padres. Con todo, por no alargarme y por no afectarnos directamente a nosotros, dejaré de lado los contenidos específicos de la disciplina oriental.

La prohibición de contraer matrimonio tras la ordenación, no alcanzó rango de norma general hasta el Concilio Lateranse I (1123) y la recomendación misma de celibato, en cuanto dirigida en particular al clero, no fue ni tan inicial, ni tan unánime, ni tan pacífica, como podría suponerse. A pesar de las restricciones que le afectan, baste como prueba, por su conexión con el Primado, recordar de entre los varios datos que guarda la historia, las normas clerogámicas vigentes en la misma Roma, al menos hasta avanzado el siglo V.

Las disposiciones IV y V del Sínodo Romano del año 402 –que algunos han interpretado como primera prohibición histórica del matrimonio de los ordenados– ni permiten por su fecha tardía juzgarlas inderogables, ni mucho menos que impusieran el celibato. Lo que en ellas realmente se prohibió fue que «el clérigo se case con “mujer”», porque está escrito que debe hacerlo con “virgen” –(Ez 44,22)–. También, que se confirieran las órdenes a candidatos casados con viuda o repudiada, aunque fuera desde antes de su conversión, porque haber contraído matrimonio con no virgen era impedimento para la ordenación, insubsanable hasta por el bautismo (MANSI 3,492).

Esas disposiciones se limitaron a aplicar la doctrina del papa Siricio (384-399), el cual ni siquiera exhortó a los clérigos que no se casaran. No parece razonable suponerlo en el que, a pesar de ser el autor de la ley de continencia, sólo consta que urgiera, por cierto que enérgicamente, la prohibición de que el clero se casara con más de una mujer o con no virgen (1143,20-1144,5). Entendió el requisito paulino, no sólo en su sentido obvio de “marido de una sola esposa”; sino, además, en el rebuscado de “marido de esposa de uno solo”. De aquí que prohibiera al clérigo, no el matrimonio; sino contraerlo con segunda esposa simultánea y con viuda, repudiada o meretriz (1141,16-17).

A nosotros no nos cuadra que precisamente el autor de la ley de continencia permitiera el matrimonio de los ordenados, aunque sólo fuera el monógamo y con virgen. Nos resulta propio de una ingenuidad suprema y de una falta de realismo inconcebible. No parece que pueda explicarse, si no es por perdurar aún vivo en la conciencia común el aviso durísimo de Pablo al respecto y por la creencia subjetiva de poder soslayarlo con sólo respetar su literalidad exterior: «El Espíritu abiertamente dice que en últimos tiempos abandonarán algunos la fe dando oídos a inspiraciones erróneas y a enseñanzas de demonios, impostores hipócritas de conciencia marcada a fuego, que prohíben casarse... » (1Tim 4,1-3).

A la prohibición del matrimonio se fue llegando en realidad de forma geográficamente dispersa y un tanto vacilante, a causa del fracaso permanente de las demás normas dirigidas a implantar la ley de Siricio. Las más expandidas, la separación conyugal –a pesar de oponerse ésta al precepto divino que la rechaza (Mt 19,6)– y la exclusión de los casados del orden sacerdotal –pese a sobrepasarse así el requerimiento paulino–. Este fracaso y el de las severísimas sanciones propias de la época, decretadas contra los infractores, empujaron a que el matrimonio se fuera prohibiendo en bastantes demarcaciones, hasta que la prohibición, junto con la exigencia de separación de los que se casaran, quedó universalizada, como he dicho, en el Lateranense I. Pero debió juzgarse insuficiente. Doce años después de ese concilio, el de Pisa (1135) decretó por vez primera la nulidad del matrimonio del ordenado y, tras otros cuatro, la reafirmó el Lateranense II. Luego, cuatrocientos cuarenta años más tarde, el de Trento la afianzaría, ante las impugnaciones de la reforma protestante, con anatema contra quien la negara.

Ninguna de esas disposiciones, ni de las que las complementan, tolera por su fecha que se la considere incluida dentro lo que se nos anunció desde el principio (1Jn 1,1-4); dentro de lo inderogable; dentro de lo necesario en orden a no exponerse a la condena eterna. Y, en razón de lo expuesto en “Excomunión y vida eterna I y II” (ECLESALIA, 01&09/03/10), el anatema de Trento no admite otro significado que el de exclusión, en este caso, de la “iglesia societaria romana”, nunca de la de Jesús, ni de la salvación, pese a los graves inconvenientes que ella arrastra. En consecuencia, todo ello, sin excluir el anatema, es nulo e inválido de por sí en el plano de la conciencia, aunque no lo fuere en el canónico “societario”. Nadie, como tengo dicho, ni aunque sea clérigo, puede quedar vinculado en orden a la salvación por “ataduras” derogables. Así lo son, dada su fecha de nacimiento, la prohibición de ordenar a casados y de casarse el clero, la nulidad del matrimonio contraído después de la ordenación, el anatema contra quien la niegue y la orden de no ejercer el ministerio una vez casado. Quizá no sobre recordar aquí, que la derogabilidad de algunas de estas normas ha quedado consumada, parcial pero sustantivamente, primero, en la posibilidad de ordenar de diáconos a casados (L.G. 29,2) y, luego, en la reciente constitución apostólica Anglicanorum Coetibus.

Síntesis de la evolución legislativa apuntada, la tenemos en el c. 277, § 1 del vigente Código de Derecho Canónico. Él basa la obligación actual del celibato en la de continencia: «Los clérigos están obligados a […] continencia perfecta y perpetua […] y, por tanto, […] a guardar el celibato…». No fue ésta la conclusión que sacó Siricio de su ley; sino que los diáconos, presbíteros y obispos de todas las iglesias (1142,8-10; 1146,18-1147,4) debían abstenerse de relación sexual, incluso con la esposa que canónicamente podían tener y con la que podían convivir. Todo lo decretado con posterioridad fue angostamiento creciente, libre ya de la “ingenuidad” de Siricio, en el deseo de llegar a un satisfactorio cumplimiento de su ley de continencia. Esta fue la única norma de carácter universal de por sí, hasta que las iglesias orientales en que se había implantado la alteraron, bien en un lugar y fecha, bien en otros. La alteración de mayor repercusión ha sido la del canon 13 del concilio Trullano o Quinisexto (691). Su decisión, atacada por ilegítima (“Sacerdocio y Celibato”. BAC. 1971, Págs. 282 y 293), así como el propio concilio (Historia de la Iglesia. III. Wilhelm Neuss. Rial. 1961. Pág. 73), ha terminado legitimada en nuestro tiempo (decreto Presbyterorum Ordinis n. 16,1 y encíclica Sacerdotalis Coelibatus n. 38,1, además de la Ad catholici sacerdotii n. 38), sin que esto suponga, cosa de la que no trato aquí, que Roma dé validez a la pura política de los hechos consumados.

La derogabilidad de la ley del celibato no desaparece por estar fundamentada en la de continencia. Ésta nació, como he señalado, en las postrimerías del siglo IV. Es más, la ligazón histórica entre ambas leyes evoca un motivo añejo de la invalidez de las dos, distinto del de su condición de “ataduras” derogables. Afecta directamente a la de continencia y, de resultas, a la de celibato, por constituir ella la razón de ser de éste, a tenor de la historia sintetizada en el canon citado.

La ley de continencia, en efecto, no fue un simple salto cualitativo por generación espontánea desde la afirmada recomendación general, a la ley restringida al sector del clero. Fue engendro de una concepción imperante en la época, tan aberrante como reflejan las afirmaciones de tres de las decretales del Tomo XIII de la Patrología Latina: a Himerio, a los Obispos galos y a los Obispos africanos. Entresaco las ideas más agrestes, dando la columna del tomo en que se encuentran y, tras la coma, las líneas de la misma, como ya he hecho en las tres citas de estas decretales que anteceden:

La relación sexual, incluida la conyugal, es suciedad (1186, 4-5); pasmo con las pasiones obscenas (1140, 13-14); lujuria (1138, 28); crimen (1138, 16-23); vida de pecadores (1186, 13-14); práctica de animales (1186, 22-23) y oprobio para la iglesia (1161, 5-7). El clérigo “manchado” con esa “suciedad” se excluye de «las mansiones celestiales» (1185, 4-6) y, si el laico queda por ella incapacitado para ser escuchado cuando reza, con mayor razón pierde el primero su “disponibilidad” para celebrar con fruto el bautismo y el sacrificio (1160, 9-1161, 3) –a pesar de no depender la eficacia de los sacramentos de la “limpieza” del ministro–. A la luz de todo eso se comprende que Siricio concluyera: «No conviene confiar el misterio de Dios a hombres de ese modo corrompidos y desleales, en los cuales la santidad del cuerpo se entiende profanada con la inmundicia de la incontinencia» (1186, 14-19).

Hoy, cierto que nadie comparte nada de eso, aunque Siricio lo expresara –como él mismo afirmó– «con pronunciamiento general» (1142,8-10) y por el deber de no disimular que le imponía un oficio al que incumbía, tanto «un celo de la religión cristiana mayor que a todos los demás» (1132,14-1133,1), como «el cuidado cotidiano sin interrupción y la preocupación por todas las iglesias» (1138,12-14). Hoy, rechazar todo eso es lo que se tiene por adecuado y pertinente, aunque Siricio le dijera a Himerio, al final de su carta, que con sus palabras había dado respuesta a las preguntas que éste le había planteado «a la iglesia de Roma como a cabeza de tu Cuerpo» (1146,4-8). Ni aunque otros muchos tras él, lo hayan reiterado y sancionado, hasta con la sorprendente canonización de Siricio por Benedicto XIV en 1748, casi catorce siglos después de su muerte. Sorprendente ahora; que no entonces. Ahora es cuando ya nadie admite nada de eso.

Pero, al negarlo hoy y rechazarlo todo por incompatible con la Revelación, se hunde la ley de continencia y tras ella se desploma el edificio histórico-canónico de la ley del celibato, al quedar al aire y sin base. De ahí, la oportunidad de la pregunta sobre razones nuevas que hoy podrían justificarla. Iba en el cuestionario que Roma hizo llegar a los sacerdotes, al pedirles su colaboración en la preparación del Sínodo de 1971, sobre el sacerdocio minis­terial. La pregunta demuestra que no hay hipérbole en decir que hoy ya nadie comulga con la doctrina de Siricio. Roma no la habría formulado, de seguir ella estimando válida la justificación del celibato mantenida por siglos y que aún figura en el Código de Derecho Canónico, tal vez por inercia histórica.

Las razones nuevas que vienen dándose en los últimos tiempos, puede que expliquen y avalen la opción libre por el celibato. Pero nunca podrán justificar la ley; porque no hay nada capaz de volatilizar el hecho radical e insoslayable de ser la del celibato “atadura” eclesiástica temporal y derogable, sin vigor, por ende, para obligar en conciencia a nadie en orden a la salvación. Ni dejaría de haber motivo que indujera a entender esa ley, como todas las derogables, en el marco de las maneras de los jefes de las naciones y los grandes “que gobiernan imperiosamente imponiendo su voluntad” (Mt 20,25-26); no en el de los servidores de los demás en orden a su salvación en sólo Jesús, el Inderogable “camino, verdad y vida”.

Con ella, en efecto, se impone como exigencia de salvación lo que unánimemente se reconoce derogable sin riesgo de condenación; tal cual sucede ya, aunque sólo en parte, en la propia disciplina latina respecto de de los diáconos, en la oriental legitimada y, ahora también, en la anglicana. Así, ¿no se niega autoritariamente a unos, que no a todos ni en todo, el derecho a proceder de acuerdo con lo más que autorizado por la palabra de Dios (1Cor 7,9.36.38)? Lo digo sin condenar a quienes no son siervos míos, sino que tienen otro Amo (Rom 14,4) –que también a mí me juzgará– y están encima tan condicionados como yo lo estuve, con todo lo que, como digo, se nos inculcó desde niños generación tras generación. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Nota de la Redacción: vease también “Sugerencia al Vaticano” en ECLESALIA 02/09/05 (http://eclesalia.blogia.com/2005/090201-celibati-liberatio.php)

proyecto

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (C) 1 Corintios 11, 23-26

HACER MEMORIA DE JESÚS

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net

SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

 

ECLESALIA, 02/06/10.- Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.

Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.

La escucha del Evangelio. Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.

Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.

La memoria de la Cena. Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: "Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte... Éste es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo".

En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús". Nos sentimos salvados por Cristo nuestro Señor.

La oración de Jesús. Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.

La comunión con Jesús. Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: "Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano". (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

FAZER MEMÓRIA DE JESUS

José Antonio Pagola. Tradução: Antonio Manuel Álvarez Pérez

Ao narrar a última Ceia de Jesus com os Seus discípulos, as primeiras gerações cristãs recordavam o desejo expresso de forma solene pelo Seu Mestre: «Fazei isto em memória minha». Assim o recolhe o evangelista Lucas e Paulo, o evangelizador dos gentios.

Desde a sua origem, a Ceia do Senhor tem sido celebrada pelos cristãos para fazer memória de Jesus, actualizar a Sua presença viva no meio de nós e alimentar a nossa fé Nele, na Sua mensagem e na Sua vida entregue por nós até à morte. Recordemos quatro momentos significativos na estrutura actual da missa. Temos de os viver desde dentro e em comunidade.

O escutar do Evangelho. Fazemos memória de Jesus quando escutamos nos evangelhos o relato da Sua vida e da Sua mensagem. Os evangelhos foram escritos, precisamente, para guardar a recordação de Jesus alimentando assim a fé e o seguir dos Seus discípulos.

Do relato evangélico não aprendemos doutrina mas, sobretudo, a forma de ser e de actuar de Jesus, que há-de inspirar e modelar a nossa vida. Por isso, o devemos escutar em atitude de discípulos que querem aprender a pensar, sentir, amar e viver como Ele.

A memória da Ceia. Fazemos memória da acção salvadora de Jesus escutando com fé as Suas palavras: "Este é o Meu corpo. Vejam-Me neste pão entregando-Me por vós até à morte... Este é o cálice do Meu sangue. Derramei-O para o perdão dos vossos pecados. Assim me recordareis sempre. Amei-vos até ao extremo".

Neste momento confessamos a nossa fé em Jesus Cristo fazendo uma síntese do mistério da nossa salvação: "Anunciamos a Tua morte, proclamamos a Tua ressurreição. Vem, Senhor Jesus". Sentimo-nos salvos por Cristo nosso Senhor.

A oração de Jesus. Antes de comungar, pronunciamos a oração que nos ensinou Jesus. Primeiro, identificamo-nos com os três grandes desejos que levava no Seu coração: o respeito absoluto a Deus, a vinda do Seu reino de justiça e o cumprimento da Sua vontade de Pai. Logo, com as Suas quatro petições ao Pai: pão para todos, perdão e misericórdia, superação da tentação e libertação de todo mal.

A comunhão com Jesus. Aproximamo-nos como pobres, com a mão estendida; tomamos o Pão da vida; comungamos fazendo um acto de fé; acolhemos em silêncio Jesus no nosso coração e na nossa vida: "Senhor, quero comungar contigo, seguir os Teus passos, viver animado com o Teu espírito e colaborar nos Teus projecto de fazer um mundo mais humano".

 

Fare memoria di Gesù

José Antonio Pagola. Traduzione: Mercedes Cerezo

Nel narrare l’Ultima Cena di Gesù con i suoi discepoli, le prime generazioni cristiane ricordavano il desiderio espresso in modo solenne dal loro Maestro: “Fate questo in memoria di me”. Così riportano l’evangelista Luca e Paolo, l’evangelizzatore dei gentili.

Fin dall’origine, la Cena del Signore è stata celebrata dai cristiani per fare memoria di Gesù, attualizzare la sua presenza viva in mezzo a noi e alimentare la nostra fede in lui, nel suo messaggio e nella sua vita consegnata per noi fino alla morte. Ricordiamo quattro momenti significativi della celebrazione eucaristica. Dobbiamo viverli interiormente e in comunità.

L’ascolto dell’Evangelo. Facciamo memoria di Gesù quando ascoltiamo nei vangeli il racconto della sua vita e il suo messaggio. I vangeli sono stati scritti proprio per custodire il ricordo di Gesù, alimentando così la fede e il cammino dei discepoli.

Dal racconto evangelico non impariamo una dottrina ma, soprattutto, il modo di essere e di agire di Gesù, che deve ispirare e modellare la nostra vita. Per questo, lo dobbiamo ascoltare con atteggiamento di discepoli che vogliono imparare a pensare, sentire, amare e vivere come lui.

Il memoriale della Cena. Facciamo memoria dell’opera di salvezza di Gesù ascoltando con fede le sue parole: - Questo è il mio corpo. Riconoscetemi in questi pezzi di pane mentre mi consegno per voi fino alla morte... Questo è il calice del mio sangue. L’ho effuso per il perdono dei vostri peccati. Così mi ricorderete sempre. Vi ho amato fino alla fine -.

In questo momento confessiamo la nostra fede in Gesù Cristo facendo una sintesi del mistero della nostra salvezza: “Annunciamo la tua morte, proclamiamo la tua risurrezione. Vieni, Signore Gesù”. Ci sentiamo salvati da Cristo Signore nostro.

La preghiera di Gesù. Prima di fare la comunione, diciamo la preghiera che ci ha insegnato Gesù. In primo luogo, c’identifichiamo con i tre grandi desideri che custodiva nel suo cuore: il rispetto assoluto di Dio, la venuta del suo regno di giustizia e il compimento della sua volontà di Padre. Poi, con le sue quattro domande al Padre: pane per tutti, perdono e misericordia, superamento della tentazione e liberazione da ogni male.

La comunione con Gesù. Ci avviciniamo come poveri, la mano tesa; prendiamo il Pane della vita; comunichiamo facendo un atto di fede; accogliamo in silenzio Gesù nel nostro cuore e nella nostra vita: “Signore, voglio comunicare con te, seguire i tuoi passi, vivere animato dal tuo Spirito e collaborare al tuo progetto di fare un mondo più umano.

 

FAIRE MEMOIRE DE JESUS

José Antonio Pagola, Traducteur: Carlos Orduna, csv

Lorsque les premières générations chrétiennes faisaient le récit de la dernière Cène de Jésus avec ses disciples, elles rappelaient le souhait exprimé solennellement par leur Maître : « Faites cela en mémoire de moi ». C’est ce qui est transmis par l’évangéliste Luc et par Paul, l’évangélisateur des gentils.

Depuis son origine, la Cène du Seigneur a été célébrée par les chrétiens pour faire mémoire de Jésus, actualiser sa présence vivante au milieu de nous et pour nourrir notre foi en lui, en son message et en sa vie, livrée pour nous jusqu’à la mort. Rappelons quatre moments significatifs dans la structure actuelle de la messe. Nous avons à les vivre de l’intérieur et en communauté.

L’écoute de l’Evangile. Nous faisons mémoire de Jésus lorsque nous écoutons dans les évangiles le récit de sa vie et son message. Les évangiles ont été justement écrits pour garder le souvenir de Jésus, en nourrissant ainsi la foi et la réponse de ses disciples à sa suite.

Ce n’est pas une doctrine que nous apprenons de ce récit évangélique, mais surtout, la façon d’être et d’agir de Jésus, qui doivent inspirer et modeler notre vie. C’est pourquoi, il nous faut l’écouter en attitude de disciples voulant apprendre à penser, à sentir, à aimer et à vivre comme lui.

La mémoire de la Cène. Nous faisons mémoire de l’action salvatrice de Jésus en écoutant avec foi ses paroles : « Ceci est mon corps. Dans ces morceaux de pain, voyez-moi en train de me livrer pour vous jusqu’à la mort… Ceci est la coupe de mon sang… Je l’ai versé pour le pardon de vos péchés. C’est ainsi que vous vous souviendrez toujours de moi. Je vous ai aimés jusqu’au bout ».

C’est à ce moment-là, que nous confessons notre foi en Jésus Christ, tout en faisant une synthèse du mystère de notre salut: “Nous proclamons ta mort, Seigneur Jésus, nous célébrons ta résurrection. Viens Seigneur Jésus ». Nous nous sentons sauvés par le Christ, notre Seigneur.

La prière de Jésus. Avant de communier, nous disons la prière que Jésus nous a enseignée. Tout d’abord nous nous identifions aux trois grands désirs qu’il portait dans son coeur: le respect absolu de Dieu, le venue de son règne de justice et l’accomplissement de la volonté du Père. Après, nous faisons nôtres ses quatre demandes adressées au Père : pain pour tous, pardon et miséricorde, victoire sur la tentation et libération de tout mal.

La communion avec Jésus. Nous nous approchons comme des pauvres, la main tendue; nous prenons le Pain de la vie; nous communions en faisant un acte de foi; nous accueillons en silence, Jésus dans notre cœur et dans notre vie : « Seigneur, je veux être en communion avec toi; suivre tes pas; être, dans ma vie, animé par ton esprit ; et collaborer à ton projet de bâtir un monde plus humain ».

 

AS A MEMORIAL OF ME.

José Antonio Pagola. Translator: José Antonio Arroyo

Every time the early Christians spoke of the Last Supper of Jesus with his disciples, they always mentioned Jesus’ special request: “Do this as a memorial of me.” That is the case with Luke the evangelist and Paul, the apostle to the Gentiles.

From the very beginning of the Christian era, the Last Supper was celebrated by Christians as a Memorial of Jesus that brought his presence

to our midst and nourished our faith in Him, in his message and in his life offered for us until his end. Let us single out four special and meaningful parts of our Mass. We must bring them to life from within the community.

Listening to the Gospel, we bring back to life Jesus himself whenever we listen to the Gospel narratives and messages. The Gospels, in fact, were written with the sole purpose of preserving Jesus’ memory, and strengthening the faith of his followers.

From the gospel narratives we do not learn any doctrine, but we witness Jesus’ life style and behaviour that serve to inspire us and imitate him in our own lives. Hence, we must read and listen to him with an attitude of the disciples that want to learn how to think, feel, love and live as He did.

Remembering the Last Supper, we recall the saving power of Jesus as we listen to his words: “This is my body. See me in these pieces of bread, as I deliver myself for you until death. This cup is the new covenant in my blood. This blood is shed for the forgiveness of your sins. Every time you drink this cup you are proclaiming my death. I have loved you till the end.”

At that precise moment, we confess our faith in Jesus Christ, summarizing the mystery of our salvation: “We announce your death, we proclaim your resurrection. Come, Lord Jesus.” We acknowledge that Jesus has been our Saviour.

The prayer of Jesus that we recite before Communion is the one that Jesus himself taught us. First, we identify ourselves with the three great desires that Jesus always kept in his heart: absolute respect for God, the coming of his kingdom of justice and the fulfilment of his Father’s will. Then, we conclude with the four petitions to the Father: bread for everyone, pardon and forgiveness, freedom from temptations and deliverance from evil.

The communion with Jesus we receive, poor as we are, with open hands: we receive the Bread of life, as we make an act of faith, and we welcome in silence Jesus in our hearts as well as in our lives: “Lord, I want to be in communion with you, follow in your steps, live by your Spirit and work in your project to make this world more just and fair.”

 

JESUSEN OROITZAPENA EGIN

José Antonio Pagola. Itzultzailea: Dionisio Amundarain

Jesusek ikasleekin egindako Azken Afaria kontatzean, Maisuak berariaz aipatutako gogoa gogoratu ohi zuten lehen kristau-belaunaldiek: «Egizue hau nire oroigarri». Horrela dakarte Lukas ebanjelariak eta jentilen ebanjelizatzaile Paulok.

Bere jatorriaz gero, Jesusen oroitzapena burutzeko ospatu izan dugu kristauek Jaunaren Afaria, gure artean haren presentzia bizia gertaberritu eta harekiko, haren mezuarekiko eta azkeneraino gugatik eman duen biziarekiko geure fedea elikatzeko. Har ditzagun gogoan mezak, gaur eguneko egituran, dituen lau une esanguratsu hauek, barnetik eta elkartean bizitzeko.

Ebanjelioa entzutea. Jesusen oroitzapena burutzen dugu ebanjelioetan haren bizitzako kontakizuna eta mezua entzutean. Ebanjelioak, hain juxtu, Jesusen oroitzapena gordetzeko idatzi dira, ikasleen fedea eta jarraipena janaritzearekin batera.

Ebanjelio-kontakizunean ez dugu doktrinarik ikasiko, baizik, batez ere, Jesusen izateko eta jarduteko era, gure bizitza inspiratu eta moldatu behar duena. Horregatik, ikasle-jarreraz behar dugu entzun, Jesusek bezala pentsatzen, sentitzen, maitatzen eta bizitzen ikasi nahi duten ikaslek bezala.

Afariaren oroitzapena. Jesusen egintza salbatzailearen oroitzapena burutzen dugu haren hitz hauek fedez entzunez: «Hau nire gorputza da. Ikus nazazu ogi-puska hauetan, zuengatik heriotzaraino neure burua ematen... Hau nire odolaren kaliza da. Zuen bekatuak barkatzeko isuri dut. Horrela behar nauzue gogoratu beti. Azkeneraino maite izan zaituztet».

Momentu honetan Jesu Kristoganako geure fedea aitortuko dugu, geure salbamenaren misterioaren sintesia eginez: «Zure heriotza hots egiten dugu, zure piztuera aldarrikatzen. Zatoz, Jesus Jauna». Geure burua Kristo geure Jaunak salbatua dakusagu.

Jesusen otoitza. Jaunartu aurretik, Jesusek irakatsi zigun otoitza egingo dugu. Lehenik eta behin, bere bihotzean zeramatzan hiru desio handiekin bat egingo dugu: Jainkoarekiko errespetu osoa, haren zuzentasun-erreinua etortzea eta haren aitatasun-gogoa betetzea. Ondoren, Aitari eginiko lau eskariekin: ogia guztientzat, barkazioa eta errukia, tentaldia garaitzea eta gaitz orotatik aske izatea.

Jesusekiko komunioa. Behartsu bezala hurbilduko gara, eskua luzatuz: bizi-ogia hartuko dugu; fede-egintza burutuz jaunartuko dugu; isilik, abegi ona egingo diogu Jesusi geure bihotzean eta bizitzan: «Jauna, zurekin bat egin nahi dut, zure urratsei jarraitu, zure espirituak arnasturik bizi eta mundua gizatarrago bihurtzeko zure egitasmoan lankide izan».

 

FER MEMÒRIA DE JESÚS

José Antonio Pagola. Traductor: Francesc Bragulat

En narrar l'últim Sopar de Jesús amb els seus deixebles, les primeres generacions cristianes recordaven el desig expressat de manera solemne pel seu Mestre: «Feu això en memòria meva». Així ho recullen l'evangelista Lluc i Pau, l'evangelitzador dels gentils.

Des del seu origen, el Sopar del Senyor ha estat celebrat pels cristians per fer memòria de Jesús, actualitzar la seva presència viva enmig nostre i alimentar la nostra fe en ell, en el seu missatge i en la seva vida lliurada per nosaltres fins a la mort. Recordem quatre moments significatius en l'estructura actual de la missa. Els hem de viure des de dins i en comunitat.

L'escolta de l'Evangeli. Fem memòria de Jesús quan escoltem en els evangelis el relat de la seva vida i el seu missatge. Els evangelis han estat escrits, precisament, per guardar el record de Jesús alimentant així la fe i el seguiment dels seus deixebles.

Del relat evangèlic no aprenem doctrina sinó, sobretot, la manera de ser i d'actuar de Jesús, que ha d'inspirar i modelar la nostra vida. Per això, l'hem d'escoltar en actitud de deixebles que volen aprendre a pensar, a sentir, a estimar i a viure com ell.

La memòria del Sopar. Fem memòria de l'acció salvadora de Jesús escoltant amb fe les seves paraules: "Això és el meu cos. Veieu-me en aquests trossos de pa lliurant-me per vosaltres fins a la mort ... Aquest és el calze de la meva sang. L'he vessada en remissió dels vostres pecats. Així em recordareu sempre. Us he estimat fins a l'extrem".

En aquest moment confessem la nostra fe en Jesucrist fent una síntesi del misteri de la nostra salvació: "Anunciem la vostra mort, confessem la vostra resurrecció, esperem el vostre retorn, Senyor Jesús". Ens sentim salvats per Crist nostre Senyor.

La pregària de Jesús. Abans de combregar, pronunciem l'oració que ens va ensenyar Jesús. Primer, ens identifiquem amb els tres grans desitjos que portava en el seu cor: el respecte absolut a Déu, la vinguda del seu regne de justícia i el compliment de la seva voluntat de Pare. Després, amb les seves quatre peticions al Pare: pa per a tots, perdó i misericòrdia, superació de la temptació i alliberament de tot mal.

La comunió amb Jesús. Ens acostem com pobres, amb la mà estesa, prenem el Pa de la vida; combreguem fent un acte de fe; acollim Jesús en silenci en el nostre cor i en la nostra vida: "Senyor, vull combregar amb tu, seguir els teus passos, viure animat amb el teu esperit i col•laborar en el teu projecte de fer un món més humà". 

 

en campus

XXIII ESCUELA DE VERANO PARA EDUCADORES DE LA FE

Del 1 a 3 de julio de 2010

INSTITUTO SAN PÍO X

MADRID.

 

ECLESALIA, 31/05/10.- Desde hace más de 20 años, el Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas San Pío X viene organizando este servicio en el que ya han participado miles de profesores, agentes de pastoral y catequistas.

El Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas San Pío X, incorporado académicamente a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, cambió de domicilio en septiembre de 2008 para integrarse en La Salle Campus Madrid donde se ofrece una creciente oferta de estudios de Grado y Posgrado contando, además, con un Parque de Innovación de Servicio a las personas y la Internacional Graduate School (IGS).

La Escuela de Verano para Educadores de la Fe se inscribe en el Área de Ciencias de la Religión de La Salle Campus Madrid en la que está integrado el Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas San Pío X por lo que respecta a su ámbito organizativo. Desde este marco, convocamos la XXIII edición de la Escuela de Verano para Educadores de la Fe en las instalaciones de La Salle Campus Madrid, calle La Salle 10, 28023 Madrid (Aravaca). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

Cursos (jueves y viernes de 09,30 a 12,45 h. y de 16,00 a 19,30 h. y el sábado de 09,30 a 12,45 h.)

1.                   Actividades usando las TIC en clave de competencias básicas para la clase de religión en Secundaria. Rubén Prieto.

2.                   Actuación ante accidentes en Infantil y Primaria: Prevención y primeros auxilios. Fernando Gómez, Mercedes Gómez del Pulgar y Concha Noriega.

3.                   ¿Cómo afrontar problemas de conducta en el aula? Luis Sáez y Javier Ortega.

4.                   Como Jesús, nosotros también hablamos en parábolas. Josian Ortiz.

5.                   Contagiar a Dios en casa y en la "Kate". Oscar Ayerra Rodríguez.

6.                   Contar para encontrarse. Ana García-Castellano.

7.                   Control de estrés en el profesorado. Montserrat Amorós Gómez.

8.                   Descubrir a Jesús. Propuestas creativas para trabajar con los evangelios. Herminio Otero.

9.                   Educar en el diálogo intercultural e interreligioso desde la escuela. Iniciación. Francesc Closa i Pérez.

10.               Educar en la interioridad a adolescentes y jóvenes. Una pedagogía del umbral (Nivel 2). Elena Andrés Suárez.

11.               Educar la interioridad en Infantil y Primaria (Nivel 1). Ana María Alonso.

12.               El aprendizaje cooperativo en el aula: puesta en escena de técnicas y estrategias basadas en el aprendizaje mediado entre iguales. Juan Luis Gómez Gutíerrez y Alejandro Martínez González.

13.               El Clown para reír, soñar y educar. Verónica Macedo.

14.               Imágenes de Dios, moral y catequesis. Carmen Barba Pérez.

15.               Inteligencia emocional. Lola López Bravo.

16.               Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios. Pedro Barrado.

17.               La identidad del cristianismo en la era del pluralismo religioso. Juan Pablo García Maestro.

18.               Los Objetivos del Milenio en Educación Secundaria. Montserrat Pantoja.

19.               Nuevos recursos expresivos para la clase de religión en Infantil y Primaria. Almudena Fernández García.

20.               Pastoral juvenil: una pasión, una tarea, una urgencia. Juan Carlos Hervás.

21.               Problemas actuales de ética sexual y de bioética. Jesús Sastre.

22.               Programación de religión con competencias básicas. Una propuesta práctica para su renovación. Carlos Esteban Garcés.

23.               Psicología para proclamar la Palabra de Dios con eficacia. José Ponce.

24.               Ser catequista. Hacer catequesis. Álvaro Ginel Vielva.

25.               Técnicas de entrevista en la intervención pastoral. Esther Lucía Awad.

26.               Una lectura social de las cartas del “Segundo Pablo”. Fidel Aizpurúa.

 

Conferencias (13,00 h.)

1.                  Los adolescentes en la Red. Los hábitos de los adolescentes en el uso de Internet y redes sociales. Adolfo Sánchez Burón. Jueves, 1 de julio.

2.                  La nueva presencia de lo religioso en las sociedades democráticas. Rafael Díaz-Salazar. Viernes, 2 de julio.

Para más información: almudenag@lasallecampus.es

 

familiar

Del 21 al 23 de mayo de 2010 en las Lagunas de Ruidera

‘SUEÑOS DE QUIJOTE’

Crónica familiar de la Asamblea Estatal de Moceop

JUAN CEJUDO, jucecalomatic591@gmail.com

CÁDIZ.

 

ECLESALIA, 27/05/10.- Del 21 al 23 de Mayo hemos estado Manoli y yo en la Asamblea Estatal de MOCEOP que se ha celebrado este año en Las Lagunas de Ruidera. Un lugar maravilloso, de película, con unas vistas magníficas de las quince lagunas, comunicadas unas con otras por cascadas que forman el Parque Natural.

El viaje desde Cádiz, de unas 6 horas se hizo no muy largo. Casi todo el trayecto por Autovías y Autopistas. Pasado Valdepeñas, pasamos por varios pueblecitos, que forman la Ruta del Quijote, ya que en muchos de ellos, tienen lugar sucesos que Cervantes narra en su famoso libro "El Quijote de la Mancha". Nos hicimos varias fotos para el recuerdo.

El viernes por la noche lo dedicamos a presentarnos todos los participantes, un centenar, llegados de casi todas las partes de España. Se trataba de conocernos un poco más todos los que durante tres días íbamos a convivir.

Los compañeros de Tomelloso, nos hicieron una magnífica presentación del Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera y repartieron un folleto hecho por ellos con todo lujo de detalles.

El sábado muy temprano, tuvimos una oración-danza, acompañada de una música relajante que nos animaba a llevar el ritmo y que nos ayudó bastante a la interiorización personal.

Después del desayuno, Eduard Mairlot nos dio la ponencia sobre "El cambio inevitable". Eduard es un jesuita belga casado con española y nos hizo reflexionar a todos sobre el concepto del poder en la Sociedad y en la Iglesia. Durante la Revolución francesa el pueblo toma la Bastilla y, frente al poder omnímodo de los reyes, la nobleza y el alto clero, se impone el pueblo. Empieza el concepto de democracia. En la Iglesia, el esquema de funcionamiento era el mismo. Pío X llegó a decir: "Los laicos no tienen otro derecho que dejarse llevar y conducir por lo que digan sus pastores". El Concilio Vaticano II diría oficialmente que la Iglesia era "El Pueblo de Dios". Pero con los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI la Iglesia ha dado marcha atrás y quieren volver a posiciones pre-conciliares donde el poder está todo centralizado en una persona: el Papa.

Eduard nos hizo "desmontar" muchas cuestiones de fondo y nos dejó pensando...

A continuación de la charla hicimos una ruta de senderismo para disfrutar de las vistas del Parque natural. Se hicieron dos grupos: uno de mayor dificultad (había que coger los coches) y otro más sencillo, a pie. Nos apuntamos al más sencillo que iba bordeando las lagunas, con unas vistas magníficas y en un clima de compañerismo muy bueno.

Debo decir que los compañeros que prepararon el Encuentro lo bordaron. Todo iba sobre la figura del Quijote y sus principales personajes: Cervantes como escritor, Sancho Panza, El Quijote, Dulcinea del Toboso, el cura... los caballeros andantes... Y hasta el caballo Rocinante y el burro de Sancho estuvieron muy bien conseguidos por un artista fallero de Valencia. Todo enlazado con el lema del Encuentro: "Sueños de Quijote". Hicieron una escenificación, disfrazados de esos personajes, en un clima muy divertido y jugando continuamente con las frases de Cervantes y el lema del encuentro...

Después, tuvimos el trabajo por grupos, siete en total. El grupo mío se llamaba "Gobernando ínsulas", que era una reflexión sobre el poder. Venían unas preguntas que teníamos que ir contestando y un secretario tomaba nota para la puesta en común que se tuvo a continuación.

Por la noche, una gran fiesta participativa, muy divertida donde hubo de todo: el gran circo de las pulgas, juegos de magia, juegos quijotescos, rondalla con canciones de la tuna etc... todo amenizado por el "manco de Lepanto" y la participación de pequeños y mayores. Terminamos con una queimada en recuerdo de nuestro compañero recién fallecido Ángel, el gallego que siempre las hacía en nuestros encuentros.

El domingo tuvimos la Asamblea donde se plantearon cuestiones de tipo organizativo: revisión de los últimos tres años desde la Asamblea de El Espinar, información sobre Redes Cristianas donde Moceop participa de modo muy claro, informe de la Federación Internacional Europea de Sacerdotes Casados, temas de nuestra resvista "Tiempo de Hablar-Tiempo de Actuar", sobre la página web de Moceop (moceop.net), el equipo de prensa y comunicados y sobre el libro que queremos editar próximamente sobre los curas casados en España.

A las doce terminamos con la Eucaristía muy participativa y creativa donde los nueve niños presentes, vestidos de caballeros y de damas "andantes" prometieron su compromiso de querer ser caballeros y damas andantes de Jesús. Iban vestidos para la ocasión y todos los participantes también renovamos nuestro compromiso de querer seguir siendo caballeros andantes de Jesús de Nazaret, nuestro gran “Quijote”.

Canciones, lecturas, momentos para dar gracias o pedir al Señor por algo, fracción del pan y beber el vino, plegaria leída entre todos, aunque el compañero de mayor edad presidiera la mesa acompañado de su esposa. Padre nuestro, abrazo de paz de todos con todos... Canto final y despedida antes de ir a almorzar.

Y una sensación de plenitud cuando nos despedíamos unos de otros antes de partir. Refuerzo común de ideales. Fe compartida. Y una "familia" que ha crecido bastante desde nuestro último encuentro en 2007.

Nos volvimos con un sabor de boca maravilloso por todo lo que habíamos podido compartir con los compañeros y compañeras durante estos tres días del Encuentro. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Para más información: http://juancejudo.blogspot.com/

 

santa

Fiesta de la Trinidad (C) Juan 16, 12-15

ABRIRNOS AL MISTERIO DE DIOS

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net

SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

 

ECLESALIA, 26/05/10.- lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.

Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y nos perdona como nadie.

Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama "reino de Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen también en él: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí". Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a seguirlo. El nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del proyecto del Padre.

Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre". Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.

Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos". Éste Espíritu es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

ABRIRMO-NOS AO MISTÉRIO DE DEUS

José Antonio Pagola. Tradução: Antonio Manuel Álvarez Pérez

Ao longo dos séculos, os teólogos realizaram um grande esforço para aproximar-se do mistério de Deus formulando com diferentes construções conceptuais as relações que vinculam e diferenciam as pessoas divinas no seio da Trindade. Esforço, sem dúvida, legítimo, nascido do amor e do desejo de Deus.

Jesus, no entanto, não segue esse caminho. Desde a Sua própria experiência de Deus, convida os Seus seguidores a relacionarem-se de forma confiada com Deus Pai, a seguir fielmente os Seus passos de Filho de Deus encarnado, e a deixar-nos guiar e alentar pelo Espírito Santo. Ensina-nos assim a abrirmo-nos ao mistério santo de Deus.

Antes de nada, Jesus convida os Seus seguidores a viver como filhos e filhas de um Deus próximo, bom e profundo, ao qual todos podemos invocar como Pai querido. O que caracteriza este Pai não é o Seu poder e a Sua força, mas sim a Sua bondade e a Sua compaixão infinita. Ninguém está só. Todos temos um Deus Pai que nos compreende, nos quer e nos perdoa como ninguém.

Jesus revela-nos que este Pai tem um projecto nascido do Seu coração: construir com todos os Seus filhos e filhas um mundo mais humano e fraterno, mais justo e solidário. Jesus chama-lhe "reino de Deus" e convida todos a entrar nesse projecto do Pai procurando uma vida mais justa e digna para todos começando pelos Seus filhos mais pobres, indefesos e necessitados.

Ao mesmo tempo, Jesus convida os Seus seguidores a que confiem também Nele: "Não se perturbe o vosso coração. Acreditais em Deus; acreditai também em Mim". Ele é o Filho de Deus, imagem viva do Seu Pai. As Suas palavras e os Seus gestos mostram-nos como nos quer o Pai de todos. Por isso, convida a todos a segui-Lo. Ele nos ensinará a viver com confiança e docilidade ao serviço do projecto do Pai.

Com o Seu grupo de seguidores, Jesus quer formar uma família nova onde todos procurem "cumprir a vontade do Pai". Esta é a herança que quer deixar na terra: um movimento de irmãos e irmãs ao serviço dos mais pequenos e desvalidos. Essa família será símbolo e gérmen do novo mundo querido pelo Pai.

Para isso necessitam acolher o Espírito que alenta o Pai e ao Seu Filho Jesus: "Vós recebereis a força do Espírito Santo que virá sobre vós e assim sereis minhas testemunhas". Este Espírito é o amor de Deus, o alento que compartem o Pai e o Seu Filho Jesus, a força, o impulso e a energia vital que fará dos seguidores de Jesus as Suas testemunhas e colaboradores ao serviço do grande projecto da Trindade santa.

 

APRIRCI AL MISTERO DI DIO

José Antonio Pagola. Traduzione: Mercedes Cerezo

Lungo i secoli, i teologi hanno fatto un grande sforzo per avvicinarsi al mistero di Dio, formulando con diverse strutture concettuali le relazioni che uniscono e differenziano le persone divine nel seno della Trinità. Uno sforzo certo legittimo, nato dall’amore e dal desiderio di Dio.

Gesù, però, non segue questo cammino. A partire dalla sua esperienza di Dio, invita i suoi seguaci a mettersi in relazione fiduciosamente con Dio Padre, a seguire fedelmente i suoi passi di Figlio di Dio incarnato, e a lasciarsi guidare e ispirare dallo Spirito Santo. Ci insegna così ad aprirci al mistero santo di Dio.

Prima di tutto, Gesù invita i suoi seguaci a vivere come figlie e figli di un Dio vicino, buono, tenero, che tutti possiamo invocare come Padre amato. Ciò che caratterizza questo Padre non è il suo potere e la sua forza, ma la sua bontà e la sua compassione infinita. Nessuno è solo. Tutti abbiamo un Dio Padre che ci comprende, ci ama e ci perdona come nessuno.

Gesù ci rivela che questo Padre ha un progetto, nato dal suo cuore: costruire con tutte le sue figlie e i suoi figli un mondo più umano e fraterno, più giusto e solidale. Gesù lo chiama “regno di Dio” e invita tutti ad entrare in questo progetto del Padre cercando una vita più giusta e degna per tutti, soprattutto per i suoi figli più poveri, indifesi e bisognosi.

Nello stesso tempo, Gesù invita i suoi seguaci a confidare anche in lui: “Non si turbi il vostro cuore. Credete in Dio; credete anche in me”. Egli è il Figlio di Dio, immagine viva del Padre. Le sue parole e i suoi gesti ci rivelano come ci ami il Padre di tutti. Per questo invita tutti a seguirlo. Egli ci insegnerà a vivere con fiducia e docilità a servizio del progetto del Padre.

Con il suo gruppo di seguaci, Gesù vuole formare una famiglia nuova dove tutti cerchino di “fare la volontà del Padre”. Ecco l’eredità che vuole lasciare sulla terra: un movimento di sorelle e fratelli a servizio dei più piccoli e indifesi. Questa famiglia sarà simbolo e germoglio del mondo nuovo voluto dal Padre.

Per questo bisogna accogliere lo Spirito, l’Amore tra il Padre e il Figlio Gesù: “Riceverete la forza dello Spirito Santo che verrà su di voi e sarete miei testimoni” .Questo Spirito è l’amore di Dio, il soffio che condividono il Padre e il Figlio Gesù, la forza, lo slancio e l’energia vitale che farà dei seguaci di Gesù i suoi testimoni e collaboratori a servizio del grande progetto della Santa Trinità.

 

NOUS OUVRIR AU MYSTERE DE DIEU

José Antonio Pagola, Traducteur: Carlos Orduna, csv

Tout au long des siècles, les théologiens ont fait un grand effort pour se rapprocher du mystère de Dieu, en formulant en diverses constructions conceptuelles, les relations qui, au sein de la Trinité, lient et différencient les personnes divines. C’est sans doute, un effort légitime, né de l’amour et du désir de Dieu.

Jésus cependant, ne suit pas ce chemin. A partir de sa propre expérience de Dieu, il invite ses disciples à entrer dans une relation de confiance avec Dieu le Père, à suivre fidèlement ses pas de Fils de Dieu incarné et à nous laisser guider et encourager par l’Esprit Saint. C’est ainsi qu’il nous apprend à nous ouvrir au mystère de Dieu.

Avant tout, Jésus invite ses disciples à vivre en fils et en filles d’un Dieu proche, bon et aimant, qui peut être invoqué par tous comme Père bien-aimé. Ce ne sont pas la force et le pouvoir qui caractérisent ce Père, mais sa bonté et sa compassion infinie. Personne n’est seul. Nous avons tous un Dieu Père qui nous comprend, qui nous aime et qui nous offre son pardon comme personne d’autre.

Jésus nous révèle que ce Père a un projet, né dans son coeur: bâtir avec tous ses fils et toutes ses filles un monde plus humain et fraternel, plus juste et solidaire. Jésus l’appelle « règne de Dieu » et nous invite tous à entrer dans ce projet du Père, tout en recherchant une vie plus juste et plus digne pour tous, à commencer par ses fils les plus pauvres, vulnérables et nécessiteux.

En même temps, Jésus invite ses disciples à lui faire aussi confiance: “Que votre coeur ne soit pas troublé. Vous croyez en Dieu ; croyez aussi en moi ». Il est le Fils de Dieu, image vivante de son Père. Ses paroles et ses gestes nous montrent comment notre Père à tous nous aime. C’est pourquoi, il invite tout le monde à le suivre. C’est lui qui nous apprendra à vivre avec docilité et confiance au service du projet du Père.

Avec son groupe de disciples, Jésus veut former une nouvelle famille où tout le monde cherchera à “faire la volonté du Père”. C’est-là, l’héritage qu’il veut laisser sur cette terre : un mouvement de frères et de sœurs au service des plus petits et des démunis. Cette famille sera le symbole et le germe du nouveau monde voulu par le Père.

Pour y arriver, ils ont besoin d’accueillir l’Esprit qui anime le Père et son Fils Jésus : « Vous recevrez la force de l’Esprit Saint qui viendra sur vous et ainsi vous deviendrez mes témoins ». Cet Esprit est l’amour de Dieu, le souffle de vie partagé par le Père et par son Fils Jésus, la force, l’élan et l’énergie vitale qui fera des disciples de Jésus ses témoins, ses collaborateurs au service du grand projet de la Trinité sainte.

 

AT HOME WITH GOD’S MYSTERY

José Antonio Pagola. Translator: José Antonio Arroyo

For well over twenty centuries, theologians have tried very hard to unravel God’s mystery and have spoken of various interpersonal relationships that could exist between the divine persons of the Holy Trinity. This attempt, of course, is a legitimate effort inspired by the love of God himself.

Jesus, however, does not act that way. From his own divine nature, God invites his followers to relate to Him in a trusting way as God the Father, follow in the footsteps of God His Son and allow ourselves to be guided and inspired by the Spirit. It is, in a way, an invitation to open ourselves to God’s mystery.

First of all, therefore, Jesus invites his followers to live like sons and daughters of a true Father, to whom we can all relate as a loving Father. What really characterises this Father is not his power and strength, but his kindness and infinite compassion. Nobody should feel alone. We all have a Father who understands, loves and forgives us as no one else can.

Jesus has revealed to us that his Father has a plan in his heart.

He wants to build, with all his sons and daughters, a world which will be more humane and friendly, in justice and solidarity. Jesus calls this world “the kingdom of God” and he invites everyone to join this project of his Father, by seeking a more just and fair living for everyone, beginning with the poorest, the helpless, and orphans.

At the same time, Jesus invites all his followers to trust also in him: “Don’t let your hearts be troubled. Believe in God and believe in me.” He is the Son of God, a living image of his Father. His words and his gestures reveal to us his Father’s love for us. Hence, he invites us to follow him. He will teach us to follow and trust completely in his Father’s project.

With this band of followers, Jesus wants to form a new family in which everyone will seek “to fulfil his Father’s will.” This is his last will and testament on earth before his departure: a family of brothers and sisters dedicated to the service of the least and the poorest. This family is

a symbol and an inspiration for the new kingdom of His Father.

To attain all this, we need to welcome the Holy Spirit who inspires the Father and his Son Jesus. “You will receive the Holy Spirit who will come over you, and you will be my witnesses.” This Spirit is the love of God, the inspiration shared by the Father and the Son; the strength, the vital energy that will make all his followers be witnesses and workers in the

new kingdom and project of the Holy Trinity.

 

JAINKOAREN MISTERIOARI BIHOTZA IREKI

José Antonio Pagola. Itzultzailea: Dionisio Amundarain

Mendeetan barna, teologoek eginahal handiak burutu dituzte Jainkoaren misteriora hurbiltzeko, Hirutasunaren baitan jainkozko pertsonak elkartzen eta bereizten dituzten harremanak kontzeptu-eraikuntza desberdinez formulatu nahiz. Dudarik gabe, bidezko ahalegina da, Jainkoarekiko maitasunari eta desioari dariona.

Jesusek, alabaina, ez du hartu bide hori. Jainkoaz duen bere esperientziatik, gonbit hau egin digu bere jarraitzaileei: Jainko Aitarekin konfiantzaz jardun dezagun, bere, haragi egindako Jainkoaren Semearen, urratsei jarrai diezaiegun, eta Espiritu Santuari gida eta arnastu gaitzan uzteko gonbita da. Horrela, Jainkoaren misterio santuari geure bihotza irekitzen irakatsi digu.

Beste ezer baino lehen, Jesusek jarraitzaileak Jainko hurbil, onbera eta bihozkoiaren seme-alaba bezala bizitzera gonbidatu ditu, zeini guztiok Aita maite bezala dei egiten ahal baitiogu. Aita honen ezaugarriak ez dira ahalmena eta indarra, baizik onberatasuna eta mugarik gabeko errukia. Inor ez da bizi bakarrik. Guztiok dugu geure Aita, beste inork ez bezala ulertzen, maite eta barkatzen diguna.

Jesusek agertu digu ezen Aita honek bihotzetik darion egitasmoa duela: bere seme-alaba guztiekin mundu gizatarragoa eta haurridezkoagoa eraikitzea, zuzenagoa eta solidarioagoa. «Jainkoaren erreinu» izena eman dio Jesusek, eta guztiak gonbidatu ditu Aitaren egitasmo horretan murgiltzera, guztientzat bizitza zuzenagoa eta duinagoa bilatuz, beti ere haren seme-alaba pobreenak, babesgabeenak eta premia handiagokoenak lehen tokian emanez.

Aldi berean, Jesusek honetara gonbidatu ditu jarraitzaileak: beragan konfiantza izatera: «Ez bedi larritu zuen bihotza. Jainkoagan sinesten duzue; sinetsi nigan ere». Jainkoaren Semea da Jesus, bere Aitaren irudi bizia. Guztien Aitak nola maite gaituen agertu digute haren hitzek eta keinuek. Horregatik, berari jarraitzera gonbidatu ditu guztiak. Aitaren egitasmoaren zerbitzuan konfiantzaz eta leial bizitzen irakatsiko digu.

Bere jarraitzaileen taldearekin, familia berria eratu nahi du Jesusek, zeinetan guztiek «Aitaren nahia betetzea» izango baitute xede. Hau da lurrean utzi nahi izan duen ondarea: anai-arreben mugimendu bat, txikienen eta ezinduenen zerbitzurako. Aitak nahi duen mundu berriaren sinbolo eta ernamuin izanen da familia hau.

Horretarako, Aita eta honen Seme Jesus arnasten dituen Espiritua onartu beharra dute jarraitzaileek: «Zuen baitara etorriko den Espiritu Santuaren indarra hartuko duzue eta nire lekuko izango zarete». Jainkoaren maitasuna da Espiritu hau, Aitak eta Semeak partekatzen duten hatsa, Jesusen jarraitzaileak honen testigu eta Hirutasun Santuaren egitasmo handiaren zerbitzuan lankide egingo dituen bulkada eta bizi-energia.

 

OBERTS AL MISTERI DE DÉU

José Antonio Pagola. Traductor: Francesc Bragulat

Al llarg dels segles, els teòlegs han realitzat un gran esforç per apropar-se al misteri de Déu formulant amb diferents construccions conceptuals les relacions que vinculen i diferencien les persones divines en el si de la Trinitat. Esforç, sens dubte, legítim, nascut de l’amor i el desig de Déu.

Jesús, però, no segueix aquest camí. Des de la seva pròpia experiència de Déu, convida els seus seguidors a relacionar-se de manera confiada amb Déu Pare, a seguir fidelment els seus passos de Fill de Déu encarnat, i deixar-nos guiar i encoratjar per l’Esperit Sant. Ens ensenya així a obrir-nos al misteri sant de Déu.

Primer de tot, Jesús convida als seus seguidors a viure com a fills i filles d’un Déu proper, bo i entranyable, el qual tots podem invocar com a Pare estimat. El que caracteritza aquest Pare no és el seu poder i la seva força, sinó la seva bondat i la seva compassió infinita. Ningú està sol. Tots tenim un Déu Pare que ens comprèn, que ens estima i que ens perdona com ningú.

Jesús ens descobreix que aquest Pare té un projecte nascut del seu cor: construir amb tots els seus fills i filles un món més humà i més fratern, més just i solidari. Jesús l’anomena "regne de Déu" i convida tothom a entrar en aquest projecte del Pare cercant una vida més justa i més digna per a tothom començant pels seus fills més pobres, indefensos i necessitats.

Al mateix temps, Jesús convida els seus seguidors que confiïn també en ell: " Que els vostres cors s’asserenin. Creieu en Déu, creieu també en mi". Ell és el Fill de Déu, imatge viva del seu Pare. Les seves paraules i els seus gestos ens descobreixen com ens estima el Pare de tots. Per això, convida tothom a seguir-lo. Ell ens ensenyarà a viure amb confiança i docilitat al servei del projecte del Pare.

Amb el seu grup de seguidors, Jesús vol formar una família nova on tots procurin "complir la voluntat del Pare". Aquesta és l’herència que vol deixar a la terra: un moviment de germans i germanes al servei dels més petits i desvalguts. Aquesta família serà símbol i germen del nou món estimat pel Pare.

Per això necessiten acollir l’Esperit que encoratja el Pare i el seu Fill Jesús: " Però vosaltres, quan l’Esperit Sant vindrà damunt vostre, rebreu una força que us farà testimonis meus". Aquest Esperit és l’amor de Déu, l’alè que comparteixen el Pare i el seu Fill Jesús, la força, l’impuls i l’energia vital que farà dels seguidors de Jesús els seus testimonis i col•laboradors al servei del gran projecte de la Trinitat santa. 

 

acogidas

ACOMAR HA CUMPLIDO 20 AÑOS

Encontrarse con Cristo sufriente en lo marginados

FERNANDO LÓPEZ DE REGO, flr108@hotmail.com

ALICANTE.

 

ECLESALIA, 25/05/10.- El pasado 2 de febrero, ACOMAR (acrónimo de “Asociación Comunidad de Marginados”) ha cumplido 20 años de trabajo ininterrumpido al servicio de los más pobres entre los pobres de la ciudad de Alicante. Y aquí lo de “ininterrumpido” es algo estrictamente literal: ni un solo día en estos 20 años ha dejado ACOMAR, conocida en la ciudad como “Los sin techo”, de abrir las puertas de su modesto pero vibrante local.

ACOMAR nació de un grupo de formación cristiana de la parroquia Inmaculada del barrio del Pla que un día, tomando la Palabra al pie de la letra, salió a la calle a encontrarse con Cristo sufriente en la forma de los marginados errantes por las calles de Alicante. Hoy, ya como asociación legalmente constituida, los 57 voluntarios de ACOMAR, entre los que se cuenta algún antiguo acogido ya reinsertado, reciben todos los días a cuantos se dirigen a ellos para acogida, seguimiento y cena; y, un día a la semana, para ropero. ACOMAR tiene también dos pisos compartidos para residencia de sus acogidos. El presupuesto va a cargo casi íntegramente de la Providencia, por la vía de donativos de alicantinos anónimos.

Un día promedio: acuden a ACOMAR unas 60 a 70 personas, cuyo sentimiento íntimo más arraigado es el de “no valgo nada; soy un fracasado”. A todos se les acoge; no para darles por darles, sino para, desde el Evangelio, acompañarles día a día, con toda la paciencia necesaria, hacia el objetivo de la recuperación de la dignidad, la autoestima y la esperanza. Y para que salgan de las situaciones en que se encuentran. Como señala el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, tras las carencias materiales del pobre/Cristo que llega a ellos, hay una carencia aun mayor, subyaciendo: la de afecto, de calor humano, de interés real (que se demuestra con las obras) en su biografía, sobre todo la presente y la futura. Y, cuando a ese afecto y a ese interés, alimentados por una vida de oración, se les da tiempo, y se acompaña al pobre sin ningún tipo de prisas, la regeneración en la que el propio pobre en su postración había dejado de creer, frecuentemente se produce. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

ACOMAR recibe en la calle M. Luis Torregrosa 2, bajo C de Alicante

Para más información: info@acomar.es

 

en marcha III

En 'Ediciones Khaf'

NUEVE ESTACIONES III

Presentación de “El Camino de la Paz” de Xabier Pikaza

XABIER PIKAZA, pikazena@telefonica.net

SALAMANCA.

7. Justicia de la iglesia, una marcha de objetores de conciencia

ECLESALIA, 24/05/10.- .Al tren de la paz de Jesús, que es la Iglesia, han de subir ante todos los pobres y los objetores de conciencia. En esa línea, la Iglesia debe renunciar no solo a las armas, sino a toda forma de defensa armada y de pacto con los poderes militares (no con los soldados en cuando personas).

Jesús propuso un mesianismo des-armado, que le llevó a Jerusalén, donde le mataron. Pues bien, en contra de su proyecto, las sociedades cristianas de la Edad Media y Moderna han vuelto a sacralizar de algún modo el ejército, diciendo que se encuentra al servicio de la fe (cruzadas) o de la seguridad nacional (estados absolutos de los siglos XVI al XX), como una “iglesia en pequeño” (con obispos castrenses).

Pues bien, ha llegado el momento de que acabe ese pacto entre ejército e iglesia; ha llegado la hora de huelga militar completa, es decir, de la insumisión, para la Iglesia. Sin duda, la Iglesia no puede imponer su solución no-militar, pero puede y debe proclamarla y testimoniarla, no sólo con sus escritos, sino con el ejemplo de ministros y creyentes. En esa línea, ella debe empezar recomendando a los estados que renuncien no sólo a la agresión, sino a toda defensa militar, para vincularse de forma pacífica y dialogal (desmilitarizada), en estrategia de diálogo (y al servicio de la paz), conforme al evangelio. Para eso, la Iglesia que empezar creando una cultura de paz, donde el ejército no sea necesario, como seguiremos viendo.

Como partidarios de una no-violencia activa, en general, los cristianos deben declararse insumisos, desertores de las instituciones militares, no por miedo, ni para abandonar las tareas de la guerra en manos de soldados profesionales (¡que lucharían en su lugar!), sino porque quieren renunciar a la defensa armada (con sus tácticas y medios de violencia), recuperando el ideal de los grandes profetas de Israel que, desde el siglo VIII a. de C., exigieron la ruptura de los pactos militares con las grandes potencias y el abandono de la defensa armada de Jerusalén, poniéndose en manos de Dios, para elaborar así una creatividad más alta, en línea de paz.

No se trata de condenar a los soldados como personas, pues ellos son un signo y expresión del conjunto social y, en principio, no son más violentos que otros ciudadanos, sino de rechazar la política de conquista y defensa militar que hoy se practica en el mundo. No basta con hacer que el ejército se ponga servicio de la paz, como los Cascos Azules de la ONU (que realizan una buena tarea, en un momento, pero que, al final acaban siendo ineficaces), sino de abandonar la estrategia de las armas y de las instituciones militares, vinculadas al sacrificio, esclavitud y cautiverio de gran parte de la población actual.

Durante siglos y siglos, los cristianos hemos estado vinculados al ejército, dentro de una iglesia cuya política se ha inscrito en el contexto de unos pactos políticos y militares, de manera que ella misma (el Vaticano) ha tenido y sigue teniendo su ejército simbólico (la Guardia Suiza). Hemos aplicado el evangelio a “las almas”, es decir, a la vida interior, pero, en lo exterior, nos hemos adaptado a la sociedad establecida. Pues bien, en contra de eso, ahora debemos salir fuera el espacio militar de los estados y poderes políticos, no para luchar contra ellos (ni para condenarlos sin más), sino para ofrecer un testimonio y ejemplo más alto de humanidad, como ha dicho el Vaticano II que defiende, aunque con miedo, la objeción de conciencia (Gaudium et Spes 78-79).

8. Educar en la justicia. Un tren-escuela de la paz

En el momento actual (2010), la pedagogía para la paz se encuentra en fuerte crisis,, en una situación que para muchos resulta esquizofrénica: afirmamos que se debe educar en la paz a los que nacen, pero, al mismo tiempo, el conjunto de la sociedad les prepara más bien para la guerra, es decir, para un tipo de violencia. Pues bien, es hora de que recuperemos desde Jesús la mejor tradición israelita de la paz: “No se adiestrarán para la guerra” (Is 2, 2-4).

Son muchos los que hablan de paz, pero lo hacen desde el Tren de Primera de la ONU o de las multinacionales, mientras los trencitos de los pobres no logran llegar a su meta. Ciertamente, debemos desear la buena marcha de ese tren (o transatlántico de lujo) donde van los dignatarios de la tierra discutiendo sobre aquello que sería mejor para el sistema y redactando hermosos discursos sobre La Paz Posible. Pero la verdadera paz no se consigue desde arriba, sino en eso que podemos llamar “el tren de segunda de los voluntarios de la paz”.

Éste es el tren de la “gente” que quiere iniciar una alternativa de paz, desde fuera de las redes del sistema, volviendo así a las bases de la humanidad. Sin duda, entre esa “gente de paz” hay personas de muy diverso tipo, incluso algunos que se suman por pura conveniencia, siendo de hecho enemigos de la paz. Pero hay también muchísimos buscadores sinceros, en la línea de aquellos que escuchaban y seguían a Jesús, con los insumisos a los que se dirige el autor del Apocalipsis.

En esta línea, siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia no debe educar para la paz desde arriba, formando buenos dirigentes de sistema (que son necesarios en un plano), sino que ha de ofrecer el testimonio de paz de su gente, de un modo gratuito, desde abajo (desde los niños) invitando a todos a que vengan al tren/escuela de la paz, con su proyecto y camino de alianza universal

En un momento dado, muchos israelitas habían pedido a Dios que les ayudara a ganar la Guerra Santa y así luchaban, confiando en la victoria. Pero los grandes profetas descubrieron que sólo Dios (gratuidad amorosa) puede salvar a los hombres, de manera que las guerras acaban siendo inútiles, contraproducentes y dañinas (pues siguen dejando a los hombres en manos de su violencia). Por eso, en vez de crear buenas escuelas de guerra (academias militares, campos de entrenamiento de marines, legionarios o soldados de élite), Isaías 2, 4-5 afirma que Dios creará en Jerusalén una escuela universal de paz, para instruirnos según sus caminos, de manera que los hombres y mujeres no se adiestrarán para la guerra, sino que cambiarán las academias militares en escuela de abundancia y paz: de las espadas forjarán arados...). Eso fue precisamente lo que quiso hacer Jesús cuando subió a Jerusalén.

Aquí no podemos ser “realistas” en el sentido normal de la palabra, buscando un pacto con los poderes fácticos (capital, ejército, medios de comunicación…), como se ha venido haciendo, con resultados siempre negativos (en eso que hemos llamado el Tren Primero, de la ONU/Mercado), sino que debemos pasar de la política de pactos de interés a una alianza total, al servicio de la comunión universal.

La propuesta es muy sencilla, pues deriva del Sermón de la Montaña (Mt 5-7; Lc 6, 21-48), con las bienaventuranzas, donde se incluye la exigencia del perdón y el amor a los enemigos, pero exige una ruptura intensa respecto del orden existente. Esta insumisión que proponemos no se puede tomar como un “insulto” a los estados (que, por ahora, seguirán utilizando las armas), sino como el mayor de los favores que los cristianos pueden hacer incluso a los estados: pedirles que no sean absolutos, abriendo ante ellos, ante todos los hombres, una experiencia distinta de paz, como signo y principio de la mutación cristiana que propone Ef 2, 15, cuando anuncia y prepara la llegada de un hombre nuevo que hace la paz.

Sólo así, desde el tren de la paz, comprenderemos la pequeñez de otros problemas de la Iglesia, como pueden ser ciertas disputas clericales, que sólo se superan subiendo de nivel, dando un salto hacia la paz. Lo que importa no es teorizar discutiendo si la paz es posible, en largas jornadas de estudio, sino seguir la marcha y subirse al tren de la paz, como hizo Jesús, cuando para entrar desarmado a la Ciudad donde le esperaban entonces (como ahora) todas las disputas políticas y religiosas. Jesús subió a Jerusalén sin armas, y sin armas deben subir los cristianos, empezando por los más pequeños, anunciando y preparando la llegada del Reino de Dios, en gesto fuerte de “insumisión militar”, sin privilegios ni honores especiales.

Ésta es la raíz de la fe cristiana, ésta la ortodoxia: Creer que llega el Reino de Dios y comprometerse a recibirlo, aquí, en el centro del mundo, iniciando de manera fuerte y amorosa unos caminos de paz. No se trata de una actitud puramente testimonial y ciega, un gesto voluntarista sin ningún apoyo en la realidad. Al contrario, éste ha de ser ya, en la actualidad, un gesto muy realista al servicio de la vida, avanzando en el camino de la Paz, ante los ojos de todos.

 Según eso, la Iglesia entera debe convertirse de verdad (de un modo social) al Dios de la paz de Jesús y al Jesús del Reino, subiendo sin armas a Jerusalén, en una marcha de paz que sigue definiendo la historia de los hombres y mujeres que le aman, llamándose cristianos. A Jesús le mataron en aquel intento, pero la Iglesia está comprometida a seguirle, retomando su marcha de evangelio, presentando su Tren de Paz (un camino de alianza) ante los lugares donde se decide la guerra del mundo. Lógicamente, la Iglesia debe renunciar a la protección especial que le han concedido ciertos estados, en plano económico, social y militar, renunciando incluso (y sobre todo) al paraguas protector que pueden ofrecerle los ejércitos.

9. Última estación, una marcha de justicia

Hemos llegado a la última estación y es buen momento para detenernos y mirar el recorrido de conjunto de la Iglesia. Ciertamente, ella puede y debe dirigir su palabra a los grandes del mundo como ha hecho últimamente los papas, hablando en la ONU o en los grandes foros del poder mundial. Pero su palabra propia se sitúa en la línea del testimonio de la vida, pues, como hemos dicho.

Jesús inició un movimiento mesiánico de pacificación (como alianza de paz), con un grupo de campesinos pobres, para preparar la venida del Reino de Dios. No se preocupó demasiado en precisar cómo vendría, pero anunció y anticipó apasionadamente su venida y por eso le mataron. Pues bien, para ratificar y seguir su movimiento algunos de sus seguidores fundaron la Iglesia, en la que (de un modo muy convencional, con una visión crítica) podemos distinguir cinco momentos.

Jesús no fundó la Iglesia, pero sus compañeros y amigos debieron hacerlo, para seguir anunciando y preparando la llegada del Reino, que ellos identificaron pronto con el mismo Jesús, a quien vieron como Hijo de Dios y Señor de la nueva humanidad. Nadie pensó en crear jerarquías estables, ni comunidades establecidas, como las que vinieron después, pues estaban convencidos de que el Reino iba a llegar muy pronto, pero crearon formas de comunión y comunicación, para que siguiera el mensaje y se mantuviera la esperanza, a fin de que Jesús volviera y culminara lo que había comenzado. La Iglesia quiso ser así alianza de paz mesiánica, expresada en la unión de judíos y gentiles y de todos los grupos enfrentados, en forma de comunión de amor, no de Estado, como puso de relieve el autor de Efesios (cf. Ef 2, 12-20).

Estamos en un buen momento para retomar el motivo de la autoridad de Jesús y para fijar su propuesta de paz en la Iglesia, en línea de alianza de Palabra y Vida (Eucaristía). En algunos contextos, la figura de Jesús se hallaba hipotecada por signos de poder, de manera que él mismo aparecía como gran Basileus, protector especial de los monarcas, avalando con su autoridad el poder (y violencia) de los reyes. Hoy, mientras superamos el constantinismo y platonismo antiguo, podemos y debemos volver a lo que fue su marcha de paz desde Galilea, tal como culminó “subiendo” a Jerusalén. En esa línea, para situar mejor esa etapa final del Tren de la Paz (de la Iglesia).

Lo que Jesús propuso y lo que así hemos definido como su “marcha de paz” no fue una sencilla adaptación, en el interior del sistema que había venido operando hasta ese momento, sino un mutación o cambio de nivel, de manera que, desde plano de la Vida, podrían y pueden (deben) cambiarse todas las instituciones del Sistema, de manera que al final viniera a manifestarse la verdad plena del hombre.

En contra de las estructuras de poder violento que han dominado sobre el mundo, Jesús y sus amigos establecerían (es decir: han de establecer hoy) unos grupos de amistad, esto es, de vida universal, que se extenderían (es decir, deben extenderse) desde Galilea, pasando por Jerusalén y Roma, al mundo entero (como resume en libro de los Hechos). Ellos, los discípulos mesiánicos de Jesús, desarrollarían (es decir, tenemos que desarrollar) unas formas de vida compartida que ya no se rigen por el talíón, ni por la ley de la venganza, sino por la amistad directa, en línea de comunión gratuita.

Frente al modelo actual, donde el sistema domina sobre el mundo de la vida y lo “coloniza” (esclavizando o cautivando a la mayoría de los hombres y mujeres, al servicio del mismo sistema), ha de elevarse un modelo distinto donde el mismo “amor” del mundo de la vida se expresa y expande a través de unas redes de comunicación social que están siempre al servicio de la vida. Eso significa que el verdadero cambio del sistema (de la ONU, del Mercado) no puede realizarse desde los principios del sistema (pues en ese caso siempre seguiría dominando el sistema y esclavizando a los hombres), sino que debemos hacerlo en clave de humanidad, desde el mundo de la vida, de manera que seamos nosotros, hombres y mujeres concretos, los que cambiemos en amor y pongamos al sistema a nuestro servicio, en una línea que hemos definido como insumisión creadora.

Así podemos invitar a todos diciendo: ¡Viajeros al tren! Esto se decía en otro tiempo, cuando los trenes eran aún lentos y los pasajeros se despedían sobre el andén, saludando por última vez a familiares y amigos, mientras sonaba la campana y el jefe de estación les invitaba: ¡Viajeros al tren!. Pues bien, ha llegado la hora en que todos subamos, sin que nadie quede en el andén, unidos a la marcha de paz de Jesús, tomando su tren, que es siempre el último, porque están llegando los tiempos finales, como estaban llegando cuando él subió a Jerusalén, hacia el año 30 de nuestra era. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

Para más información: http://www.edicioneskhaf.es