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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

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en marcha III

En 'Ediciones Khaf'

NUEVE ESTACIONES III

Presentación de “El Camino de la Paz” de Xabier Pikaza

XABIER PIKAZA, pikazena@telefonica.net

SALAMANCA.

7. Justicia de la iglesia, una marcha de objetores de conciencia

ECLESALIA, 24/05/10.- .Al tren de la paz de Jesús, que es la Iglesia, han de subir ante todos los pobres y los objetores de conciencia. En esa línea, la Iglesia debe renunciar no solo a las armas, sino a toda forma de defensa armada y de pacto con los poderes militares (no con los soldados en cuando personas).

Jesús propuso un mesianismo des-armado, que le llevó a Jerusalén, donde le mataron. Pues bien, en contra de su proyecto, las sociedades cristianas de la Edad Media y Moderna han vuelto a sacralizar de algún modo el ejército, diciendo que se encuentra al servicio de la fe (cruzadas) o de la seguridad nacional (estados absolutos de los siglos XVI al XX), como una “iglesia en pequeño” (con obispos castrenses).

Pues bien, ha llegado el momento de que acabe ese pacto entre ejército e iglesia; ha llegado la hora de huelga militar completa, es decir, de la insumisión, para la Iglesia. Sin duda, la Iglesia no puede imponer su solución no-militar, pero puede y debe proclamarla y testimoniarla, no sólo con sus escritos, sino con el ejemplo de ministros y creyentes. En esa línea, ella debe empezar recomendando a los estados que renuncien no sólo a la agresión, sino a toda defensa militar, para vincularse de forma pacífica y dialogal (desmilitarizada), en estrategia de diálogo (y al servicio de la paz), conforme al evangelio. Para eso, la Iglesia que empezar creando una cultura de paz, donde el ejército no sea necesario, como seguiremos viendo.

Como partidarios de una no-violencia activa, en general, los cristianos deben declararse insumisos, desertores de las instituciones militares, no por miedo, ni para abandonar las tareas de la guerra en manos de soldados profesionales (¡que lucharían en su lugar!), sino porque quieren renunciar a la defensa armada (con sus tácticas y medios de violencia), recuperando el ideal de los grandes profetas de Israel que, desde el siglo VIII a. de C., exigieron la ruptura de los pactos militares con las grandes potencias y el abandono de la defensa armada de Jerusalén, poniéndose en manos de Dios, para elaborar así una creatividad más alta, en línea de paz.

No se trata de condenar a los soldados como personas, pues ellos son un signo y expresión del conjunto social y, en principio, no son más violentos que otros ciudadanos, sino de rechazar la política de conquista y defensa militar que hoy se practica en el mundo. No basta con hacer que el ejército se ponga servicio de la paz, como los Cascos Azules de la ONU (que realizan una buena tarea, en un momento, pero que, al final acaban siendo ineficaces), sino de abandonar la estrategia de las armas y de las instituciones militares, vinculadas al sacrificio, esclavitud y cautiverio de gran parte de la población actual.

Durante siglos y siglos, los cristianos hemos estado vinculados al ejército, dentro de una iglesia cuya política se ha inscrito en el contexto de unos pactos políticos y militares, de manera que ella misma (el Vaticano) ha tenido y sigue teniendo su ejército simbólico (la Guardia Suiza). Hemos aplicado el evangelio a “las almas”, es decir, a la vida interior, pero, en lo exterior, nos hemos adaptado a la sociedad establecida. Pues bien, en contra de eso, ahora debemos salir fuera el espacio militar de los estados y poderes políticos, no para luchar contra ellos (ni para condenarlos sin más), sino para ofrecer un testimonio y ejemplo más alto de humanidad, como ha dicho el Vaticano II que defiende, aunque con miedo, la objeción de conciencia (Gaudium et Spes 78-79).

8. Educar en la justicia. Un tren-escuela de la paz

En el momento actual (2010), la pedagogía para la paz se encuentra en fuerte crisis,, en una situación que para muchos resulta esquizofrénica: afirmamos que se debe educar en la paz a los que nacen, pero, al mismo tiempo, el conjunto de la sociedad les prepara más bien para la guerra, es decir, para un tipo de violencia. Pues bien, es hora de que recuperemos desde Jesús la mejor tradición israelita de la paz: “No se adiestrarán para la guerra” (Is 2, 2-4).

Son muchos los que hablan de paz, pero lo hacen desde el Tren de Primera de la ONU o de las multinacionales, mientras los trencitos de los pobres no logran llegar a su meta. Ciertamente, debemos desear la buena marcha de ese tren (o transatlántico de lujo) donde van los dignatarios de la tierra discutiendo sobre aquello que sería mejor para el sistema y redactando hermosos discursos sobre La Paz Posible. Pero la verdadera paz no se consigue desde arriba, sino en eso que podemos llamar “el tren de segunda de los voluntarios de la paz”.

Éste es el tren de la “gente” que quiere iniciar una alternativa de paz, desde fuera de las redes del sistema, volviendo así a las bases de la humanidad. Sin duda, entre esa “gente de paz” hay personas de muy diverso tipo, incluso algunos que se suman por pura conveniencia, siendo de hecho enemigos de la paz. Pero hay también muchísimos buscadores sinceros, en la línea de aquellos que escuchaban y seguían a Jesús, con los insumisos a los que se dirige el autor del Apocalipsis.

En esta línea, siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia no debe educar para la paz desde arriba, formando buenos dirigentes de sistema (que son necesarios en un plano), sino que ha de ofrecer el testimonio de paz de su gente, de un modo gratuito, desde abajo (desde los niños) invitando a todos a que vengan al tren/escuela de la paz, con su proyecto y camino de alianza universal

En un momento dado, muchos israelitas habían pedido a Dios que les ayudara a ganar la Guerra Santa y así luchaban, confiando en la victoria. Pero los grandes profetas descubrieron que sólo Dios (gratuidad amorosa) puede salvar a los hombres, de manera que las guerras acaban siendo inútiles, contraproducentes y dañinas (pues siguen dejando a los hombres en manos de su violencia). Por eso, en vez de crear buenas escuelas de guerra (academias militares, campos de entrenamiento de marines, legionarios o soldados de élite), Isaías 2, 4-5 afirma que Dios creará en Jerusalén una escuela universal de paz, para instruirnos según sus caminos, de manera que los hombres y mujeres no se adiestrarán para la guerra, sino que cambiarán las academias militares en escuela de abundancia y paz: de las espadas forjarán arados...). Eso fue precisamente lo que quiso hacer Jesús cuando subió a Jerusalén.

Aquí no podemos ser “realistas” en el sentido normal de la palabra, buscando un pacto con los poderes fácticos (capital, ejército, medios de comunicación…), como se ha venido haciendo, con resultados siempre negativos (en eso que hemos llamado el Tren Primero, de la ONU/Mercado), sino que debemos pasar de la política de pactos de interés a una alianza total, al servicio de la comunión universal.

La propuesta es muy sencilla, pues deriva del Sermón de la Montaña (Mt 5-7; Lc 6, 21-48), con las bienaventuranzas, donde se incluye la exigencia del perdón y el amor a los enemigos, pero exige una ruptura intensa respecto del orden existente. Esta insumisión que proponemos no se puede tomar como un “insulto” a los estados (que, por ahora, seguirán utilizando las armas), sino como el mayor de los favores que los cristianos pueden hacer incluso a los estados: pedirles que no sean absolutos, abriendo ante ellos, ante todos los hombres, una experiencia distinta de paz, como signo y principio de la mutación cristiana que propone Ef 2, 15, cuando anuncia y prepara la llegada de un hombre nuevo que hace la paz.

Sólo así, desde el tren de la paz, comprenderemos la pequeñez de otros problemas de la Iglesia, como pueden ser ciertas disputas clericales, que sólo se superan subiendo de nivel, dando un salto hacia la paz. Lo que importa no es teorizar discutiendo si la paz es posible, en largas jornadas de estudio, sino seguir la marcha y subirse al tren de la paz, como hizo Jesús, cuando para entrar desarmado a la Ciudad donde le esperaban entonces (como ahora) todas las disputas políticas y religiosas. Jesús subió a Jerusalén sin armas, y sin armas deben subir los cristianos, empezando por los más pequeños, anunciando y preparando la llegada del Reino de Dios, en gesto fuerte de “insumisión militar”, sin privilegios ni honores especiales.

Ésta es la raíz de la fe cristiana, ésta la ortodoxia: Creer que llega el Reino de Dios y comprometerse a recibirlo, aquí, en el centro del mundo, iniciando de manera fuerte y amorosa unos caminos de paz. No se trata de una actitud puramente testimonial y ciega, un gesto voluntarista sin ningún apoyo en la realidad. Al contrario, éste ha de ser ya, en la actualidad, un gesto muy realista al servicio de la vida, avanzando en el camino de la Paz, ante los ojos de todos.

 Según eso, la Iglesia entera debe convertirse de verdad (de un modo social) al Dios de la paz de Jesús y al Jesús del Reino, subiendo sin armas a Jerusalén, en una marcha de paz que sigue definiendo la historia de los hombres y mujeres que le aman, llamándose cristianos. A Jesús le mataron en aquel intento, pero la Iglesia está comprometida a seguirle, retomando su marcha de evangelio, presentando su Tren de Paz (un camino de alianza) ante los lugares donde se decide la guerra del mundo. Lógicamente, la Iglesia debe renunciar a la protección especial que le han concedido ciertos estados, en plano económico, social y militar, renunciando incluso (y sobre todo) al paraguas protector que pueden ofrecerle los ejércitos.

9. Última estación, una marcha de justicia

Hemos llegado a la última estación y es buen momento para detenernos y mirar el recorrido de conjunto de la Iglesia. Ciertamente, ella puede y debe dirigir su palabra a los grandes del mundo como ha hecho últimamente los papas, hablando en la ONU o en los grandes foros del poder mundial. Pero su palabra propia se sitúa en la línea del testimonio de la vida, pues, como hemos dicho.

Jesús inició un movimiento mesiánico de pacificación (como alianza de paz), con un grupo de campesinos pobres, para preparar la venida del Reino de Dios. No se preocupó demasiado en precisar cómo vendría, pero anunció y anticipó apasionadamente su venida y por eso le mataron. Pues bien, para ratificar y seguir su movimiento algunos de sus seguidores fundaron la Iglesia, en la que (de un modo muy convencional, con una visión crítica) podemos distinguir cinco momentos.

Jesús no fundó la Iglesia, pero sus compañeros y amigos debieron hacerlo, para seguir anunciando y preparando la llegada del Reino, que ellos identificaron pronto con el mismo Jesús, a quien vieron como Hijo de Dios y Señor de la nueva humanidad. Nadie pensó en crear jerarquías estables, ni comunidades establecidas, como las que vinieron después, pues estaban convencidos de que el Reino iba a llegar muy pronto, pero crearon formas de comunión y comunicación, para que siguiera el mensaje y se mantuviera la esperanza, a fin de que Jesús volviera y culminara lo que había comenzado. La Iglesia quiso ser así alianza de paz mesiánica, expresada en la unión de judíos y gentiles y de todos los grupos enfrentados, en forma de comunión de amor, no de Estado, como puso de relieve el autor de Efesios (cf. Ef 2, 12-20).

Estamos en un buen momento para retomar el motivo de la autoridad de Jesús y para fijar su propuesta de paz en la Iglesia, en línea de alianza de Palabra y Vida (Eucaristía). En algunos contextos, la figura de Jesús se hallaba hipotecada por signos de poder, de manera que él mismo aparecía como gran Basileus, protector especial de los monarcas, avalando con su autoridad el poder (y violencia) de los reyes. Hoy, mientras superamos el constantinismo y platonismo antiguo, podemos y debemos volver a lo que fue su marcha de paz desde Galilea, tal como culminó “subiendo” a Jerusalén. En esa línea, para situar mejor esa etapa final del Tren de la Paz (de la Iglesia).

Lo que Jesús propuso y lo que así hemos definido como su “marcha de paz” no fue una sencilla adaptación, en el interior del sistema que había venido operando hasta ese momento, sino un mutación o cambio de nivel, de manera que, desde plano de la Vida, podrían y pueden (deben) cambiarse todas las instituciones del Sistema, de manera que al final viniera a manifestarse la verdad plena del hombre.

En contra de las estructuras de poder violento que han dominado sobre el mundo, Jesús y sus amigos establecerían (es decir: han de establecer hoy) unos grupos de amistad, esto es, de vida universal, que se extenderían (es decir, deben extenderse) desde Galilea, pasando por Jerusalén y Roma, al mundo entero (como resume en libro de los Hechos). Ellos, los discípulos mesiánicos de Jesús, desarrollarían (es decir, tenemos que desarrollar) unas formas de vida compartida que ya no se rigen por el talíón, ni por la ley de la venganza, sino por la amistad directa, en línea de comunión gratuita.

Frente al modelo actual, donde el sistema domina sobre el mundo de la vida y lo “coloniza” (esclavizando o cautivando a la mayoría de los hombres y mujeres, al servicio del mismo sistema), ha de elevarse un modelo distinto donde el mismo “amor” del mundo de la vida se expresa y expande a través de unas redes de comunicación social que están siempre al servicio de la vida. Eso significa que el verdadero cambio del sistema (de la ONU, del Mercado) no puede realizarse desde los principios del sistema (pues en ese caso siempre seguiría dominando el sistema y esclavizando a los hombres), sino que debemos hacerlo en clave de humanidad, desde el mundo de la vida, de manera que seamos nosotros, hombres y mujeres concretos, los que cambiemos en amor y pongamos al sistema a nuestro servicio, en una línea que hemos definido como insumisión creadora.

Así podemos invitar a todos diciendo: ¡Viajeros al tren! Esto se decía en otro tiempo, cuando los trenes eran aún lentos y los pasajeros se despedían sobre el andén, saludando por última vez a familiares y amigos, mientras sonaba la campana y el jefe de estación les invitaba: ¡Viajeros al tren!. Pues bien, ha llegado la hora en que todos subamos, sin que nadie quede en el andén, unidos a la marcha de paz de Jesús, tomando su tren, que es siempre el último, porque están llegando los tiempos finales, como estaban llegando cuando él subió a Jerusalén, hacia el año 30 de nuestra era. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

Para más información: http://www.edicioneskhaf.es

 

en marcha II

En 'Ediciones Khaf'

NUEVE ESTACIONES II

Presentación de “El Camino de la Paz” de Xabier Pikaza

XABIER PIKAZA, pikazena@telefonica.net

SALAMANCA.

 

4. Paz y justicia ecológica. Hermano sol, hermana luna

ECLESALIA, 20/05/10.- Conforme al apartado anterior, la paz ha de entenderse como diálogo de vida entre hombres y pueblos. Pues bien, ampliando ese motivo, la Biblia habla de paz como gozo de ser en el mundo, como ha puesto de relieve, de forma simbólica, el relato del diluvio universal (Gen 6-8) y el canto de San Francisco (¡hermano sol, hermana luna).

Políticos y sabios (constructores de la Bomba) tienen en sus manos el destino de la humanidad; pero ellos no están solos (a no ser en casos de absoluta dictadura), sino que dependen del conjunto de la población. Por eso, los que creemos en la paz estamos llamados a crear una cultura de convivencia más honda, al servicio de la vida:

1. Resulta esencial el respeto por la naturaleza. Los conocimientos científicos, que podían servir para mejorar nuestra vida, han venido a convertirse a menudo en un arma terrible, que puede destruir a los mismos hombres. Hemos conocido mejor la naturaleza, de manera que podemos ayudarla y embellecerla, pero hemos empleado esos conocimientos para dominar la tierra de un modo egoísta, poniendo en riesgo su equilibrio y agotando sus recursos, al servicio de unos privilegiados. Sin respeto común y comunión ante la naturaleza podrá haber paz en el mundo.

2. Antes no existía el riesgo de un suicidio cósmico. Ahora existe. Hemos penetrado en algunos secretos del “pensamiento del cosmos”, pero no para decir “hágase” y aumentar su belleza, sino para imponer un criterio utilitario, instrumental, sobre el conjunto de la realidad. En otro tiempo había un mayor respeto por el mundo. Ahora lo hemos perdido y vivimos marcados por una gran lucha de poder, dirigida por los gestores de la política y del capital, empeñados en manipular el mundo al servicio de sus intereses.

3. En ese contexto se entiende la Guerra de la Bomba. Algunos grupos poderosos, que controlan políticamente los resultados de la ciencia, tienen la capacidad de apretar los botones nucleares, para poner una gran cantidad de energía a su servicio o para destruir en un instante la forma de vida actual de este planeta. Ésta sería la guerra final, pues desataría un tipo de violencia más destructora que todas las anteriores, aniquilando la forma de vida actual del mundo. No sabemos si habría un “día después”, si la vida en este planea podría empezar un nuevo ciclo, hasta llegar otra vez al pensamiento (es decir, a la conciencia). Pero nuestra historia concreta habría terminado.

5. Estación Salud. Los pobres curan a los ricos

Jesús se enfrentó con amor eficaz contra unas enfermedades que oprimían y enfrentaban a los hombres y mujeres, siendo así causantes de la guerra más profunda de la tierra. En ese contexto, Buda propuso un camino de liberación interior, expresado a través de la superación personal, individual, de los deseos. Sin oponerse a Buda, Jesús propuso y puso en marcha un camino de liberación integral, dedicando gran parte de su tarea mesiánica a enseñar a los enfermos a curar su enfermedad y a curarse unos a otros.

Jesús fue sólo un maestro interior, ni un pensador (como Platón), ni creador de una comunidad sagrada de sometidos a Dios (como Mahoma), sino un sanador que protestaba contra un orden social donde miles y miles de personas estaban esclavizadas, por su enfermedad personal o social. Esa protesta, a favor de la libertad y comunión de hombres y mujeres define su “anti-guerra”. Jesús no se habría opuesto, en principio, a la medicina científica moderna, pero buscaba algo más hondo: que los hombres y mujeres se aceptaran a sí mismos, en amor, superando la ruptura actual, la situación de lucha en que unos destruyen a los otros.

Jesús quiso que sus “seguidores pobres” curaran a los ricos de esta sociedad dividida y opresora: «Les dio autoridad sobre todos los demonios y les dijo: Curad los enfermos, expulsad demonios... y decid: se acerca el Reino…No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias... En la casa donde entréis, decid: Paz a esta casa... Quedad allí, comed y bebed lo que tengan...» (Lc 10, 1-8; cf. Mc 6, 7-11; Mt 10, 5-13).

Estos “pobres de Jesús” pueden curar a los ricos de la “enfermedad” de su riqueza y de otras enfermedades vinculadas con ella. No cobran por hacerlo, pero tampoco se esconden ni evaden, sino que se dejan invitar por los propietarios, compartiendo con ellos lo que tienen. No curan por mostrar su poder o dominio, sino porque el Reino es fuente de salud y principio de paz universal. Así continúan haciendo lo que hacía Jesús, que no se reservó el monopolio de las curaciones, sino que ofreció su experiencia terapéutica a quienes quisieran seguirle, haciéndoles mensajeros de paz.

Desde la perspectiva normal del sistema, suele suponerse que los grandes curan a los débiles y pobres. En contra de eso, el evangelio indica que son precisamente los más pobres los que curan a los ricos. Las riquezas no sanan (aunque pueden servir en un nivel de medicina externa). Sólo el amor sana de verdad al hombre entero, desde los más pobres.

Esta curación ha de ser integral y se realiza por la palabra y el contacto de la vida, partiendo de los pobres mesiánicos (ricos en humanidad), que actúan así como “médicos” de Reino, portadores de un proyecto de comunicación que ellos ofrece a los ricos que quieran acogerles (ser curados). Entendida así, la terapia de Jesús y de sus seguidores no es una señal externa, de la que podría prescindirse cuando llegue el Reino espiritual, sino que ella misma es la verdad del Reino. En esa línea, los “enemigos” contra los que lucha Jesús no son hombres o mujeres, sino las enfermedades que les oprimen.

No hay paz sin terapia personal y social. Los poderes del mundo utilizan otros medios (más policía y más dinero). Pero así no consiguen la paz, sino un tipo distinto de injusticia y guerra (a no ser que, al mismo tiempo, sobre todo, intenten curar en amor a las personas, en terapia de trasformación radical). Jesús, en cambio, ha propuesto y desarrollado una terapia de paz, a través de un intenso programa de sanación, curando a los hombres y mujeres, para que vivan y compartan la vida (se acojan unos a otros).

6. Hacer justicia, superando un tipo de justicia: Cárcel, una estación a suprimir

La violencia carcelaria forma parte de la última guerra de este mundo y de la abolición de las cárceles (zonas de infierno del mundo) es un momento clave de la pacificación cristiana, según dijo Jesús: “El Espíritu del Señor me ha ungido para liberar a los encarcelados…” (Lc 4, 18).

Vivimos en una sociedad que quiere extender sobre el mundo el ideal de la igualdad-libertad-fraternidad, pero seguimos sometidos a una guerra intensa entre el sistema social dominante y ciertos grupos que parecen peligrosos, a los que se expulsa y/o encarcela. Así logramos un tipo de paz social, pero a costa de “encerrar” (en general ya no matamos) a los que nos estorban.

El sistema ha puesto la propiedad, producción y consumo de bienes al servicio del capital, diciendo que quiere libertad para todos (liberalismo), pero imponiendo un fuerte cautiverio sobre muchos hombres y mujeres a quienes afirma servir. En esa línea, de un modo “consecuente”, para mantener su estructura y la forma de vida de los privilegiados, el Estado (representante del “buen” sistema) expulsa y encierra cada día a más personas en la cárcel, respondiendo con su “guerra” penitencial a la presunta guerra criminal de los encarcelados.

Estamos ante una guerra sin precedentes. Podríamos haber ordenado la cultura al servicio de la vida compartida, en línea de evangelio; pero la hemos puesto, en general, al servicio de un sistema que se defiende (defiende a sus privilegiados), valiéndose para ello de la cárcel. Ciertamente, muchos encarcelados pueden ser y son culpables en línea de sistema, pues son un peligro para el orden social. Pero, en general, ellos son hombres no-insertados, seres que están fuera del tejido social, a veces por su “culpa” (se han separado ellos), pero, casi siempre, a causa de la sociedad (que les expulsa o no logra integrarles).

Por eso, la guerra carcelaria no puede resolverse con una simple re-inserción (y re-educación) de los delincuentes (como pide la Constitución Española, num. 25, 2), sino que exige un cambio de la sociedad en su conjunto. El ideal de paz israelita (asumido por Jesús, según Lc 4, 18-19), la paz mesiánica exige la apertura y superación de este tipo de cárceles, con lo que ello implica de cambio social: no puede ser una vuelta a la situación anterior (a la injusticia del orden actual), sino una gran transformación, una nueva forma de diálogo y encuentro entre el conjunto social y los encarcelados (es decir, entre todos), de manera que puedan surgir vínculos y redes de amor/solidaridad que antes no existían. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

en marcha I

En 'Ediciones Khaf'

NUEVE ESTACIONES

Presentación de “El Camino de la Paz” de Xabier Pikaza

XABIER PIKAZA, pikazena@telefonica.net

SALAMANCA.

 

ECLESALIA, 18/05/10.- Este libro consta de dos partes: (a) Una introducción teórica sobre el origen de la violencia y la búsqueda de paz, desde una perspectiva filosófica, social y religiosa. (b) Un itinerario concreto, con doce estaciones que marcan los momentos básicos del Camino de la Paz, desde una perspectiva cristiana. Se trata de un libro pedagógico, para el estudio y la reflexión, pero también el compromiso creyente, en diálogo con aquellos hombres y mujeres que, de formas distintas, aspiran a la paz. A modo de resumen, presentamos el contenido básico de las nueve últimas estaciones de ese Tren de la Paz que he querido poner en marcha con este libro.

1. Paz y justicia económica. Una huelga universal de pobres

En la base de toda guerra hay casi siempre un conflicto económico. Lógicamente, la marcha en el tren de la paz exige un cambio esencial: que los hombres y mujeres aprendan a integrar el “mío y tuyo” en un “nuestro”, es decir, en una comunión de bienes y personas, es decir, que los pobres acojan a los ricos, ofreciéndolos lo mejor que ellos tienen, y que los ricos compartan lo que tienen con los pobres, pues de lo contrario el tren de la paz estallará en plena marcha.

1 Una huelga universal. Hasta ahora, en los últimos milenios y de un modo especial en los dos siglos finales, la economía dominante ha estado marcada por el dominio del capital y el mercado, que han impuesto su dictado desde arriba sobre el conjunto de los hombres y la tierra, al servicio del sistema. Del único mundo (one world), que nos precedía y engendraba, con sus signos divinos, como madre providente, hemos pasado al único mercado (one market), que nosotros mismos instauramos, como dioses pequeños, dispuestos a comprarlo y a venderlo todo (como decía Kant). Nada se hereda y comparte gratuitamente, todo se compra y se vende. Pues bien, en ese contexto, el evangelio de Jesús implica una ruptura radical de gracia y debe expresarse a través de una fuerte decisión económica.

En este mundo “viejo” se ha podido decir que los bienes básicos de una población (o de la humanidad) no son los naturales (recibidos de forma gratuita), sino los producidos de manera técnica y comprados a través del único mercado, que regula desde arriba (por imposición) los recursos y bienes de la humanidad. De esa forma hemos pasado de la naturaleza madre a la empresa madrastra, dirigida por el capital y dominada mercado. La madre naturaleza regalaba a todos sol y lluvia (cf. Mt 5, 46 par), pero la industria y el mercado ofrecen casi todo muy pocos y casi nada a muchos. Con su sabiduría natural, la tierra había mantenido hasta el momento su oferta y así hemos nacido y crecido en ella, a pesar de nuestras violencias. Pero el mercado que nosotros hemos producido puede necesitar la muerte de miles de millones de personas, a no ser que cambiemos su estructura actual. En ese contexto se inscribe la “decisión” de Jesús, la tarea del Reino.

Las revoluciones marxistas de principios y mediados del siglo XX han fracasado (por errores propios y por presiones ajenas) dejando en la actualidad un vacío, con la sensación de que nada se puede cambiar, pues el nuevo capitalismo lo ha dominado todo. Pues bien, ese nuevo capitalismo está en crisis (año 2010), de manera que son muchos los que piensan que no puede haber una revolución económica, sino que estamos condenados a un tipo de guerra económica sin fin. Para evitar el colapso de la economía (con el riesgo que implica para miles de millones de personas), debemos realizar una profunda inversión (cambio de rumbo), de manera que el capital se ponga al servicio de los hombres, no en línea de compra/venta, sino de comunicación personal. Para ello debemos iniciar una “salida” y protesta, es decir, tomando la decisión de declarar una huelga general (universal), contra las leyes y normas del capital y del mercado, dejando de colaborar con el sistema y abandonando la “ciudad de opresión” (como pedía Mc 13, 14 y Ap 18, 4).

No se trata de tomar el poder económico/político para cambiarlo (como quiso Lenin en Rusia, el año 1917), sino de superar el poder económico, a través de un rechazo (una salida), al modo de Jesús, no para dejar de trabajar o para pedir simplemente salarios más altos (cosa que ha sido a menudo conveniente), sino para abrir nuestra mente y corazón a otros valores, para trabajar de una forma distinta y producir de otra manera, al servicio de los hombres (los pobres) y no del mercado capitalista o de la seguridad militar.

No será una huelga para no trabajar, sino para trabajar de otra manera, de un moco humano, con finalidades humanas. No será una huelga contra nadie, sino a favor de todos, desde los más pobres, en la línea de los itinerantes de Jesús, campesinos sin campo ni trabajo, que se unían para compartir, iniciando una nueva solidaridad y comunicación, para curar a los ricos. No será huelga para romper máquinas e incendiar casas o cosechas, sino para poner máquinas/casas/cosechas al servicio de todos, una huelga sanadora que pueda transformar incluso a los antiguos propietarios (¡capitalistas!). Sólo así podrá lograr una nueva economía mundial, que no esté al servicio del Imperio (capital, mercado), sino de todos los hombres y pueblos, empezando por los pobres, en una línea de paz.

 Ciertamente, la solución de los problemas de la humanidad no es sólo económica, pero sin una nueva economía, al servicio de todos los hombres, a partir de los más pobres, seguiremos en riesgo de guerra. Para que ese riesgo cese debe cambiar el modelo actual de economía del sistema y eso sólo se puede conseguir haciendo que ella “suba de nivel” a través de una mutación humana como la de Jesús. Eso significa que tenemos que abandonar el trabajo al servicio del sistema (como lo abandonaron los primeros seguidores de Jesús), pero no por rechazo destructor (quemando las mieses, derribando las fábricas, matando a los propietarios…), como a veces se ha hecho, sino creando formas de economía alternativa. Ciertamente, Jesús no vino a cambiar el tipo exterior de economía en cuanto tal, pero su propuesta (su gran “huelga” evangélica), vinculada a los campesinos sin campo y desplegada a modo de movimiento mesiánico, puede y debe ser principio de transformación económica.

2. Paz religiosa, una Palabra transparente

El objetivo anterior (paz económica) sólo puede alcanzarse a través de la palabra, es decir, de una conversión, meta-noia, o cambio de mente, como supone y proclama el evangelio (cf. Mc 1, 14-15); por eso, el tren de la paz ha de parar en la estación del pensamiento/palabra, en la que he querido situar también la religión, que aquí concibo como experiencia radical de palabra compartida.

Hombres y mujeres han nacido y se han desarrollado como seres libres, dotados de conciencia, a través de la reflexión y la comunicación verbal y afectiva, que les hace personas, capaces de crear una comunión igualitaria (o de matarse sin fin). En ese contexto, debemos recordar que primera violencia, que la Biblia ha condensado de un modo simbólico en la historia de Abel y Caín (cf. Gen 4), nació de una palabra fracasada, de una carencia de comunicación, que desembocó en la muerte de uno de ellos. Pues bien, esa carencia o rechazo de la comunicación sigue pesando como fondo y principio de todas las violencias, dentro de un mundo duro, donde corremos el riesgo de que se imponga sobre todos los hombres y mujeres la red de un pensamiento único (dominador), que sacralice la mentira y no nos deje compartir la vida en paz.

En ese contexto se sitúa un pasaje importante de la Carta de Santiago, un documento esencial del Nuevo Testamento, que define la religión (thrêskeia) como experiencia de amor que se abre a los huérfanos y viudas, es decir, a los necesitados. «La religión pura e incontaminada delante del Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y no contaminarse con la impureza del mundo (Sant 1 27).    

La religión es, según eso, comunicación de amor, que se abre de un modo trasparente a los rechazados de una sociedad que les expulsa, volviéndose impura. Según eso, la impureza no pertenece a los marginados (huérfanos, viudas…), sino más bien a quienes les marginan, con obras y palabras. Pues bien, este contexto, Santiago 3, 5-8 sigue diciendo la religión se identifica con la sabiduría que proviene de la lengua, es decir, de la palabra que no ofende, sino que dice y escucha con justicia y misericordia, haciendo la paz.

En el principio de la contaminación está según eso “la lengua mala”, que ofende, separa y divide, siendo así el origen de todos los pecados (como dice también Pablo en Rom 1, 18-32). Pero Santiago sabe que, en contra de esa mala lengua, hay también una lengua buena, relacionada con la Sabiduría, propia de aquellos que hacen la paz (poiousin eirênên: Sant 3, 18), viniendo a presentarse de esa forma como pacificadores (eirênopoioi: cf. Mt 5, 7). Según eso, la verdadera religión es aquella que se expresa en la Palabra de comunión, creadora de paz.

3. Comunicación univerasal, alianza de religiones

La religión de Jesús no es un pacto poderes (en la línea de Hobbes), ni un tratado de intereses comerciales (en la línea de Kant), sino una Alianza gratuita de personas que acogen, regalan y gozan la vida. Los cristianos no se contentan con eso que algunos han llamado una Alianza de Civilizaciones (en el sentido político), sino que son (han de ser) en sí mismos Alianza de Vida.

El sistema dominante de la actualidad es la economía unificada del capitalismo, donde no se puede hablar de “alianza” entre personas, sino de pactos de interés y de imposición del capital sobre pueblos y personas. En contra de eso, la religión es ante todo alianza:

1. Una alianza, varias religiones. Los griegos sabían que, para triunfar, “no es bueno que manden muchos, sino que debe haber un jefe...” (Ilíada II, 204). Pero el cristianismo no busca el mando, sino la acogida del misterio y la fraternidad (cf. Mt 23, 1-9). Desde ese fondo, siguiendo un modelo de “arco iris” (cada color es bello estando al lado de otros), la verdad de una religión no se opone a la verdad de otra, sino que las dos son verdaderas precisamente por ser distintas. Según eso, lass religiones se definen y distinguen como experiencias de diálogo en gratuidad, de manera que en el momento en se imponen se vuelven mentira. Más que el triunfo propio, como religión aislada, la iglesia católica ha de buscar el bien de los creyentes de otras religiones, para que todos juntos puedan expresar mejor la alianza plural de la Vida y la riqueza del amor de Dios.

2. Nos une la mística, Dios es misterio. Las religiones vinculan a los creyentes y se vinculan entre sí a través de lo que tienen de más hondo, en línea de mística, superando así el nivel de una racionalidad impositiva. En ese sentido, en el camino de la alianza, los cristianos pueden y deben colaborar en la búsqueda de una “paz mística”, fundada en la experiencia de Dios (o del misterio de vida), vinculándose así con los creyentes de otras religiones, que buscan y exploran también la experiencia del misterio (como los hindúes, budistas, musulmanes…). Esa alianza no es producto de una razón triunfante que se impone sobre los demás, sino experiencia de gracia, es decir, de iluminación superior y de comunicación personal, como saben los contemplativos y/o amantes.

3. Alianza desde los pobres. En el punto de partida del judaísmo, cristianismo e Islam hay una experiencia de liberación de los pobres (hebreos oprimidos en Egipto, enfermos y pobres del entorno de Jesús, oprimidos de la Meca). Este recuerdo ha de estar en el principio de la alianza de estas religiones y de todas, de manera que los creyentes no nos unimos sólo desde el misterio, sino que debemos hacerlo también en el servicio a los pobres. De esa manera, creyentes de las diversas religiones tenemos que dejar en un segundo plano otros prejuicios y “dogmas” particularistas, para volver al origen de nuestras experiencias, buscando la paz que es alianza desde los pobres del mundo, no desde los poderes del sistema. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Para más información: http://www.edicioneskhaf.es

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EDUCACIÓN APASIONANTE

Aportaciones al pacto educativo desde el Grupo Milani

JOSÉ LUIS CORZO, director de “Educar(NOS)”, jlcorzo@telefonica.net

MADRID.

 

ECLESALIA, 10/05/10.- Esta carta –en nombre propio y de mis amigos– quiere cumplir un deber democrático en tiempos de Pacto educativo: ofrecer nuestro grano de arena.

El Grupo Milani se remonta a 1971 con la creación en Salamanca de la Casa-escuela Santiago Uno, inspirada en la pedagogía del italiano Lorenzo Milani maestro y cura de Barbiana (Florencia). En España se conoce su “Carta a una maestra (1967), con 13 ediciones en castellano, otras en Latinoamérica – Carta a una profesora –, varias en catalán y muchísimas traducciones más (incluido el chino, hindi, ruso…).

Desde 1982 somos un Movimiento de renovación pedagógica: Educadores Milanianos (MEM, o Grupo Milani). Desde el principio apoyamos la Reforma escolar para lograr una escuela única igual para todos (primero hasta los 14 y, luego, hasta los 16 años). Pero el fracaso escolar todavía nos duele y es demasiado alto en nuestro país.

Este es el tesoro pedagógico que descubrimos en Barbiana: que “nada hay tan injusto como tratar igual a quienes son desiguales” y que, por eso, la escuela de los últimos ha de ser la mejor: adherida a la vida real del periódico, de los chicos, de sus familias y del tercer mundo; como toda escuela básica, so pena de casi dañar más al empollón que al excluido. La escuela obligatoria es en sí misma compensatoria y (antes que dos salidas) ha de ofrecer a los últimos aumento de horario y calendario y los maestros más preparados.

Son aspectos que contienen novedades didácticas apasionantes: saber de economía (fábrica de la pobreza), lectura escolar de la actualidad y de la prensa, motivación social, dominio del lenguaje, escritura colectiva, trabajo cooperativo en el aula, entrevistas, viajes, gestiones, etc. Lo hemos explicado en libros y en muchos seminarios y cursos que aún ofrecemos a todos, junto a la revista trimestral Educar(NOS); sus 49 títulos monográficos adjuntos muestran su contenido.

Educar(NOS), con 1.200 ejemplares cada vez, es desde hace doce años (1998) una austera revista de voluntarios que necesita suscriptores, vive sin publicidad y apenas cubre los gastos de impresión y de correos. Su precio bianual (8 números) es de 24 euros, y cada número suelto (si lo hay), 3 euros. Se ofrece completa en la red: www.amigosmilani.es con foros, índices, bibliografía y textos de Lorenzo Milani en español.

Queremos dialogar con los lectores en la Web, en charro@amigosmilani.es, o en: MEM, c/ Santiago nº 1, 37008 Salamanca; y en los teléfonos: 923 228822 y 91 4026278.

Nos preocupa que, a pesar de la generosidad y del esfuerzo, este tesoro pedagógico siga escondido para muchos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Gracias por atender a esta carta.

 

hilvanando

hilvanando

‘Meditaciones desde la calle’ de Ediciones Khaf
UNA RENOVADA Y ESPERANZADORA MIRADA A DIOS Y A LA IGLESIA CATÓLICA
Entrevista a Jairo del Agua ante la publicación de su primer libro
ANTONIO F. SEGOVIA, editor, afernandez@edicioneskhaf.es
MADRID.

ECLESALIA, 12/04/10.- Reflexionar sobre la fe y expresarlo con un lenguaje sencillo, asequible y cuidado no es fácil. Sin embargo, cada vez más creyentes hacen un esfuerzo por "dar razones" de su esperanza y ponen palabra a las intuiciones que circulan por muchas comunidades o por la mente de muchos cristianos de a pie.

Surge así una forma de hacer teología donde la bibliografía fundamental es la vida diaria y donde se nos descubre un Dios cercano que se nos va revelando en la Palabra, en las personas y en los acontecimientos que jalonan nuestra existencia. Una reflexión que puede llegar a todos y que tiene como misión servir de repetidor de aquella frase del evangelio de Juan: "que tengan vida y la tengan en abundancia".

Jairo del Agua es alguien conocido para todos los que compartimos esta comunidad virtual. Acaba de publicar su primer libro, “Meditaciones desde la calle” de Ediciones Khaf donde nos ofrece sus reflexiones sobre Dios, la fe y la Iglesia. Con pasión va hilvanando experiencias que le han configurado y que aparecen de manera reiterada en su nueva obra: Jesucristo, oración, importancia de la Palabra, vida abundante, ayudar, hijos de un Padre millonario...

Encontrarse con Jairo merece la pena. Por eso, compartimos con vosotros una conversación mantenida con él a raíz de la publicación de su libro.

- Para algunos serás conocido por tus reflexiones digitales pero ¿quién eres y a qué te dedicas?

Soy un católico de a pie, casado, padre de familia que, tras una jubilación joven, decidió dedicarse a ayudar. Mi ayuda es de tipo sicológico y espiritual, intento facilitar el encuentro con uno mismo y con Dios, las dos caras de una misma moneda. Eso me llevó a convertirme en escritor, conferenciante y confidente. Además de atender a mi familia, claro. Suelo añadir, como esencial en mi vida, que soy orante por vocación o, mejor, por necesidad.

- ¿Por qué orante en un mundo tan dinámico? ¿Qué te aporta la oración?

¡Vida, fuerza, luz! Alguna vez me han dicho que vivo despistado, que perder tanto tiempo orando cuando hay tanto que hacer... Sin embargo mi "determinada determinación" de hacer oración personal todos los días es pura supervivencia. Son mi fragilidad y mi limitación las que hacen imprescindible la ayuda del respirador de la oración, esa transfusión diaria que me permite seguir caminando.

- Dinos tres palabras que nos ayuden a acercarnos a ti.

Bien, Humanidad, Iglesia. Pero mi diccionario es más amplio.

- Tres personas (o personajes) que te han configurado.

Esta pregunta ya me la hacían en los test de selección de personal cuando era joven. He cambiado mucho desde entonces, pero la respuesta sigue siendo la misma: Jesús de Nazaret, Jesús de Nazaret y Jesús de Nazaret. Después todos los que -vivos o muertos-me ayudaron a encontrarle o me motivaron a seguirle.

- ¿Qué momentos de la vida de Jesús destacarías?

Todos. Imposible seleccionar. Es una altísima meseta coronada por la Resurrección que nos ilumina y nos llama, desde lo más hondo de nuestra humanidad, a subir y gozar de su planicie.

- Un aprendizaje vital que consideras fundamental.

La Sicopedagogía del Crecimiento que tanto me ha ayudado a madurar como persona y como cristiano.

- ¿Qué visión tienes de la Iglesia actual?

Muy necesitada. Muy necesitada de evangelización, empezando por los de arriba, una evangelización que se palpe y se vea. No entiendo por qué lo ven tan difícil. A mí me parece que basta con empezar a andar, comenzar por lo fácil. El "echa andar" del Evangelio, bastaría. Siento que estamos demasiado encamados en burocracias, ritos y temas adyacentes.

- ¿Cómo ves el papel de los laicos en la Iglesia?

Esencial. Los laicos debemos contagiar vida. Los clérigos deben alimentarla y motivarla. Como provengo del mundo empresarial, nunca he comprendido cómo la Iglesia (Jerarquía) no ha aprendido a "delegar" y a instaurar la "comunicación horizontal y ascendente". Me parecen elementos básicos en cualquier grupo humano.

- ¿Hacia dónde te gustaría que caminara el Pueblo de Dios?

Hacia una humanización suficiente (no me atrevo a decir plena). Ese es el camino de vuelta al Padre. Lo conocemos ("Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida") pero no lo caminamos o nos estorbamos más que ayudamos.

- Las reflexiones de tu Blog son muy seguidas ¿cómo valoras la presencia de los cristianos en la Red?

Como agentes activos es imprescindible para evangelizar porque Internet se ha convertido en "el medio de comunicación global". Pero hay que tener en cuenta que es una jungla y no todo vale. No entramos para dejarnos contaminar, ni para pelear con nadie, sino para iluminar. Hay dos aportaciones básicas: información y testimonio. Yo prefiero lo segundo porque contagia vida. Por eso dicen que mi Blog es de meditación y encuentro.

Como receptores pasivos, es imprescindible saber seleccionar lo que realmente nos ayuda y nos construye. Hay muchas páginas cristianas que difunden todavía una religión mítica e infantil que poco aporta a quien quiere caminar. Hay otras cuyo desarrollo es anticristiano aunque se presenten bajo nombres o siglas muy cristianas. Y también hay otras, ancladas en el pasado más remoto, que sólo difunden inmovilismo e integrismo. Todo lo contrario del cristianismo que es Camino que hay que andar, Verdad que hay que descubrir y Vida que hay que desarrollar.

Insisto, en este medio tan complejo, universal y resbaladizo, los cristianos deberíamos discernir muy bien lo que aportamos y lo que tomamos.

- No todos los libros se leen de la misma forma ¿cómo deberíamos acercarnos a “Meditaciones desde la calle”?

Sin prisas, dispuestos a dejarse desinstalar y a disfrutar desde el fondo.

- ¿A quiénes va dirigida tu obra?

Al sufriente, paciente y tantas veces olvidado Pueblo de Dios que camina. Pero también me gustaría que llegara a los hermanos separados e, incluso, a los ateos que buscan. Dios es universal. Me gustaría que esta obra también lo fuera.

- ¿Qué pretendes con ella?

Hacer el bien. Iluminar el rostro de Dios, tan fácil de amar cuando se le vislumbra mínimamente. Ayudar a descubrir una religión positiva, luminosa y alegre que nos conduzca a sus brazos.

- ¿Qué te gustaría que pensaran tus lectores cuando lean la última página de tu libro?

Que les quiero sinceramente y por eso he intentado acercarles al Amor.

- “Meditaciones desde la calle” rezuma citas bíblicas. ¿Puedes compartir con nosotros una que te sustenta especialmente?

"He venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,10). Y te regalo otra: "El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponeros más cargas que las imprescindibles" (He 15,28).

- ¿Qué supone para ti la publicación de este libro?

Un paso más de fidelidad a mi misión de regalar los colores que Dios me ha pintado.

- ¿Por qué has decidido publicar tu obra con Ediciones Khaf?

Porque soy un romántico agradecido. Mi primera educación, hasta los once años, estuvo entre los Maristas. Les devuelvo, madurado y acrecentado, parte de lo que entonces recibí. Algún día contaré más detalles.

Además, Khaf es la rama más joven del apostolado editorial de los Hermanos Maristas. Y se nota su energía, su pujanza, su vocación de sembrar con esa "mano abierta" de su símbolo editorial con la que me identifico plenamente.

Para colmo, las personas de Khaf son un equipo joven, entusiasta y colaborador con el que he trabajado muy a gusto. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

- - -> Para más información: www.edicioneskhaf.es

publicaciones 31/12/09

publicaciones 31/12/09

PUBLICACIONES RECIBIDAS EN ECLESALIA
Diciembre 2009
REDACCIÓN de ECLESALIA
MADRID.

ECLESALIA, 31/12/09.- Títulos llegados a nuestra redacción durante los últimos meses, como novedades editoriales, reediciones o por envío de los autores. La presentación de publicaciones en esta sección pretende ser un servicio informativo para las suscriptoras y suscriptores de Eclesalia Informativo sobre distintas ofertas bibliográficas, discográficas y videográficas.

(consultar envío... o escribir a eclesalia@eclesalia.net)


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‘¿QUÉ QUIERE DIOS QUE YO QUIERA?’
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es
MADRID.

ECLESALIA, 01/12/09.- Después de cuatro años de dormir apaciblemente en un archivo del ordenador, me he puesto en marcha en un proyecto casi artesanal: publicar mi personal reflexión sobre la figura de María como mujer que dijo “Sí” a Dios, se puso en camino y fue renovando cada día de su vida ese arriesgado y confiado “Sí”.

Tomó cuerpo la reflexión y ahora la tengo en mis manos en forma de libro titulado: “¿Qué quiere Dios que yo quiera?”. Quizás ésta sea la pregunta existencial de quien busca a Dios, le encuentra, y se ve requerido a contestar o a huir en dirección contraria.

En una mirada hacia el pasado, recorriendo mi historia personal, he ido descubriendo que las mujeres de mi familia, las enseñanzas de la Iglesia y las costumbres de mi país en una época muy concreta, hacían que mi ser de niña, joven y mujer no entendiera el estereotipo de María que me transmitían. Me produce contradicción la sublimación de lo femenino que, engrandeciendo a la madre y esposa, obvia a la mujer.

He escrito, desde la oración, mi impresión personal de lo que debió ser el encuentro de María e Isabel y la explosión de gozo del Magníficat (Lc 1, 47-55). Lo he hecho en clave femenina pero que nadie se sienta excluido, ya que quien busca a Dios y recibe su propuesta es la persona, el ser humano, y la respuesta es absolutamente personal.

Escribir ha sido para mí más oración que escritura. Ojalá las páginas del libro puedan servir para que, quien se adentre en ellas, la lectura le encamine a su personal oración de alabanza.

Como he dicho más arriba el proyecto de publicación del libro es casi artesanal, ya que soy una "laica sin papeles" que un día se puso a escribir y nunca pensé que editaría libros, no entraba como plan en mi vida. Por el momento tanto la información sobre el libro como la adquisición del mismo será a través de la página www.pazsantos.com o el correo electrónico pazsantos@wanadoo.es

Eclesalia es medio de difusión que cuida a grandes y pequeños y de nuevo se hace altavoz de mis escritos, a lo que sólo puedo decir un ¡gracias! enorme por ayudar a compartir y difundir. Agradezco que la presentación se haga en el recién iniciado tiempo de Adviento, tiempo de espera en el que María es protagonista custodiando un secreto que nos afectó a todos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


---> Para más información: www.pazsantos.com

este rincón

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HE VISTO ÁGORA
CÉSAR ROLLÁN, eclesalia@eclesalia.net
MADRID.

ECLESALIA, 15/10/09.- He visto Ágora. Fui a ver la última película de Amenábar. Impresionante, minuciosa, espectacular. Excelente interpretación de Rachel Weisz en el papel de Hipatia. Una ambientación genial…

Se está escribiendo mucho sobre Ágora. He tratado de leer de todo y buscar, sobre todo, el contraste con la historia de los hechos narrados. Salí del cine inquieto y revuelto.

¿Qué pasó con los descubrimientos cosmológicos de la filosofía clásica? Que se rechazaron aquellos que no concordaban con la literalidad de la Biblia.

¿Es cierto que el sobrino del obispo Teófilo tenía “mano firme”? Tanto como que el papa Benedicto XVI dice que Cirilo gobernó la sede de Alejandría “con gran energía durante 32 años, buscando afirmar siempre el primado en todo Oriente”.

¿Se impuso el cristianismo como religión única del imperio? En el edicto de Tesalónica del 380 el emperador afirma: “Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos”.

¿Murió Hipatia a manos de los cristianos? Parece que el carácter exaltado de los alejandrinos era tal que llegaron a matar cruelmente a dos obispos impuestos por la corte imperial de Constantinopla.

La muerte de la filósofa alejandrina no fue tanto una cuestión religiosa como política. Unos gobernantes “convertidos” a la religión impuesta. Unos pastores con ansia por afirmarse como poder civil. Una mujer que con su sabiduría participó de forma activa en la vida pública de su ciudad.

Ágora no es una película en la que se coloque una cosmovisión, una religión, una cultura por encima de otra. Después del 415 la historia continuó imparable hasta nuestros días. Los historiadores pueden hablar detenidamente sobre cada momento.

Ágora subraya lo que pasa cuando no se piensa, cuando no se cuestiona nada, cuando se deja la conciencia personal en manos de otros, cuando los que mandan imponen, cuando el afán de controlar se salta los principios que se predican, cuando la vida vale en función de los intereses de unos pocos.

Ágora me preocupa si esta historia de cine se repite hoy. Con otros personajes, con otros manipuladores, con otras persecuciones. Quizá no aparezca la violencia como en aquella historia. Quizá no muera nadie a manos de otros. Quizá no sea ya la religión, cualquier religión, la excusa. O quizá sí. No me cabe duda de que sigue habiendo seres humanos a los que no les causa ningún problema pisotear a sus semejantes.

Ágora me deja una gran inquietud pero me anima a pensar, a reflexionar sobre lo que me dicen que es bueno, a cuestionar lo que me dan como válido, a buscar constantemente la verdad de mi fe, de mis actos, de mi vida, de mis esperanzas.

La cámara, siempre que puede, se escapa de Alejandría. Llega más allá de las nubes para tomar un plano general de la ciudad. Se aleja tanto que alcanza a ofrecer una imagen panorámica de nuestro planeta. Una sugerente perspectiva para vernos pequeños, insignificantes, ocultos… invitados a compartir este rincón del universo en paz. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).