resucitado
EL CRUCIFICADO, HA RESUCITADO
ÁNGEL GARCÍA-ZAMORANO
GUATEMALA
ECLESALIA, 03/04/06.- Es difícil compaginar los opuestos: crucificado-resucitado, muerte-vida, mal-bien. Más, cuando se ve y asume la crucifixión, muerte y mal de seres inocentes e indefensos, y se sufren en carne propia. A pesar de todo, este es el mensaje Pascual: ¿Buscáis a Jesús el crucificado? No está aquí. Ha resucitado (Mc 16,6). Este mensaje que transformó hasta no ser los mismos a los primeros discípulos y discípulas, que hizo brotar en ellos alegría y encanto, esperanza e ilusión, novedad y cambio, tiene que producir la misma experiencia en nosotros, discípulos/as de otra hora y generación.
La resurrección fue precedida por la crucifixión. El Hijo del Hombre, es el paradigma de todos los que sufren: pobres, indefensos, excluidos, víctimas de la voracidad, el sistema y la fría e insensible estructura. Para tener experiencia del resucitado, necesitamos primero tenerla del crucificado asumiendo su impotencia, carencias y despojo; tomar conciencia de la realidad dolorosa y triste cuyo signo es la cruz. Pero no debemos quedarnos en el Crucificado, el dolor, la tristeza, la amargura.
Cuando nuestras fuerzas se extingan, cuando nos sintamos impotentes, abandonados, incluso de quienes esperábamos ayuda y apoyo, cuando suframos la traición de los más cercanos y en quienes habíamos puesto nuestra confianza, recordemos que el crucificado ha resucitado, el mal puede ser vencido, la muerte derrotada. Otro mundo y la Iglesia que quiso Jesús pueden ser posibles, donde el respeto, amor, comprensión, libertad, sean realidad más allá de la observancia de preceptos, de buenas y bonitas palabras e intenciones. La esperanza no es una utopía sin contenido, luchar contra el mal y la injusticia -de donde vengan-, contra los que hacen sufrir quienes sean-, siempre hace surgir la vida.
El Resucitado nos precede: Cuando resucite iré delante de vosotros a Galilea (Mc14, 28). Galilea es lo cotidiano, la vida de cada día, la monotonía. Aquí, cuando no hay sólo palabras sino gestos eficaces; cuando se sienten como propios el dolor, impotencia y abandono ajenos; cuando nos unimos y trabajamos para superarlos animados por el Resucitado; cuando dejamos la comodidad para celebrar la Pascua (paso de a); cuando buscamos SU causa desvelando todo lo que la oculta; cuando no nos dejamos deslumbrar por espejismos sino nos movemos por lo humano que comprende, apoyan y acompañan solidariamente a quienes se gastan y desgastan para que los crucificados tengan vida en abundancia (Jn 10,10), en todos estos gestos esta Él animando y fortaleciendo.
Entonces nuestra vida cristiana tiene sentido. Introduce paz en los que sufren y esperanza en los abatidos, tolerancia en unas estructuras intolerantes, entendimiento y paciencia en este tiempo de violencia interna y externa que abruma, comprensión en un sistema ciego por el egoísmo y bienestar, compañía en quienes están y se sienten solos.
Jesucristo nos ha precedido. A nosotros nos toca recoger su mensaje. La muerte ha sido vencida. El crucificado ha resucitado. ¡FELICES PASCUAS!
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