alegría y paz
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Paz y bien
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ALEGRÍA Y PAZ
Juan, segundo domingo de Pascua
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 19/04/06.- No les resultaba fácil a los discípulos y discípulas expresar lo que estaban viviendo. Se les ve acudir a toda clase de recursos narrativos. El núcleo, sin embargo, siempre es el mismo: Jesús vive y está de nuevo con ellos. Esto es lo decisivo. Recuperan a Jesús lleno de vida.
Los discípulos se encuentran con el que los había llamado y al que habían dejado solo. Las mujeres abrazan al que había defendido su dignidad y las había acogido como amigas. Pedro llora al verlo: ya no sabe si lo quiere más que los demás, sólo sabe que lo ama. María de Magdala abre su corazón a quien la había seducido para siempre. Los pobres, las prostitutas y los indeseables lo sienten de nuevo cerca, como en aquellas inolvidables comidas junto a él.
Ya no será como en Galilea. Tendrán que aprender a vivir de la fe. Deberán llenarse de su Espíritu. Tendrán que recordar sus palabras y actualizar sus gestos. Pero, Jesús, el Señor, está con ellos lleno de vida para siempre.
Todos experimentan lo mismo: una paz honda y una alegría incontenible. Las fuentes evangélicas, tan sobrias siempre para hablar de sentimientos, lo subrayan una y otra vez: el resucitado despierta en ellos alegría y paz. Es tan central esta experiencia que se puede decir, sin exagerar, que de esta paz y esta alegría nació la fuerza evangelizadora de los seguidores de Jesús.
¿Dónde está hoy esa alegría en una Iglesia, a veces tan cansada, tan seria, tan poco dada a la sonrisa, con tan poco humor y humildad para reconocer, sin problemas, sus errores y limitaciones? ¿Dónde está esa paz en una Iglesia tan llena de miedos, tan obsesionada por sus propios problemas, buscando casi siempre su propia defensa antes que la felicidad de la gente?
¿Hasta cuándo podremos seguir defendiendo nuestras doctrinas de manera tan monótona y aburrida, si, al mismo tiempo, no experimentamos la alegría de «vivir en Cristo»? ¿A quién atraerá nuestra fe si, a veces, no podemos ya ni aparentar que vivimos de ella?
Y, si no vivimos del Resucitado, ¿quién va a llenar nuestro corazón, dónde se va a alimentar nuestra alegría? Y, si falta la alegría que brota de él, ¿quién va a comunicar algo «nuevo y bueno» a quienes dudan, quién va a enseñar a creer de manera más viva, quién va a contagiar esperanza a los que sufren? (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
23 de abril de 2006
2 de Pascua (B)
Juan 20, 19 31
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