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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

por la unidad

ORACIÓN POR LA UNIDAD
JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ
ALGECIRAS (CÁDIZ).

ECLESALIA, 29/07/05.- Somos muchos los que, amando a la Iglesia, queremos que cambie para cumplir su misión de Servicio al Evangelio y al hombre actual. La Oración por la Unidad es un mandato del Maestro. Sin embargo, si alguien, encerrándose en sí mismo, creyera que lo fundamental es protegerse del mal del mundo y se atreviera a decir: “¡Te doy gracias, Señor, no soy como esos...!” estaría instalando su tienda en una nube de bienestar egoísta. Sería autocomplacencia y no oración La parábola del fariseo y el publicano lo describe bien. Pero, al orar, cualquiera puede caer en algún tipo de oración patológica: rezar con los labios y mantener el corazón cerrado al amor, buscar sólo el reconocimiento público, idolatrar lugares como únicos sitios de oración, practicar el culto y despreciar al prójimo, confundir oración con palabrería sin compromiso, crearse un dios a medida. Ahora se fomentan métodos y maneras de orar que pueden ayudar, siempre que se empleen bien, tenga contenidos coherentes de relación entre lo humano y lo divino y lleve a la conversión personal. Hoy más que nunca, es necesaria la oración que lleve a la conversión interior, paso hacia la unidad exigida por Jesús en Juan 17.

Según Jesús de Nazaret, “Llega la hora en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre quiere. Dios es espíritu y sus adoradores han de adorarlo en espíritu y en verdad” (.Juan 4,23-25). Jesús enseña que la oración, la mortificación y la limosna deben desvestirse de todo aparato exterior: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para que os vean…cuando oréis, no seáis como los hipócritas que prefieren orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para exhibirse entre los hombres... tú, cuando ores entra en tu habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que ve en lo secreto … no charléis como los gentiles, que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería…vuestro Padre conoce vuestras necesidades…” (Mt. 6,1-8).

Los seguidores de Jesucristo deben tener como signo exterior que los distinga: la caridad “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os amé, así también os améis mutuamente. En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros” (Juan 13,34-35). Y el otro signo nos lo expresa Jesús en Juan 17,21: “Que todos sean una cosa: como tú, Padre en mí y yo en ti, que también ellos sean una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste… Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a m텔

A la hora del cambio, la Iglesia tiene dos pilares fundamentales: el rezo común y meditado del Padre Nuestro por parte de los creyentes (Mateo 6,9-14) y el camino de unidad emprendido por Benedicto XVI con la dedicación clarividente del Cardenal Walter Kasper para volver a las fuentes: “Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2,42). El mundo actual para creer en Dios pide a la Iglesia gestos sinceros de autenticidad que muestren que es la fuerza del Espíritu la que está marcando el camino. “Y todos los creyentes vivían unidos, tenían todo en común... partían el pan en las casas, tomaban juntos el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor ante todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día los que se salvaban” (Hechos 2,44-47).

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Nos seguimos leyendo en septiembre...
La redacción de ECLESALIA se toma un pequeño respiro en este mes de agosto de 2005 durante el cual no enviaremos nuestro informativo, evitando también de este modo la saturación de correos en estas fechas veraniegas de España.
En septiembre volveremos a enviar ECLESALIA y a compartir nuestra apuesta por una Iglesia al aire del Espíritu, renovada y renovadora, con sabor a pueblo, Dios al fondo y Cristo en medio, nunca excluyente y siempre fraterna.

Paz y bien

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