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NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
Bueno o malo, ¡quién sabe!
MARIO GONZÁLEZ JURADO, lector de Eclesalia; mariofgj@yahoo.es
MADRID.
ECLESALIA, 10/02/06.- Si no se tratase de Juan Masiá no me atrevería a poner este titular para referirme a la peripecia personal por la que está atravesando en este momento este querido hermano nuestro. Y, en breve, trataré de explicarme.
Me consta, como alumno suyo de Antropología Teológica ya hace algunos años, que su mestizaje con la sabiduría y espiritualidad oriental no es moda ni pose, sino encuentro profundo. A ese hermoso cruce de culturas apelo, Juan, para permitirme lanzar en esta breve reseña un mensaje de nuestro refranero junto con un pensamiento de un cuento con sabor oriental.
Tengo que decir (y decirte Juan) que cuando lo conocí -no llevaba él mucho tiempo de vuelta en España- me pareció un profesor difícil de catalogar. Por una parte, culto, analítico, posibilista, práctico. Por otra parte, con posturas no muy definidas o, mejor dicho, muy abiertas como lo son la vida y la realidad. Y, al mismo tiempo, no tuve la sensación de encontrarme ante una mente tan progresista y de avanzada, para que nos entendamos, ante alguien que fuese a tener problemas con la jerarquía.
Bien es cierto que, años después, he recibido el regalo (gracias por ello, Juan) de encontrármelo en otros foros, con nuevos lenguajes y diferentes mensajes de antaño. Bendita evolución intelectual y personal si es que se ha dado y no es sólo fruto de mi percepción subjetiva.
Por eso no es de extrañar que, dados los tiempos que corren por los barrios de las autoridades eclesiásticas, haya recibido trato tan preferente, evangélico y humano -dicho sea sin ironía-.
Pero Juan, bueno o malo, ¡quién sabe!. Lo mismo te ha llegado la hora de una jubilación creativa, libre y liberadora. Lo mismo nos encontramos con el regalo de un teólogo disidente de una altura intelectual impecable. A lo mejor te da por crearte un blog o escribir en todos aquellos foros y espacios donde aún no han aprendido a meter la mano los que las tienen demasiado largas. Ojalá, sería precioso, sería fantástico, ¡cuántas personas te lo agradeceríamos! ¡Qué bien le vendría a ese espacio marginado de cristianos que andamos en la diáspora de nuestras ideas y referencias más profundas!
Te deseo Juan lo mejor, tal bendición de Dios que puedas (podamos) decir, dentro de poco que no hay mal que por bien no venga. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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