maría magdalena (5)
Ser Cristiano hoy
MARIA MAGDALENA (5)
(Jn 4, 4-44)
EMMA MARTÍNEZ
Religión y Escuela, Nº 187, febrero de 2005.- Seguir a Jesús nunca fue fácil. Es una loca decisión, con pocas seguridades y muchos riesgos, pero es posible cuando ha acontecido el encuentro con su persona, pues todo queda relativizado.
Cuando ha acontecido el encuentro con su persona, todo eso queda relativizado, pues puede más el gozo de haber encontrado el tesoro escondido en el campo de tu propio corazón y del corazón del mundo.
Pero los demonios que habitan en nuestro corazón y en todas las sociedades de todos los tiempos, no se expulsan de una vez para siempre, acechan siempre y hay que vivir vigilantes, para que no vuelvan a apoderarse de ti. Yo tenía que luchar con los demonios de mi corazón pero también con los demonios de mi sociedad, injusta, discriminatoria, patriarcal y machista.
Jesús nos llamó para formar una comunidad de iguales en torno a Él, pero no fue tarea fácil hacerla verdad. Los prejuicios ancestrales, las diferencias, las envidias, luchas de poder, protagonismos no quedaron abolidas por ello. Jesús intentaba educarnos en que los primeros son los que mejor sirven y los últimos serán los primeros en su Reino, pero no sabíamos encajarlo.
Para nosotras, las mujeres, fue muy difícil soportar la extrañeza con la que los varones vivían la opción igualitaria de Jesús, y peor aún el protagonismo de las mujeres en su vida y misión. De un modo especial el conflicto entre Pedro y yo, del que quedan huellas en los Apócrifos, sólo es un símbolo del conflicto que supuso nuestra incorporación a tareas de autoridad y poder. Era, y sigue siendo, muy difícil no sólo compartir el poder sino reconocer nuestra igualdad y derecho a compartirlo con ellos. En esto la novedad de Jesús sigue sin ser estrenada aún hoy.
Huellas de ese conflicto están recogidas por el Evangelio de Tomás, donde Pedro pide a los discípulos que María nos deje, pues las mujeres no son dignas de la vida (Logion 114). El Evangelio que lleva mi nombre, el Evangelio de María, narra el episodio siguiente, yo acabo de expresar una revelación que había tenido del Resucitado y dice el texto: Cuando acaba, Andrés permanece escéptico y Pedro irritado. Andrés responde y dice a los hermanos: Digáis lo que digáis sobre lo que ella ha dicho, en lo que a mi concierne, no creo que el Salvador haya dicho eso. Pedro responde ¿Es qué iba a hablar él con una mujer en secreto y no abiertamente?. ¿Debemos cambiar nuestras actitudes y escuchar a esta mujer?. ¿Iba a preferirle él a nosotros? Entonces María llora y dice a Pedro: Mi hermano Pedro, ¿qué es lo que tienes en la cabeza?. ¿Crees que yo me he inventado eso o que miento a propósito del Salvador?. Leví responde y dice a Pedro: Pedro, tú siempre has sido colérico. Ahora veo que te encarnizas con la mujer como si fuera los adversarios. Puesto que el Salvador la ha juzgado digna, ¿Quién eres tú para rechazarla?"
Juzga tu mism@ lector/a la actualidad de este lenguaje. Yo, termino con las palabras de Leví: Revistámonos del hombre perfecto y partamos, cono nos lo pidió, a proclamar el evangelio, sin establecer otra regla y ley que la que el Señor dijo. Que así sea.
Emma Martínez: EMMAMART@teleline.es"
MARIA MAGDALENA (5)
(Jn 4, 4-44)
EMMA MARTÍNEZ
Religión y Escuela, Nº 187, febrero de 2005.- Seguir a Jesús nunca fue fácil. Es una loca decisión, con pocas seguridades y muchos riesgos, pero es posible cuando ha acontecido el encuentro con su persona, pues todo queda relativizado.
Cuando ha acontecido el encuentro con su persona, todo eso queda relativizado, pues puede más el gozo de haber encontrado el tesoro escondido en el campo de tu propio corazón y del corazón del mundo.
Pero los demonios que habitan en nuestro corazón y en todas las sociedades de todos los tiempos, no se expulsan de una vez para siempre, acechan siempre y hay que vivir vigilantes, para que no vuelvan a apoderarse de ti. Yo tenía que luchar con los demonios de mi corazón pero también con los demonios de mi sociedad, injusta, discriminatoria, patriarcal y machista.
Jesús nos llamó para formar una comunidad de iguales en torno a Él, pero no fue tarea fácil hacerla verdad. Los prejuicios ancestrales, las diferencias, las envidias, luchas de poder, protagonismos no quedaron abolidas por ello. Jesús intentaba educarnos en que los primeros son los que mejor sirven y los últimos serán los primeros en su Reino, pero no sabíamos encajarlo.
Para nosotras, las mujeres, fue muy difícil soportar la extrañeza con la que los varones vivían la opción igualitaria de Jesús, y peor aún el protagonismo de las mujeres en su vida y misión. De un modo especial el conflicto entre Pedro y yo, del que quedan huellas en los Apócrifos, sólo es un símbolo del conflicto que supuso nuestra incorporación a tareas de autoridad y poder. Era, y sigue siendo, muy difícil no sólo compartir el poder sino reconocer nuestra igualdad y derecho a compartirlo con ellos. En esto la novedad de Jesús sigue sin ser estrenada aún hoy.
Huellas de ese conflicto están recogidas por el Evangelio de Tomás, donde Pedro pide a los discípulos que María nos deje, pues las mujeres no son dignas de la vida (Logion 114). El Evangelio que lleva mi nombre, el Evangelio de María, narra el episodio siguiente, yo acabo de expresar una revelación que había tenido del Resucitado y dice el texto: Cuando acaba, Andrés permanece escéptico y Pedro irritado. Andrés responde y dice a los hermanos: Digáis lo que digáis sobre lo que ella ha dicho, en lo que a mi concierne, no creo que el Salvador haya dicho eso. Pedro responde ¿Es qué iba a hablar él con una mujer en secreto y no abiertamente?. ¿Debemos cambiar nuestras actitudes y escuchar a esta mujer?. ¿Iba a preferirle él a nosotros? Entonces María llora y dice a Pedro: Mi hermano Pedro, ¿qué es lo que tienes en la cabeza?. ¿Crees que yo me he inventado eso o que miento a propósito del Salvador?. Leví responde y dice a Pedro: Pedro, tú siempre has sido colérico. Ahora veo que te encarnizas con la mujer como si fuera los adversarios. Puesto que el Salvador la ha juzgado digna, ¿Quién eres tú para rechazarla?"
Juzga tu mism@ lector/a la actualidad de este lenguaje. Yo, termino con las palabras de Leví: Revistámonos del hombre perfecto y partamos, cono nos lo pidió, a proclamar el evangelio, sin establecer otra regla y ley que la que el Señor dijo. Que así sea.
Emma Martínez: EMMAMART@teleline.es"
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