Blogia
ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

relación estable

RELACIÓN ESTABLE
JOSÉ ANTONIO MORILLAS BRANDY, jesuita

ECLESALIA, 30/05/05.- Estamos viviendo una etapa de profundas transformaciones en lo que afecta a las formas de convivencia entre los humanos y tampoco la comunidad eclesial debería quedarse en la trastienda del mundo de los afectos. Y uno de los focos de conflictos es encontrar el fondo y la forma para “hablar” de los matrimonios homosexuales, o “sociedades de vida registrada”, como son nombrados en Alemania. Y aunque algunos grupos se encastillen en considerar como válida la unión de hombre y mujer, no cabe duda de que existe una demanda social para abrir horizontes de sentido a otras formas de amistad y de amor. Hasta la Real Academia Española de la Lengua reconoce que tendría que aceptar el término “matrimonio” para las bodas gays “si tal ampliación de significado se consolidara en el uso general de los hispanohablantes”.

Ante esta realidad, la comunidad eclesial, con razón y compasión, debiera mostrar una actitud abierta y comprensiva, sin ignorar los datos de la ciencia y la cultura para así responder a los “signos de los tiempos”. Sin dejar de reconocer la dimensión integradora de la familia, entendida como unidad de convivencia y afecto, grupos cristianos militantes reclaman una actitud positiva hacia la sexualidad como un don de Dios para todas las personas, independientemente de su orientación o identidad sexual. Y tampoco sería correcto, arguyendo textos bíblicos, hacer condenas en bloque y sin matices. Como decía el malogrado Goyo Ruiz, SJ, la Biblia pone el acento ético en problemas de más calado como el de la injusticia, la idolatría, el ignorar al pobre, o incluso el adulterio. Es preciso ponderar los pecados más graves y condenables y no extrapolar una conducta de la que se encuentran pocas referencias escriturísticas.

Como afirma el benedictino A. Grün se dan experiencias de amistades realmente intensas en las que el varón puede mostrarse como es, sintiéndose comprendido y aprendiendo a exteriorizar sus sentimientos. Todo ello sumergido en un Amor que ha sido derramado en nuestros corazones. A propósito de una encuesta sobre el orgasmo de los españoles en cuyas conclusiones se decía que en nuestro país se hace el amor “poco y mal”, me gustó el comentario del obispo emérito Alberto Iniesta, al invitarnos a amar, hablar con los seres humanos, ir por la calle amando y sembrando amor; todos los días y cuantas más veces, mejor. No basta con ser amables, sino que debemos ser amantes, ofreciendo el buen amor cristiano y no sólo el corporal. Y hay muchas maneras: una mirada, una sonrisa, un pequeño favor, una palabra, un silencio respetuoso, una atención, una conversación. ¿Tan difícil sería añadir: una relación estable? Entonces se abriría una equiparación de oportunidades de acceso al matrimonio y no habría que considerar la orientación sexual como algo desordenado, intrínsecamente malo. Idea que sería el caldo de cultivo para afirmar -como se ha hecho en estos días- que la homosexualidad en pareja es como la unión de “un hombre y un animal”, o que puede ser un precedente de la poligamia. Qué lindo sería respetar esta forma de amor y al menos, defender una igualación cívica, más allá de juegos semánticos que a nada conducen. A la par que se deberían evitar juicios catastrofistas como los realizados por una licenciada en psicología cuando afirma que estamos en tiempos decadentes, en una intemperie existencial y que somos esclavos de apetitos y tendencias sensitivas. Y para esta señora la homosexualidad sigue siendo “desviación sexual”.

A Cristo sólo le preguntaron si era lícito a un hombre casarse con más de una mujer y cómo sería “después” la relación, en la otra vida. Aunque sí le preocupó la “pureza de corazón”, es decir, que la persona fuese buena, honrada, generosa y pacífica. Y entonces estará viendo a Dios, ahora indirectamente, y después cara a cara, bajo una dulce mirada de Amor. Amén de que nuestra forma de relacionarnos en este mundo es diferente, el Amor y la Misericordia deben ser los indicadores de un verdadero cristiano. Un amor ilusionado como un licor que embriaga, porque no es egoísta ni discrimina. En este contexto, no debe alterarse el concepto de justicia ni el de igualdad del individuo y valorar que “también” en la pareja homóloga se puede desarrollar la personalidad. Porque ha cambiado la conciencia social de las gentes y porque no debemos ignorar la realidad antropológica de hoy. El dilema entonces sería como dice Thielicke, “sexo como fuerza despersonalizante, frente a sexo como plenitud de relación humana”. Por lo que habría que podar el aspecto folklórico y morboso de estas relaciones, las “salidas de armario” que a veces desnudan tantas intimidades o muestran un escaparate superficial. Es decir, construir un marco vital que posibilite una madurez adulta capaz de mantener una relación de amor recíproco. Que viene a ser la argumentación, desde el derecho constitucional, para que no sean prevalentes los aspectos procreativos y que se consideren otros, como el afecto recíproco, la satisfacción sexual, la lealtad y la fidelidad. En una época de fuerte vacío existencial, sin anatemas, la pareja gay puede mostrar su orgullo no sólo en un día del año, con armonía, sometiendo su vida sexual y afectiva a las exigencias del amor, y con mucho gozo, con espontánea “alegría”, que es el significado de la palabra.

0 comentarios