afrontar la realidad
¡RATZINGER PAPA!
JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, teólogo
LOGROÑO (LA RIOJA).
ECLESALIA, 19/04/05.- No es una broma, en cierto sentido, podría apañarnos la coyuntura... Me explico.
Reconozco que soy terco en mis opiniones. Hace más de 26 años, un grupo de amigos clérigos comentaban, desolados. la noticia de la elección del Papa Wojtyla. Ya era algo conocido en los ambientes progres como un conservador de tomo y lomo. Para total desconcierto de mis amigos me atreví a comentar: Me alegro ¡cuánto peor, mejor! Y la historia me ha dado la razón: nunca como hoy se está consolidando entre teólogos y en las bases cristianas más comprometidas una clamorosa demanda de Reforma de la Iglesia. Casi brama la rebelión. Es imposible que no se produzcan grandes mutaciones, una verdadera metamorfosis en la Iglesia. Pues bien ¡se lo debemos a Wojtyla! Por haber tensado tanto la cuerda, está a punto de romperse. Y lo digo como algo positivo porque estoy seguro que el movimiento de Jesús tiene mucho que hacer.
Al llegar Wojtyla ya se había iniciado el desencanto del Vaticano II. En los últimos años de Pablo VI la curia romana había retomado las riendas de la cristiandad y utilizando las propias ambigüedades de los textos conciliares (que traicionera es la ambigüedad que se presenta como consenso) comenzaba un proceso de relectura a la luz del Vaticano I, incluso de Trento. Hoy no sería cuestión de resucitar el Vaticano II. Cumplió su papel. Dio un golpe impresionante de timón, pero más que como punto de llegada es preciso tomarlo como decisivo punto de partida. Porque aunque la orientación del concilio y la recepción de las bases eclesiales marcaron un buen rumbo, no es seguro que aquel aggiornamento hubiera bastado a encarar el cambio de época y de paradigma dicen que el mayor conocido desde el neolítico- que hoy es imperioso. En este contexto interpreto como positivo el frenazo y retroceso de Juan Pablo II. El dique descomunal de contención que ha ido levantando en todos los ámbitos está recibiendo una tal presión de las aguas acumuladas que cuanto más se empecine el dique en impedir el flujo normal del cauce antes estallará. Pero el punto de ruptura tal vez aún no se haya conseguido. Aún hay demasiada atonía en las bases cristianas. Aún prevalece el aguante sobre la rebeldía: son siglos, muchos siglos de entender la sumisión como la esencia de la religión cristiana. Aún queda mucha libertad interior por recuperar por el creyente de a pie. Tal vez es preciso tensar mas la soga. Y para lograrlo, tal vez vendría que ni pintado un papa como Ratzinger.
Se dirá que soy poco providencialista, incluso cínico. Así es, estoy convencido de que hay que analizar y afrontar la realidad como si Dios no existiese (Bonhoeffer). Que en términos menos secularizados es lo que ya atribuyen a Ignacio de Loyola: Confía en Dios como si todo dependiese de él y actúa como si todo dependiese de ti (que es decir como si Dios no existiese). Por eso, el más laico a propósito del Espíritu Santo en el cónclave fue el comentario del mismo Ratzinger que puso cautelosamente mucha agua en ese vino... Vamos, como que el Espíritu Santo no lo hacía todo. Así lo creo, el Espíritu no sopla donde quiere sino donde le dejan. O como dice el chiste Los hombres tienen muchos pajaritos en la cabeza, sólo los cardenales creen que es el Espíritu Santo.
Lo que hace que no las tenga todas conmigo es que este cardenal, siempre inteligente y, en tiempos muy abierto y amigo de H. Küng, no es la primera vez que cambia de chaqueta, como hizo cuando de Tubinga pasó a Roma. Eclesalia.
Logroño 17 abril 2005
JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, teólogo
LOGROÑO (LA RIOJA).
ECLESALIA, 19/04/05.- No es una broma, en cierto sentido, podría apañarnos la coyuntura... Me explico.
Reconozco que soy terco en mis opiniones. Hace más de 26 años, un grupo de amigos clérigos comentaban, desolados. la noticia de la elección del Papa Wojtyla. Ya era algo conocido en los ambientes progres como un conservador de tomo y lomo. Para total desconcierto de mis amigos me atreví a comentar: Me alegro ¡cuánto peor, mejor! Y la historia me ha dado la razón: nunca como hoy se está consolidando entre teólogos y en las bases cristianas más comprometidas una clamorosa demanda de Reforma de la Iglesia. Casi brama la rebelión. Es imposible que no se produzcan grandes mutaciones, una verdadera metamorfosis en la Iglesia. Pues bien ¡se lo debemos a Wojtyla! Por haber tensado tanto la cuerda, está a punto de romperse. Y lo digo como algo positivo porque estoy seguro que el movimiento de Jesús tiene mucho que hacer.
Al llegar Wojtyla ya se había iniciado el desencanto del Vaticano II. En los últimos años de Pablo VI la curia romana había retomado las riendas de la cristiandad y utilizando las propias ambigüedades de los textos conciliares (que traicionera es la ambigüedad que se presenta como consenso) comenzaba un proceso de relectura a la luz del Vaticano I, incluso de Trento. Hoy no sería cuestión de resucitar el Vaticano II. Cumplió su papel. Dio un golpe impresionante de timón, pero más que como punto de llegada es preciso tomarlo como decisivo punto de partida. Porque aunque la orientación del concilio y la recepción de las bases eclesiales marcaron un buen rumbo, no es seguro que aquel aggiornamento hubiera bastado a encarar el cambio de época y de paradigma dicen que el mayor conocido desde el neolítico- que hoy es imperioso. En este contexto interpreto como positivo el frenazo y retroceso de Juan Pablo II. El dique descomunal de contención que ha ido levantando en todos los ámbitos está recibiendo una tal presión de las aguas acumuladas que cuanto más se empecine el dique en impedir el flujo normal del cauce antes estallará. Pero el punto de ruptura tal vez aún no se haya conseguido. Aún hay demasiada atonía en las bases cristianas. Aún prevalece el aguante sobre la rebeldía: son siglos, muchos siglos de entender la sumisión como la esencia de la religión cristiana. Aún queda mucha libertad interior por recuperar por el creyente de a pie. Tal vez es preciso tensar mas la soga. Y para lograrlo, tal vez vendría que ni pintado un papa como Ratzinger.
Se dirá que soy poco providencialista, incluso cínico. Así es, estoy convencido de que hay que analizar y afrontar la realidad como si Dios no existiese (Bonhoeffer). Que en términos menos secularizados es lo que ya atribuyen a Ignacio de Loyola: Confía en Dios como si todo dependiese de él y actúa como si todo dependiese de ti (que es decir como si Dios no existiese). Por eso, el más laico a propósito del Espíritu Santo en el cónclave fue el comentario del mismo Ratzinger que puso cautelosamente mucha agua en ese vino... Vamos, como que el Espíritu Santo no lo hacía todo. Así lo creo, el Espíritu no sopla donde quiere sino donde le dejan. O como dice el chiste Los hombres tienen muchos pajaritos en la cabeza, sólo los cardenales creen que es el Espíritu Santo.
Lo que hace que no las tenga todas conmigo es que este cardenal, siempre inteligente y, en tiempos muy abierto y amigo de H. Küng, no es la primera vez que cambia de chaqueta, como hizo cuando de Tubinga pasó a Roma. Eclesalia.
Logroño 17 abril 2005
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