buenos días
Y EL VERBO SE HIZO... ¡HOMBRE!
JAVIER LÓPEZ DÍAZ, sacerdote Terciario Capuchino; javierlopezdiaz@hotmail.com
LUBLIN (POLONIA).
ECLESALIA, 21/11/06.- No hace mucho un amigo mío me preguntaba: ¿Qué es más fácil, hacer una genuflexión ante el sagrario al entrar en la capilla o inclinar la cabeza ante un hermano y decirle buenos días?. -Creo que hacer la genuflexión ante el sagrario. Al menos tenemos la seguridad de que no nos va a mirar mal, le respondí con cierta ironía, y añadí: Creo que nos resulta más fácil servir a Dios que a los hombres, y además es mucho menos comprometido.
Yo he celebrado la misa con hermanos que no se hablaban entre ellos; he rezado salmos días en los que en el fondo -y mientras los recitábamos juntos a coro y casi de memoria- yo mismo estaba rabiando contra alguno de los que se sentaba conmigo, en la misma capilla. He visto sacerdotes celebrar la Eucaristía con la misma actitud con la que un director exigente ensaya una obra de teatro -con bronca por medio y todo- y donde lo más importante parece que era que todo se hiciese como está mandado. He salido de iglesias sin haber cruzado una sola palabra con el que se sentaba a mi lado. He realizado el gesto de paz sin siquiera mirar a los ojos de aquel a quien tendía la mano. Hasta he visto darse codazos por un puesto en la fila para ir a comulgar...
Y me he quedado pensando: ¿Tiene sentido? ¿Qué estamos haciendo? ¿En qué estamos convirtiendo nuestra fe y nuestra liturgia? ¿En un conjunto de ritos vacíos de contenido? ¿En una representación? Mientras tanto las iglesias se van quedando cada vez más vacías. Lo cual en sí no sería del todo preocupante si pensamos que la fe, vivida como opción desde la radicalidad y el convencimiento, va camino de volver a ser cosa de unos pocos. Lo malo no es que las iglesias se queden vacías: lo malo puede llegar a ser que las comunidades se quedan como muertas.
Leo los evangelios y en ocasiones me veo reflejado... en los fariseos, con su carga de dogmas y prohibiciones que esclavizaban. Mientras, Jesús comía y bebía con pecadores. A los que se empeñaban en llamar a Jesús el Hijo de Dios (¿eres tú el hijo de Dios o tenemos que esperar a otro?) él respondía autodenominándose el Hijo del Hombre, que no tiene donde reclinar la cabeza. Proclamamos a diario en el rezo del Angelus que el Verbo se hizo carne, pero seguimos sin descubrir a Dios en los hombres y mujeres que nos rodean. Seguimos oponiendo lo humano a lo divino, sin caer en la cuenta que con la encarnación de Jesús, el Hombre y Dios se abrazan, lo divino y lo humano se funden. Dios está en el Hombre y por tanto también allí podemos encontrarlo. Los paraísos lejanos, la otra vida, que sea lo que Dios quiera. Así que el Reino de Dios no está tan lejos. Estará donde nosotros lo construyamos, estará donde nosotros queramos que esté.
Mañana cuando entre en la capilla lo primero que haré será decir buenos días. Y luego, de camino a la sacristía haré la preceptiva genuflexión (en caso de duda ya se sabe) ante el sagrario. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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