ayer y hoy
LA UTOPÍA AYER Y HOY
JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ
ALGEZIRAS (CADIZ).
ECLESALIA, 11/01/06.- Un amigo me decía hace unos días: al escucharte se puede pensar que eres un utópico. Mi respuesta no se hizo esperar: Me encanta que me puedan considerar utópico porque la utopía da origen y favorece la ilusión y las ganas de encontrarle sentido a la vida. Me vino a la mente la imagen de los Reyes Magos (Mt.2). Después de la Navidad viene la Epifanía, el Día de Reyes. La ilusión se palpa y los sentimientos de agradecimiento también se repiten.
Sin embargo, los que tienen el poder se inquietan ante la simple luz de un Niño. Ellos no quieren inclinarse ante la humilde realidad. Cuando los oyó el rey Herodes, se turbó, y todo Jerusalén con él. Entonces reuniendo a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, indagó de ellos dónde había de nacer el Cristo. Pero tú, Belén, pueblo pequeño y humilde, no temas a los que te rodean de muros para ahogarte. De los humildes vendrán los cambios que necesitan nuestra sociedad. Ahí está el reto.
Entonces -y ahora- Herodes llamó (y llama) a los Magos en secreto y se cercioró con ellos del tiempo en que había aparecido la estrella. Y enviándolos a Belén, dijo: Id y buscad con diligencia al niño; y cuando le encontréis, avisadme para que yo también vaya y le adore. Pero en boca de Herodes, ayer y ahora, la religión es una hipocresía. Es fácil la manipulación. Sólo los humildes, los que buscan apasionados por la utopía, tienen limpio el corazón para buscar y adorar.
Ellos, después de oír al rey, se marcharon, y la estrella, que habían visto en Oriente, iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella experimentaron una grandísima alegría. También en ocasiones, cuando las cosas se hacen difíciles en los momentos actuales, si miramos al Cielo, incluso en las noches más oscuras, encontraremos una estrella que nos guíe hacia el Niño que todos llevamos dentro.
Entraron en la casa y vieron al Niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Le ofrecieron oro como Rey, incienso como Dios y mirra como Hombre. Estos Magos muy bien pueden representar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. La pregunta interior vendría a plantearnos qué ofrecemos cada uno de nosotros. Pero no una vez al año, sino cada día y a las personas que nos rodean.
Luego, habiendo sido avisados en sueños que no volvieran a Herodes, regresaron a su país por otro camino. Belén transformó a los Magos en hombres Nuevos. La verdadera oración les cambió para regresar a la realidad de la vida sin hacer daño. Hoy ir hacia el Niño es andar por caminos de sencillez. Es ponerse en fila, como un pecador más, para ser purificado en la carne mortal y transformar a la humanidad en divinidad.
En la adoración de los Magos, en la Epifanía, en la ilusión de los niños y de las utopías de muchos se manifiesta la grandeza de Dios en estos días y en esta época. Sólo las grandes personas, zambullidas en la realidad humilde de la vida, son capaces de lanzarse hacia los grandes ideales. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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