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educación cristiana

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LA EDUCACIÓN CRISTIANA EN LA “GRAVISSIMUM EDUCATIONIS” DEL CONCILIO VATICANO II
JOSÉ ÁNGEL SUÁREZ PINIELLA, profesor de religión

ECLESALIA, 12/09/06.- Son muchas las conversaciones, las publicaciones, los artículos de opinión, las homilías, los cursos, etc, en donde todo el mundo perece querer apuntarse el tanto del Concilio. Y no podría ser de otra manera ya que, dado el impulso que supuso para una adecuada renovación de la vida de nuestra querida Iglesia y de los distintos ámbitos relacionados con ella (sirvan de ejemplo el teológico, el bíblico, el litúrgico...), cualquier persona que hoy pretenda argumentar a cerca de temas eclesiales (pastoral, teología, espiritualidad, ecumenismo, educación...) habrá de fundamentar sus reflexiones y afirmaciones u opiniones en el citado concilio, auténtico fruto del Espíritu Santo y vendaval de vida evangélica.

Así es que, conociéndolo o no, todos acudimos a él pretendiendo demostrar que estamos en posesión de la verdad. A todos se nos llena la boca con el Concilio Vaticano II, aunque lo desconozcamos (opino que, en el fondo, sigue siendo el gran desconocido y no sólo para los laicos). Lo citamos constantemente pero, ¿lo hemos leído, meditado, orado, e incorporado a nuestra vida?, cuando pretendemos mantener esas posturas de “radicalismo evangélico”, y enmendamos la plana (eso sí, proféticamente) a un obispo, al Papa, a la jerarquía o a otros hermanos, desde una posición de “fidelidad” al Jesús del Evangelio, ¿estamos seguros de estar de parte del Vaticano II o quizá, por el motivo que sea, en ciertos casos nos olvidamos del concilio? ¿o es qué también somos selectivos con los textos conciliares (éste sí, el otro no)?

En estos últimos tiempos, en el actual contexto por el que pasa la educación religiosa escolar, hemos tenido que leer y escuchar las más variadas opiniones. Algunas, extraeclesiales, con más o menos fortuna y fundamento (alguna burrada también); algunas otras, las que a mi personalmente más me duelen, son posiciones intraeclesiales de hermanos que, aún cargados de buena intención, y con todos mis respetos, o desconocen o prefieren ignorar aquella palabra con la que el Vaticano II nos puede iluminar a cerca de la educación y de la escuela. Y si digo que estas posiciones de hermanos creyentes me duelen de forma especial es porque: 1º) lo que está en juego son derechos y libertades fundamentales de la persona, y por tanto su dignidad. 2º) también está en juego la propia unidad eclesial, y no en cualquier tema, sino en algo tan importante como la propia evangelización, es decir, algo que toca la esencia misma de la Iglesia, cuyo sentido y razón de ser es continuar la misión de Jesús de anunciar el Evangelio, y esta tarea, como nos enseña el Concilio, también es cosa de la escuela. 3º) En un ambiente tremendamente secularizado, hoy, entre los católicos, parece que existen palabras tabú: jerarquía, servicio, misión, autoridad, apostolicidad, magisterio, etc. De tal forma que abunda el relativismo, el todo vale, el opinar de todo y muchas veces sin fundamento – enorme problema con el que nos encontramos aquellos que desempeñamos labores docentes- el ir por libre, el individualismo, la falta de comunión.

Por todo ello (también con buena voluntad y siendo consciente de mis limitaciones pues no soy ningún experto en el Concilio) he intentado sencillamente acercarme al documento conciliar que trata de la problemática de la educación y, tras la lectura y reflexión, compartir lo que allí se nos dice a los que nos llamamos seguidores de Cristo, y a todas las personas de buena voluntad.

Dice el concilio: “…A la Iglesia, que debe atender toda la vida del hombre, incluida la material, y tiene que cumplir el mandamiento recibido de Cristo su fundador, de anunciar a todos los hombres el misterio de la salvación e instaurar todas las cosas en Cristo, le toca también una parte en el progreso y en la extensión de la educación”.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES

Declara El Concilio que los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a aceptarlos con adhesión personal, y también a que se les estimule a conocer y a amar más a Dios.

Todo ello en orden a la formación y a la madurez de la persona humana, considerada integralmente, y al bien común.

Más también busca que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación.

Por lo que respecta a los educadores, los padres son los primeros y principales educadores (la familia es la 1ª escuela de virtudes sociales…). Para los padres cristianos es un grave deber favorecer una educación integral y para ello necesita de la ayuda de toda la sociedad.

Es, por tanto, una obligación y un derecho de los padres, que debe estar garantizado por los poderes públicos, gozar de absoluta libertad para escoger tanto la escuela como el tipo de educación moral y religiosa que deseen para sus hijos, de contar con los agentes educativos que deseen y de crear escuelas e institutos propios.

Dicho derecho debe estar tutelado por la sociedad civil, conforme a los principios de libertad religiosa y subsidariedad, aún en las escuelas no-católicas.

Por lo que respecta a la Iglesia, ésta tiene el derecho y el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación, de dar a sus hijos una educación que llene su vida del espíritu de Cristo, y ayudar a todos los pueblos a promover la perfección humana de la persona y el bien de la sociedad.

Como medios imprescindibles para la educación cristiana, junto con la instrucción catequética, la liturgia, los medios de comunicación social, los grupos culturales y deportivos, y las asociaciones juveniles, están las escuelas. Es más, a decir de la Gravissimum Educationis, el medio de mayor importancia es la escuela. Una escuela en la que la función de los maestros y profesores católicos es un verdadero apostolado, conveniente y necesario en nuestros tiempos y un verdadero servicio prestado a la sociedad, además de ser presencia de la Iglesia en el mundo de hoy.

Por último decir que el Concilio exhorta al fomento de la colaboración y la coordinación entre la escuela católica y las demás escuelas, como exige el bien común. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


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