aguafiestas
A LOS AGUAFIESTAS DE LA VIDA
JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ
ALGEZIRAS (CÁDIZ)
ECLESALIA, 03/03/06.- Durante mucho tiempo a los moralistas les costó ver con ojos limpios el papel del cuerpo y la sexualidad en el desarrollo de la persona humana. Parece que el cuerpo como fuente de felicidad y placer les estaba vetado. Las fuentes de todo pecado las encontraban, de forma especial, en el sexo como si éste fuese un añadido del mal en la persona humana. Apenas algunos moralistas o predicadores se atrevían a denunciar las injusticias sociales. Y todo debido a una mala interpretación de las mismas palabras de Jesús. Hoy, tal vez más que nunca, es necesario volver al auténtico Evangelio e interpretarlo en su genuino significado y cómo y para qué fueron dichas sus palabras.
Si difícil es comprender el modo de pensar y de actuar de las personas de nuestra época y de nuestro entorno, mucho más trabajo cuesta profundizar en las ideas y mentalidades de otras culturas y de otras épocas pasadas. Después de algo más de veinte siglos es necesario volver a las fuentes, con sus contenidos reales y sus circunstancias concretas orientales, para poder llegar a descubrir lo que esos textos y aquellos hechos nos dicen a los que vivimos en el siglo XXI y con una mentalidad occidental.
Jesús de Nazaret nunca fue un aguafiestas. Se relacionó con todos y fue un ser humano encarnado en la realidad histórica de su tiempo y de su pueblo. Sin embargo, las exigencias que puso Jesús a los que quisieran ser sus discípulos no siempre han sido bien interpretadas. El que quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga ¿Acaso estas palabras pueden interpretarse como un llamamiento a refrenar, reprimir los valores de la autoestima? ¡De ninguna manera ! La expresión oriental negarse a sí mismo significa sencillamente vivir dando la cara por los demás, no ser egoísta, vivir para los otros.
Además, cargar con la cruz no es buscar la cruz sino cargar con ella cuando los intolerantes te la coloquen en las espaldas al verte que vives dando la cara por los demás, cuando te intenten tratar como tonto y acabar con tu estilo de vida. Ahí es donde está el compromiso y la valentía de coger la cruz para seguir luchando, a pesar de las risas de unos cuantos que sólo saben actuar en beneficio propio. Negarse a sí mismo y cargar con la cruz es necesario para seguir a Jesús. Y seguir en el sentido bíblico no es sinónimo de imitar. ¿Quién podría imitar a Jesús sin desanimarse? Nunca dijo Jesús que lo imitáramos sino que le siguiéramos. Seguirle cada uno, según sus cualidades y circunstancias, encontrando su propio modo de ser y vivir de cara a los demás y así seguirle hasta la muerte, con la convicción, basada en la fe, de que al final no es la cruz,- que sólo es un paso- sino la resurrección, la alegría definitiva, la vida la que da sentido a la propia existencia.
Vivir el evangelio en los momentos actuales es buscar la felicidad personal y la de los demás, denunciando todo tipo de injusticia, luchando contra los sufrimientos humanos que nos pueda traer el vivir cotidiano. Jesús no buscó el sufrimiento, no se calló ante la injusticia, no se resignó ante el dolor humano. Por eso lo mataron: por hablar, por denunciar, por luchar constantemente a favor de la felicidad de los más pobres, de los enfermos, de los marginados, de los desgraciados y de todos los que quieran aceptar su servicio. Esa fue la cruz que le vino encima y esa es la cruz que está esperando a sus seguidores.
Para desgracia de los aguafiestas Jesús no buscó el sufrimiento ni quiere que lo busquemos nosotros. Pero, nunca fue un cobarde ni quiere que sus seguidores lo seamos tampoco. Nos invita a no huir asustados cuando nuestra acción a favor de los más pobres y del evangelio se vea atacada por los grandes del pueblo: sumos sacerdotes, letrados o senadores. Jesús no nos invita a sufrir, sino a amar. Sabemos que la vida vale más que todas las riquezas del mundo. Y también sabemos que negarse a sí mismo y tomar la cruz es luchar por la vida, dedicarla al amor, es gastarla en la conquista de la felicidad, la más extensa, la más profunda, la que nace del amor compartido. Al cristiano actual no le basta con recordar la vida, pasión y muerte de Jesús un año más; hay que cargar con la cruz que te imponen, que es la tuya y seguirle haciendo presente hoy la Resurrección del Cristo con la vida y los hechos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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