buena nueva
LA BUENA NOTICIA DE DIOS EN EL SIGLO XXI
Antonio Zugasti
ECLESALIA, 22/12/05.- Por aquellos días salió un edicto del emperador Jorge
ordenando que todos los pueblos pobres pagaran el dinero que sus procónsules
y virreyes habían recibido de los prestamistas imperiales. En vano
suplicaron los
pueblos: "Nuestros gobernantes dedicaron la mayor parte del dinero a comprar
vuestras armas o lo pusieron a su nombre en vuestros bancos y empresas.
Nosotros
apenas recibimos nada, y lo poco que recibimos lo hemos devuelto con creces"
"No -respondió el emperador- debéis pagarlo todo y con los intereses que
nosotros os pongamos. Y mientras no lo hagáis, debéis permitir que nuestras
empresas exploten vuestras riquezas naturales, y seguiréis fielmente las
normas que os dicte el FMI."
Entonces sobrevino una gran hambre en todos aquellos pueblos. José era
carpintero en una remota región de África. El taller donde trabajaba tuvo
que cerrar, pues los muebles los fabricaba más baratos una multinacional con
novísimos instrumentos y muy bajos jornales. José se quedó sin trabajo y no
encontraba medio de alimentar a su familia. Entonces tomó a su esposa,
María, que estaba encinta, y emprendió un largo camino hacia las tierras
donde había comida abundante hasta para los perros y leche para los gatos.
Allí, donde la televisión mostraba que todos eran felices, tenían suntuosas
viviendas, potentes automóviles y se perfumaban con esencias que cautivaban
a hombres y mujeres.
Pasando grandes trabajos, lograron alcanzar la orilla del mar y se
embarcaron para llegar a los países del norte. Y sucedió que mientras
estaban allí, se le cumplieron a María los días del alumbramiento, y dio a
luz a su hijo, lo envolvió en una vieja camisa y lo acostó en el fondo de la
patera, porque no había sitio para ellos en el barco.
En la playa donde llegaron estaban unos pescadores que remendaban sus redes
y se preparaban para la faena. Cuando vieron al niño y a su madre, el
Espíritu de Dios los envolvió con su luz, y ofrecieron al niño y a sus
padres, ropa seca, leche caliente y refugio en sus sencillas casas.
Por la mañana unos voluntarios de Andalucía Acoge fueron preguntando: "Hemos
recibido un mensaje de que ha llegado una patera con un niño recién nacido.
Queremos saber dónde está y tratar de ayudarles". La noticia llegó al
gobernador de aquellas tierras que airado ordenó a sus guardias buscar a los
recién llegados para expulsarlos inmediatamente. Pero los voluntarios
recibieron un nuevo mensaje y llegaron hasta donde estaba el niño con sus
padres. Entrando, les dieron la bienvenida y les ofrecieron toda su ayuda.
Al salir, se decían admirados: "El Señor Todopoderoso nos visita en la
pobreza y debilidad de este niño". Y su corazón se llenó de alegría, paz y
amor. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus
artículos, indicando su procedencia).
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