nueva misión
DEL SIGLO DE LAS MISIONES A LA ERA DE LAS RELIGIONESEn el Aula Pedro Arrupe de Madrid* />JUAN MASIÁ, jesuita, facultad de teología de la Universidad Pontificia de Comillas
MADRID.
ECLESALIA, 31/10/05.- San Francisco Javier no podía evitar las limitaciones de su tiempo. Él creía que muchos no bautizados no se podrían salvar. Hoy estamos ante un cambio radical de teología: el paso del siglo de las misiones a la Nueva Misión: las religiones unidas para ayudar al mundo a descubrir la humanidad y la espiritualidad.
Ya a mediados del siglo XX se hablaba de Europa como país de misión. Tras el Vaticano II, se unió misión y promoción humana. En los años setenta, nuevo giro: misión y liberación. Vinieron luego dos décadas y media de marcha atrás con Juan Pablo II. Disimulando con el pretexto de la nueva evangelización se desactivan tres fuentes de energía evangélica: la liberación, la inculturación y el encuentro interreligioso. El reto hoy es la Nueva Misión, un cambio radical en veinte siglos de historia. Necesitamos, decía en el Concilio Pedro Arrupe, "un nuevo aprendizaje": que el evangelizador sea evangelizado, "mayor aprecio de las culturas, abandonando sentimientos de superioridad". Para eso, hay que elegir entre una iglesia que va a traducir lo que ya cree saber y una iglesia que aprende lo que no sabe.
Juan Pablo II admitía un "enriquecimiento recíproco" en el "diálogo interreligioso" (Redemptoris missio, n.55), pero el afán por suprimir pluralismo y disentimiento restaba garra a sus afirmaciones. Llegó a decir que "el diálogo debe ser conducido con la convicción de que la Iglesia es el camino ordinario de salvación y sólo ella posee la plenitud de los medios de salvación" (n.55). Esta teología, más afín a la de Javier que al Vaticano II, culminó en la declaración Dominus Jesus (CDF, 2000), un jarro de agua fría sobre los esfuerzos ecuménicos e interreligiosos. ¿Por qué tanto miedo a lo que no amenaza, sino vivifica? ¿Por qué no abrir ventanas al aire fresco del Espíritu, como recomendaba Juan XXIII, el Bueno?
Id por todo el mundo y haced discípulos. Para cumplir este encargo de Jesús, formando comunidades aprendices de su Camino, hay que "ir a escuchar, ir y aprender de todas las gentes". No que aprendan de nosotros, sino que aprendamos juntos. Judíos, cristianos, musulmanes y budistas aprenderán criticando sus respectivas trayectorias misioneras y pensando juntos "la Nueva Misión". No la conversión de una religión a otra, sino la conversión de todas a la humanización y la espiritualidad. ¿Nada más? Y nada menos. Jesús promovió humanización y religiosidad al exigir: "el sábado para el ser humano y no éste para el sábado". Para ir sin miedo a la "Nueva Misión", renunciemos al monopolio de la bondad o esperanza, a las exclusivas de salvación. El Reino de los cielos va más allá de las fronteras visibles de las iglesias. El Espíritu actúa dentro y fuera de ellas. La "Nueva Misión" no incrementará el propio grupito "de dentro"; descubrirá la Presencia del Misterio allí fuera". Ya no diremos: fuera de esta iglesia no hay salvación", sino "donde hay salvación, allí actúa el Espíritu". Donde se promueven liberación, fraternidad y esperanza, germina lo que Jesús llamó el Reino. Cada comunidad dirá con el Bautista: "No somos Cristo, sólo preparamos su camino".
A veces las religiones se convierten en obstáculo para el encuentro con lo sagrado. Dice la parábola budista que una balsa sirve para cruzar el río; luego, se la deja en la orilla para seguir caminando. Pero las iglesias caminan con la balsa a cuestas y, en el peor de los casos, la convierten en arma arrojadiza para defender fanatismos.
Decían los obispos japoneses en el Sínodo asiático: Jesucristo es Camino, Verdad y Vida; pero, antes de acentuar la Verdad, practiquemos su Camino y Vida. La Iglesia ha de salir de sí, como Jesús; abriendo el corazón a las otras religiones, ser minoría modesta, evangelizar con más énfasis en el camino que en la especulación y aprovechar en su liturgia la capacidad de celebrar de la propia cultura.
Se agradece este lenguaje en boca de obispos. Da gusto que haya obispos que hablen con ese tono. Nos animan a animarnos mutuamente para la Nueva Misión. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
*Resumen de la conferencia pronunciada el 26-X-05, en Madrid, en el Aula Pedro Arrupe, de los jesuitas.
MADRID.
ECLESALIA, 31/10/05.- San Francisco Javier no podía evitar las limitaciones de su tiempo. Él creía que muchos no bautizados no se podrían salvar. Hoy estamos ante un cambio radical de teología: el paso del siglo de las misiones a la Nueva Misión: las religiones unidas para ayudar al mundo a descubrir la humanidad y la espiritualidad.
Ya a mediados del siglo XX se hablaba de Europa como país de misión. Tras el Vaticano II, se unió misión y promoción humana. En los años setenta, nuevo giro: misión y liberación. Vinieron luego dos décadas y media de marcha atrás con Juan Pablo II. Disimulando con el pretexto de la nueva evangelización se desactivan tres fuentes de energía evangélica: la liberación, la inculturación y el encuentro interreligioso. El reto hoy es la Nueva Misión, un cambio radical en veinte siglos de historia. Necesitamos, decía en el Concilio Pedro Arrupe, "un nuevo aprendizaje": que el evangelizador sea evangelizado, "mayor aprecio de las culturas, abandonando sentimientos de superioridad". Para eso, hay que elegir entre una iglesia que va a traducir lo que ya cree saber y una iglesia que aprende lo que no sabe.
Juan Pablo II admitía un "enriquecimiento recíproco" en el "diálogo interreligioso" (Redemptoris missio, n.55), pero el afán por suprimir pluralismo y disentimiento restaba garra a sus afirmaciones. Llegó a decir que "el diálogo debe ser conducido con la convicción de que la Iglesia es el camino ordinario de salvación y sólo ella posee la plenitud de los medios de salvación" (n.55). Esta teología, más afín a la de Javier que al Vaticano II, culminó en la declaración Dominus Jesus (CDF, 2000), un jarro de agua fría sobre los esfuerzos ecuménicos e interreligiosos. ¿Por qué tanto miedo a lo que no amenaza, sino vivifica? ¿Por qué no abrir ventanas al aire fresco del Espíritu, como recomendaba Juan XXIII, el Bueno?
Id por todo el mundo y haced discípulos. Para cumplir este encargo de Jesús, formando comunidades aprendices de su Camino, hay que "ir a escuchar, ir y aprender de todas las gentes". No que aprendan de nosotros, sino que aprendamos juntos. Judíos, cristianos, musulmanes y budistas aprenderán criticando sus respectivas trayectorias misioneras y pensando juntos "la Nueva Misión". No la conversión de una religión a otra, sino la conversión de todas a la humanización y la espiritualidad. ¿Nada más? Y nada menos. Jesús promovió humanización y religiosidad al exigir: "el sábado para el ser humano y no éste para el sábado". Para ir sin miedo a la "Nueva Misión", renunciemos al monopolio de la bondad o esperanza, a las exclusivas de salvación. El Reino de los cielos va más allá de las fronteras visibles de las iglesias. El Espíritu actúa dentro y fuera de ellas. La "Nueva Misión" no incrementará el propio grupito "de dentro"; descubrirá la Presencia del Misterio allí fuera". Ya no diremos: fuera de esta iglesia no hay salvación", sino "donde hay salvación, allí actúa el Espíritu". Donde se promueven liberación, fraternidad y esperanza, germina lo que Jesús llamó el Reino. Cada comunidad dirá con el Bautista: "No somos Cristo, sólo preparamos su camino".
A veces las religiones se convierten en obstáculo para el encuentro con lo sagrado. Dice la parábola budista que una balsa sirve para cruzar el río; luego, se la deja en la orilla para seguir caminando. Pero las iglesias caminan con la balsa a cuestas y, en el peor de los casos, la convierten en arma arrojadiza para defender fanatismos.
Decían los obispos japoneses en el Sínodo asiático: Jesucristo es Camino, Verdad y Vida; pero, antes de acentuar la Verdad, practiquemos su Camino y Vida. La Iglesia ha de salir de sí, como Jesús; abriendo el corazón a las otras religiones, ser minoría modesta, evangelizar con más énfasis en el camino que en la especulación y aprovechar en su liturgia la capacidad de celebrar de la propia cultura.
Se agradece este lenguaje en boca de obispos. Da gusto que haya obispos que hablen con ese tono. Nos animan a animarnos mutuamente para la Nueva Misión. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
*Resumen de la conferencia pronunciada el 26-X-05, en Madrid, en el Aula Pedro Arrupe, de los jesuitas.
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