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HERMANO MÍO, HERMANA MÍA
ROBERTO BORDA DE LA PARRA
MADRID.
ECLESALIA, 06/10/05.- Hermano mío que estas aquí al lado, hermana mía con quien comparto, seguro, la tierra que pisamos, no es mucho pero es lo esencial.
Respetado sea tu nombre; en todas las lenguas del mundo. Hagamos juntos una tierra que no explote a nadie;
que a nadie relegue a los márgenes. Una tierra en la que todo aquello que es un regalo; el agua, el alimento, el viento, el suelo...este en manos de todos; y de esta forma el reino de Aquel al que llamamos Padre vaya viniendo;
a la tierra, al mar, a cada rincón donde un hermano se siente amado y dispuesto a amar.
Que nuestro pan, hermano, sea el de hoy, y si hoy alguno de los dos no tiene pan, llame a la puerta del otro, tal vez nos quedemos con el estomago medio vacío, pero nunca con el corazón reseco; porque mi mesa es tu mesa, y mi casa, no es mi casa, es casa de todos.
Y perdóname si en algún momento todo esto se me olvida; y de repente creo que nuestro Padre no es tan nuestro y es más mío, perdóname y ayúdame. Recuérdame, entonces que el dolor del mundo es también mío y que si yo voy diciendo que mi Padre es nuestro, no puedo volver mis ojos, parar mis manos.
Y no te preocupes, este pacto es mutuo, si yo en algún momento me siento ofendido por ti, te lo haré saber. De esta forma podremos construir de nuevo; que la forma de librar del mal a nuestra tierra es sintiendo sus males, y a partir de la vida compartida con el hermano... construir, caminar, amar.
A si sea. Hermano.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
ROBERTO BORDA DE LA PARRA
MADRID.
ECLESALIA, 06/10/05.- Hermano mío que estas aquí al lado, hermana mía con quien comparto, seguro, la tierra que pisamos, no es mucho pero es lo esencial.
Respetado sea tu nombre; en todas las lenguas del mundo. Hagamos juntos una tierra que no explote a nadie;
que a nadie relegue a los márgenes. Una tierra en la que todo aquello que es un regalo; el agua, el alimento, el viento, el suelo...este en manos de todos; y de esta forma el reino de Aquel al que llamamos Padre vaya viniendo;
a la tierra, al mar, a cada rincón donde un hermano se siente amado y dispuesto a amar.
Que nuestro pan, hermano, sea el de hoy, y si hoy alguno de los dos no tiene pan, llame a la puerta del otro, tal vez nos quedemos con el estomago medio vacío, pero nunca con el corazón reseco; porque mi mesa es tu mesa, y mi casa, no es mi casa, es casa de todos.
Y perdóname si en algún momento todo esto se me olvida; y de repente creo que nuestro Padre no es tan nuestro y es más mío, perdóname y ayúdame. Recuérdame, entonces que el dolor del mundo es también mío y que si yo voy diciendo que mi Padre es nuestro, no puedo volver mis ojos, parar mis manos.
Y no te preocupes, este pacto es mutuo, si yo en algún momento me siento ofendido por ti, te lo haré saber. De esta forma podremos construir de nuevo; que la forma de librar del mal a nuestra tierra es sintiendo sus males, y a partir de la vida compartida con el hermano... construir, caminar, amar.
A si sea. Hermano.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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