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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

reformada

Declaración de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII

ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS JUAN XXIII, 11/04/05

MADRID.

ECLESALIA, 14/04/05.- Al examinar la trayectoria de los últimos papas en la Iglesia católica advertimos coincidencias teológicas y pastorales de fondo, junto a notables diferencias, que provienen de los rasgos personales del sucesor de Pedro, de los problemas que conciernen a la vida y misión de los cristianos y de la atención que la dirección papal presta a los acontecimientos sociales, políticos, económicos y culturales que afectan a la humanidad, especialmente en el Tercer Mundo.

1. Juan Pablo II, cuya vida ha sido ensalzada por los católicos más fervorosos y cuya muerte ha sido llorada por millones de fieles, tuvo que enfrentarse en los albores de su pontificado a dos hechos mayores: la implantación del régimen soviético en media Europa y las convulsiones derivadas del Vaticano II, concilio reformador sin precedentes, celebrado en una Iglesia habituada a permanente estabilidad, sin apenas cambios. El nuevo papa tiene ante sí nuevos retos.

2. El establecimiento de la democracia en países sometidos largo tiempo a dictaduras prolongadas trajo consigo la llegada de la sociedad de consumo, de corte neo-liberal, globalizadora y secular. Creencias, ritos y prácticas cristianas se conmovieron. El modo de entender la vida de los católicos y la misión de la Iglesia en el papado de Juan Pablo II despertó grandes alabanzas y no pocas críticas. Lo que en el Vaticano II fue aggiornamento o reforma de la Iglesia, se transformó en el posconcilio en estabilidad firme y restauración. Subsisten en la Iglesia problemas de comunión interna y de entendimiento de su misión en la sociedad.

3. En este momento se debate la dirección de la Iglesia entre un nuevo papa presidencialista y carismático, comunicador y celebrante, dotado de gran personalidad, profundamente religioso, viajero y predicador universal, fiel defensor de la tradición, al estilo de Juan Pablo II, y otro que defienda firmemente la sinodalidad eclesial, delegue algunas de sus funciones en las conferencias episcopales, escuche el parecer de diferentes teólogos y científicos, se dirija a los católicos y al mundo al unísono con el episcopado, invite a que las diócesis se inculturen en sus pueblos respectivos y no suplante el magisterio de los prelados locales.

4. Creemos que esto exige cambios, como la supresión del colegio cardenalicio (el nombramiento del papa lo debiera hacer el sínodo de obispos) y la eliminación de las nunciaturas (el papa debiera de renunciar a ser jefe de Estado). Pensamos que deberían delegarse funciones hasta ahora papales en las conferencias episcopales, simplificar la curia romana, dar entrada a hábitos democráticos que faciliten la participación de todos los católicos, revisar el procedimiento para nombrar obispos y los modos operativos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, permitir la ordenación de personas casadas, aceptar el ejercicio de la mujer en la Iglesia a todos los efectos, tomar en serio la práctica del ecumenismo, fomentar el diálogo interreligioso y defender la justicia y la paz desde la solidaridad con los pobres y excluidos y el compromiso por su liberación, como lo hizo Jesús de Nazaret. La Iglesia de Jesucristo debe ser reformada constantemente a la luz del evangelio y de los “signos de los tiempos”.

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