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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

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CONSTRUYENDO HOGARES DE ESPERANZA
H. JUAN CARLOS SANZ MIGUEL, coordinador de la casa Pacii en “Centrul Sfâtul Marcellin Champagnat”
BUCAREST(RUMANÍA).

ECLESALIA, 24/03/09.- Los más pequeños de la casa estaban haciendo los deberes que les habían puesto en la escuela. No había pasado mucho tiempo cuando Alina, una niña de 10 años, empezó a lloriquear y a protestar en voz alta diciendo:

- ¡Jo son muy difíciles estas actividades!
- ¿Por qué ponen actividades tan horribles?
- ¡No las sé hacer y no las voy a hacer!

Me acerqué hasta ella para comprobar la causa que le provocaba este malestar. Tenía abierto un cuaderno y copiaba algo del libro Educación Cívica. Me fijé y pude ver que lo que escribía estaba relacionado con el tema: „Mi familia”. La miré a los ojos y pude ver en ellos: duda, ansiedad y perplejidad.

Pronto caí en la cuenta de su malestar: Alina no ha tenido una familia, en el mismo hospital en el que nació fue abandonada por su madre. Siendo bebé oyó muchos tipos y tonos de voces, sintió muchas manos distintas: unas le daban el biberón, otras le cambiaban los pañales, pocas le dejaban juguetes en la cuna y de algunas hasta sentía su calor cuando la cogían. Muchas personas pasaban a su lado, pero nadie le dio lo que más necesitaba: cariño, esperanza, ternura, comprensión, confianza, dignidad, incondicionalidad, perdón, futuro... En su primera infancia no disfruto de la calidez de un hogar.

En Rumanía hay muchos menores que como Alina viven su niñez sin ninguna vinculación con la familia. Son muchos los niños y las niñas que tienen que sobrevivir solos, sin otro apoyo que ellos mismos. Según datos de la UNICEF en el año 2004 se produjeron unos 9.000 casos de abandono, de ellos aproximadamente 4.000 se produjeron en las maternidades y 5.000 lo fueron en secciones pediátricas de hospitales.

A los hermanos maristas esta realidad concreta nos interpeló y nos puso en movimiento para actuar concretamente. “Centrul Sfâtul Marcellin Champagnat” en Bucarest es la respuesta que como comunidad estamos dando a estos chicos y chicas que les ha tocado “en suerte” vivir sin familia. Son cuatro casas para un grupo significativo de menores (abandonados, huérfanos o carentes de protección familiar) que no tienen las condiciones normales para llegar a ser personas autónomas.

Ocho chicos y chicas, de edades comprendidas entre siete y dieciséis años, viven en cada una de las casas. Tres educadores se convierten para los habitantes de cada casa en sus adultos de referencia. Se cubren sus necesidades básicas (alimentación, ropa, material escolar, salud, actividades recreativas...) e inclusive la del afecto del que no han gozado en su corta historia. El conseguir un ambiente familiar en las casas es la tarea prioritaria de cada equipo de educadores. En la actualidad son 31 chicos y chicas los que están en el centro de los cuales 11 son abandonados, 6 mantienen una relación esporádica con la familia y 14 tienen relaciones que se pueden considerar normalizadas con su familia.

Han pasado dos años del inicio de las actividades en “Centrul Sfâtul Marcellin Champagnat” de Bucarest y desde el vivir de cada día constatamos cómo cambia la vida de los niños con los que estamos. Las caras tristes de las primeras fotos han dado paso a rostros sonrientes. Las miradas huidizas iniciales se han convertido en miradas francas y directas. Comprobamos cómo expresan más y mejor sus sentimientos, aumentan las muestras de cariño que se dan, han ganado en autoestima, se les nota más seguros y más serenos, sus relaciones de amistad son mas duraderas y los adultos seguimos sorprendiéndonos y riéndonos con frecuencia por algunas de sus muchas ocurrencias. También, han comprobado que nos alegramos con sus logros y que seguimos expectantes todos y cada uno de sus cambios.

Es cierto que no todos son éxitos y que aún nos queda un camino largo por hacer. Saben lo nerviosos que nos ponemos los mayores cuando les oímos llorar, hablar y utilizar tonos de bebés; esas regresiones suyas nos inquietan. Su atención y rendimiento escolar son aspectos que tienen que aumentar. El buen trato entre ellos tiene que seguir progresando. Les tiene que costar menos ir asumiendo responsabilidades en casa. Estamos seguros que sus ganas permanentes de jugar, -que a veces nos incomodan a los adultos- irán modificándose y se transformarán en un verdadero potencial.

Hemos puesto muchos elementos en juego para asegurar que estos chicos y chicas consigan hacer realidad el ser personas autónomas: les ofrecemos un hogar, tienen muchas capacidades, cuentan con personas a su lado que se ocupan de ellos, a cada uno se le valora y se le considera como único y por último juntos, educadores y menores, hemos abierto las puertas de un futuro que merezca la pena ser vivido. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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