amante
EL DIOS QUE ME HABLA
JAIRO DEL AGUA, jairoagua@orange.es
ECLESALIA, 11/10/07.- Tendría aquella preciosa niña unos seis años. En apenas unos segundos saltó la valla, tropezó y rodó por el parterre inclinado del parque hasta un grueso pino. Su mamá, aterrada, corrió hasta ella, la levantó, la examinó, la consoló y secó sus lágrimas. Fue después cuando la oí decir: ¿Lo ves? ¡Dios te ha castigado por desobediente!
Me acerqué y le comenté con una sonrisa: ¡No mujer, no! Dios no castiga, somos nosotros los que cometemos imprudencias, errores, malas decisiones. Y, naturalmente, sufrimos las consecuencias. Él actúa como tú has actuado: socorre, abraza y consuela cuando, por nuestra estupidez, nos herimos.
Le conté esta historia a mi amiga Oliva, una viejita risueña y amable, terciaria franciscana de mi Parroquia, cuya piedad siempre me admira. Me respondió con esa serenidad que ella derrocha:
- Es un ejemplo más de los "falsos dioses" que todavía anidan en el consciente o subconsciente de muchos cristianos. Caretas, caricaturas, rostros deformes, con los que retorcemos o negamos el verdadero rostro del Padre.
- ¿Tú tampoco crees en los "castigos de dios", Oliva?
- ¡Desde luego que no! El dios castigador y vengativo no es el revelado por Cristo. Las consecuencias de nuestros actos son cosa nuestra porque el privilegio de la libertad individual nos hace responsables de ellos. El sol no puede castigarnos con la oscuridad. El sol, por su naturaleza, siempre brilla. Es nuestra decisión de vivir en la caverna lo que nos convierte en alimañas.
- ¡Me gusta tu metáfora! La Luz sólo puede irradiar luz, como el Amor sólo puede dar amor. Negarlo sería una contradicción metafísica, un imposible.
- Ciertamente Jairo. Por eso el infierno no puede ser una creación divina, como algunos creen todavía. El infierno es la "negación del bien" decidida por la libertad del hombre. Estamos creados para ser felices siendo y practicando el bien. Cuando nos alejamos de ese objetivo, nos hundimos en la infelicidad. Cuanto más lejos más sufrimiento. Dios no castiga,
Dios llama. Recuerda: "Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él" (Jn 3,17). Ese versículo y los siguientes son maravillosos.
- Hay quien afirma que el infierno y el purgatorio comienzan en esta vida.
- Es lo que he querido decirte. El sufrimiento progresa a medida que te alejas de la profundidad de tu ser, que es un tesoro repleto de dones, o de valores, como decís ahora. Así nos han creado, aunque haya quien lo niegue o lo ignore. Unos se dan cuenta de lo que les hace sufrir distanciarse de ese "centro de la persona" y buscan la felicidad en su interior (la búsqueda del "reino de Dios" ¿recuerdas?). Otros se aferran al exterior como a un flotador. Sólo buscan las pequeñas felicidades (comida, sexo, lujo, acción, prestigio, imagen, ciencia, poder, etc.) y se van hundiendo en un vacío vital. Tardan en descubrirlo porque huyen de sí mismos.
A pesar de todo el ser emite señales, alertas, llamadas, que la persona puede oír o desoír. Bien podemos llamarlas "la voz de la Madre Dios". A veces un accidente, un infortunio, una enfermedad provoca que la persona se dé cuenta de su libertad errada. Algunos persisten en su error hasta la muerte. Tendrán que rectificar después y hacer una dolorosa rehabilitación: "allí será el llanto y el rechinar de dientes".
- ¿Entonces tú no temes al infierno?
- En mi niñez y juventud me aterrorizaba el infierno. Hoy temo más mis malas decisiones, el mal uso del don de la libertad, que puede desviarme de mi vocación humana a la felicidad. El infierno castigo no existe, existe la autoexclusión, el destierro voluntario, la negación del ser humano que soy. El infierno no existe como no existe la oscuridad. Llamamos oscuridad a la ausencia de luz e infierno a la ausencia de bien, de amor, de humanidad. En el evangelio se habla de "tinieblas exteriores", el lugar de la huida de nosotros mismos. Y, fíjate, es imposible caer en esas "tinieblas" cuando estamos anclados en la luz interior, es decir, en Dios mismo que nos habita y acompaña siempre, siempre...
Por eso no creo en el infierno eterno, siempre cabe el retorno. Si el infierno es la consecuencia de nuestra mala elección, siempre cabe rectificar. Ocurre sin embargo -lo podemos observar en esta vida- que cuanto más empecinado estás en un error más cuesta salir de él. Por eso necesitamos rectificar raudo, retomar el camino constantemente. El Dios que a mí me habla, el decidido buscador de la oveja perdida, no fracasará. No sé cómo pero triunfará. Esta certeza no me perjudica. Todo lo contrario, me empuja a dejarme encontrar, abrazar y cuidar por este dulce Pastor que, "aunque mi madre me olvidara, Él no me olvidaría" (Is 49,15).
- Explicado así, parece fácil y bonito. ¡Basta con administrar sabiamente la libertad y confiar!
- Sí, pero la oscuridad ambiente y nuestra propia oscuridad nos hacen cometer errores de elección. Nadie nos enseñó a discernir desde la "conciencia profunda", desde la sabiduría interior. Se enseñan normas, cuadrículas, leyes. Si no comprendemos la utilidad de esos indicadores, desconfiaremos de ellos y terminaremos olvidándolos. Si a eso añadimos tantas falsificaciones del rostro de Dios como circulan por ahí, aún entre nuestra gente, es comprensible que haya muchos que le rechacen, le abandonen, le ignoren o pretendan utilizarlo.
En el rincón de la iglesia, donde cuchicheábamos, mi anciana amiga me tomó la mano, la apretó entre las suyas y me invitó a repetir:
Mi Dios Amor Abrázame y abre mis brazos.
Mi Dios Bondad Empújame al bien.
Mi Dios Entrega Envíame.
Mi Dios Felicidad Atráeme.
Mi Dios Hermosura Imprégname.
Mi Dios Luz Enciéndeme.
Mi Dios Paz Sosiégame.
Mi Dios Ternura Suavízame.
Mi Dios Torrente Inúndame.
Mi Dios Poder Enséñame a confiar en mi poder recibido.
Para que Tú seas cada vez más en mí. Amén
Estas "invocaciones desde lo hondo", como ella las llamó, se me antojan un glorioso repicar de campanas, una gozosa contemplación, un auténtico oasis en nuestro polvoriento camino de vuelta al Padre. Me adhiero sin dudarlo a este Dios Amante e Inmenso. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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