derecha
EL VOTO A LA DERECHA ES INMORAL
JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, herrero.pozo@telefonica.net
LOGROÑO (LA RIOJA).
ECLESALIA, 07/05/07.- Lo he repetido innumerables veces y me ha valido más de un paraguazo endilgado a guisa de réplica contundente por cristianos conservadores, a la puerta de los templos en las pasadas elecciones. ¿Qué quiero decir? Que la derecha, en una u otra medida, sustenta y propicia el capitalismo y éste es intrínsecamente perverso. Por ello, el voto a su favor es en sí éticamente inmoral, aunque el votante por ignorancia proceda de buena fe.
De costumbre lo he argumentado a nivel filosófico desde el mero análisis de su principio vertebrador que sacraliza las leyes del mercado y las erige en absoluto operativo mediante una libertad vaciada de su función social (ahí está la perversión). Basta recordar el principio del fundador del capitalismo, A. Smith, hace 250 años, para quien la mano invisible del mercado convierte en bien general el simple interés particular. Es decir, el mercado opera el milagro de transformar en equidad, justicia y solidaridad la ambición individual. Hoy me parece relevante dar un paso más: es obligado devolver lo robado y aunque mi riqueza no sea efecto (directo) del robo no me es permitido disponer de ella a mi antojo.
Hay que ser ciego para no entender que la causa principal, si no única, del despojo de los pobres, personas y pueblos, y del desastre ecológico del planeta (robo a cargo de las generaciones venideras) es el modelo real de capitalismo. Es pura y simplemente un robo que exige devolución.
Entre los primeros cristianos se había extendido una convicción que tuvo vida efímera por la dureza de nuestros corazones, cerrados al hermano. La que antes se olvidó fue la institución eclesial oficial y hoy ya ¡vamos! casi que la persigue cuando aquella convicción se encarna en la teología de la liberación.
¿Qué pensaban aquellos cristianos, parecidos a los de la parroquia de Entrevías que el cardenal Rouco ha mandado cerrar? QUE LO MÍO SUPÉRFLUO PERTENECE AL NECESITADO. Así de simple. No será fácil hacer operativo este principio pero sólo él, nunca abjurado, me permitirá conducir la barca de mi economía: Ante cada gasto, sobre todo a las puertas de los templos del consumo, he de interrogarme sin piedad: ¿puedo disponer libremente de este dinero para algo superfluo cuando tantos no alcanzan lo necesario? ¿Cómo decidir? La sensibilidad humana de cada uno encontrará la respuesta. Pero más vale asumir humildemente la incertidumbre de una respuesta tacaña que lavarme la conciencia con la renuncia a los principios que amparan los derechos de los pobres.
Hay más, a nivel global de pueblos y naciones el abismo de clamorosa, cruel y creciente desigualdad se asienta básicamente en políticas económicas injustas que han despojado a la mayoría en beneficio de unos pocos. Es difícil impugnar esta evidencia salvo por ignorancia o mala fe. Es decir, la situación actual de ricos y pobres es estructuralmente fruto de la rapiña. De tal modo que quien apoya (por ejemplo, con el voto) al sistema neoliberal que la encarna y la promueve se hace solidario de su injusticia.
Tan sólo sobre la base de estas evidencias, nunca desmentidas argumentalmente y sólo soslayadas por el interés, es posible abordar y buscar soluciones concretas para temas como la ayuda al desarrollo, la deuda externa, el comercio con justicia, la elusión de impuestos, la privatización de servicios sociales, la inmigración...en una palabra, todos los grandes desafíos de las sociedades locales, regionales, nacionales y mundiales.
Los comentarios brotarían a borbotones. Hoy se me impone en el teclado el asco vomitivo que me ha producido Fernando Sebastián, obispo de Pamplona-Tudela, de comienzos progresistas y de recta final integrista, que recomienda el voto nada menos que a la extrema derecha (Falange, Alternativa española, requetés...).
¡Dios santo! Si volviera Jesús, los correría a gorrazos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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