erguidos
CUMPLIR LO QUE PREDICAMOS
BENJAMÍN FORCANO, sacerdote y teólogo
MADRID.
ECLESALIA, 12/04/07.- ¿Qué nos hace cerrar las puertas a tanta gente de dentro y fuera de la Iglesia? No, ciertamente, Jesús, sino otros que tienen miedo, que no son capaces de encuentro y diálogo, que no confían en el ser humano y van armados de prejuicios y recelos. El de Jesús es otro el mensaje y otro el estilo.
¡Qué bien haríamos en comenzar por aplicar en casa lo que predicamos para los de fuera!
Todos necesitamos sacudir nuestro estrecho particularismo y salir del sepulcro de nuestros miedos y dogmatismos. También los obispos. En algunos es muy difícil ver que siguen las huellas del Nazareno. No es tan difícil cumplir con la elemental premisa de actuar fraternalmente sin creerse más que los demás, de abrir su corazón a todos, de escuchar, comprender, respetar y dialogar sin blandir la espada de la ortodoxia o de acobardarse hincando la rodilla de infantiles e ilícitas obediencias. No deberían esconderse ni eludir su responsabilidad humillando a otros, que tienen como "subalternos", para hacerles cumplir propias o dictadas sentencias. El poder despersonaliza y ciega. Pero, el poder no es la verdad, no asegura el acierto ni dispensa de reconocer la dignidad y talentos de todos, y los límites propios.
Me refiero a algunos obispos, porque están siendo públicas y sospechosas cuando no escandalosas, actuaciones suyas partidistas en política, supeditación de su misión de unidad y comunión a la de sembrar división con sus partidismos, juicios políticos que no morales ni pastorales contra determinadas leyes del Estado, improbadas acusaciones e injustas sanciones contra teólogos, cierres de parroquias sin consultar con la comunidad, respetar sus derechos y atender a criterios evangélicos, arrogante monopolio de lo que pertenece al campo de valores y normas éticas humanas, enseñanza parcial, subjetiva, muy controvertida como si fuera propia y universal de toda la Iglesia, descalificación de doctrinas teológicas actuales como si fueran una moda contemporizante y una cesión vergonzosa a exigencias y pactos de ideologías dominantes, etc.
Todos necesitamos revisar nuestras actitudes. Es imprescindible unidad y comunión, -no uniformidad- en todo el pueblo de Dios: obispos, presbíteros, laicos, teólogos, expertos de las ciencias humanas, etc. Pero, es no menos imprescindible el diálogo en medio de un pluralismo y libertad tal como lo exige el Vaticano II: "In nesariis unitas, iin dubiis libertas, in omnibus caritas".
Necesitamos revisar nuestro "sectarismo": grupal, congregacional, que nos lleva a enaltecernos, cerrarnos en nosotros mismos y desconfiar de los demás. Ese es un relativismo necesario, positivo, neutralizador de infantiles apologismos.
Cada uno somos de ambientes, contextos y condicionamientos distintos, que nos llevan a obrar en una determinada dirección, con buena voluntad, -sin duda en ocasiones equivocada-, que nos invita a una posición de humildad, de autocrítica, de apertura y escucha de los demás, de enriquecimiento mutuo.
Resucitar como el resucitado, poniendo las cosas en su lugar, erguidos y libres como Él, para liberarnos del miedo y hacer que "nadie se apropie su mensaje e imponga otro estilo diferente al suyo". (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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