los dones
DE LO PROFÉTICO A LO RIDÍCULO
A propósito del caso Milingo
EMMA TORRALBA, emmatorralba@yahoo.es
ECLESALIA, 28/09/06.- Una de las consecuencias más lamentables de la reciente excomunión del obispo Milingo es que, por razón de las extravagancias del personaje, no se hayan abordado los debates de fondo que conllevaban sus acciones. El matrimonio de un obispo o la ordenación episcopal de tres curas casados, han sido reducidos a anécdotas a añadir en la cadena de excentricidades del obispo exorcista, cantante y showman.
La gota que ha colmado el vaso de la paciencia vaticana no ha sido el acto profético de un cristianismo adulto que aplaude con alegría evangélica la cercana elección de la obispa episcopeliana Katharine J. Shori como líder de su Iglesia o el ejercicio ministerial de curas casados en la Iglesia católica; lo que ha trascendido a la opinión pública ha sido el cansancio de la curia papal ante la última payasada del obispo desobediente
Obispos menos mediáticos como por ejemplo el fallecido Jerónimo Podestá y su esposa Clelia, son los que con su vida de compromiso a favor de una iglesia comprometida con la causa de los/las últimos/as permiten situar la cuestión en su justo término: El obispo tiene que ser irreprochable, casado una sola vez, sobrio, mesurado (...) que gobierne bien su propia familia, porque si uno no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo va a cuidar de la Iglesia de Dios (1Tim 3,1ss).
Movimientos alternativos de Iglesia como Mujeres y teología, Redes cristianas, MOCEOP, etc., están adoptando una perspectiva teológica y vivencial a tener muy en cuenta. Estos grupos saben que la profecía no está en el juego de poderes de unas ordenaciones que perpetúan la estructura jerárquica y patriarcal de la casta sacerdotal y episcopal. El debate y la acción no se sitúa en la validez o no de la ordenación de las siete mujeres del Danubio o la ordenación episcopal de los sacerdotes casados por parte de Milingo. En última instancia, la aparente heterodoxia de estas acciones responde a la misma lógica sacralizadora y excluyente de todo poder jerárquico.
La profecía evangélica va por el camino de más servidores y menos jerarcas, más carisma y menos clero. Las comunidades proféticas que ya existen no demandan más obispos/as sean estos hombres, mujeres, casados, solteras, homosexuales, lesbianas, divorciadas, etc.- quieren más evangelio; disciernen los dones del Espíritu y proponen la presidencia de las celebraciones a aquel o aquella que ven más apto. Ministerios para el servicio de la comunidad que dejan de ejercerse antes de que la tentación del poder los pervierta en dominación. Comunidades que desean seguir en comunión con la Iglesia universal, aunque sea desde la disidencia y el margen.
A estas comunidades cristianas que viven el evangelio al estilo Timoteo, les apena que la profecía de sus actos cotidianos se vea comprometida por las extravagancias de casos Milingo. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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