revelación
REVELACIÓN DEL ESPÍRITU, AÑO 2006
MIGUEL ÁNGEL MESA
MADRID.
ECLESALIA, 08/06/06.- Ésta es la revelación que recibí de Jesús, Profeta y Mesías, que entregó su vida por los más indefensos y así nos alcanzó la liberación de nuestro buen Padre Dios. Yo, hermano vuestro, que comparto con vosotros y vosotras la fe, las luchas, las esperanzas de nuestras Iglesias y de nuestro mundo, recibí este mensaje de Jesús:
Escribe todo lo que te diga, y comunícalo de palabra, por escrito, por internet, a la Iglesia de Madrid, a la Iglesia de España, a las Iglesias de todas las confesiones, a todas las religiones, a las personas de buena voluntad y que trabajan por un mundo más humano. Díselo especialmente a los jóvenes:
No temáis, no hagáis caso a los profetas de catástrofes, a quienes lo ven todo negativo, a quienes se creen en la posesión completa de la verdad, a quienes sólo condenan y no tienen ni un gramo de misericordia. Éstos no son los mensajeros de la Buena Noticia de la felicidad que mi Padre desea para la humanidad.
Vosotros, por el contrario, alegraos. Os lo repito, estad siempre alegres. Y que vuestra alegría sea contagiosa. Comunicad felicidad, ternura, cercanía. Eso es lo que Dios quiere de vosotros y vosotras. Yo estoy y estaré a vuestro lado todos los días de vuestra vida.
Mi Corazón se llena de dolor y tristeza ante la pobreza insoportable a la que someten los países ricos del Norte a los del Sur del planeta, únicamente por su egoísmo e inhumanidad. Yo os envío hoy, para que liberéis a mis pueblos empobrecidos y sufrientes. Yo os comunicaré las palabras de consuelo, de anuncio y denuncia que diréis a los poderosos. Yo conduciré vuestros pasos hacia los umbrales de sus viviendas, a las que pasaréis descalzos, pues es tierra sagrada la de sus chabolas. Yo seré quien acaricie con vuestras manos, quien les bendiga, quien les abrace, quien trabaje a su lado por construir un mañana mejor para ellos y ellas.
Conozco vuestras obras por construir una Iglesia diferente, más fraterna, más pobre y de los pobres, más sencilla, más liberadora, más fiel a mi Evangelio. Sólo así cumplís mi voluntad y sois en realidad mi verdadera madre, mis hermanos y hermanas.
Esto me dijo también el que es el primero y el último: Sé que las mujeres están marginadas en la sociedad y en la Iglesia, que son las más pobres entre los pobres de nuestro mundo. Felices serán quienes se comprometan en su causa, quienes las acompañen en el camino de su liberación, quienes les anuncien que son benditas sus lágrimas y que ni una sola se perderá, pues el buen Padre y Madre Dios las ama y acoge sus sufrimientos en sus entrañas maternales. Y que luchará con ellas hasta que acaben.
Los ángeles, es decir, las mujeres y los hombres que se comprometen por crear con el testimonio de sus vidas un mundo nuevo, más justo y fraterno, nos invitan con el testimonio de sus vidas a no ser tibios. Nos dicen con sus obras que sólo quien tiene un corazón de carne y ardiente por los demás, recibirán el consuelo de Dios.
He oído a todas las criaturas del cielo, de las profundidades de la tierra y del mar, a millones de personas clamando por la destrucción de la naturaleza, contra la contaminación, denunciando el cambio climático, la desertización, la privatización del agua, las guerras que causan millones de muertos por el dominio del petróleo y las materias primas, la producción criminal de armas. Sólo quienes trabajen por la paz y cuiden de la Madre Tierra y de sus habitantes, tendrán en Dios, que es fuente y germen de la Creación, su consuelo. Y les llamará hijos e hijas suyos.
Oí al buen Dios que decía: A mi lado viven millones de mártires que han dado su vida, que han derramado su sangre por la justicia y la fraternidad, por gritar con su ejemplo que sus hermanos, los hombres y las mujeres, son mi auténtica imagen.
La victoria pertenece a nuestro Dios y a Jesús, su Hijo muy amado, junto a la muchedumbre innumerable que ha sufrido o se ha entregado por causa de la paz, la fraternidad y la justicia en la humanidad.
Escribe, hijo mío, de nuevo: Estas palabras verídicas son de vuestro Padre y Madre Dios. Dichosos los invitados al banquete. Porque va a comenzar a reinar nuestro Dios en este otro mundo posible que ya está surgiendo entre dolores de parto. Porque Dios ha condenado al Imperio a desaparecer, y ha reivindicado y asumido la causa de los injustamente tratados y la de quienes optan por ellos y ellas. Alabad a nuestro Dios todos, mujeres y hombres, personas ancianas, niños y niñas, el universo y sus constelaciones.
Vi entonces con regocijo un cielo nuevo y una tierra nueva, porque todas las injusticias y la muerte habían desaparecido. Vi un Planeta-Tierra renovado en el que Dios mismo decía: Ésta es mi morada, habitaré entre los seres humanos y seré el Dios de su felicidad. Enjugaré todas sus lágrimas, ya no habrá más llanto de bebés, ni hambre, ni dolor, pues son mis hijos e hijas, a los que amo con ternura entrañable. Todo lo quiero hacer nuevo.
Hoy, queridos jóvenes, deseo que recibáis mi Espíritu. Llamad al Espíritu, decidle: Ven. Todos los que escucháis estas palabras, decid: Ven. Y el Espíritu llegará en seguida.
Y ahora apagad los móviles y los MP3, pues Jesús os dice al corazón: Estoy llamando a vuestra puerta. Si alguien oye mi llamada y me abre, entraré y cenaré con él, o ella. El favor y la ternura de Jesús, vuestro hermano y amigo, está con todos. Amén. Ven a nuestras vidas, Señor, hermano nuestro, Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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