fronteras creadas
¿QUIÉN CREÓ LAS FRONTERAS?
ENCARNA GONZÁLEZ-CAMPOS, Agustina Misionera; encarweb@yahoo.es
VALLADOLID.
ECLESALIA, 12/05/06.- Busco una tierra que no tenga fronteras, donde podamos vivir los hermanos sin distinción de raza o color. Donde el pan, el trabajo, la vida digna sea igual para todos. Donde no prime el dinero y el bienestar por encima del ser humano.
Mi pueblo tiene recursos pero no nos beneficiamos de ellos, mi familia pasa necesidades que los del Norte no pueden entender porque nunca las han pasado.
Unas lonas por tejado y unos palos por paredes son todos mis bienes, la herencia de mis hijos... ¿he dicho herencia?...
Ni tuve herencia de mis padres ni dejaré herencia para mis hijos, la única herencia que tengo es mi propia vida, mis palabras, mi lucha constante por sacar adelante a mis hijos, el dolor continuo al sentir desde dentro la impotencia en la que me veo esclavizado.
¿Cuál es la tierra prometida? No sé dónde está esa tierra, pero sí sé que la que estoy pisando no lo es porque la tierra que me ha visto crecer a base de esfuerzo y sufrimiento es la que hoy me invita a abandonar, a buscar otras tierras
Maderos, lonetas, unos cuantos víveres y mi piel como única hipoteca me esperan en la orilla en busca de un mundo mejor que me ayude a encontrarme en lo más profundo de mí mismo para proyectarme y desarrollar aquello para lo que más cualificado estoy.
Me han hablado de un archipiélago canario en el que es posible vivir dignamente, donde el trabajo no falta porque si allí hay escasez en la península no falta trabajo para nadie.
¡Es mi oportunidad! ¡La oportunidad de mi familia!
Me lanzo en la oscuridad de la noche animado por un conocido al que he pagado lo poco que tenía para comer pero ¡el bien será mayor! Me acompañan 300 hermanos para los que el riesgo del mar está por encima de lo que vamos a alcanzar y en caso de no alcanzarlo poco tenemos que perder pues la vida ya la hemos dado.
Frío, soledad, miedo, incertidumbre, hambre, sed y nerviosismo se van apoderando de mí. Pasa una noche, y otra, y otra nuestras fuerzas desfallecen Deseo ver ese trozo de tierra que me indique que ya estoy en mi destino pero ¡tarda tanto en llegar!
Las penurias del trayecto suponen para mí el primer aviso de engaño, y la parada ante la costa esperando un nuevo anochecer hacer sospechar en mí lo que ya casi era certeza: Mi tierra prometida está ahí pero ¿me dejarán pisarla?
No tengo fuerza para nada, mis músculos no responden, mi visión falla Entre sombras me parece vislumbrar un grupo de policías que nos sacan de la patera, voluntarios de Cruz Roja que nos abrigan con mantas.
Me tumbo, de nuevo me incorporo para arrodillarme con las pocas fuerzas que me quedan implorando clemencia, misericordia, piedad, compasión
Pero ¡la ley es la ley! y me he convertido en un ilegal sin papeles. No conozco a nadie en este país, no sé dónde ir, ¿a dónde acudir?... Me hablan en un idioma que no entiendo pero por los gestos sé que lo que me dicen es que me van a repatriar
No me queda esperanza, ni siquiera sé si volveré a ver a mis hijos con vida. Pasados pocos días de nuevo regreso a mi patria.
La que escribe este artículo cree que jamás conocerá lo que siente un ser humano cuando sube a una patera con la esperanza de un mundo mejor. En su vida todo esto queda lejos de su realidad pero se pregunta: ¿cuál es mi patria? ¿Quién creó las fronteras que dividen a los hombres y mujeres de todos los tiempos? (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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