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LA FE DE MACCARONE
LEONARDO BELDERRAIN, sacerdote, diócesis de Quilmas, amigo y admirador de la fe de Monseñor Maccarone
ARGENTINA.

ECLESALIA, 06/09/05.- Una vez, en mi capilla, invitamos a Macca un grupo de sacerdotes amigos que fuimos alumnos suyos. Recién asumía como obispo de Chascomus. Le preguntamos que pensaba acerca de la disciplina del celibato y si el próximo Papa la iba a cambiar. Recuerdo que Macca no apresuro pronósticos y nos dijo: “Miren cuando yo llego a Chascomus y veo las vacas tiradas y aplastadas, eso me anima a decirles a mis sacerdotes: muchachos no sean tibios, ni abúlicos. Den la vida por su gente". Muchos quedamos marcados por aquellas palabras y dudamos tener la valentía y la perseverancia para ser fieles como sabemos que es Macca con el pueblo que se le ha encomendado.

Hoy para algunos las cosas están en crisis. No coincido con los que dicen que Maccarone ha perdido poder moral. Los cristianos de Santiago del Estero, los que creyeron en la iglesia que les presentó Monseñor Sueldo, algunos de los que compartimos con él la Sociedad Argentina de Teología, quisiéramos seguir actuando, rezando y pensando hermanados a esta gran persona. Nos encantaría pensar y servir a Dios en la historia de nuestro pueblo como lo hace este cristiano.

Después de unos días de una sana catarsis, sólo seguirán escandalizados por lo acontecido los homo fóbicos y a lo mejor tenemos la suerte de despegarnos de ellos como la ha hecho la iglesia anglicana.

Es probable que las mafias argentinas estén de fiesta. A lo mejor su sonrisa podrá durar algunos días más pero sin darse cuenta que a Maccarone se lo sigue no por la jerarquía y el poder sino por la fe que tiene (como pocos) en el poder evangelizador de los pobres.

La iglesia argentina pos Maccarone puede ser, al fin, una iglesia disculpada por los pobres, una iglesia menos reaccionaria, que reconoce sus pulsiones, más misericordiosa, probablemente más parecida a la que pensó Jesús. Creo que Macca tiene la luz que el Evangelio da para sobrellevar su noche oscura y nosotros, los que fuimos sus alumnos, en su trago amargo reforzamos el gusto de pertenecer a su amistad. Jesús no vino a proponer al hombre un vanidoso modelo de virtudes, sino a decirnos que podemos amar más allá del dolor y la humillación, y lo manifestó con su vida, que no terminó rodeada del aplauso, ni gozando de los beneficios del poder, sino humillado y abandonado hasta por sus amigos más íntimos. Reconocer nuestras debilidades nos ayuda a creer más en el Dios de Jesucristo y en su iglesia hecha de obispos que, como el Macca o Jerónimo Podestá, supieron renunciar a su jerarquía para servir al pueblo de Dios de otra forma quien sabe con aquella transparencia mas propia de los profetas.

Cuando monseñor Quarraccino aconsejó que los homosexuales se fueran a vivir a una isla, algunos imaginamos que de aquella isla también podrían venir algunos que en serio nos enseñen a ser libres y no esclavos del poder.

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