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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

irreversible esperanza

CRISIS IRREVERSIBLE EN LA IGLESIA CATÓLICA
Pero otra manera de ser iglesia también es posible

PABLO RICHARD, doctor en Biblia y en Sociología de la Religión, director del Departamento Ecuménico de Investigaciones, DEI
SAN JOSÉ (COSTA RICA).

ECLESALIA, 05/05/05.- La elección de Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II nos ha revelado finalmente donde está y cual es la crisis que realmente vive la Iglesia Católica, pero al mismo tiempo nos ha clarificado cual es nuestra propuesta positiva de construir una nueva manera de ser Iglesia.

Existen en la actualidad dos modelos o dos maneras diferentes de ser Iglesia. “La Iglesia” es solo un concepto teológico que no existe en la realidad, lo que existe históricamente son modelos, tendencias o maneras diferentes de ser Iglesia. En forma sencilla y provisoria podríamos distinguir hoy una manera conservadora de ser Iglesia y otra manera diferente, alternativa, liberadora. No hablamos aquí de dos Iglesias, sino de dos tendencias o modelos existentes al interior de la misma Iglesia Católica.

La interpretación crítica que aquí propongo de la elección del Cardenal Ratzinger como Papa es que ésta fue diseñada especialmente para dar continuidad a los 26 años del pontificado del Papa Juan Pablo II. El teólogo Ratzinger, brazo derecho de Juan Pablo II para cuestiones doctrinarias y Prefecto durante 23 años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es elegido para darle continuidad teológica y dogmática al modelo de Iglesia construido por Juan Pablo II. Lo más importante en mi interpretación es que esta continuidad entre Juan Pablo II y Benedicto XVI confirma y hace evidente una crisis irreversible y final del actual modelo conservador de Iglesia.

Crisis “irreversible” significa una crisis que ya no puede ser resuelta con reformas parciales o con cambios puramente teológicos o de lenguaje. Una crisis irreversible es una crisis final. No hay marcha atrás, su perfeccionamiento solo consigue acelerar su muerte. Toda tendencia conservadora o proceso de contra-reforma en la Iglesia genera a largo plazo una iglesia en estado permanente de crisis. No sabemos cuanto tiempo durará la crisis. No es importante, pues al interior de la misma Iglesia pueden darse las dos tendencias o maneras diferentes de ser Iglesia, una conservadora en proceso permanente de crisis y otro modelo alternativo y liberador de Iglesia que crece con su fuerza espiritual y profética que le es propia. Los dos modelos no son paralelos, sino que se entrecruzan. La crisis irreversible de un modelo determinado de Iglesia, no impide que surja otra manera de ser Iglesia. Habrá tensiones, pero no necesariamente divisiones. Cuando más conciencia tomamos de que la crisis de la Iglesia actual es ya irreversible, cuanto más evidente se hace la necesidad de construir una nueva manera de ser Iglesia y discernir cual es la fuerza que tenemos para construirla.

Creo que la elección (designación) de Ratzinger como Papa ha sido una decisión errada, motivada por la necesidad de dar continuidad al proyecto eclesial ya existente y motivada también por el miedo al “relativismo”. Como lo dice el mismo cardenal Ratzinger en su homilía al inicio del cónclave, existe el peligro que la iglesia vaya a la deriva, zarandeada por cualquier viento de doctrina. Es ya una señal de crisis que la elección de un Papa haya sido por una necesidad de continuidad y por miedo a la auténtica diversidad y pluralidad.

Mi propuesta positiva y constructiva, en este momento de crisis irreversible de la Iglesia católica, es la posibilidad real de construir otra manera de ser iglesia, otro modelo de Iglesia, alternativo y liberador, al interior de la Iglesia actualmente existente. Tenemos la fuerza teológica y espiritual suficiente para construir esa nueva manera de ser iglesia. No creo que la solución sea salirse de la Iglesia, sino crear una nueva manera de ser Iglesia al interior de ella misma. La motivación para seguir luchando dentro de la Iglesia, no es el miedo o la necesidad, sino la responsabilidad pastoral de caminar con el pueblo pobre y excluido, para quienes muchas veces la Iglesia es su única esperanza. Sería muy fácil abandonar ahora la Iglesia, cuando el Pueblo de Dios más que nunca necesita de Teólogos de la liberación y Pastores comprometidos. El mismo Pueblo de Dios tiene esta intuición: cuando estábamos celebrando el dos de abril el 25 aniversario de Mons. Romero, alguien dijo: “murió un Papa, pero resucitó un Profeta en el pueblo salvadoreño”.

Mi interpretación negativa de la elección de Ratzinger como Papa, puede ser tildada de radical. Mi propuesta positiva de construir una nueva manera de ser iglesia al interior de la Iglesia actual, puede ser tildada de utópica. No importa, pues muchas veces la radicalidad y la utopía van juntas.

Juan Pablo II y Benedicto XVI: crisis irreversible en la Iglesia Católica

Es una constante en la historia del Cristianismo la confrontación entre movimientos de reforma y contra-reforma al interior de la Iglesia. El Concilio Vaticano II (1962-1965), interpretado por nosotros desde las Conferencias Generales del Episcopado latinoamericano en Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), constituye un auténtico movimiento de reforma en la Iglesia Católica. Con Juan Pablo II (1978-2005) y ahora con mayor razón con Joseph Ratzinger, llamado Benedicto XVI, se está consolidando una clara tendencia de contra-reforma en la Iglesia. En forma semejante, en el pasado, se dio una contradicción entre la reforma protestante (Lutero 1483-1546) y el Concilio de Trento (1545-1563), un concilio de contra-reforma, perfeccionado posteriormente por el Concilio Vaticano I (1869-1870). El Papa Juan XXIII, con la convocación al Concilio Vaticano II, rompió estos 400 años de contra-reforma y propuso un nuevo programa de reforma de la Iglesia.

Lo que decimos de la Iglesia, lo podemos también decir de la así llamada “civilización occidental y cristiana”, confrontada en la actualidad con el oriente no-cristiano. Esta situación se agudizó con la guerra preventiva del occidente “cristiano” contra el Irak islámico y su amenaza constante contra todos los pueblos orientales no cristianos. Esta crisis de civilización se enmarca a su vez en la realidad aun mayor de un Imperio, cuyo centro está en los Estados Unidos. El Imperio más poderosos del mundo se identifica explícitamente a sí mismo como un “Imperio Cristiano”. Su presidente fue elegido por una mayoría cristiana, tanto evangélica como católica. La historia, sin embargo, nos enseña que el triunfo de un Imperio Cristiano ha significado siempre el fracaso del Cristianismo.

Lo que provoca la crisis del modelo conservador de la Iglesia en la situación actual, es en primer lugar su euro centrismo. Para Juan Pablo II Europa “se convirtió en el gran centro de la evangelización del mundo y, a pesar de todas las crisis, no ha dejado de serlo hasta hoy” (“Memoria e Identidad”. Juan Pablo II, p.132). El Papa insiste en el carácter cristiano de Europa, contra el hecho evidente de su acelerada des-cristianización. Es desconcertante la noticia que el Cardenal Ratzinger se opone a la entrada de Turquía a la Unión Europea. La razón es sencilla: ni quiere que los musulmanes invadan la Europa “cristiana”. Es muy difícil para nosotros aceptar que Europa sea, según Juan Pablo II, el centro de la evangelización del mundo, no solo en el pasado, sino incluso hasta el tiempo presente. No podemos olvidar que el cristianismo llegó a América latina y El Caribe con la expansión del colonialismo europeo. No negamos los méritos de la Evangelización, sus misioneros y sus profetas, pero tampoco podemos olvidar que el colonialismo europeo saqueó nuestros recursos naturales, destruyó cruelmente nuestros pueblos indígenas y en la actualidad nos condena a muerte por el cobro injusto de la deuda externa y el neo-colonialismo de las compañías transnacionales.

Otro hecho evidente es que la Iglesia conservadora tiene todavía como horizonte el conflicto Este-Oeste y no el conflicto Norte-Sur. El sur no existe. Siempre se dice en forma triunfalista que la mayoría de los católicos están en América Latina, pero se ignora la situación trágica de pobreza y exclusión que se vive en nuestro continente “católico”. Es evidente que la Iglesia en Europa, especialmente en Polonia, quedó marcada por la experiencia cruel del nazismo y del comunismo. El Papa las califica como “las ideologías del mal”, como la “fuerza del mal”, como el “furor bestial” que amenazó de muerte a toda Europa. Esto es cierto, pero no se califican como “ideologías del mal” a la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, que inspiró a todas las dictaduras militares “católicas” en América Latina, igualmente la ideología “neo-liberal” actual, que oculta y justifica la pobreza y la exclusión de un 60% de nuestra población. No se toma conciencia y no se denuncia proféticamente que el actual sistema de libre mercado también es una “fuerza brutal” que destruye nuestro continente “católico”.

Juan Pablo II y Joseph Ratzinger nunca entendieron la Teología de la Liberación. Para los dos, y para toda la curia vaticana, nuestra teología respondía a la expansión del marxismo en América Latina. Por eso se declaró pública y oficialmente la muerte del comunismo, del marxismo y de la Teología de la Liberación. Con esta actitud la jerarquía romana buscó liberarse de la Teología de la Liberación. La Iglesia le tenía miedo, porque sabía que la Teología de la Liberación decía la verdad y tenía razón. Nunca el Vaticano canonizó a los miles de mártires que murieron en la lucha por la vida y la justicia en América latina. El Papa nunca los canonizó por miedo a legitimar una concepción nueva de evangelización y de Iglesia y una nueva manera de hacer teología. Que no se haya canonizado a Mons. Romero es un escándalo para nosotros, pero también es un signo de debilidad de la curia romana.

Joseph Ratzinger ha denunciado reiteradamente lo que él llama “la dictadura del relativismo” y la necesidad de tener “una fe clara según el Credo de la Iglesia”. El problema central, sin embargo, es lo contrario: la dictadura del Dogma, de la Ley y del Poder central de la Iglesia, que impide todo dialogo ecuménico e inter-religioso. Un claro ejemplo de esto es el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulado “Dominus Jesus”, cuyo autor principal es Joseph Ratzinger. Se olvida también que la “fe clara según el Credo de la Iglesia” está en las Sagradas Escrituras, especialmente en los cuatro Evangelios, que son la Memoria, el Canon y el Credo de nuestra fe cristiana. El miedo al relativismo es en el fondo el miedo a la pluralidad religiosa y cultural, el miedo a la diversidad de opciones, el miedo a las teologías de género que critican el patriarcado, el miedo al resurgimiento de las religiones del Tercer Mundo.

En su homilía al iniciar el Cónclave el Cardenal Ratzinger habla del relativismo de los diversos modos de pensar: liberalismo, individualismo, vago misticismo religioso, agnosticismo, sincretismo y otros. Pero esta relativismo es más bien algo propio de la crisis de la modernidad, de la desintegración del occidente “cristiano“ y de la decadencia espiritual y ética del mundo desarrollado. Más importante es el “relativismo” de valores éticos que permite la mercantilización de la vida humana y cósmica. El nuevo Papa está más preocupado de las “corrientes ideológicas y modos de pensar”, que del genocidio de los pobres del mundo, donde la vida no vale nada.

Los viajes del Papa Juan Pablo II por América latina y El Caribe fueron una manifestación impresionante del poder religioso de la Iglesia. No niego muchos aspectos positivos de estos viajes, pero su efecto a mediano y a largo plazo no fue ni evangelizador ni liberador. La evangelización en América latina no pasa por el ejercicio del poder, sino por la defensa de la vida y por la construcción de una sociedad donde quepan todos y todas, en armonía con la naturaleza. Los verdaderos evangelizadores en América Latina son esos miles y miles de sacerdotes, religiosas y laicos anónimos que trabajan en el mundo de los pobres.

La Iglesia conservadora es autocrática y opresora, lo que provoca dentro de ella un espíritu de miedo generalizado: los laicos y laicas practicantes tienen miedo a los curas, los curas tienen miedo a los obispos, los obispos tiene miedo a la curia vaticana y ésta tiene miedo a la Teología de la Liberación. En lo moral, la Iglesia conservadora está mas preocupada por el aborto y el matrimonio de los homosexuales, que por los millones de seres humanos que mueren de hambre en el Tercer Mundo. A la Iglesia le preocupa la vida antes de nacer o la vida eterna después de la muerte, pero no la vida presente de la humanidad. La Iglesia no abre un espacio donde se discutan abiertamente los problemas éticos de la vida humana, como el aborto, las opciones sexuales, los métodos anticonceptivos y todos los problemas de la bioética. Muchos de estos temas no están resueltos, y no se resolverán nunca si la iglesia impone de modo autoritario una opinión única que no puede ser discutida.

Fin de la primera parte.

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