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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

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Paz y bien

el pluralismo en la iglesia católica

Conferencia pronunciada en el Curso de Verano de El Escorial del mismo nombre
EL PLURALISMO EN LA IGLESIA CATÓLICA
JUAN JOSÉ TAMAYO, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, Universidad Carlos III de Madrid
MADRID.

 

ECLESALIA, 27/07/10.- Esta conferencia quiere ser una aproximación, entre sociológica y teológica, al pluralismo en la Iglesia católica, tema central de este Curso de Verano que generosamente me invitó a dirigir Alfonso Pérez Agote, catedrático de Sociología de la Complutense y director de los Cursos de Verano, a quien deseo expresar mi agradecimiento por su confianza.

La estructura del curso y los participantes responden estrictamente al título. En él están representadas las diferentes tendencias ideológicas que se dan hoy en la Iglesia católica: la jerarquía eclesiástica, los movimientos cristianos de base, los movimientos institucionales de solidaridad, los movimientos cristianos de mujeres y algunas de las principales corrientes teológicas actuales: teología de la liberación, teología feminista, teología de las religiones… Todos ellos tienen voz y pueden expresarse en un clima de libertad y de creatividad, sin dogmatismos ni censuras, con luz y taquígrafos, como corresponde al entorno universitario en el que se celebra el curso.

Creo que es una de las experiencias más logradas de diálogo, discusión e incluso confrontación entre tendencias con frecuencia en conflicto y con intereses ideológicos enfrentados y a veces contrapuestos, que se encuentran en un plano de igualdad, donde el valor no radica en la autoridad jerárquica o en el poder eclesiástico, sino en la capacidad argumental de los contertulios. Se trata de un ejemplo de encuentro de personas que escuchan las razones del otro, de la otra, del discrepante, al tiempo que exponen las suyas con respeto, pero sin necesidad de llegar a consensos.

Me gustaría que la experiencia sirviera de ejemplo para que, propiciada por autoridades universitarias o por intelectuales católicos de diferentes tendencias, por la propia jerarquía o por los seglares, pueda llevarse a cabo en el seno de la Iglesia católica sin exclusiones, ni anatemas. Este ha sido el deseo que he expresado al cardenal Carlos Amigo, que ha participado en el Curso de verano con una conferencia sobre “El compromiso de la Iglesia con los pobres”.

El punto de partida de esta conferencia es el concilio Vaticano II, que constituye, a mi juicio, el comienzo de un amplio y nuevo pluralismo en el mundo católico. Dividiré la exposición en dos partes. En la primera trataré de la significación histórica, religiosa, cultural y social el concilio Vaticano II como el final de la larga etapa del régimen de Cristiandad y el comienzo de un nuevo paradigma, de una breve pero intensa primavera eclesial. En la segunda analizaré los diferentes modelos de catolicismo que conforman el pluralismo eclesial hoy, entrándome en cuatro: el catolicismo cultural, el integrista, el institucional y el crítico. Haré una caracterización general de cada uno de ellos destacando los aspectos diferenciales. Lo que ofrezco a continuación un guión que desarrollaré más ampliamente cuando publiquemos el libro en septiembre del presente año.

1. Punto de partida: Concilio Vaticano II (1962-1965)

a) Salida (“tumba”, Glez Ruiz) de la cristiandad triunfante considerada consustancial al cristianismo durante 16 siglos.

- Fin de las multiseculares alianzas selladas entre el trono y el altar. Discurso Juan XXIII en la inauguración del Vaticano II: la defensa de la Iglesia por parte de los príncipes constituyó “un perjuicio espiritual y un peligro”.

- Final de una larga etapa de anatemas y condenas contra la Modernidad y sus principales manifestaciones políticas, filosóficas, sociales, culturales y diálogo multilateral con la cultura moderna marcada por la increencia. (ateísmo, agnosticismo, indiferencia religiosa). Diálogo con la historia (Suenens).

b) Revolución copernicana: cambio de paradigma en la concepción de la Iglesia:

- En la definición de la Iglesia: misterio, pueblo de Dios, comunidad de creyentes, frente a la definición anterior de “sociedad perfecta”.

- Concilio de reformas positivas más que de castigos; de exhortaciones, más que de anatemas (Montini). Asume el principio luterano “Ecclesia semper reformanda”. Reforma estructural, no simplemente organizativa.

- Capítulo 2: Iglesia, pueblo de Dios; capítulo 3: Índole jerárquica de la Iglesia. Aquí el orden de factores sí altera el producto.

c) Relaciones Iglesia-sociedad-mundo:

- No por encima, ni contra el mundo como enemigo, no al margen o como juez que condena el mundo, sino en el mundo

- No visión negativa, no huida del mundo, sino visión esperanzada, optimista.

- Mundo: no espacio de condenación, sino escenario de salvación.

- Identificación con los gozos y las esperanzas, las alegrías y las tristezas de los seres humanos, especialmente de los que sufren

d) Valoración positiva y emancipadora de la secularización (GS 34):

- Autonomía de las realidades temporales

- Sociedad y naturaleza: se rigen por sus propias leyes, que el ser humano tiene que descubrir; poseen consistencia, verdad, bondad y orden propio.

- autonomía de cada ciencia y arte.

- Incorporación del pensamiento crítico y de las ciencias sociales en las ciencias sagradas.

2. Pero en los textos del Vaticano II perviven dos concepciones de Iglesia difícilmente armonizables:

a) - Eclesiología comunitaria-horizontal y eclesiología jerárquico-vertical-patriarcal

- Diferencia no de matiz sino sustancial, entre clérigos y laicos, entre sacerdocio común de los fieles y ministerio ordenado.

- Nota Previa de la LG, exigida por Pablo VI: la Constitución Lumen gentium debe interpretarse a la luz de la definición de la infalibilidad del papa del concilio Vaticano I.

b) De ahí van a surgir tres tendencias difícilmente conciliables que van a continuar durante todo el posconcilio y que llegan a nuestros días:

- Tendencia renovadora (teólogos y obispos centroeuropeos)

- Tendencia conservadora (cardenal Wojtila, obispos españoles…)

- Tendencia integrista (Lefébvre)

c) Diferentes sensibilidades de los papas del concilio y del posconcilio:

- Juan XXIII: carismático y profético

- Pablo VI: Intelectual hamletiano; de la apertura al conservadurismo

- Juan Pablo II: neconservadurismo, restauración de la cristiandad; modernidad en las formas, crítico de la modernidad en el fondo; doctrina social rítica del capitalismo.

-Benedicto XVI: teólogo tradicional enfrentado con la modernidad y con la teología de la liberación y contrario al pluralismo religioso.

3. Tendencias plurales en el catolicismo hoy

La Iglesia católica no es monolítica, sino realidad plural en todos los campos.

- La mayoría de las tendencias apelan al Vaticano II como punto de apoyo arquimédico, menos la integrista que lo combate y busca su fuente de legitimidad en el concilio de Trento (1545-1563) y el modelo de contrarreforma que pone en marcha.

- Las diferencias entre los distintos modelos no son sólo de matiz, como a veces se quiere hacer ver, sino que tienen lugar en cuestiones fundamentales y disciplinares: de fe, de modelo de Iglesia, de interpretación de la Biblia, de moral, de liturgia, de sacramentos, celibato, ordenación de las mujeres…

- Estamos ante tendencias en conflicto con peligro real de ruptura, sin apenas diálogo, con críticas las unas de las otras y veces con actitudes numantinas. Es un conflicto no disimulado, sino abierto y público. Tres ejemplos en la Iglesia Vasca:

. Oposición del clero guipuzcoano al nombramiento del obispo Munilla.

. Condena del libro de J. A. Pagola: Jesús. Aproximación histórica

, Amenaza de sanciones de monseñor Munilla al teólogo franciscano José Arregui.

La tipología que propongo no es exhaustiva, sino sólo indicativa. Voy a centrarme en cuatro modelos de catolicismo: cultural, integrista, institucional y crítico (de base)

4. Catolicismo cultural

“En España todos somos culturalmente católicos” (Sánchez Ferlosio)

Tiene su reflejo en las encuestas, sin bien es descendente: en los últimos años, del 77% que se declaraban católicos a 71%.

Características:

a) Catolicismo: elemento fundamental de la identidad social y cultural de España.

- Mayoría de las fiestas nacionales se corresponden con fiestas católicas.

- Fiestas patronales (misa, procesión): se corresponden con las fiestas populares.

- Semana Santa y Navidad: incorporación de los símbolos religiosos al folclore y la cultura populares (procesiones), al ámbito familiar, a los espacios públicos (belenes…)

b) Sacramentos: no símbolos religiosos, sino actos sociales puntuales, sin continuidad: funerales, bautizos, bodas, primeras comuniones, matrimonios….

c) no implica adhesión a la doctrina, a los dogmas de la Iglesia ni a la moral católica oficial: catolicismo sin dogmas ni moral institucional.

5. Catolicismo integrista

a) Añoranza del Antiguo Régimen:

- España, reserva espiritual de Occidente

. Monarquía católica: alianza indisoluble Trono-Altar

- Críticas a la monarquía cuando, respetando la voluntad popular y las mayorías parlamentarias, firma leyes que entran en conflicto con la fe y la moral católicas.

- No separación Iglesia-Estado.

- Defensa de los símbolos católicos en el espacio público.

- Unidad de España, bien moral. Cardenales Cañizares y Rouco: oraciones para preservar la unidad de España.

b) Iglesia, figura del papa: papolatría, tradición y concilios:

- “Fuera de la Iglesia no hay salvación”: teología exclusivista

- Contra la reforma de la Iglesia

- Contra el ecumenismo y el diálogo interreligioso

- Xenofobia, sobre todo hacia inmigrantes de otras tradiciones religiosas distintas del cristianismo

- Papa: referencia central de la fe y punto de apoyo arquimédico

- Acompañamiento y aclamación en los viajes

- Divinización de su figura: Juan Pablo II, Benedicto XVI.

- Trento y Vaticano I: Concilios de referencia absoluta; apelación constante a sus enseñanzas dogmáticas y disciplinares

- Rechazo del Concilio Vaticano por herético, reformista y desviado de la tradición.

c) Doctrina: dogma sin hermenéutica. Teología perenne. Denuncia de los teólogos heterodoxos.

d) Mujer, familia y moral:

- Defensa y protección de la familia como célula básica de la sociedad y forma primaria de cohesión social-

- Familia patriarcal: mujer como madre, esposa, cuidadora, “ángel del hogar”

- matrimonio indisoluble como ley natural; consideración del divorcio como destrucción de la familia.

e) Cauces de expresión de esta ideología integrista:

- Internet bajo anonimato

- Prensa

- Actos de masas

6. Catolicismo institucional

a) Estructura jerárquico-patriarcal-vertical: centralidad de la jerarquía: papa, obispos, sacerdotes, clérigos, y de las instituciones religiosas que se pretenden salvaguardar: obispados, parroquias, congregaciones religiosas…

- Falta de democracia.

- Seglares: colaboradores en el apostolado jerárquico, sin autonomía

b) Importancia del buen funcionamiento de la institución:

- A través de la cadena de mando vertical: papa, obispos, sacerdotes, cristiano@s y de instituciones estables

- A través de unas instituciones educativas que reproducen la ideología del sistema: escuelas católicas, clases de religión en colegios, seminarios, universidades, católicas, facultades de teología

- A través de unos medios de comunicación que informan sobre la vida oficial de la Iglesia católica (preferentemente de la jerarquía).y transmiten la ideología conforme al magisterio y a la doctrina social de la Iglesia

c) Sacramentalismo: administración de los sacramentos, centro de la actividad pastoral de los sacramentos con catequesis presacramentales: bautismo de infantes, primeras comuniones, confirmación, bodas entierros, funerales

d) tendencia a los actos rituales masivos con más componente social que religioso.

e) Actividades caritativas, de promoción social, de solidaridad con el mundo de la marginación y la exclusión social en el primer Mundo y ene. Tercer Mundo.

f) Cauces de expresión: encíclicas, cartas pastorales, boletines diocesanos, hojas parroquiales, etc.

7. Catolicismo crítico

Está constituido por movimientos, organizaciones, colectivos, generalmente en redes v. c. “Redes cristianas”) de base, corrientes teológicas renovadoras, sacerdotes obreros, religiosos y religiosas en barrios, comunidades de base, parroquias populares, colectivos de mujeres, grupos de diálogo ecuménico interreligioso, movimientos apostólicos especializados.

Estos colectivos son muy plurales por razones sociales, geográficas, étnicas, sexuales, ideológicas, etc. Pero tienen elementos comunes que paso a exponer:

a) Apelación al Evangelio como norma de conducta y criterio ético.

-Centralidad de la figura de del Jesús histórico como persona libre y liberadora, crítica del sistema religioso y político, que opta por los pobres y excluidos, muere como consecuencia del conflicto con las autoridades religiosas y políticas y de la denuncia de las injusticias y de la proclamación del reino de Dios como Buena Noticia para los pobres y Mala Noticia para los ricos.

b) Apelación al concilio Vaticano II como referente magisterial, sobre todo LG, GS, Constitución sobre la Revelación, Declaración de Libertad Religiosa…

c) Centralidad de la ortopraxis sobre la ortodoxia:

- Ubicación en el mundo de la marginación social y de la exclusión cultural y en el seno de los movimientos sociales, de los movimientos alterglobalizadores.

- Compromiso socio-político a nivel personal y comunitario.

- Opción por los marginados como exigencia fundamental y criterio de autenticidad de la fe cristiana.

- Denuncia profética.

d) Relación crítica, dialéctica con la jerarquía y la Iglesia institucional:

.- Crítica de la estructura jerárquico-patriarcal de la Iglesia, de su alejamiento de los pobres, de su excesivo celo por la ortodoxia y su poca preocupación por la lucha por la justicia.

- Sentido comunitario de la fe y vivencia del cristianismo en pequeñas comunidades.

- Democratización de la Iglesia y defensa de los derechos humanos y de las libertades dentro de la Iglesia y ejercicio práctico de la democracia y los derechos humanos en la vida de las comunidades,

e) Desclericalización de la Iglesia y protagonismo de los seglares

- Igualdad radical de todos los creyentes: hombres y mujeres, clérigos y laicos, jerarcas y cristianos de base.

f) Despatriarcalización de la Iglesia y protagonismo de las mujeres:

- Las mujeres como sujetos morales, políticos, cívicos, religiosos, eclesiales, teológicos.

- Acceso de las mujeres al ámbito de lo sagrado: ordenación sacerdotal de las mujeres.

- Acceso a los estudios y a la docencia de la teología.

- Acceso a la interpretación de los textos sagrados desde la perspectiva de género.

- Defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

g) Desacralización de la sexualidad:

-Concepción unitaria, no dualista, del ser humano.

- La sexualidad como cauce de comunicación interhumana

- Respeto hacia las diferentes formas de vivir la sexualidad, siempre que tengan lugar dentro de unas relaciones no opresivas ni dominadoras.

- Vivir la sexualidad como experiencia gozosa, no como fenómeno traumático y pecaminoso.

h) Desoccidentalización de la Iglesia católica y autonomía de las iglesias locales:

- Diversidad cultural y religiosa.

- Diálogo ecuménico entre las diferentes iglesias cristianas

- Diálogo interreligioso e intercultural en un plano de igualdad, sin jerarquizaciones previas.

- Teología intercultural e interreligiosa de la liberación.

i) Desdogmatiación y etización de la Iglesia.

- El dogma divide, separa

- la ética acerca, une en torno a un proyecto común.

j) Carácter histórico del catolicismo, que implica:

- Reforma permanente de la Iglesia

- Respuesta a los nuevos signos de los tiempos: globalización, revolución biogenética, feminismo, ecología, revolución informática, alterglobalización, pluralismo religioso y diversidad cultural

- Trabajo por la justicia a través de movimientos de solidaridad… (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

bautizada

BAUTIZADA

CARMEN ILABACA H., ccbilabaca@hotmail.com

CHILE.

 

ECLESALIA, 29/07/10.-  “No tengas miedo de mirarlo a Él”, me dijeron una vez... y hasta hoy... lo sigo mirando y encantando.  ¡Y, aquí estoy firme en mi fe! No hay lugar a dudas, sigo a Jesús en mi corazón y en mi actuar... ¡y soy mujer!

Al igual que yo, muchas mujeres seguimos a Jesús solo con la estola de nuestro bautismo. “Fuiste bautizada en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo... ¿y qué más quieres?”, me dijo una vez un sacerdote vestido de plomo con cuello romano. ¿Qué más quiero?, pero si yo quiero hacer lo que Jesús dijo: “Hagan esto en memoria mía”, pero cánones y decretos no me dejan porque soy mujer, como si fuera una impura de hoy, incapaz de tomar el cáliz.

Y así he ido diciendo lo que mi corazón y mi fe siente... y mientras más lo hago... más me empujan hacia fuera. Ya no me llaman a dar encuentros sobre Jesús en parroquias del sector... ya no participo en talleres o cursos parroquiales... y eso no me tiene triste. ¡Sí!, igual sigo su camino con las preferidas del Reino... la mujer pobre.

Cuando los hombres cierran ventanas y puertas, Dios abre miles de caminos... y aquí estamos con las mujeres tratando de ayudar brindándoles una oportunidad en sus vidas mediante la capacitación profesional, el acompañamiento y búsqueda de trabajo (www.centropadregumucio.org)

En cada día de encuentro con estas “mujeres de Jesús” aprendo que estoy en lo cierto, que estoy más cercana que nunca a Él, ayudándole a que “sus preferidas” tengan una vida buena con un espacio de vida laboral en una sociedad que normalmente las excluye.

Ah... y un recado para la Congregación de la Doctrina de la Fe en su breve relación sobre los cambios introducidos en las Normae de Gravioribus Delictis (Normas sobre los delitos más graves), señala en el punto 13 el documento: “Se ha introducido como un tipo de delito penal la atentada ordenación sagrada de una mujer”, junto al tema de la pederastia, la pornografía infantil y otros delitos terribles... que aqueja a algunos ordenados de la institución... y ahí está todo junto... todo revuelto... ¡ah!... y cuál es el recado: Clérigos: ¡qué falta de respeto al ser humano = mujer!

Señor bueno y misericordioso, Tú que tanto nos quieres y respetas, perdón por ellos. Nosotras, te seguiremos siempre, paso a paso, junto a María, “madre de las cansadas, que seguirán levantando la voz”. Amén.

Con humildad afirmo que “no tengo miedo de mirarlo a Él”. Tengo mi mirada limpia y mis manos también... y no tengo estola.

Cariñosamente desde Chile. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

el dios salario

EL DIOS SALARIO

“Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8.25)

VERÓNICA PÉREZ, Pastora Pentecostal, marimag13@yahoo.es

GUATEMALA.

  

ECLESALIA, 26/07/10.-  El Dios de la vida está siempre presente, en cada mano amiga que se extiende solidaria, se hace realidad en nuestra experiencia cotidiana.

No olvidemos la presencia del Dios de la vida con nosotras y nosotros. Sin lugar a dudas, recibimos muchas bendiciones, una de ellas es el salario. Tenerlo es de estar agradecidas y agradecidos, con alabanza y gloria al Dios de la vida. Cuando se depende ciegamente del salario  se constituye en dios, se le espera cada 15 y 30 días, se sabe que llega completo. Cierto. Es fijo, nos promete seguridad, sentimos que nos da identidad y nos ofrece un poco de dignidad y en muchos casos hasta nos hace sentirnos poderosos. No debemos olvidar que el trabajo y el salario es una bendición de Dios.  Pero cuando el salario se vuelve nuestro dios, nos olvidamos de Ese que lo permitió.  Pero, este, puede esfumarse en un momento inesperado.

Cuando  “dios salario” echa raíces en nuestra vida y  experiencia cotidiana, nos sentimos huérfanos cuando se corta, cuando se trunca por mandato de otros dioses, porque es manipulable por quienes se consideran dueñas o dueños y tienen el poder de decidir. Entonces nos despertamos a la realidad y ¿Qué pasará con tu vida? ¿Qué pasará contigo? ¿Qué pasará con tu familia? ¿Cómo te encontrarás a ti misma de nuevo y cómo te verás sin esos dioses?

En la experiencia cotidiana volver al Dios de la vida nos despierta y mantiene activa, a la expectativa de lo que acontecerá, de cómo actuará y cada día nos sorprenderá.  El Dios de la vida nos mantendrá con fe y enseña a vivir con confianza, en espera de algo mejor, mucho mejor y nos da  firmeza cuando aparezca la duda.

El Dios de la vida no chantajea, no amenaza, no tortura psicológicamente, no corta la libertad, nos invita a vivir con esperanza y a servirle con libertad y alegría, da calma, nos hace ser nosotras mismas, sin chantajes, ni condiciones que esclavicen, no infunde miedo. Fuera de este Dios de la vida, están muchos otros dioses, algunos más perversos que otros.

El Dios de la vida nos lleva por caminos de luz y de amor, demuestra con hechos concretos que está presente, aunque tú veas que ¡nunca es más oscuro que cuando va a amanecer! Dios  nos carga en sus brazos amorosos, hemos caminado, pero no  vemos nuestras huellas… solamente las de Él, porque nos cuida, nos protege y nos provee…

Gracias Dios por ser Dios y a todos y todas por ser sus instrumentos para  dar vida en abundancia. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

celibato y sexualidad

CELIBATO Y SEXUALIDAD

JOSÉ Mª RIVAS CONDE, CORIMAYO@telefonica.net

MADRID.

  

ECLESALIA, 22/07/10.- Paso aquí a lo que dejé pendiente en “El celibato denostable” (ECLESALIA 6/7/2010), sobre una diversa concepción subyacente de la sexualidad en las iglesias persa del siglo V y la latina.

Recalco que no hablo de la faz de ambas concepciones, ya conocida. La del occidente latino quedó plasmada en la conclusión que el papa Siricio (384-399) sacó de su doctrina sobre la pecaminosidad de la relación sexual, aunque fuera conyugal. Aquello de: «No conviene confiar el misterio de Dios a hombres de ese modo corrompidos y desleales, en los cuales la santidad del cuerpo se entiende profanada con la inmundicia de la incontinencia» (P.L. XIII: 1186, 14-19). La de la persa puede materializase en la síntesis de los motivos en que su concilio de Beth Edraï (486) basó su decisión de acabar con toda restricción clerogámica: «Porque el matrimonio legítimo y la procreación de los hijos, ya sea antes o después del sacerdocio, son buenos y aceptables a los ojos de Dios» (“Sacerdocio y Celibato”: BAC. 1971. Págs. 292-293).

Me refiero al sustrato –ahora ya tal vez sólo poso– de dichas concepciones. Dije en “El celibato inválido” (ECLESALIA 4/6/2010), que ya nadie comparte las ideas de Siricio. Pero la vigencia oficial de su doctrina permaneció hasta el siglo pasado y sus leños ardieron prácticamente hasta la Casti connubii (1930). En esta encíclica Pío XI restringió la pecaminosidad de la relación conyugal a la tenida impidiendo de forma artificial la fecundación, y afirmó fines secundarios (?) del matri­monio, la mutua ayuda, el fomento del amor mutuo y la seda­ción de la “concupiscencia”.

Fue un cambio sustantivo, aunque deficitario, que posteriores documentos, por ejem­plo la Gaudium et Spes, han complementado. Con todo, no parece que se haya acabado de eliminar por completo ese sustrato o como poso. El que ineludiblemente ha tenido que dejar una tan larga vigencia oficial y explícita, como la de la doctrina de Siricio. Casi dieciséis siglos. Y sería revelador a este respecto saber a cuántos espectadores cristianos –católicos o no– siguen ahora sin chirriarles las ideas que, como posicionamiento católico vigente, vierte el “abogado del diablo” en la película “El tercer milagro”, sobre la virginidad y el matrimonio.

En la iglesia latina la sexualidad parecería entenderse a la manera más bien de depósito de agua, cuyo grifo puede uno abrir y cerrar simplemente a voluntad. Es lo más afín con su tenacidad en rechazar cambio alguno en la tradición del postsiricio –salvo las pequeñas transigencias de los últimos sesenta años– y con su persistente planteamiento marcadamente sancionador, así como con la actual recrudescencia del celo punitivo ante los casos de pederastia divulgados. Para ella el fallo y causa de lo sucedido está básicamente en la voluntad del hombre. Incluso lo mucho de formativo y de ascesis preventiva, en que sobreabunda su enfoque, da la sensación de concebirse armadura para el combate contra la “tentación de abrir el grifo”.

Por el contrario, aquella iglesia persa parece apuntar a una sexualidad entendida como corriente de agua, que va creciendo hasta correr con ímpetu, aunque de ordinario afloje –tal vez sólo en su componente considerado más externo y “corporal”– al llegar al remanso de la ancianidad. Una corriente que, cuando aumenta su caudal por “lluvias o tormentas”, tanto mayor riesgo tiene de desbordarse por las cotas bajas de las riberas de su cauce, cuanto más angosto y “superficial” sea éste. Una corriente que, salvo que se cuente con un don excepcional –¡no que con toda sinceridad e ilusión se crea poseer!–, lo fácil es que, por más sacos terreros que se pongan y por más terraplenes que se levanten, termine desbordándose cuando encuentra su cauce obstruido. ¡Y con tanto mayor destrozo y desolación, cuanto más eficaz sea la obstrucción! Esto es lo más coherente –aunque la iglesia persa no lo expresara así– con su extirpación mencionada de toda restricción clerogámica, sin exceptuar de ella como he dicho ni al “catholicós" –es decir, al patriarca– en atención a los que no podían contenerse y a los graves males que este hecho había causado.

La invocación resignada –que a veces se hace– de la existencia en todos los grupos, hasta en el de los casados, de vida sexual extramatrimonial y de perversiones de toda índole, encaja mejor con la concepción latina. Sólo entendiéndolas simple “apertura del grifo” puede rechazarse que, pese a los “sucesos”, los centros de formación sacerdotal sean coladero de gente psicológicamente inmadura o sexualmente desviada, a veces hasta la perversión. Esto parece cosa del todo inadmisible, dadas las exigentes y restrictivas normas selectivas existentes y durando tanto tiempo la formación, período a la vez de criba muy tupida.

El fácil a fortiori de esa invocación –si en todos los grupos, cuánto más en el de quienes tienen ocluido por el motivo que fuere el cauce natural de la sexualidad–, casa más bien con la concepción persa, en cuanto que los quebrantamientos del celibato, aunque supongan desviación e incluso perversión, pueden tenerse en principio por “desbordamientos de la corriente” –más o menos destructivos y desoladores según el caso–, sin dar pie con ello a que asalte ni la duda de si los seminarios serán coladero de nada; ni a considerar depravados innatos a los violadores del celibato; sino hombres siempre expuestos, pese a su ilusión y generosidad, al riesgo de “abrasarse” entrañado en aquello de “no es bueno que el hombre esté sólo” (Gn 2,18). Es riesgo que no desaparece por haberse comprometido libremente a celibato –como se supone al exhortar a oración, a ascesis específica, etc.–; sino que reside precisamente en el hecho mismo de ser célibe.

Con la primera concepción sintoniza bastante la relegación a segundo plano del origen creacional de la sexualidad. Me limito a lo más revelador: el hecho de referirse a ella con el término “concupiscencia”. Como cuando expresamente se dice que el matrimonio es su remedio o sedación. Obviamente sin perder el aplomo. Pues, ni se advierte que así se lleva a pensar que la sexualidad no es obra del Creador, sino una propensión del ser humano, consecuencia del pecado original, a obrar el mal. Es el concepto general de concupiscencia y, el particular restringido al tema, “apetito desordenado de placeres deshonestos”. Así, cuando menos se da a la sexualidad aire de lujuria, por no decir que se la identifica, ya que ésta también se define como “apetito desordenado de deleites carnales”. Es “casi” idéntico a decir que el hambre es gula y que, por ende, es inmoral comer. Obvio que las secuelas vitales de ambas identificaciones son radicalmente diversas; pero en el plano de las ideas, la diferencia principal está en que la última no se la cree nadie y la otra se la tiene creída la práctica totalidad de los cristianos.

Bajo el montón de pensamientos ennoblecedores, con que es usual orlar el matrimonio, se comprende que se perciba a causa de eso un rumor de fondo interferente que lo presenta, al final de cuentas, como especie de burdel estable –particular y privativo de dirección recíproca–, en el que legítimamente se puede satisfacer la propensión desordenada hacia los placeres deshonestos. Lo comparable entonces con un depósito de agua, más que la sexualidad lo sería la concupiscencia, cuyo grifo se tiene por honesto abrir, cuando se trata de regar el huerto del matrimonio, aunque en sí misma sea mala y deseo desordenado de “carnalidad”. – ¡Sabe tanto a papa Siricio…!–. Y no es que se piense que el fin justifica los medios; sino simple inercia histórica o, a lo sumo, desvelo por evitar los males mayores que se prevén seguros; en la experiencia latina, como consecuencia de la “innata” concupiscencia carnal y, en iglesia persa, achacables básicamente a una sexualidad reprimida o más o menos insatisfactoriamente satisfecha. Digo básicamente queriendo excluir la ingenuidad de creer que no existe lujuria en el mundo.

Esa degradante transformación de la sexualidad en concupiscencia, tuvo su origen en la doctrina dualista bullente en la época de ese papa. En ella, en efecto, la sexualidad no se concibe obra del Creador único; sino de un agente del mal contrario a Él; agente que hoy podría verse personificado en “la carne”, uno de los tres enemigos del hombre a los que, en distintos momentos litúrgicos, se pide al creyente renunciar.

Por el contrario, con la concepción persa parece cuadrar más la idea de una sexualidad creacional, de existencia anterior al pecado e independiente de él. Es lo acorde con su afirmación recordada, la de ser «el matrimonio legítimo y la procreación de los hijos [… siempre] buenos y aceptables a los ojos de Dios». El pecado no depende de la entidad de ninguna cosa creada; sino que tan sólo nace del corazón del hombre (Mt 15,19), de la falta en él de hasta el mínimo amor que es síntesis de la Ley y los Profetas (Mt 7,12). La sexualidad de ninguna manera puede considerarse mala; ni en sí misma desordenada; ni en modo alguno infectada por el pecado. Los hombres no tenemos tanto poder como para vencer a Dios, como sucedería si nuestros pecados pudieran tumbar y pervertir la bondad intrínseca de lo creado por Él. Tan sólo lo tenemos para disponer de ello para bien o para mal, según las miras de nuestro corazón; no según la naturaleza de las cosas, muy buenas todas ellas en sí mismas (Gn 1,31; 1Tim 4,4).

El matrimonio no es en absoluto el remedio o sedación de la concupiscencia; sino el culmen de la sexualidad creacional. Culmen radiante de gozo. Un gozo sintetizable en el entusiasmo de Adán al encontrarse con Eva antes del pecado y después de haber pasado revista a todos los animales cuando aún ella no existía: «¡Ésta sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos!» (Gn 2,20-23). Un gozo abierto a la redundancia de los hijos (Gn 1,28), buscada con la sensatez y la responsabilidad que corresponden al hombre.

De su soledad en este mundo es de lo único de lo que el matrimonio es remedio. Ella es la que el Creador juzgó perniciosa para la vida terrenal del hombre y la que quiso evitar con la creación de la mujer (Gn 2,18). Remedio tanto más eficaz cuanto más profunda y amplia sea la fusión afectiva de los dos en el día a día. Más aún en el momento de la unión corporal. La sexualidad no es dominio del hombre sobre la mujer, ni al revés. Tampoco primariamente posesión mutua, aunque ésta se dé; sino fusión de acogida y de entrega recíprocas, como a “carne de mi carme y huesos de mis huesos” (Ef 5,28-30). Sin limitaciones respectivas por egoísmos personales; sin imposiciones mutuas de la personalidad propia; sin reproches de la singularidad específica del otro. Esta es la senda que lleva y realiza la transformación del hombre y la mujer en una única carne indisoluble, cual es el ideal del matrimonio (Mt 19,4-6). Carne en el sentido bíblico de la palabra: creatura temporal, limitada y frágil (Jr 17,5-6), sentido en el que hasta los vegetales son carne.

Según la concepción que se tenga de la sexualidad, el acto sexual puede leerse entonces, bien como “apertura del grifo de la concupiscencia” –que, aunque pecaminosa, resulta o no tolerable según sea o no extramatrimonial y de la que siempre se es inmediatamente responsable–; bien, o ya como “desbordamiento anegador de la corriente de la sexualidad” –con responsabilidad inmediata o mediata según se produzca o no, por no haber dinamitado a tiempo la obstrucción del cauce–; o ya como cresta maciza del propio fluir de la corriente, destello y resplandor de la superación de la soledad del ser humano y plasmación plena de la comunión del hombre y la mujer en una sola creatura, entrañablemente única, de amor y carnalidad.

Poner el acento en la carnalidad, aunque luego no deje de recalcarse la unidad afectiva como aditamento suyo enriquecedor situado por encima de ella –no entrañado en ella–, y más colocar sólo en ésta el horizonte del ser una sola creatura, ayuda a ver la sexualidad como simple hambre desordenado de sexo, saciable con sólo “comer” hasta en “comedero”. No puede reducirse a eso el matrimonio sin vilipendiarlo. La sexualidad es hambre de comunión afectivosexual hasta la plenitud natural de la unidad más embriagadora e íntima que es posible en este mundo. La que se da en la concurrencia de amor y sexo, que a la vez es interacción de sexo y amor.

Con la concepción latina de la sexualidad sintoniza la exhortación a orar, hecha al obligado a celibato (Presbyterorum Ordinis 16,3), en la confianza de la liberalidad de Dios, a fin de obtener firmeza de voluntad y no ceder a la tentación. Sintoniza también con los motivos aducidos a favor de esa confianza: «Porque Dios no lo niega a quienes rectamente se lo piden, “ni tolera que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas (1Cor 10,13)”» (Trento: canon 9 sobre el matrimonio).

Sin embargo, en la concepción de la sexualidad como tendencia presente en el hombre desde su creación y tan natural en él como lo son otras muchas cosas –por ejemplo, la dentición–, el hecho de ratificar la disciplina celibataria, «confiando que el don del celibato será liberalmente concedido por el Padre, con tal de que […se pida] humilde e instantemente» (P.O. 16,3), suena bastante a súplica de milagro.

Súplica similar al ruego por que unos determinados trozos de plomo tengan la capacidad de flotar, en atención –referido al celibato– a la excepcionalidad cristiana y sacerdotal que se afirma tener él. Milagro del todo innecesario; que no fue Dios quien ligó el celibato al orden sacerdotal (P.O 16,1); sino que fue la iglesia quien lo impuso, como reconoce el propio episcopado (P.O. 16,3). Y el hacerlo ella no anula el requerimiento paulino (1Tim 2,2; Tit 1,6) tenido por palabra de Dios comúnmente; no por la ley canónica; para la que parecería obligado decir que lo es del diablo. Ni tampoco anula el dato de no haber considerado nuestro único y verdadero “camino, verdad y vida” necesario el celibato, ni para ser el primer Petros de su Iglesia. Seguramente hubiera tenido otro semblante y otras maneras “la societaria católica romana” (ECLESALIA 1&9/3/2010), si ninguno de sus papas célibes –que también los hubo desposados al inicio– se hubiera conducido tan por bajo del nivel del casado Simón Bayona (Mt 8,14).

La sexualidad es, pues, como natural tirón plúmbeo, no hacia el pecado o lo menos perfecto, sino hacia el vivir terrenal propio del hombre, vida en sí misma buena, que no concupiscente. Ese tirón lastra el intento de flotar en la anticipación a este mundo del existir de los ángeles, anunciado para todos en la resurrección (Lc 20,34-35). Pero es que, además de no darse en ésta ese tirón, en modo alguno existirán soledades y penurias (Ap 7, 15-17) a las que se haya de poner remedio y de las que haya que abrigarse y confortarse en el amor conyugal. Ella es en sí misma desbordante acogida/entrega de Dios al hombre y de éste a Dios (Ap 7,15) hasta la plena unidad identificativa y el éxtasis de verle tal cual es (1Jn 3,2).Es una situación simbolizada en el sentarnos Dios en el trono de su Hijo que también es el suyo (Ap 3,21). Es unidad también comparada por la Revelación a la del matrimonio –los salvados son como esposa y “uxor”, es decir, hembra del Cordero (Ap 21,9)–. Unidad de la que, según la Escritura, la terrenal indisoluble del hombre y la mujer en un único ser completo (Mt 19,5), es símbolo esplendente y como esbozo terrenal (Ef 5,31-32).

Desde la perspectiva de ese tirón propio del ser del hombre, la apelación a 1Cor 10,13 en la exhortación a orar para no «abrasarse», evoca el momento en que el tentador invocó la Escritura al decirle a Jesús: “Tírate abajo, porque está escrito: «A sus ángeles ha ordenado que cuiden de ti, y te llevarán en sus manos para que tu pie no vaya a tropezar con una piedra»”. Todos sabemos la respuesta: “También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios» (Mt 4, 6); sino que, «si no pueden guardar continencia, que se casen» (1Cor 7,9)”. Esta impotencia no es determinable ni mensurable extrínsecamente por leyes; sino sólo por el propio afectado.

Salvo excepciones debidas a la iniciativa de Dios (1Cor 7,7) –tal vez sólo escrutable en cada caso, no por idealismos ni compromisos legales libremente asumidos con toda ilusión y la mejor buena fe; sino a través de las concretas circunstancias de la vida de cada uno–, todo ser humano arrastra de por vida esa impotencia. Es incapacidad inscrita en su entraña y, como otras muchas cosas, límite de la especificidad peculiar de su “ser temporal, limitado y frágil”, tal cual lo diseñó el Creador único y bueno. De ahí que la imposición del celibato por ley al orden sacerdotal, además de ser hecho derogable (ECLESALIA 4/6/2009) y carecer por ello de repercusión en la eternidad (ECLESALIA 16/10/2009), pueda incluso parecer intento de enmendarle la plana a Dios respecto de los clérigos, tan seres humanos como el resto de la humanidad.

Sería un intento tan vano como gritan, a pesar de no ser los más los que se estrellan contra “la señal de tráfico”, tanto la frecuencia no despreciable de “accidentes” celibatarios como su doloroso reguero de creyentes abrasados, de generosas ilusiones truncadas, de vidas hundidas, de psicologías destrozadas, de injusticias con terceros, de perversiones, de infamias, de extrapolaciones injustas e infamantes, de recelo del clero, de desprecio de la sexualidad evangélica, de pitorreo, de chanzas blasfemas, de chistes sin cuento… ¡para desprestigio incluso de la Iglesia de Jesús, que no sólo de la “societaria católica”!

Al menos no parece que Pedro dejaría de valorar tal imposición como forma de «poner vetos a Dios» (Hch 11,17). Aun cuando segurísimo que él no dudaría en absoluto de la buena fe de sus sucesores al establecerla y mantenerla. Como cierto que no dudó lo más mínimo de la suya propia, cuando reconvino a Jesús con ocasión del anuncio de su pasión. Sin embargo la respuesta que recibió fue: «¡Vete de ahí; quítateme de mi vista, Satanás! ¡Incitación a pecado eres para mí, pues tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!» (Mt 16,23). Éste es el denuesto más primario que merece la ley del celibato, sin que él obligue a presuponer perfidia en sus autores y mantenedores. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


reaprender la confianza

17 Tiempo ordinario (C) Lucas, 11, 1-13 

REAPRENDER LA CONFIANZA 

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net 

SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

 

ECLESALIA, 21/07/10.- Lucas y Mateo han recogido en sus respectivos evangelios unas palabras de Jesús que, sin duda, quedaron muy grabadas en sus seguidores más cercanos. Es fácil que las haya pronunciado mientras se movía con sus discípulos por las aldeas de Galilea, pidiendo algo de comer, buscando acogida o llamando a la puerta de los vecinos.

Probablemente, no siempre reciben la respuesta deseada, pero Jesús no se desalienta. Su confianza en el Padre es absoluta. Sus seguidores han de aprender a confiar como él: «Os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá». Jesús sabe lo que está diciendo pues su experiencia es ésta: «quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre».

Si algo hemos de reaprender de Jesús en estos tiempos de crisis y desconcierto en su Iglesia es la confianza. No como una actitud ingenua de quienes se tranquilizan esperando tiempos mejores. Menos aún como una postura pasiva e irresponsable, sino como el comportamiento más evangélico y profético de seguir hoy a Jesús, el Cristo. De hecho, aunque sus tres invitaciones apuntan hacia la misma actitud básica de confianza en Dios, su lenguaje sugiere diversos matices.

«Pedir» es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Así imaginaba Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres, conscientes de su fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o autosuficiencia. No es una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y privada de poder. Lo deplorable es pretender seguir hoy a Jesús pidiendo al mundo una protección que sólo nos puede venir del Padre.

«Buscar» no es sólo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como «buscadores del reino de Dios y su justicia». Es normal vivir hoy en una Iglesia desconcertada ante un futuro incierto. Lo extraño es no movilizarnos para buscar juntos caminos nuevos para sembrar el Evangelio en la cultura moderna.

«Llamar» es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es explicable que se oscurezca hoy la fe de no pocos cristianos que aprendieron a decirla, celebrarla y vivirla en una cultura premoderna. Lo lamentable es que no nos esforcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

REAPRENDER A CONFIANÇA

José Antonio Pagola. Tradução: Antonio Manuel Álvarez Pérez

Lucas e Mateus recolheram nos seus respectivos evangelhos palavras de Jesus que, sem dúvida, ficaram muito gravadas nos Seus seguidores mais próximos. É fácil que as tenha pronunciado enquanto se movia com os Seus discípulos pelas aldeias da Galileia, pedindo algo de comer, procurando acolhimento ou chamando à porta dos habitantes.

Provavelmente, nem sempre recebem a resposta desejada, mas Jesus não desalenta. A Sua confiança no Pai é absoluta. Os Seus seguidores hão de aprender a confiar como Ele: «Digo a vós: pedi e vos será dado, procurai e encontrareis, chamai e será aberto». Jesus sabe o que está a dizer pois a Sua experiência é esta: «quem pede recebe, quem procura encontra, e ao que chama lhe será aberto».

Se algo temos de reaprender de Jesus nestes tempos de crise e desconcerto na Sua Igreja é a confiança. Não como uma atitude ingénua de quem se tranquiliza esperando tempos melhores. Menos ainda como una postura passiva e irresponsável, mas como o comportamento mais evangélico e profético de seguir hoje Jesus, o Cristo. De facto, mesmo que os seus três convites apontam para a mesma atitude básica de confiança em Deus, a sua linguagem sugere diversos matizes.

«Pedir» é a atitude própria do pobre que necessita receber de outro o que não pode conseguir com o seu próprio esforço. Assim imaginava Jesus os Seus seguidores: como homens e mulheres pobres, conscientes da sua fragilidade e indigência, sem qualquer réstia de orgulho ou auto-suficiência. Não é uma desgraça viver numa Igreja pobre, débil e privada de poder. O deplorável é pretender seguir hoje Jesus pedindo ao mundo uma protecção que só nos pode vir do Pai.

«Procurar» não é só pedir. É, também, mover-se, dar passos para alcançar algo que se nos oculta porque está encoberto ou escondido. Assim vê Jesus os Seus seguidores: como «quem procura o reino de Deus e da Sua justiça». É normal viver hoje numa Igreja desconcertada ante um futuro incerto. O estranho é não nos mobilizarmos para procurar juntos caminhos novos para semear o Evangelho na cultura moderna.

«Chamar» é gritar a alguém a quem não sentimos próximo, mas acreditamos que nos pode escutar e atender. Assim gritava Jesus ao Pai na solidão da cruz. É explicável que obscureça hoje a fé de não poucos cristãos, que aprenderam a dize-la, a celebra-la e a vive-la numa cultura pré-moderna. O lamentável é que não nos esforcemos mais por aprender a seguir hoje a Jesus gritando a Deus desde as contradições, conflitos e interrogações do mundo actual.

 

IMPARARE DI NUOVO LA FIDUCIA 

José Antonio Pagola. Traduzione: Redacción de Eclesalia 

Luca e Matteo sono stati raccolti nei loro rispettivi Vangeli parole di Gesù che, senza dubbio, ha avuto un impatto profondo sui suoi più stretti seguaci. E ’facile per voi pronunciate, come si trasferì con i suoi discepoli per i villaggi della Galilea, chiedendo qualcosa da mangiare, alla ricerca di host o bussare alla porta dei vicini.

Probabilmente non sempre ottenere la risposta desiderata, ma Gesù non si scoraggia. La loro fiducia nel Padre è assoluta. I suoi seguaci devono imparare a fidarsi di lui: "Io vi dico: Chiedete e vi sarà dato, cercate e troverete, bussate e vi sarà aperto". Gesù sa quello che dice perché la sua esperienza è questa: "Chi chiede ottiene, chi cerca trova, e il chiamante viene aperto."

Se dobbiamo imparare di nuovo di Gesù in questi tempi di crisi e di confusione nella sua Chiesa è la fiducia. Non è un approccio ingenuo rassicurare quelli in attesa di tempi migliori. Tanto meno di un comportamento passivo e irresponsabile, ma come più evangelica e profetica oggi seguire Gesù Cristo. Infatti, anche se i suoi tre inviti a punto lo stesso atteggiamento di base della fiducia in Dio, il suo linguaggio suggerisce varie sfumature.

"Chiedere" è il giusto atteggiamento dei poveri che hanno bisogno di ricevere da qualcun altro che non possono ottenere con i propri mezzi. Così immagina Gesù ai suoi seguaci come poveri uomini e donne consapevoli della loro vulnerabilità e della miseria, senza alcuna traccia di orgoglio o di autosufficienza. E ’una sfortuna di vivere in una chiesa povera, debole e privo di potere. Che cosa è deplorevole affermazione oggi a seguire Gesù per il mondo abbiamo solo protezione può venire dal Padre.

"Cerca" non è solo chiedere. E ’anche in movimento, ad adottare misure per ottenere qualcosa che è nascosto da noi, perché è dissimulata o nascosta. Così è Gesù ai suoi seguaci come "cercatori del regno di Dio e la sua giustizia". È normale vivere oggi in una chiesa perplesso un futuro incerto. La cosa strana non è quello di mobilitarsi per trovare insieme nuovi modi per diffondere il Vangelo nella cultura moderna.

"Calling" è urlare a qualcuno che non ti senti stretto, ma crediamo di poter ascoltare e rispondere. Allora Gesù gridò al Padre nella solitudine della croce. E ’comprensibile che ora oscura la fede di molti cristiani che hanno imparato a parlare che, celebrare e vivere in una cultura premoderna. La cosa spiacevole è che ci impegniamo di più per imparare a seguire Gesù oggi grida a Dio dalla contraddizioni, i conflitti e le domande di oggi.

 

REAPPRENDRE LA CONFIANCE

José Antonio Pagola, Traducteur: Carlos Orduna, csv

Luc et Matthieu ont recueilli dans leurs évangiles respectifs quelques paroles de Jésus qui étaient restées sans doute profondément gravées chez ses disciples les plus proches. Il les aurait certainement prononcées lorsqu’il parcourrait avec ses disciples les villages de Galilée, en demandant quelque chose à manger, ou lorsqu’il cherchait un accueil en frappant à la porte des habitants.

Certainement qu’ils ne recevaient pas toujours la réponse attendue. Jésus ne se décourage pas. Sa confiance en son Père est absolue. Ses disciples doivent apprendre aussi à faire confiance comme lui : « Moi, je vous dis : demandez et vous recevrez, cherchez et vous trouverez, frappez à la porte et l’on vous ouvrira ». Jésus sait ce qu’il dit car voici son expérience : « celui qui demande reçoit, celui qui cherche trouve et à celui qui frappe, la porte lui est ouverte».

S’il y a quelque chose à réapprendre de Jésus en ces temps de crise et de désorientation dans son Eglise, c’est la confiance. Non pas comme une attitude naïve de ceux qui restent tranquilles en attendant des temps meilleurs. Encore moins, en restant dans une attitude passive et irresponsable, mais en ayant, à la suite de Jésus le Christ, un comportement plus évangélique et prophétique.

“Demander” est l’attitude propre au pauvre qui a besoin de recevoir d’un autre ce qu’il ne réussit pas à avoir par son propre effort. C’est ainsi que Jésus imaginait ses disciples : des hommes et des femmes pauvres, conscients de leur fragilité et de leur indigence, sans aucune trace d’orgueil ou d’autosuffisance. Ce n’est pas un malheur que de vivre dans une Eglise pauvre, faible et privée de pouvoir. Ce qui est déplorable c’est de prétendre aujourd’hui suivre Jésus en sollicitant du monde une protection qui ne peut nous venir que du Père.

“Chercher” n’est pas seulement demander. C’est en plus, bouger, faire des pas pour atteindre quelque chose qui nous est dissimulé car c’est secret ou caché. Jésus voit ses disciples comme des « chercheurs du royaume de Dieu et de sa justice ». C’est normal de vivre aujourd’hui dans une Eglise déconcertée face à un avenir incertain. Ce qui est étrange c’est que nous ne nous mobilisions pas pour chercher ensemble des chemins nouveaux afin de semer l’Evangile dans la culture moderne.

“Appeler” consiste à crier vers quelqu’un qui n’est pas proche, mais dont on est sûr qu’il peut nous écouter et s’occuper de nous. C’est ainsi que Jésus criait vers son Père dans la solitude de la croix. C’est compréhensible qu’aujourd’hui s’obscurcisse la foi de pas mal de chrétiens qui avaient appris à la dire, à la célébrer et à la vivre dans une culture pré moderne. Ce qui est lamentable c’est que nous ne nous efforcions pas davantage pour apprendre à suivre Jésus aujourd’hui, en criant vers Dieu à partir de nos contradictions, (et) à partir des conflits et des interrogations du monde actuel.

 

RELEARNING HOPE

José Antonio Pagola. Translator: José Antonio Arroyo

Luke and Mark have kept in their gospel some of Jesus’ words that, evidently, had impressed their followers very specially. Jesus must have used those words often as they moved from village to village in Galilee, and they knocked at people’s doors, begging for food and lodging.

Probably, they did not always get the desired response and welcome, but Jesus did not show discouragement. His trust in his Father was absolute. His followers had to learn from him the same trust: “I say to you: Ask and it will be given to you; search, and you will find; knock and the door will be opened to you. Jesus knew what he was saying; such was his experience: “For the one who asks receives; the one who searches always finds; the one who knocks will always have the door opened to him.”

If there is anything that we should learn from Jesus, in these times of “crises” and confusion within his Church, is hope. This should not be simply the attitude of those hoping for better days. Much less, it should not be a passive or irresponsible attitude, but rather a prophetic and evangelical following of Jesus today. Actually, even though his invitations always point towards a basic trust in God, Jesus’ language suggests other meanings.

 “Ask”, begging, is the attitude proper of a beggar who needs something from others, because he cannot acquire it by his own effort. That’s how Jesus saw his followers: like poor men and women who were conscious of their weakness and lacking pride or self-sufficiency. Being members of a Church that is poor, weak and powerless should not be a disgrace. It can be deplorable, however, trying to follow Jesus today while seeking from the world help and protection that can only come from the Father.

Seek” is more than asking or begging. It also implies moving towards, taking steps to reach something that is unavailable, covered or hidden. Hence Jesus considers his “followers” as “seekers of the kingdom of God and his justice.” Today we are used to live in a Church that is faced with an uncertain future. And the concern is that we do not get together to seek new ways to spread the Gospel in this modern culture.

Call/knock” is more than calling someone who is far from us and we believe can hear or pay attention to us. That’s what Jesus did when he cried aloud to his Father from the solittude of the cross. We can understand why some people’s faith today is weakened. They learned, proclaimed and practiced their faith in a pre-modern culture. Sadly enough, we do not make any effort or take steps to follow Jesus today calling/shouting against the contradictions, conflicts and challenges of this present world.

 

KONFIANTZA BERRIKASI

José Antonio Pagola. Itzultzailea: Dionisio Amundarain

Lukasek eta Mateok, nork bere ebanjelioan, Jesusen hitz batzuk dakartzate, dudarik gabe haren ikaslerik hurbilekoengan sakon ezarriak gelditu zirenak. Segur aski, ikasleekin Galileako herrixketan zebilenean esango zituen, jatekoaren eskean, ostatu bila edo bertakoen artean ate joka zebilenean.

Apika, ez zuten beti nahi bezalako erantzunik jasotzen, baina Jesusek ez zuen etsitzen. Erabatekoa zuen Aitarekiko konfiantza. Ikasleek ere Aitagan konfiantza izaten ikasi behar dute: «Hauxe esaten dizuet: Eskatu, eta emango dizue Jainkoak; bilatu, eta aurkituko duzue; jo atea, eta zabalduko zaizue». Jesusek badaki zer ari den esaten, hauxe baitu bere esperientzia: «eskatzen duenak hartu egiten du, bilatzen duenak aurkitu eta ate joka ari denari ireki egiten zaio».

Konfiantza da Elizak bizi duen krisialdi eta nahasmendu honetan Jesusengandik, zerbait izatekotan, berrikasi beharrekoa. Ez, noski, jarrera xinplea biziz, aldi hobeen geldoturik zain jarriz beren burua lasaitzen dutenak bezala. Askoz gutxiago jarrera pasiboa eta erantzukizunik gabea biziz, baizik Jesusi, Kristori, jarraitzeko portaera ebanjelikoa eta profetikoa hartuz. Izatez, Jesusen hiru gonbitek Jainkoaganako oinarrizko konfiantza bera markatzen badute ere, haren hizkerak ñabardura desberdinak iradokitzen ditu.

«Eskatu»; pobrearen jarrera berezia da, bere ahaleginez lortu ezin duenak beste norbaitengandik hartu behar duenaren jarrera. Honela irudikatzen ditu Jesusek bere jarraitzaileak: gizon-emakume pobre bezala, beren ahuldadearen eta pobretasunaren jakinaren gaineko, harrokeria eta buruaskitasun izpirik gabeko bezala. Ez da inolako ezbeharra Eliza pobre batean bizitzea, ahulean, botererik gabean. Aitzitik, hau da gauza negargarria: Jesusi jarraitu nahi izatea, baina Aitagandik bakarrik etor daitekeena munduari eskatuz.

«Bilatu»: Kontua ez da eskatzea soilik. Gainera, mugitzea da, zerbait lortzeko urratsak egin beharra: ezkutuan edo tapaturik dagoelako ikusten ez dugun hura lortzeko. Honela irudikatzen ditu Jesusek bere jarraitzaileak: «Jainkoaren erreinuaren eta haren zuzentasunaren bilatzaile bezala». Normala da gaur Eliza zurt eginik bizitzea ziurtasunik gabeko etorkizunaren aurrean. Beste hau da harritzekoa: pausorik ez ematea guztiek batean bide berrien bila gaur egungo kulturan Ebanjelioa ereiteko.

«Jo atea»: hurbil dugula sentitu ez, baina entzuten eta kasu egiten ahal digula uste dugunari oihu egitea da. Horrela egiten zion oihu Jesusek Aitari gurutzean. Ulertzekoa da gaur kristau askoren fedea, kultura aurremoderno baten adierazten, ospatzen eta bizitzen ikasi zuten hura, lausoturik gelditzea. Beste hau da gauza tamalgarria: ez garela ahalegintzen Jesusi jarraitzen Jainkoari oihu eginez gaur egungo munduko kontraesanen, gatazken eta galdekizunen artetik.

 

TORNAR A APRENDRE LA CONFIANÇA

José Antonio Pagola. Traductor: Francesc Bragulat

Lluc i Mateu han recollit en els seus respectius evangelis unes paraules de Jesús que, sens dubte, van quedar molt gravades en els seus seguidors més propers. És fàcil que les hagués pronunciat mentre es movia amb els seus deixebles pels llogarrets de Galilea, demanant una mica de menjar, buscant acollida o trucant a la porta dels veïns.

Probablement, no sempre reben la resposta desitjada, però Jesús no es desanima. La seva confiança en el Pare és absoluta. Els seus seguidors han d’aprendre a confiar com ell: «I jo us dic: Demaneu, i Déu us donarà; cerqueu, i trobareu; truqueu, i Déu us obrirà». Jesús sap el que està dient ja que la seva experiència és aquesta: «el qui demana, rep; el qui cerca, troba; i a qui truca, li obren».

Si alguna cosa hem de tornar a aprendre de Jesús en aquests temps de crisi i de desconcert en la seva Església és la confiança. No com una actitud ingènua dels qui es tranquil•litzen esperant temps millors. Menys encara com una postura passiva i irresponsable, sinó com el comportament més evangèlic i més profètic de seguir avui Jesús, el Crist. De fet, encara que les seves tres invitacions apunten cap a la mateixa actitud bàsica de confiança en Déu, el seu llenguatge suggereix diversos matisos.

«Demanar» és l’actitud pròpia del pobre que necessita rebre d’un altre el que no pot aconseguir amb el seu propi esforç. Així imaginava Jesús els seus seguidors: com a homes i dones pobres, conscients de la seva fragilitat i indigència, sense cap rastre d’orgull o d’autosuficiència. No és una desgràcia viure en una Església pobra, feble i privada de poder. El deplorable és pretendre seguir avui Jesús demanant al món una protecció que només ens pot venir del Pare.

«Cercar» no és només demanar. És, a més, moure’s, fer passos per assolir una cosa que se’ns oculta perquè està encoberta o amagada. Així veu Jesús els seus seguidors: com «cercadors del regne de Déu i la seva justícia». És normal viure avui en una Església desconcertada davant un futur incert. L’estrany és no mobilitzar-nos per buscar junts camins nous per sembrar l’Evangeli en la cultura moderna.

«Trucar» és cridar algú a qui no sentim a prop, però creiem que ens pot escoltar i atendre. Així cridava Jesús al Pare en la solitud de la creu. És explicable que avui s’enfosqueixi la fe de no pocs cristians que van aprendre a manifestar-la, celebrar-la i viure-la en una cultura premoderna. El lamentable és que no ens esforcem més per aprendre a seguir avui Jesús cridant Déu des de les contradiccions, els conflictes i els interrogants del món actual.

 

REAPRENDER A CONFIANZA

José Antonio Pagola. Traduciu: Xaquín Campo

Lucas e Mateu recolleron nos seus respectivos evanxeos unhas palabras de Xesús que, sen dúbida, ficaron moi gravadas nos seus seguidores máis próximos. É doado que as pronunciara mentres se movía cos seus discípulos polas aldeas da Galilea, pedindo algo de comer, buscando acollida ou chamando ás portas dos veciños.

Probabelmente, non sempre reciben a resposta desexada, pero Xesús non se desalenta. A súa confianza no Pai é absoluta. Os seus seguidores teñen de aprender a confiar coma el: «Dígovos a vós: pedide e darásevos, buscade e acharedes, chamade e abrirásevos». Xesús sabe ben o que está a dicir, pois a súa experiencia é esta: «quen pide recibe, quen busca acha, e ao que chama ábreselle».

Se algo temos de reaprender de Xesús nestes tempos de crise e desconcerto na súa Igrexa é a confianza. Non coma unha actitude inxenua dos que se tranquilizan esperando tempos mellores. Menos aínda coma unha postura pasiva e irresponsábel, senón coma o comportamento máis evanxélico e profético de seguir hoxe a Xesús, o Cristo. De feito, aínda que os seus tres convites apuntan cara á mesma actitude básica de confianza en Deus, a súa linguaxe suxire diversos matices.

«Pedir» é a actitude propia do pobre que necesita recibir doutro o que non pode conseguir co seu propio esforzo. Así imaxinaba Xesús aos seus seguidores: Como homes e mulleres pobres, conscientes da súa fraxilidade e indixencia, sen rastro ningún de orgullo ou autosuficiencia. Non é ningunha desgraza vivir nunha Igrexa pobre, débil e privada de poder. O deplorábel é pretender seguir hoxe a Xesús pedindo ao mundo unha protección que só nos pode vir do Pai.

«Buscar» non é só pedir. É, ademais, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encuberto ou escondido. Así ve Xesús aos seus seguidores: Como «buscadores do reino de Deus e a súa xustiza». É normal vivir hoxe nunha Igrexa desconcertada ante un futuro incerto. O estraño é non mobilizarnos para buscar xuntos camiños novos para sementar o Evanxeo na cultura moderna.

«Chamar» é berrar a alguén ao que non sentimos preto, pero cremos que nos pode escoitar e atender. Así berraba Xesús ao Pai na soidade da cruz. É explicábel que se escureza hoxe a fe de non poucos cristiáns que aprenderon a dicila, celebrala e vivila nunha cultura premoderna. O lamentábel é que non nos esforcemos máis por aprender a seguir hoxe a Xesús gritando a Deus dende as contradicións, conflitos e interrogantes do mundo actual.

la biblia en la época moderna

LA BIBLIA EN LA ÉPOCA MODERNA

ADOLFO D. ROITMAN, conservador de los rollos del Mar Muerto del Museo de Israel, promoción@verbodivino.es

JERUSALÉN (ISRAEL).

 

ECLESALIA, 20/07/10.- Desde la antigüedad hasta nuestros días, la Biblia Hebrea y Cristiana ha cautivado el interés de los seres humanos, tanto creyentes como agnósticos. Las historias de Abraham o de Jesús, el Decálogo o los Salmos se convirtieron en piezas claves de la cultura judeo-cristiana, sentando los temas fundacionales del arte, la ética o la piedad de la civilización occidental. Por generaciones, los lectores han encontrado en sus páginas inspiración, consuelo y una profunda espiritualidad, como así también una fuente inagotable de información acerca de la sociedad, la literatura, el pensamiento y la religión del pueblo de Israel en la época antigua.

En tiempos pretéritos, el estudio tradicional de las Sagradas Escrituras se caracterizó por examinar el texto (filología), las ideas y creencias (filosofía y teología) y la realidad fáctica de sus relatos (historia). Sin embargo, el espectacular desarrollo de las ciencias bíblicas en las últimas décadas se vio acompañado por la introducción de nuevos métodos científicos de análisis (por ejemplo: arqueología, sociología, antropología y religiones comparadas), transformando el estudio de la Biblia en un campo apasionante, desafiante, pero muy sofisticado, apropiado ahora sólo para expertos en la materia.

Esta especialización ha derivado en una creciente brecha entre los "expertos" y los "legos", creando una situación insostenible de extrañamiento entre ambos grupos. La hiper-profesionalización de los estudios bíblicos convirtió a la Biblia en una obra casi esotérica, y muchas veces incomprensible, para el lector no-especializado. Lamentablemente, este vacío ha sido ocupado en los últimos años por grupos fundamentalistas de distinto talante (sean ultra-ortodoxos judíos, evangelistas cristianos o chiítas islámicos), presentando una imagen tergiversada, y muchas veces retrógrada, de los textos sagrados, al descontextualizar los mismos y leerlos de manera literal.

Un ejemplo en este sentido es la polémica en algunos círculos cristianos acerca de la teoría de la evolución de las especies propuesta por Ch. Darwin en el siglo XIX, a partir de una lectura tendenciosa del texto bíblico de Génesis 1. Como lo refleja el siguiente texto: "La evolución en sentido darwiniano se enseña como un hecho demostrado en las escuelas y en la televisión y raramente es cuestionada o examinada críticamente. Este es un hecho muy desafortunado. Si se le demostrara al público general que el evolucionismo es erróneo, lo único que podría llenar el vacío sería Dios. Los incrédulos no quieren un Dios soberano que gobierne el universo. Ellos desean un dios (la evolución) que puedan examinar, exhibir y proclamar en el mundo secularizado e irreligioso. El evolucionismo es una doctrina peligrosa y condenatoria para las almas de los hombres. Es una vacuna poderosa de Satán contra el cristianismo" (http://www.miapic.com/una-comparacion-entre-el-evolucionismo-y-la-biblia). ¡Cuántos errores y polémicas se habrían evitado, si en lugar de leer la versión bíblica de la creación en Génesis 1 de una manera literal, estos fundamentalistas hubieran interpretado el texto a la luz de la literatura mitológica del Oriente antiguo (como es el caso de la epopeya de la creación mesopotámica, Enuma Elish), colocando la narración bíblica en el contexto literario, religioso y simbólico propio de su época!

Tal como lo puse de manifiesto en mi reciente libro Biblia, exégesis y religion. Una lectura crítico-histórica del judaísmo (Editorial Verbo Divino, 2010), el texto bíblico es por naturaleza complejo, con no pocas repeticiones y contradicciones, en donde se combinan fuentes literarias de distinto origen y naturaleza. Es por ello, entonces, que una lectura crítica de las Sagradas Escrituras permite reconocer las distintas tradiciones entretejidas en su narrativa, descubriendo por su intermedio la riqueza literaria e ideológica escondida en sus palabras.

Así mismo, la lectura científica de la Biblia permite recontextualizar creencias, prácticas e instituciones. Cabe reconocer que en algunos casos, esta aproximación crítica pone en duda algunas "verdades sacrosantas" de la fe, descalificando las lecturas fundamentalistas como impropias y anacrónicas. De esta manera, entonces, la narración bíblica deja de ser una historia "objetiva" para convertirse en un mito polivalente sujeto a lecturas diversas. Pero en otros casos, por el contrario, esta misma lectura aparentemente subversiva, herética y anti-religiosa, permite entender los textos en sus marcos culturales específicos, recuperando diálogos olvidados y polémicas perdidas en las brumas del tiempo.

De esta manera, pues, la Biblia deja de ser según esta perspectiva un libro cuya "esencia" es definitiva, absoluta y estática, para convertirse en un fenómeno histórico-cultural complejo. Esta aproximación permite ver las Sagradas Escrituras como un documento policrómático, en donde se reflejan los innumerables matices de la piedad, el pensamiento y la sociedad del pueblo judío en la antigüedad. En última instancia, una lectura crítica de la tradición bíblica se entronca en la larga tradición del Humanismo, promoviendo la tolerancia y respeto del "Otro". (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

el celibato querido, asumido y disfrutado

EL CELIBATO QUERIDO, ASUMIDO Y DISFRUTADO

FRANCISCO RAFAEL DE PASCUAL, monje cisterciense, revcistercium@planalfa.es

CÓBRECES (CANTABRIA).

 

ECLESALIA, 19/07/10.-  De todo hay en la viña del Señor. Y también se puede opinar de todo. Se puede escribir de todo. Pero en todo lo que se escribe hay que conservar la sabiduría de elegir las palabras: los nombres, adjetivos y los verbos.

No quisiera herir a nadie; pero leo cosas que hieren. Hay verdades que hieren, y no me conformo con el dolor. Hay quienes parecen disfrutan proyectando sombras en medio de la luz. Y no acepto con serenidad que se hable en nombre de otros. No me agradan, lo siento, zelotas y fariseos que administran las verdades, las luces y las sombras, las creencias y sentimientos de otros.

Convivo, comparto, consufro y me alegro con mis amigos, leo y estudio, y no necesito tanto intérprete de nuestro celibato, monástico o sacerdotal, libremente asumido, vivido en la entrega y descubrimiento del afán y del amor de cada día, tropiezo y me levanto con la ayuda de quien tiene todo el tiempo del mundo para estar a mi lado, me acerco a los otros sin reservarme nada para mí, y en la entrega recibo más complementos de los que nunca hubiera programado.

No me comparo con otros, sé los peligros que corro y las metas que he cruzado. Estudio filosofía y sé qué son los sofismas, conozco un poco el corazón humano y sé que es de cada uno.

No quiero que me interpreten lo que yo también leo y puedo encontrar en cualquier libro. Ya lo he leído. Ya me lo sé. Está escrito. Pero lo que hay en el corazón de cada uno es siempre nuevo. Y en mi corazón hay más alegría que si abundara en trigo y en vino. Me he acostumbrado al vino de solera, al pan bien cocido. Y lo comparto con quien llega a mi mesa como una sorpresa.

No quiero que nadie me quite los invitados a mi mesa. No quiero que nadie les advierta ni les muestre atajos. Que vengan ellos solos libremente. El corazón no se atiene a razones, lo sabemos, aunque estén escritas en los libros, decretadas en los concilios y avaladas por los santos padres: nadie es bueno porque lo digan los santos padres, los concilios o los libros. Es bueno porque quiere ser bueno.

Amo quia amo. Amo porque amo dijo Agustín y copiaron los medievales. Soy como soy porque quiero serlo, porque lo he elegido, porque es mi aventura, y mi aventura es mía.

No quiero que me den guías-útiles, no quiero que me recomienden lugares, no quiero que me programen rutas.

No quiero que me convenzan de nada. Como dije antes, tengo mis amigos, y entre nosotros, como dijo Elredo de Rieval, está Él como uno más. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).