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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

Reflexiones

deseo

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Reedición (ecleSALia, 26/03/07) ampliada y modificada
NI SALVADOS, NI REDIMIDOS
¡Tan sólo amados, llamados y esperados!
JAIRO DEL AGUA, jairoagua@gmail.com

ECLESALIA, 27/03/09.- Durante siglos nos han enseñado que el pecado del hombre causó una ofensa infinita a Dios. Siendo el hombre un ser limitado, no podía reparar esa ofensa infinita. Era preciso alguien infinito para satisfacer el honor de Dios. Por otro lado, al haber sido cometida la ofensa por el hombre, tenía que ser reparada por un hombre. Eso explica que Jesús (Dios y hombre) se encarne, muera y merezca con su muerte (sacrificio con valor infinito por tratarse de un ser infinito) la reconciliación con Dios. Al quedar pagado el justiprecio por todas nuestras ofensas, quedamos redimidos y los cielos abiertos.

Se me ponen los pelos de punta al recordar esta nefasta doctrina que ha durado casi diez siglos, ha denigrado el rostro de Dios revelado por Cristo y ha causado tanto temor. Bajo ella laten los conceptos de "culpa" y "expiación" judaicos de los que estaba impregnado San Pablo y con los que, a veces, contamina sus cartas. La superada "interpretación literal" de la Escritura nos permite ahora distinguir el diamante (Palabra de Dios) de los defectos causados por su tallador (el escritor sagrado).

En el siglo XI San Anselmo, influido por la literalidad de la Escritura y el ambiente feudal de su época, escribió la teoría de la redención que he resumido. La recogió después Santo Tomás y se ha ido trasmitiendo por generaciones. Ahora los teólogos la rechazan pero no se hace lo necesario para borrar del subconsciente colectivo esa trágica teoría. Cuando se descubre un error, lo recto es corregirlo inmediatamente. Sin embargo, determinados textos oficiales, la liturgia y algunas predicaciones siguen reflejando esa historia.

Pareciera que nuestros dirigentes no comparten que “rectificar es de sabios”. Siguen teniendo un “temor insuperable” a la autocrítica y los pasos adelante. El conservadurismo, disfrazado de tradición, les atenaza. Temen que su autoridad quede mermada por los cambios de rumbo. Piensan y dicen que su sabiduría se identifica con la inmutable e infalible sabiduría de Dios y que son los únicos con tal privilegio. No leyeron la alabanza: "¡Yo te alabo Padre porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos!" (Mt 11,25). Tampoco leyeron a San Paulino de Nola: “Estemos pendientes de los labios de los fieles, porque en cada fiel sopla el Espíritu de Dios”. Tal vez tampoco oyeron a Juan Pablo II: “La fe no se impone, se propone” y se vive -añado yo- porque “hacer es la mejor forma de decir”. Me duele la falta de celo, el inmovilismo, la ausencia de conversión (rectificación). Me duele que al Pueblo de Dios no le lleguen las luces nuevas, la liberación del error y del temor. Aunque comprendo la pesada inercia de los siglos.

Los doctores de hoy, como los de ayer, son expertos en construir torres de Babel con el pensamiento, en hacer encaje de bolillos con la razón. El error surge al apartarse de la realidad, al barajar fantasmas. Esos cerebralismos, esos despegues de la realidad, inscrita en el corazón y recogida en el Evangelio, dibujaron un "dios sádico" (a ras de los dioses mitológicos), capaz de desangrar a su hijo para darse a sí mismo una reparación. ¡Qué barbaridad! ¡Rechazo pública y firmemente ese “dios falso” y esa “redención mercantil”! ¿Qué ceguera nos impidió ver esa terrible idolatría?

¡Me adhiero al Padre revelado por Jesús en la parábola del hijo pródigo! ¡Creo en el Dios Amor que no necesita para perdonar ni pagadores, ni justificadores, ni expiaciones, ni holocaustos, ni sacrificios! Mi Dios es fina lluvia templada que se derrama constantemente sobre sus sedientas criaturas. Es el calor que necesita mi piel, la luz que ansían mis ojos, la música que sosiega e inunda mi ser. Es el perfumado horizonte de flores que busca mi corazón. Es la Felicidad plena que creó al hombre para hacerle partícipe de su felicidad. Es pura Gratuidad que no espera respuesta, sólo anhela que su regalo haga feliz al otro. No hay precios que pagar, no hay expiaciones que colmar.

¿Entonces, la venida de Cristo para qué? Para que no perdamos el regalo. Para que no mendiguemos comida de cerdos teniendo un Padre millonario. Dios nos creó libres "a su imagen y semejanza" pero elegimos emplear ese don contra nosotros mismos. Huimos de nuestra humanidad y nos convertimos en alimañas ("homo homini lupus" decía ya el comediógrafo Tito Marcio Plauto allá por el 200 a.C.). Contagiamos nuestras erradas decisiones a las generaciones siguientes. Y nos fuimos hundiendo en la violencia, el temor, la oscuridad y la desesperación. El Amor gratuito de Dios no podía quedar indiferente y decidió "recrearnos", enseñarnos a ser humanos.

Para eso viene el Hijo del Hombre, el modelo, para devolvernos nuestra identidad y, con ella, el mapa de la felicidad. Lo dice Juan maravillosamente: "Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que quien crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16). Creer significa confiar, seguir, adherirse a la persona y al mensaje. Tener vida significa crecer, realizarse, avanzar hacia la felicidad para la que fuimos creados. Por eso la salvación no está en la cruz, sino en el seguimiento del Salvador:"Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Él nos reveló un Rostro en quien confiar y un Camino para el encuentro.

¿Y la pasión y muerte? De ninguna manera son divinas, ni sagradas. Son hechura de nuestras manos homicidas, como lo son “las crucifixiones” a que hoy sometemos a tantos hermanos nuestros. Son nuestra terrible respuesta al que viene a ayudarnos. Lo cuenta el mismo Jesús en la "parábola de los viñadores homicidas" (Mt 21,33). No existe una cruz redentora querida por Dios. Él aborrece el sufrimiento de su Hijo y de sus hijos. Existe el horror de la cruz con la que aplastamos al Justo, al Bueno, al Pacífico, en contra de la voluntad de Dios, para proteger -terrible y vergonzante paradoja- la religión. (Los religiosos de hoy deberían meditar seriamente esa historia).

Ante nuestra libertad criminal, Dios pudo quitárnosla de un plumazo ("¿crees que no puedo pedir ayuda a mi Padre que me enviaría doce legiones de ángeles?" - Mt 26,53). Hubiese sido la destrucción del hombre porque sin libertad dejamos de ser humanos. Su obra creadora hubiese fracasado. La respuesta no fue fulminarnos sino enseñarnos, cogernos de la mano. Y ahí entra la pedagogía del Crucificado: "vencer el mal con abundancia de bien" (Rom 12,21). Ante la atrocidad de nuestra libertad deicida, Él certifica con su sangre el contenido de su predicación: paz, amor, verdad, confianza, perdón, fortaleza, oración, aceptación, etc.

Muchas veces nos quedamos en la sensiblería de la cruz sin darnos cuenta de las lecciones que en ella nos dejó el Crucificado. Tampoco acertamos a ver que la cruz es nuestra espeluznante obra, mientras que el ejemplo del Crucificado y su resurrección es la obra luminosa de Dios. La resurrección probará que esos valores, por los que Cristo se deja matar, son el Camino del triunfo definitivo. Le llamamos Redentor porque nos redime de nuestra ceguera, de nuestros temores y de nuestra desesperanza. Su dolor resucitado, además de certificar el Mensaje, es consuelo y esperanza para los que sufren, en cualquier tiempo, bajo las garras del mal: "No tengáis miedo de los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Mt 10,28).

El corazón maternal de Dios no puede renunciar a su deseo de hacernos felices. Ésa es la finalidad de la creación, de la encarnación y de la pasión. Ése es el regalo de su Gratuidad. Quien estúpidamente lo rechaza en esta vida tendrá que rehabilitarse en la otra, tendrá que hacer la dolorosa gimnasia de convertirse en humano y sufrir indeciblemente al darse cuenta de que rompió su décimo premiado. La posibilidad de ser feliz está indisolublemente ligada a la naturaleza humana. Un perro podrá estar satisfecho pero nunca feliz. Nadie que renuncie a la "imagen y semejanza", inmersa en su humanidad, podrá encontrar la felicidad. Por eso "la parábola del hijo pródigo" -síntesis de todo el Evangelio- es una historia de gratuidad, libertad errada y felicidad recuperada ("volveré junto a mi Padre").

Ni salvados, ni redimidos, pero sí iluminados, amados, llamados, atraídos, esperados y abrazados. De ti depende caminar el Camino de tu redención, tu salvación, tu humanización y tu felicidad. Él siempre te acompañará con abrazos florecidos y besos horneados. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

muchachos

muchachos

¿SOMOS TODOS MIGUEL?
JOSÉ MORENO LOSADA, sacerdote capellán universitario
BADAJOZ.

ECLESALIA, 20/03/09.- El grito de la sociedad en su conjunto está siendo, desde un apoyo radical a los padres, “todos somos Marta”; lo somos una vez que ha sido asesinada, yo me pregunto si lo éramos antes de que esto ocurriera. Me explico, no soy psicólogo, soy sacerdote y llevo dedicado al trabajo con jóvenes veinticinco años, y me preocupa enormemente lo que se refiere a la construcción de la persona en nuestra sociedad. El ser humano tiene necesidades fundamentales en tres niveles: materiales, socio-afectivas-culturales, y espirituales; los adolescentes y jóvenes están ávidos de llenarlas, pero muchas veces construimos personas unidimensionales y respondemos y llenamos los vacíos con consumo y placer, quedando al margen un cuidado afectivo equilibrado, un desarrollo de las capacidades de relación y culturales, y mucho menos la dimensión espiritual. Sinceramente muchas veces siento una preocupación tremenda cuando observo el mundo juvenil y cómo les educamos para llenar sus necesidades unidireccionalmente. En estos días por ejemplo, he contrastado cómo, por un lado, estaban los jóvenes voluntarios que con alegría empujaban los sillas de los jóvenes de Aspaceba en el desfile del carnaval, al igual que la noche anterior veía jóvenes, adolescentes y, en algunos casos, incluso niños, destrozados por el alcohol por las calles de Badajoz ante la indiferencia de todos. También tiemblo cuando paso junto al centro Marcelo Nessi y pienso si creemos de verdad que los jóvenes que lo habitan pueden transformarse o están destinados, sin remedio, al módulo de jóvenes en nuestras cárceles. En la universidad descubro que no llega ningún alumno de la clase social que corresponde al nivel de pobreza grave y severa, ¿serán todos culpables de su fracaso escolar?

En la reflexión llega un momento en que tengo que preguntarme con sinceridad: ¿dónde estaba yo y toda la sociedad en la construcción de la persona de Miguel cuando era niño, adolescente y en sus comienzos juveniles? ¿Quién ha respondido y le ha ayudado a llenar sus necesidades afectivas, sociales, culturales y espirituales? Quizá sólo se sintió verdaderamente amado por Marta y no supo aceptar la vida de ella sin él, fracasado en su relación… no lo sé y tampoco sé cómo habrá sido su infancia, su familia, sus relaciones, su currículum escolar, su educación moral y de conciencia, el sentido trascendente de su existencia y la alteridad humana… Son tantas preguntas las que me surgen interiormente que entro en silencio, contemplo su persona y me imagino aquella escena evangélica en la que está una prostituta que todos quieren apedrear delante de Jesús de Nazaret y éste lanza aquella sentencia:”el que esté libre de pecado que le tire la primera piedra” y yo no tengo fuerza ni razones para tirársela a Miguel.

Ayer al finalizar la misa en la que pedimos por Miguel y todos los que están en las cárceles, así como por los que trabajan allí, se acercó una mujer mayor muy sencilla y me dijo que lleva muchos días pidiendo a Dios que estos muchachos encuentren en la cárcel profesionales y voluntarios que le ayuden a reconstruir sus personas y poder reinsertarse con un corazón nuevo en la sociedad. Yo también pido y deseo eso esta mañana, que este joven Miguel pueda ser un día de esos jóvenes alegres que empujaban los sillas de los discapacitados en el desfile del carnaval. He visto a alcohólicos y drogodependientes rehabilitados que ayudaban con su experiencias a los que están en esa situación que ellos cambiaron y en eso encuentran la alegría, porque tienen cubiertas sus necesidades profundas en el amor a los demás; yo prefiero eso a la cadena perpetua y me uno a la mujer sencilla que no quería la cadena perpetua, porque ella había sido voluntaria en la cárcel de Sevilla y piensa que la cárcel sólo tiene sentido para reinsertar. Está claro que mi voto es que no en ese posible referéndum y me quemaré las cejas para seguir trabajando con los jóvenes de mi sociedad. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

reformas

reformas

ECLESALIA.- 19/03/09
Reformas Hnos. Martínez felicita el día del Seminario
Pepe Laguna, pepe.laguna@yahoo.es
PARLA (MADRID).

Reformas Hnos. Martínez
C/ Juan XXIII, 12. Parla – Madrid

Estimado Rector del Seminario Mayor de Madrid, nuestra empresa familiar “Reformas Hermanos Martínez” se une a la celebración del día del seminario, y aprovecha la oportunidad para adjuntarle un presupuesto de las reformas necesarias en su edificio para adecuarse a la legislación vigente y a los nuevos signos de los tiempos.

Atentamente,

José Martínez.

Presupuesto 127/854
Reforma Edificio Seminario Mayor (Madrid)

1.- Instalación de baños para seminaristas femeninas ……. 1.680€
Descripción de los trabajos a realizar:
Debido al aumento de mujeres candidatas al sacerdocio, consideramos conveniente la realización de baños específicos para ellas. La actual situación de baños sólo para hombres es claramente insuficiente.

2.- Reconversión de parte de la biblioteca (planta baja) en guardería para hijos de sacerdotes y sacerdotisas ……. 2.875€
Descripción de los trabajos a realizar:
Cada vez son más los/las curas que piden compatibilizar su vida familiar con las ocupaciones académicas del seminario. Se propone destinar la parte que actualmente ocupan los catecismos obsoletos para guardería infantil y ludoteca.

3.- Cambio de la ubicación del altar (pasaría al centro) de la capilla principal ……. 580€
Descripción de los trabajos a realizar:
El altar actual separado de la comunidad pasaría a situarse en el centro de la capilla disponiendo todos los bancos alrededor de él. De esta forma se visibilizaría más claramente la presidencia compartida de toda la comunidad.

4.- Insonorización de las aulas 2 y 3 para los carismas “más ruidosos” ……. 2.600€
Descripción de los trabajos a realizar:
Recogiendo las reivindicaciones de los músicos, los de hablar inspirado y los niños, se insonorizaran dos aulas para que se formen y preparen sus carismas en igualdad de condiciones que los homiletas.

5.- Adaptación del último piso para vivienda de mujeres maltratadas y sus hijos ……. 5.800€
Descripción de los trabajos a realizar:
Siguiendo el principio evangélico de que todo edificio cristiano debe tener un espacio para acoger a los/las excluidos/as se habilitará el último piso para acoger a mujeres víctimas del maltrato machista.

Total Presupuesto: 13.535€
IVA (16%): 2.165€
15.700 €

Forma de pago: Como en reformas anteriores, los gastos serán abonados mediante colectas voluntarias de los/las cristianos/as interesados/as.

(Este presupuesto tiene una validez de un mes)

Parla, 19 de Marzo de 2009

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

navidad

navidad

NAVIDAD: PAZ Y BUENA VOLUNTAD
JOSEP CORNELLÀ y CANALS
GIRONA.

ECLESALIA, 23/12/08.- Dicen que hace poco más de dos mil años, en la primera noche de Navidad, unos mensajeros celestiales, cantaban gloria a Dios y deseaban la Paz a los hombres de buena voluntad. No sé si fue cierto, o fue un deseo del evangelista que no encontró mejores metáforas para referir un acontecimiento de supondría un importante cambio en la historia de la humanidad. Pero estas frases forman, todavía hoy, parte de nuestro imaginario. Me gustaría en esta Navidad volver a escuchar estos cánticos y estos deseos. Necesitamos un cambio en la orientación que hemos dado a nuestro mundo. Nos hace falta una esperanza. Y, tal vez, la frase de aquella primera noche de Navidad deba tener hoy un sentido actual.

“La gloria de Dios es que el pobre viva” decía monseñor Romero. Y los pobres son todos aquellos para quienes la vida resulta una carga pesada. Y son todos aquellos que tienen todos los poderes fácticos en contra suya. A nuestro entorno hay pobres, muchos pobres. A nuestro entorno ha aumentado la pobreza. Navidad supone un compromiso hacia esta pobreza espiritual y material de nuestro mundo. Pienso en aquellas personas que ha perdido toda esperanza, que se sienten constreñidas por un mundo cada día más complicado. Y pienso también en aquellas personas que han querido manifestar su voluntad de, pese a que sea políticamente incorrecto, decir aquello que piensan y defenderlo con argumentos. Tienen los poderes en contra. Son pobres.

Y, curiosamente, los mensajeros celestiales desean la paz a los hombres de buena voluntad. La paz es el bien más grande del espíritu: aquel estado de tranquilidad y quietud, no turbado por fatigas ni molestias; aquel estado de ánimo tranquilo, no turbado por la pasión. Se hace necesaria la paz cuando sentimos desorden alrededor nuestro. Y la paz se fundamenta en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

¿Y la voluntad? La voluntad es una facultad específica del ser humano que es el fundamento de la conducta moral. Tendrá buena voluntad aquella persona que se proponga obrar el bien, complacer y favorecer a los demás.

No deja de ser tajante la simplicidad del mensaje navideño. En unos momentos en que nos gusta tenerlo todo tan estructurado, los mensajeros celestiales no hacen un enunciado de obligaciones y preceptos por conseguir la ansiada paz. Basta con tener esta buena voluntad.

La Navidad de este año, enmarcado por unas crisis económicas y psicológicas (más lacerantes que las primeras) nos invita a mirar más allá de nuestro yo mezquino, y a plantear la trascendencia de ayudar a vivir a aquellas personas que se sienten agobiadas por la vida y a poner la mejor voluntad en cada uno de nuestros actos; avivando aquellas esperanzas que divisamos en tantas personas humanas y que nos permiten aumentar el optimismo. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

el grito

el grito

ADVIENTO AL HILO DE LAS ESPERANZAS DE LA HUMANIDAD
Ana Isabel González Díez
Madrid.


ECLESALIA, 01/12/08.- Quiero que el grito del Adviento: ¡Ven, Señor, Jesús! sea verdaderamente un grito y no una expresión devota pero desencarnada. Creo que sólo se puede celebrar el Adviento desde una profunda solidaridad con los anhelos más hondos de la humanidad. Por eso, en estos días, me preguntaba por las esperanzas concretas de la gente, de la de cerca y de la de lejos, esperanzas de carne y hueso, con nombres y apellidos... y he buscado en mi interior cuáles son mis esperanzas, aquellas en las que se va mi vida y mi tiempo, las que traducen en mi día a día cotidianos el anhelo de la venida del Señor. Os invito a hacer lo mismo, a poneros en la piel de la gente y en los zapatos de sus esperanzas, para enraizar nuestra esperanza en las esperanzas reales de la humanidad.

¿Qué espera la gente?

Encontrar trabajo...

Poder terminar de pagar la casa, con esas hipotecas infernales...

Que su hijo, hija, madre, padre, marido, mujer... se cure de esa enfermedad...

Que sus hijos crezcan bien, que no se metan en más líos...

Que haya armonía en el hogar... Verse libre, por fin, de quien maltrata...

Que tal persona vuelva, que llegue la reconciliación...

Conservar el empleo, en estos tiempos que corren...

Volver a ver a los suyos...

Encontrar amigos para acompañar la soledad...

Que Fulanito/a salga de la cárcel...

Recuperar la alegría o que NN la recupere, lleva tanto tiempo con la depresión...

Que la guerra se acabe y que no mate a su gente...

Que deje de destruir su pueblo, su país...

Poder regresar a casa y abandonar para siempre el campo de refugiados...

Tener algo que llevarse hoy a la boca o dar a sus hijos...

Ver pronto a quienes se fueron a tierras lejanas a buscar el sustento de la familia...

Que le devuelvan a quien le arrebató un atentado terrorista, un accidente de tráfico, un ataque militar o cualquier otra brutalidad...

Que les permitan volver a sus tierras, cultivar y vivir en las tierras de sus antepasados, explotadas ahora por la microempresa de turno...

Que la patera o el cayuco no naufrague y la travesía tenga buen fin...

Que puedan llegar a España y encontrar trabajo y una vida mejor...

Conseguir los papeles, renovarlos, homologar el título, que le paguen lo que le deben... Que el próximo huracán o terremoto tarde mucho en llegar...

Que lleven la carretera, la luz o el agua a su aldea...

Que dejen de demoler sus casas y los dejen vivir en paz...

Encontrar por fin el tratamiento o la vacuna contra tal enfermedad después de tantas investigaciones...

Y yo ¿qué espero? ¿Cuáles son mis anhelos más profundos?

Que mi madre se recupere y que no pierda la paciencia, que mi padre conserve la salud y el ánimo...

Seguir disfrutando del cariño de los míos y de este trabajo que tanto me gusta...

Que los chicos y chicas de “Pueblos Unidos” tengan un buen futuro,

saquen la secundaria y se animen a seguir estudiando...

Que Kaoutchar y Abderra encuentren pronto trabajo, que Oscar lo conserve,

que no pierdan sus raíces pero que se sientan también españoles...

Que los hombres y mujeres que “vagan” por la Bolsa de Empleo lo encuentren pronto... Que podamos construir entre todos una sociedad integrada y nueva, multicultural, dialogante y solidaria...

Que nos alegremos de ser distintos y de poder y querer convivir...

Que se cierren los Centros de Internamiento...

Que se modifiquen las políticas migratorias represivas, injustas y miopes...

Que se derrumben los muros y las vallas...

Que desaparezca la violencia de las relaciones entre las personas y los pueblos... Que empecemos a gestionar el mundo de otra manera...

Que nos levantemos, que se levante la gente...

Que arranquemos desde abajo un nuevo orden internacional...

Que haya una transformación del sistema que ponga a la persona en el centro como valor supremo...

Que dejen de sufrir los “ilegales”, que nadie sea “ilegal”...

Que nos miremos unos a otros al fondo del corazón y no al color de la piel, al nombre o al lugar de procedencia...

Que la Iglesia sea de verdad la Iglesia de Jesús...

que renuncie al poder, que sea humilde, pobre, samaritana,

novia del mundo y no “madrastra”...

Que mi comunidad siga intentando el camino de acogernos unas a otras con calidez,

de buscar juntas las invitaciones de Dios para nosotras desde la realidad

y de vivir para la gente y no para nosotras mismas...

Que vivamos un cristianismo menos burgués y acomodado,

que despleguemos nuestra entraña profética

y la expresemos con nuevos signos y presencias...

Quiero “aguardar la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador” agarrada de la mano de mis hermanos y hermanas. Y, mientras tanto, acoger al Señor que ya está viniendo a acompañar nuestras esperanzas cotidianas, alentando nuestros esfuerzos por conquistarlas. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

amante IV

amante IV

EL DIOS QUE ME HABLA IV
¿Y la justicia?
JAIRO DEL AGUA, jairoagua@orange.es

ECLESALIA, 07/10/09.- Vengo defendiendo en este largo artículo que no existen castigos divinos, ni infiernos sin fin. Ha habido lectores -teólogos algunos- que me han recordado que Dios es infinitamente bueno, pero también infinitamente justo. Sí, yo también lo aprendí cuando era chico. Y recuerdo que mi imaginación infantil desarrolló la figura de un gran sheriff de cara afable pero bien pertrechado con unas magníficas pistolas de plata. Al que se salía de cauce ¡disparo certero!... y al hospital o al cementerio, según el pecado fuera venial o mortal. Era una imagen perfectamente acorde con el catecismo: "premiador de buenos y castigador de malos".

Después he buscado sinceramente al Creador y se han difuminado sus cartucheras. Nada debía temer puesto que yo era un tipo ordenado y responsable. Sin embargo, me acercaba a Él con precaución y nunca, nunca, me atrevía a mirarle a la cara por si me encontraba con el "infinitamente justo" y "castigador de malos". Hasta que el trato frecuente y la familiaridad me envalentonaron. Un día, me atreví a mirarle a los ojos -que tengo en mis entrañas dibujados"-[1], y sólo vi: ¡Te quiero! Me eché a llorar como un niño y la tensión de mis prevenciones se diluyó en lágrimas. Parecida historia encontré en un libro de cuentos[2] que me hizo volver a llorar. Desde entonces no creo en la justicia de Dios. ¡Se le cayeron las cartucheras!

Además, a uno le gustan las lecturas provocativas y encuentra historias como éstas:

- Una adultera -no arrepentida y aterrada por la inminente pedrea- es sentenciada: "el que esté sin pecado que tire la primera piedra... tampoco yo te condeno, vete y no peques más" (Jn 8,7-11). ¿Qué clase de justicia es ésa? ¡Y encima desafiando la ley!

- Un estafador, pequeño y malencarado, escucha: "Hoy tengo que hospedarme en tu casa" (Lc 19,5). ¡Pero, hombre, si a este tipo había que cortarle las manos como mínimo! ¿Cómo se puede confraternizar con los injustos?

- Un hijo fiel espera justicia y se encuentra con agasajos al hermano sinvergüenza y rebelde (Lc 15,11). ¿Dónde queda la justicia, la retribución del delito?

- Sigo leyendo y me encuentro con un recetario de injusticias: "Al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra" (Mt 5,39), "Amad a vuestros enemigos" (Mt 5,44), "Él es bueno con los desagradecidos y con los malvados" (Lc 6,35), "No cortéis la cizaña" (Mt 13,28). Y así una tras otra. ¿Dónde está la justicia infinita? ¿Quién nos vengará de los opresores?

- Llego al final de mis lecturas y ya es el colmo. Unos torturadores y asesinos escuchan de su propia víctima inocente esta durísima sentencia: "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). ¿Dónde está el castigador de malos?

¡No, Dios no es justo! No con la "justicia punitiva" y humana que le colgamos. Sólo le es aplicable la justicia sinónimo de "bondad" y "buen gobierno" tan frecuente en los textos bíblicos. Cuanto más buscas, más te topas con el Amor. No, Dios no castiga, no tiene un lado amable y otro colérico. Somos nosotros los que, al separarnos del amor, nos vamos hundiendo en las "tinieblas exteriores". Lo mismo que, cuando nos alejamos del sol, morimos de frío. No es que el sol nos ajusticie con la congelación -qué absurdo- somos nosotros los que elegimos alejarnos de nuestro hábitat, de la atmósfera ordenada y limpia del universo, del amor. ¡Qué perversa miopía atribuir las consecuencias a quien nos ama y nos busca desesperadamente!

Olvidamos con necia frecuencia el principio básico de la libertad: a tal decisión, tal consecuencia, a tal camino, tal destino. Si todas las opciones llevasen a un mismo punto, la libertad sería un camelo. Los distintos actos tienen consecuencias distintas. No existen actos neutros. O avanzamos hacia el amor (felicidad) o hacia el dolor. ¿Cuándo nos convenceremos que estamos hechos de amor y para el amor? Nacemos libres porque somos hijos de la Libertad absoluta. Es un privilegio, nunca una prueba o una trampa. Por eso nacemos con la brújula incorporada. Nuestra libertad está muy bien arropada por la inteligencia, la energía y el amor. Es un tremendo disparate tirar la brújula.

Cuando despreciamos el amor -don divino por excelencia-, sufrimos o hacemos sufrir. Entonces nos hundimos en la injusticia (consecuencia del desamor). Es como si lanzásemos piedras en nuestra vertical, antes o después nos caerán encima. A veces las consecuencias tardan en llegar. Eso puede convertirnos en vividores imprudentes, incluso en alimañas inhumanas.

La justicia es la fuerza gravitatoria que nos mantiene unidos al Amor. Nuestra libertad puede desafiar esa fuerza y separarse. Cuanto más lejos y más tiempo permanezcamos en el vuelo errático, más dolorosa y difícil será la vuelta a la órbita. Pero, sea en esta vida o en la otra, con más o menos esfuerzo según el grado de ruptura, todos volveremos al centro de gravedad de la creación, al cenit de la humanidad, al punto omega, al Amor Creador.

No existe un Dios colérico, ni vengador, ni castigador. Ni, por supuesto, un sheriff vigilante. Ésas son figuraciones antropomórficas y metafóricas de unas u otras épocas. Somos nosotros los que bajamos a la cólera, la venganza, la desgracia o el suicidio. Sólo existe un Dios Amor que nos llama con total gratuidad e infinita dulzura. Podemos oír su llamada o fugarnos tras las baratijas.

Cuando -consciente o inconscientemente- nos fugamos, sufrimos las consecuencias. Es la historia del hijo pródigo. Lo dice la sabiduría popular: "en el pecado está la penitencia". Pecado es todo desprecio del amor. La penitencia es la justicia, siempre incorporada al pecado como su consecuencia. Unos la sufren en esta vida. Otros la sufrirán en la otra cuando, despojados de la opacidad de la carne, vean que Dios es amor, nada más que amor. Sufrirán mucho al verse lejos de su felicidad. La justicia es el resultado de acercarse o alejarse del Amor. Así de simple. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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[1] Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, v. 55.

[2] Anthony de Mello, "La mirada de Jesús" en El canto del pájaro, Pág. 148.

clave

clave

DE BUENA CEPA
BÁRBARA TORRES, Pastoral Penitenciaria de La Rioja
LA RIOJA.

ECLESALIA, 25/09/08.- No pude evitar pensar ayer, fiesta de Ntra. Sra. de la Merced, en la enorme contradicción que existe en nuestra sociedad con respecto al problema de las cárceles, que es una cata amarga y dramática del grave problema social que silenciamos con sobredosis de indiferencia y autojustificación porque no nos afecta directamente y total, ya sabes, «...si están allí, será porque se lo han buscado», «por mí que se pudran, sólo hay escoria...», etc.

Desgraciadamente son muchos los que piensan que la cárcel es el mejor fungicida, que la solución es una justicia punitiva cada vez más rigurosa -más penas, más duración- hacia quienes amenazan nuestra seguridad, acallando de este modo cualquier conciencia que se atreva a pensar más allá de la pena. Llegan incluso a olvidar que el auténtico abono reclamado por las víctimas es una justicia restaurativa que escuche su voz, que atienda a sus porqués tantas veces silenciados. ¿De verdad cree alguien que es posible producir buen fruto para todos sobre el terreno de las injusticias e indiferencias sociales?

Existen, sin embargo, algunos a quienes no les pasan desapercibidos los más de 70.000 presos en las cárceles españolas o el 8% de enfermos mentales graves que hay dentro de ellas. Son aquellos que han profundizado en sus raíces humanas, haciendo opciones por salir de la superficialidad de la ignorancia, negándose a olvidar por un lado las necesidades reales de las víctimas y por otro la dignidad de los presos, que si bien están privados de libertad por el delito cometido, no se les puede privar de su dignidad de personas.

Por suerte, todavía hay enólogos de buena cepa, conscientes de las dimensiones de este problema social que toman opciones serias y concretas, que favorecen la necesaria poda invernal para que el fin primordial de la pena, a saber, «la reeducación y la reinserción social» según la Constitución (art. 25.2), se realice correctamente; son quienes tras un análisis crítico y maduro de la situación actual, reconocen que la prisión no es la única respuesta válida y eficaz, que de hecho existen alternativas más humanas e incluso «rentables» por las que merece la pena ’mojarse’ y se deciden a implementarlas para mirar al futuro con esperanza y aportar un poco de aire fresco a tantas personas que sufren dentro y fuera.

Son los nuevos enólogos de la esperanza que utilizan las variedades de la prevención, de la mediación penitenciaria, de la visita cordial y continuada, de la escucha paciente, de la atención solícita a los familiares de las víctimas, porque saben que en su tarea es clave, trabajar en todo el ciclo vital con un sistema de valores que potencie el color de la solidaridad, el aroma irrenunciable de la dignidad y las sensaciones de la coherencia que dan cuerpo al «ser» más que la apisonadora del tener y el consumir...

Es el reto que sale a nuestro paso en medio de la fiesta y que nos exige un mínimo de reflexión, si de verdad queremos obtener la máxima calificación de nuestra cosecha. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


laicidad

laicidad

MENSAJE DEL XXVIII CONGRESO DE TEOLOGÍA SOBRE “CRISTIANISMO Y LAICIDAD”
Celebrado en Madrid del 4 al 7 de septiembre de 2008
MADRID.

ECLESALIA, 08/09/08.- 1. La libertad de conciencia y la libertad religiosa son derechos fundamentales de los que nadie puede ser privado y que están garantizados por la Constitución. Los poderes públicos están obligados a promover las condiciones para que dichas libertades de las personas y de las organizaciones sean reales y efectivas.

2. Al vivir en una sociedad plural desde el punto de vista de las creencias, el Estado tiene la obligación de velar por los derechos de todos los ciudadanos sin ningún tipo de discriminación, y para ello tiene que configurarse como un Estado laico e independiente. En este sentido, tiene que mantenerse neutral ante las diferentes opciones religiosas, garantizando a todas ellas el ejercicio de sus derechos, al margen del arraigo que hayan podido alcanzar o de su dimensión social. Consecuentemente, la libertad religiosa no puede estar condicionada ni subordinada a ningún criterio de tipo cuantitativo ni de conveniencia política o razones históricas.

3. El derecho a la libertad de conciencia no es un precepto religioso sino laico que, finalmente, ha sido aceptado por la religión cristiana, que está en la base de la secularización y de la laicidad.

4. La laicidad tiene una relación vital con la secularización. A la Iglesia no le compete indicar o definir el orden político de la sociedad, ya que cualquier intervención directa en este sentido sería una injerencia en un terreno que no le corresponde. El Estado tiene todo el derecho a defender su autonomía y libertad a fin de no convertirse en rehén de la jerarquía religiosa. Sin embargo, laicidad no significa que el hecho religioso debe replegarse al ámbito privado, renunciando a toda presencia en la vida pública.

5. Laicidad no equivale a irreligiosidad o ateísmo. Los cristianos debemos defenderla como garantía de la libertad de conciencia y de creencias.

6. No puede hablase de una ética deducida directamente de la fe. La ética es laica, fruto de la razón humana, expresión de la conciencia individual y social, que nos concierne a todos. La relación de la fe cristiana con la ética se sitúa en el campo de las motivaciones y de la fundamentación, que no necesariamente tienen que ser religiosas.

7. La vivencia de la fe cristiana requiere incorporar saberes autónomos que proceden de los diferentes ámbito del conocimiento y del que quehacer humano. Sólo teniendo en cuenta a estos saberes se puede responder éticamente a los desafíos de cada momento histórico.

8. La laicidad, finalmente, es el marco jurídico y político en el que caben todas las creencias e ideologías. Los cristianos y cristianas están llamados a colaborar en la construcción de un Estado laico que haga posible una sociedad justa y solidaria, sin discriminaciones por razones religiosas, culturales o sociales. Los movimientos sociales constituyen la mediación necesaria para que el laicismo y el cristianismo sean motores de transformación social y de propuestas alternativas, y no se queden en una ideología legitimadora del orden establecido, como ha sucedido con frecuencia a lo largo de la historia. Este Congreso de Teología se compromete a trabajar junto con otros colectivos religiosos y laicos en la defensa de una ética cívica liberadora para todos los ciudadanos y ciudadanas, aportando aquellos valores evangélicos que pueden contribuir a un clima de convivencia pacífica, basada en la justicia. El horizonte de nuestro compromiso ha de ser la realidad de la exclusión y la marginación, que se dan en el Tercer Mundo. En este Congreso hemos considerado especialmente la situación de América Latina y África a través de los testimonios y reflexiones de dos teólogas de dichos continentes. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Madrid, 7 de septiembre de 2008