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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

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NUEVA ENCÍCLICA: ALTO Y CLARO
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@euskalnet.net

ECLESALIA, 21/07/09.- Benedicto XVI acaba de publicar una nueva encíclica clara y directa que todo el mundo va a entender, incluidos los representantes del grupo de países ricos G-8. Siguiendo la estela de Juan XXIII y Pablo VI, “Caridad en la verdad” tiene como hilo conductor la necesidad de superar la visión materialista de los acontecimientos humanos.

De la misma forma que la Iglesia institución ha denunciado hasta la saciedad el materialismo marxista (llegando a criticar a la Teología de la Liberación porque admitía el análisis marxista de la realidad), Benedicto XVI, desde los hechos y la fe, no deja margen de interpretación en su crítica al materialismo capitalista, a su estrategia y a sus fines, ante las consecuencias que está teniendo para el ser humano.

Se trata de una encíclica, por tanto un texto doctrinal católico de alcance mundial. Me atrevo a decir, pues, que estamos ante una clara llamada a las conciencias sobre la incompatibilidad del mensaje cristiano con una estructura socioeconómica materialista del signo que sea. En este caso, con las prácticas neoliberales actuales. Pero a diferencia de la posición sobre el marxismo, Joseph Ratzinger se va a encontrar muy solo entre su curia. Sin ir tan lejos, el obispo auxiliar de Madrid ha sido el primero en matizar la encíclica, en la que no ve condena alguna al modelo capitalista laminando así cualquier atisbo de denuncia profética del mismísimo Papa.

Desde el principio de la encíclica ya se afirma que nadie puede dar al otro de lo suyo sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde, señalando la responsabilidad tanto de las multinacionales como de las corruptelas locales de los países pobres. Ante esta situación, el Papa apunta directamente a “la acumulación en general y de los recursos básicos y energéticos en particular en manos de unos pocos es la fuente del problema”. Exceso por un lado y falta de distribución por otro.

Afirma que la Iglesia toda (es decir, cardenales, arzobispos y obispos incluidos) deben defender la tierra, el agua, el aire y sobre todo proteger al hombre contra la destrucción de sí mismo; una clara llamada a huir de la inhibición y a dar un paso al frente de compromiso activo frente a los desmanes económicos que deshumanizan a tantos millones de seres. Un paso al mismo nivel, diría yo, de la denuncia contra el aborto.

El Papa apunta a un sistema financiero que tenga como meta el desarrollo pleno de las personas; es decir, un progreso material y espiritual. Aboga por una reforma de la arquitectura económica y financiera internacional y de la ONU, sin olvidarse de señalar el riesgo de que la globalización sustituya las ideologías por la técnica transformándose ella misma en un poder.

En suma, un despliegue brillante sobre los problemas socioeconómicos, sus causas y soluciones, que apunta directamente al corazón humano de cualquier persona de buena fe. Por tanto, a esta gran encíclica le debería seguir inexcusablemente otros signos eclesiales que refuercen esta llamada a la humanización y a volver los ojos a la Buen Noticia como el faro de referencia para el desarrollo de todos. Para todos queda la reflexión de si remar a contracorriente de esta encíclica, o simplemente desentenderse de los remos, no es un claro signo de injusticia y escándalo. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

El texto íntegro de la encíclica “Caritas in veritates” se puede encontrar en la página www.feadulta.com

no retornen

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BAJARSE DEL CABALLO DE LOS VENCEDORES
BRAULIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, brauhm@gmail.com
TRES CANTOS (MADRID).

ECLESALIA, 20/07/09.- Queriendo “prestar un servicio a la verdad, que es uno de los pilares básicos para construir la justicia, la paz y la reconciliación”, el sábado 11 de julio, los obispos de Bilbao, Ricardo Blázquez y Mario Iceta; el de San Sebastián, Juan María Uriarte; y el de Vitoria, Miguel Asurmendi, celebraron una eucaristía conjunta para recordar la memoria de “los catorce sacerdotes ejecutados en los años 1936 y 1937 por quienes vencieron en aquella contienda”. Era un “deber pendiente” para purificar la memoria, manifestaron. Hace varios años, en un artículo en El Periódico de Aragón, Antonio Aramayona, profesor y articulista, recordaba que, “además de los sacerdotes vascos, hubo otros religiosos asesinados por el Bando Nacional que no han obtenido ni obtendrán reconocimiento alguno por parte de la jerarquía eclesiástica española”.

En septiembre de 1971, presidida por el carismático cardenal Enrique y Tarancón, tuvo lugar la “autocrítica y polémica” Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes, en la que se planteó el tema del papel de la Iglesia durante la Guerra Civil. La primera ponencia incluía esta conclusión: “Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso, y su palabra ya no está entre nosotros. Así pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque nosotros no supimos a su tiempo ser verdaderos ministros de reconciliación”. Para 70 de los presentes, “un reconocimiento de culpa y una petición de perdón” era conceder demasiado y no se aprobó. El texto tuvo que modificarse, quedando así: “no siempre hemos sabido ser verdaderos ministros de reconciliación” y se aprobó con la mayora suficiente. Fue un paso importante. Se concluyó que los pastores debían ponerse al servicio de la reconciliación de las dos “Españas”.

Después, con motivo del cincuenta aniversario del comienzo de la guerra civil, la CEE, en su instrucción Pastoral Constructores de la paz, dijo, entre otras cosas, que “No sería bueno que la guerra civil se convirtiese en un asunto del que no se pueda hablar con libertad y con objetividad. Los españoles necesitamos saber con serenidad lo que verdaderamente ocurrió en aquellos años de amargo recuerdo”.

Recientemente, con ocasión de la Ley de Recuperación de la Memoria Histórica, que el Gobierno llevó al Parlamento (atendiendo las peticiones de muchos familiares de represaliados por el franquismo), la Jerarquía y muchos obispos acusaron al Gobierno de practicar una “memoria selectiva” y de “reabrir heridas”. A la Jerarquía le pilló “con el paso cambiado” y, una vez más, aplicó una doble vara de medir: los obispos llevaban tiempo preparando una beatificación masiva (la más numerosa de la historia) de 498 'mártires' de la Guerra Civil que tuvo lugar en Roma el 28 de octubre de 2007 -ese domingo, “llama la atención”, en el evangelio estaba la parábola del fariseo y el (re)publicano-. “Pío XII se había opuesto en su día a una canonización indiscriminada y masiva. Postura que, en el espíritu del Concilio, mantuvieron y reforzaron Juan XXIII y Pablo VI, éste último ordenó la paralización de los procesos canónicos que desde el final de la guerra llegaron al Vaticano, pidiendo la canonización de los mártires de la cruzada. Las cosas cambiaron con Juan Pablo II, de quien se afirma que fue admirador de Franco”, recuerda el sacerdote Jesús L. Sáez.

Según declaraciones de monseñor Rouco, actual Presidente de la CEE, “para una auténtica y sana purificación de la memoria lo mejor es el olvido”. Sin embargo, discernir sobre cuál fue el comportamiento de la Jerarquía eclesial durante la guerra, y la posterior represión, no es contrario al evangelio. Lo adecuado hubiera sido que la jerarquía, durante la Ley de Memoria histórica, hubiera hecho una reflexión o catequesis sobre el papel de la Iglesia durante la guerra civil y la posterior dictadura. “Lo que pasó hace setenta años, cada vez se conoce mejor. Y es bueno conocerlo. Todo lo descubierto es luz (Ef 5,14) dice San Pablo”. Esta reflexión la hizo el sacerdote Jesús López Sáez en “Memoria histórica ¿Curzada o locura?”, alentado por la experiencia del salmo 85: “Dios anuncia la paz con tal de que a su locura no retornen”. También, “llama la atención”, este salmo es el que se leía en las Iglesias el sábado (por la tarde, en la liturgia dominical), justo el día que se celebraba en la catedral de Vitoria la eucaristía de los obispos vascos para rehabilitar a los sacerdotes vascos ejecutados por el franquismo. Y estaba la lectura del profeta Amós, a quien el sacerdote del templo nacional no pudo acallar (Am 7,12-15).

Entre los beatificados en Roma no figuraban ninguno de los curas vascos (ni, por supuesto, ninguno de los miles de católicos republicanos que murieron o fueron fusilados por los sublevados por el simple hecho de defender la legalidad vigente de la República). El portavoz episcopal, Martínez Camino, dijo entonces desconocer si tales hechos sucedieron. Pero “La existencia de múltiples documentos acerca de estos asesinatos revela la descarada hipocresía de la máxima jerarquía religiosa de España” (El Plural). El cura Jesús cuenta, por ejemplo, esta anécdota (entre otras): “Yo conocí en Roma a un sacerdote venerable, Albert Bonet, a quien pudieron matar en las dos partes, en Cataluña por ser cura y en Navarra por ser catalán. Claro, si le hubieran matado en Cataluña, podría haber sido beatificado hoy. No así si le hubieran matado en Pamplona. !Lo que son las cosas!” (“Beatificación en Roma, 28 octubre 2007").

El 16 de noviembre de 1938, en plena guerra civil, un decreto de la Jefatura de Estado (de los sublevados) establecía, “previo acuerdo con las autoridades eclesiásticas”, que, “en los muros de cada parroquia figurara una inscripción que contenga los nombres de los Caídos, ya en la presente Cruzada, ya víctimas de la revolución marxista”. Aquellas placas permanecen en las fachadas de las Iglesias, para inmortal recuerdo; mientras que por toda la geografía de España hay “territorios sembrados de horror”: decenas de miles de cuerpos de ciudadanos republicanos permanecen borrados de la memoria en fosas comunes en cunetas, barrancos, pozos y cementerios. Más de setenta años después, buena parte de la Jerarquía aún sostiene que desenterrar a estas víctimas olvidadas es “reabrir heridas”.

Claude G. Bowers, embajador de EEUU en España entre 1933-39, en su libro Misión en España (“un tesoro periodístico, diplomático y político”, dice el periodista Eric Sopena), denuncia el martirio de los vascos, o la atrocidad de los bombardeos sobre Durango y Gernika, un territorio de profunda catolicidad, nada sospechoso de “rojo”, pero leal a la República. Y se refiere a la Guerra no como una cruzada, sino como “la guerra del Eje contra la democracia española”. Los sublevados, y la Jerarquía de la Iglesia, invistieron el Alzamiento con un sello divino, como denuncia el capuchino Gumersindo de Estella, capellán de la cárcel de Torrero (Zaragoza). En su libro Fusilados en Zaragoza, 1936-1939. Tres años de asistencia espiritual a los reos, fray Gumersindo manifiesta que llamarla santa cruzada “fue un error que envenenó las almas”: lo que la Iglesia se empeñó en llamar santa cruzada no era otra cosa, dice, sino “una empresa pasional de odio y violencia”.

“Ciertamente, la violencia anticlerical fue terrible. Fueron 6.832 víctimas: 4.184 del clero secular, 2.365 religiosos, 283 religiosas. Pero la violencia anticlerical, recuerda el cura Jesús, debe situarse en el marco de la violencia general desatada por el sangriento golpe de Estado contra el orden legítimamente constituido de la República y por la guerra civil consiguiente”. La cifra la dio el sacerdote y periodista Antonio Montero (Historia de la persecución religiosa en España, 1961) que, “llama la atención”, llegó a ser arzobispo de Badajoz, una ciudad donde las atrocidades de los autodenominados nacionales, dirigidos por el coronel Yagüe, fue indescriptible: “los milicianos capturados en el coro de la Catedral fueron ejecutados ante el altar”, “los rebeldes celebraron la Asunción con una terrible matanza” (M. Tuñón de Lara). Un artículo publicado en el Manchester Guardian lo tituló “Masacre después de la captura de Badajoz”. Ante los rumores de la carnicería, el coronel Yagüe respondió: “Naturalmente que los hemos matado. ¿Iba a llevar a cuatro mil prisioneros rojos con mi columna?” (Las heridas abiertas de la guerra civil. Un viaje por la España desmemoriada” (Jason Webster).

Antonio Bahamonde (un hombre muy creyente y de derechas de toda la vida), a quien el general golpista Queipo de Llano lo nombró su secretario, tuvo que fugarse, horrorizado por la extrema violencia de los sublevados en zonas donde el golpe triunfó de inmediato, sin apenas resistencia; se exilió a Argentina donde escribió un libro con un gran valor testimonial Un año con Queipo. Confiesa que su fe llegó a tambalearse al ver el “beneplácito y la bendición de la Iglesia, de sus más caracterizados representantes” ante “la cantidad de crímenes cometidos para los que nunca, en ningún caso, han tenido la más ligera insinuación de protesta”.

En los diez años que siguieron al final oficial de la guerra, no menos de 50.000 personas fueron ejecutadas, denuncia Julián Casanova en La Iglesia de Franco. Hoy, decenas de miles de cuerpos siguen ignorados en fosas comunes, en cunetas, barrancos, pozos y cementerios.

Un superviviente singular de la represión de los vencedores es Fernando Macarro Castillo, más conocido como Marcos Ana: “el poeta de las cárceles de Franco”. Una Plataforma de intelectuales e instituciones lo está postulando para el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2009. Fernando es el preso político que más años pasó en las cárceles de la dictadura, veintitrés. Fue condenado a muerte dos veces, acusado de “auxilio a la rebelión”. Ingresó en prisión a los 19 años y salió con casi 42. En sus estremecedoras memorias, Decidme cómo es un árbol. Memorias de la prisión y de la vida (2007), a pesar de lo sufrido, no hay una sola palabra de rencor ni de venganza. Son “Una lección de humanidad”, dice el Premio Nóbel J. Saramago. Marcos Ana manifiesta que ”la recuperación de la memoria histórica no es para pedir cuentas a nadie… sino para situar la Historia en su lugar, arrancar al olvido a nuestras víctimas y cancelar de una vez los procesos y condenas incoados por un régimen ilegal, impuesto por las armas frente a la legalidad republicana”. Tiene 89 años: “El bosque de mi generación se va despoblando poco a poco, y yo sigo en pie como un árbol milagroso”. La próxima película de Almodóvar será sobre su vida.

Los obispos de las diócesis vascas también han querido “purificar la memoria” rehabilitando a los “presbíteros ejecutados por los vencedores y que han sido relegados al silencio”. “No queremos reabrir heridas, sino ayudar a curarlas, queremos contribuir a la dignificación de quienes han sido olvidados o excluidos y mitigar el dolor de sus familiares y allegados”. En 2007, monseñor Ricardo Blázquez, al finalizar su mandato como Presidente de la Conferencia Episcopal Española, dio “una grata sorpresa” a muchos en su discurso de despedida cuando afirmó que la Iglesia tiene que revisar su propio pasado: “deseamos que se haga plena luz sobre nuestro pasado”; “recordamos la historia no para enfrentarnos, sino para recibir de ella la corrección por lo que hicimos mal o el ánimo para proseguir en la senda acertada”.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica manifiesta en una carta que “Mientras (la Iglesia) sólo asuma su parte de víctima y no la de verdugo, estará contribuyendo a una estéril culpabilización y a una utilización extremadamente parcial del pasado. Debe pedir perdón por su complicidad, por una actitud que causó enormes sufrimientos”. La Iglesia española, recuerda el cura Jesús, necesita memoria histórica, una confesión nacional y, quizá también, (¡todo un símbolo!) una caída de caballo. ¿Es que no se ha bajado todavía del carro de los vencedores? La guerra civil no fue una cruzada, sino una guerra fratricida, -una locura-. Se dice en el salmo 85, Dios anuncia la paz, con tal de que a su locura no retornen”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

esta cuestión

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¿DÓNDE ESTÁN NUESTROS JÓVENES?
SANTIAGO D. CATALÁN OLARIA, 257santi@hotmail.es

En el lugar donde trabajo funciona desde hace unos años un recurso autoformativo que respondería a lo que llamaríamos “Escuela de Padres/Madres” y en no pocas sesiones sale esta cuestión.

Escuchar sus preguntas, sus experiencias de relación con sus hijos, sus angustias,… la expresión de la ansiedad que produce el “no saber qué está haciendo realmente ese hijo que apenas dice cuatro palabras seguidas y que vuelve a casa… cuando vuelve y como lo hace…” da sobradas pistas de lo que se cuece en ese substrato y que “pre-ocupa” más que “ocupa”… porque tampoco luego se observan cambios o formas de ir a la raíz de muchos desencuentros, rupturas,… o sencillamente pobreza en la comunicación, falta de honestidad o franqueza –por un lado- o desprecio total de lo que “los viejos” puedan decir, pensar o sentir si se enteran de esto o aquello o ven comportamientos para ellos difíciles o imposibles de digerir, por otra parte.

También hay testimonios en los cuales se observa una armonía envidiable, quizás nunca perfecta pero siempre constructiva, realizante para todos, auténtico camino de maduración y crecimiento mutuo, de todas las partes relacionadas; mas esto no es problema, no sale de estos ambientes la pregunta que encabeza este pequeño artículo.

UN VISTAZO A LA REALIDAD

Exalumnos que hoy están empezando estudios superiores o están trabajando ya –los que han conseguido esa lotería- suelen identificar lo de “ser joven” con: “divertirse, disfrutar de la vida al máximo, al día,… vivir despreocupados del futuro inmediato y aprovechar para el goce personal cuantas ocasiones se les presenten para ello; hay que estudiar, es verdad, o hay que currar… pero porque no hay más remedio”.

Algunos hay también que aunque no niegan esto anterior… tienen otras perspectivas y no ven el estudio o el trabajo como una carga sino como una oportunidad, un buen instrumento para su realización personal y para la corresponsabilidad en el seno de su familia (suelen ser aquellos chicos y chicas que desde siempre o desde cierto tiempo acá han asumido responsabilidades en el hogar, con su propia familia o en ambientes sociales en los que se requiere una enorme gratuidad y solidaridad).

Estoy estereotipando y sintetizando posturas (la realidad que trato de describir sería muchísimo más prolija y con infinidad de matices) pero en esto se podría resumir esto que observo.

Según lo expuesto se puede deducir fácilmente que “nuestros jóvenes están allá donde se sienten llamados, donde se sienten a gusto o creen que están mejor, allá donde se vean valorados, reafirmados en sus convicciones que tratan de diferenciar del mundo adulto, como un simple mecanismo de autoafirmación y de rebeldía –que no es tan insana en sí misma como muchos creen- ante un sistema del que no se sienten responsables aunque participen de él como el que más” (fuerte contradicción, por otra parte).

“Estar” se puede de muchas maneras pero me estoy refiriendo al “estar” no sólo con los pies sino también, y sobre todo, con la mente y el corazón; ése es el verdadero “estar”. (Lo matizo para ser mejor entendido).

Nuestro sistema social mercantilista –al que no le sirve código moral alguno- entiende mucho de esto y organiza de forma concienzuda los mecanismos para rentabilizar las apetencias e inquietudes juveniles. ¿Conocen ustedes algún recurso de ocio y tiempo libre en el que los jóvenes puedan disfrutar sin tener que desembolsar lo que tienen y lo que no también? –los hay, conozco alguno, pero… ¿es eso lo mayoritario o siquiera un 10% del total?- (sólo es un simple botón de muestra para darnos a entender la evidencia de que los jóvenes sólo son, para este sistema, “un mercado más”).

A nuestro sistema le encanta predicar el individualismo, el egocentrismo o hedonismo social y si alguna vez habla de “grupo” lo hace para vender sus productos que, supuestamente, responden a la necesidad natural que los jóvenes sienten de “sentirse parte de algo, tener un referente,… que les dé seguridad ante las naturales disensiones que tienen o puedan tener en su ámbito familiar”… y que se traducen en lo mismo: rentabilidad para bolsillos que no son los de estos jóvenes. Tiene para ello un fabuloso montaje totalmente a su servicio: televisión, prensa escrita, publicidad,… al que contribuyen también, por si fuera poco, ciertas leyes dictadas desde todas las ideologías.

Por otra parte, la campaña mediática que trata de relativizar todo y poner en solfa cualquier valor que pudiera obstaculizar esa rentabilidad material, efectivamente logra su objetivo en buena parte y los enormes esfuerzos de muchos padres y madres, educadores (en los centros docentes y no docentes),… en proponer otras maneras de enjuiciar la vida y de vivirla se ven no pocas veces frustrados, empequeñecidos e incluso ridiculizados.

Cierto que ante todo esto los y las jóvenes tienen siempre la última palabra y son quienes deciden en última instancia “a dónde van y dónde quieren estar” y, por lo tanto, las consecuencias de esas decisiones son suyas también, no tenenos porqué culpabilizarnos –por mucho que nos duela- cuando observemos ciertos resultados que son fruto de su libre opción… aunque eso no nos libra ciertamente de preguntarnos a nosotros mismos: “¿Qué está fallando en el referente familiar y educativo para que quienes debiéramos ser realmente creíbles y confiables no lo seamos o no demostremos contar con el peso que debiéramos tener?”.

NUESTRAS LAGUNAS E INCOHERENCIAS

Nadie es perfecto, sólo Dios es verdaderamente bueno (Mt.19,17). La “perfección” a la que alude Jesús de Nazaret y que nos propone como meta y camino al mismo tiempo es el amor (Mt. 5,48) pues al proponernos “ser perfectos como Él” nos está diciendo que vivamos la esencia misma de Dios de la cual somos imagen y semejanza.

Por lo tanto, es desde ahí y hacia ese modelo de perfección al que nos conviene orientar todos nuestros pasos, tanto por el BIEN de nosotros mismos como del de aquellas personas para las que, lo sepamos o no, somos referencia (los padres y madres lo son siempre de sus hijos, aunque las apariencias de ello a ciertas edades lo quieran negar).

Pero… solemos fallar en primer lugar por aquí: nos falta COHERENCIA con lo que pensamos que debiera ser; no podemos predicar trigo si lo que damos es otra cosa. Las palabras, cualquier mensaje -por hermoso que sea-, no sirven de nada si no son corroboradas por nuestros hechos y actitudes. No podemos pedir a nuestros hijos “que se sienten y nos escuchen si nosotros empleamos el poco tiempo que tenemos con ellos en sermonear más que en compartir pensamientos, sentimientos, vivencias,… preocupaciones, proyectos,…”. No podemos reclamar “respeto” si nos perdemos en descalificaciones o mofas sobre su modo de dar cauce a sus ansias de diferenciación respecto al mundo adulto que ven reflejado en nosotros. …

Nos sobran MIEDOS e inseguridad. No existen varitas mágicas, no hay recetas para “ser un perfecto padre/madre”: eso es algo que aprendemos con la experiencia misma, no viene en los libros de texto. Es natural que temamos al dolor, a la infelicidad de nuestros hijos porque identificamos su dicha con la nuestra y, con demasiada frecuencia… también confundimos sus caminos con los nuestros ¿necesariamente tienen que ser los mismos? Pero estos miedos y sentimiento de inseguridad… nos hace obsesionarnos tanto que nos impulsa a seguir tratándolos como a niños (nos cuesta tanto el irnos despegando de ellos…) y nos olvidamos de que están llamados no sólo a ser quienes realmente son sino a trazar por sí mismos su propio camino… en el que les podremos acompañar, ACOMPAÑAR.

¿Sabría Padre Dios antes del “Big-Bang” lo que haríamos nosotros hoy? Estábamos en su mente antes de aquel punto y nunca hemos dejado de estarlo. ¿Podía suponer que íbamos a rechazarle, despreciar su presencia e incluso negarle?,… la Biblia nos deja muy claro en multitud de pasajes que sí, ¡y tanto que lo podía suponer!, ¡como que nos hizo libres! y, por lo tanto, también responsables de nuestras decisiones.

No podemos educar a nuestros hijos en la responsabilidad si no tienen margen de libertad y ejercitar en ella la capacidad de hacer las cosas según sus propios criterios. “Es que mi hijo tiene unas formas de pensar y se le ocurre cada cosa”… podríamos decir muchos; mejor acompañémosles en su aventura pero con las riendas de su vida en sus manos. Igual que Padre Dios recorre con nosotros toda nuestra vida, con ese mismo amor y profundo respeto a la libertad que él mismo nos dio pero también con el mensaje y la coherencia que Él siempre nos demostró. Así… sí.

Nos falta COMUNICACIÓN espontánea y sencilla, valorar logros, proponer metas, expresar propuestas de crecimiento y no tanto imponer; comunicación con gestos más que con palabras, con susurros o silencios más que con gritos;… Nuestros jóvenes están en proceso de emancipación y necesitan seguridad en sus tomas de decisión pero si en nosotros no hallan eco a sus dilemas, dudas,… las tendrán que buscar de algún otro modo y… en otros ambientes, otras personas,…

Necesitamos FRESCURA para desprendernos de todo lo que sabemos y buscar respuestas junto con nuestros hijos, plantearnos cuestiones y reflexionar juntos, partiendo de la simple realidad que vivimos hoy y aquí y que conocemos ambos,…; la perspectiva del pasado y su aprendizaje debe servirnos para orientarnos no para imponer pre-juicios, nos debe ayudar a ser prudentes y no para el estatismo,… Se trata de imaginar constantemente “inéditos viables” en el que nuestros hijos sean verdaderamente los principales protagonistas de ese proceso de crecimiento personal.

TENEMOS ALTERNATIVAS

Todo esto nos indica que “no estamos tan perdidos como podría parecer”. Ningún hijo está tan lejos de nosotros ni tan lejos de Dios (hay que decirlo también: hay mucha expresión catastrofista que machaconea con la frase: “Esta juventud de hoy ya ni se acuerda ni quiere saber nada de Dios”… y tengo que decir que eso no es cierto y luego diré porqué)… como decimos en momentos de frustración o enfado al contemplar ciertas formas, comportamientos, etc… que obviamente no son de nuestro agrado.

Si nuestros jóvenes no están “donde a nosotros nos gustaría” preguntémonos: ¿es en sí malo ese “lugar” sólo porque no es en el que estaría yo?; si acaso la respuesta fuera “s픅 cabría estas preguntas: ¿qué ha podido inducirle a él /ella para tomar esa decisión?, ¿qué puedo hacer para saberlo y poder cambiar lo que haya que cambiar? Si la respuesta fuese “no” a la primera cuestión… cabe imaginar perfectamente que nuestro hijo/a tiene otras formas de construir su mundo de valores y de vivirlos y, si quiero comprenderlo bien o mejor… para eso está también la COMUNICACIÓN.

Hay que partir de la realidad, de nuestros propios hijos y de lo que piensan y sienten, de sus inquietudes y necesidades reales (no siempre coincidentes con lo que verbalmente dicen). Necesitamos aceptarlos tal y como son y son así desde el momento mismo de su concepción; todo su proceso evolutivo a partir de aquel instante es de constante crecimiento de eso que ya tienen y son, no necesitan que les cambiemos sino que les orientemos, que les ayudemos a desarrollar completamente su personalidad.

Aceptarlos tal y como son es una manera de demostrarles que son amados por sí mismos, mucho más que por sus logros, virtudes,… y defectos, contradicciones o incoherencias (esto se consigue más fácilmente si somos capaces también de aceptarnos a nosotros mismos y estimarnos por encima de nuestras cualidades, posesiones y pobrezas). Las diferencias de opinión o de enfocar la vida no sólo son algo natural sino necesario también para que los y las jóvenes alcancen su perfecta individualización.

Si queremos convencerles de sus errores… corrijamos primero los nuestros y desde la coherencia podremos “hablar” más y ser mejor comprendidos, más convincentes, creíbles,… sin miedo a las meteduras de pata (nuestros hijos ya saben de sobra que estamos hechos todos de la misma pasta y no fue ayer que se enteraron de eso, no necesitamos aparentar nada,… ¿qué cuesta ser humildes y reconocer ante ellos nuestros pecados e incluso pedir perdón por nuestras conductas cuando ellas han dejado que desear?, ¿qué podemos perder y qué ganar?).

“Está bien esto cuando tu hijo no ha tocado la droga o no ha llegado a pisar la cárcel,… pero cuando tras años de encontronazos, enorme sufrimiento, indescriptible “convivencia”… al final lo ves as텔 Es lo que dijo una tarde una madre durante una sesión en la que hablábamos de este modelo de COMUNICACIÓN; a ella le respondió otra madre que le animó diciendo: “Pero tú estás aquí y no mirando la telenovela, a mí eso me suena a que tienes esperanzas de recuperar a tu hijo y de querer ayudarte a ti misma para educar mejor a los dos que tienes en casa todavía”. … Hubo más, por supuesto, pero el lamento de la 1ª madre y la respuesta que reproduzco aquí… muestran una valiosísima alternativa más: “NUNCA perdamos la esperanza de redimir nuestras relaciones con nuestros hijos, de reorientarlas y hacerlas valiosas para ambos porque, repito, seguimos siendo –siempre será así- referencia constante para nuestros hijos y somos tenidos en cuenta mucho más de lo que nos creemos”.

NUESTROS JÓVENES Y DIOS

Hablar de esto lo hacen mejor, como todo lo anterior, muchos libros escritos al respecto pero valgan sólo algunas líneas para expresar aquí lo que pueda responder a la cuestión que encabeza este artículo.

Muchos se quejan también de que “no hay jóvenes en Misa o cada vez se les ve menos; también se les echa de menos en otras manifestaciones religiosas en las que sólo se encuentra gente mayor, cada vez con más años”. Su conclusión es simple: “Nuestros jóvenes ya no creen en Dios, no quieren saber nada de Él”.

¡Pues no! Nuestra juventud no deja de tener en cuenta a Dios sólo porque la inmensa mayoría no vaya a Misa ni participe de muchos actos religiosos. Antes de afirmar la total disociación jóvenes-Dios habría que preguntarse: “¿Qué imagen de Dios les hemos predicado nosotros los adultos para que se dé este “aparente” resultado? ¿Es lo mismo la “participación en actos litúrgicos y de piedad popular” de nuestros jóvenes y su “fe en Dios”?; lo primero es manifestación de lo segundo, ¡cierto!, pero no equivalente.

Como profesor de Religión puedo constatar que de 25 alumnos que tenga en una aula de 6º de Primaria –pongamos por caso- pueden haber uno o dos que van a Misa los domingos –y no todos los domingos-; lo de ir a un bautizo, boda o funeral… eso ya es otra cosa: a eso van casi todos. ¿Puedo deducir que la inmensa mayoría de mis alumnos que vienen a Religión son unos ateos (que los hay: tengo alumnos en Religión que dicen ser ateos) o no quieren saber nada sobre Dios?... pues categóricamente NO. Y cuando escucho sus preguntas en clase, los comentarios que expresan a diario al respecto y los motivos por los cuales hacen esas preguntas y comentarios… lo que descubro es que “Dios les importa MUCHÍSIMO”… pero a veces nosotros los adultos se lo desdibujamos, lo tapamos, se lo hacemos difícil de encontrar… cuando Dios está loco de darse a conocer, de amar y ser amado.

Les desdibujamos a Dios o se lo hacemos irreconocible cuando les inculcamos la idea de que “se va a Misa porque hay que ir” (¡ojo!, no quiero decir con eso que la Eucaristía no sea importante, otra cuestión sería –y en eso habría que entrar muy de lleno- que este sacramento se presentara de maneras más vivenciales, más cercanas a lo que es realmente y a lo que nuestras actitudes debieran ser en su celebración); hay elementos que se nos siguen pasando por alto y son de una tremenda trascendencia: todavía hay muchos que piensan que eso de ser “cristiano practicante” es “creer en Dios y participar de los actos religiosos”, como antes decía, cuando en realidad ser “practicante” es no sólo expresar la fe en esos actos sino también y sobre todo en la “vivencia coherente con los valores del Reino de Dios que son justicia, paz, perdón y la síntesis de todo: amor”. Peor aún es cuando decimos unas cosas de Dios y luego nuestras prácticas y actitudes están a años luz de que esa fe en Él tenga implicaciones en nosotros; esto ya no tiene ni que explicarse.

¿Puede ser ilusionante una fe y vivencia cristianas que esté basada sólo en obligaciones o formalismos cuando lo que en teoría celebramos es el mayor regalo que podremos disfrutar en la vida? ¿Tiene sentido que nos obliguen a ir a una fiesta a la que nos encantaría ir… si nos la presentaran de otras maneras?

Cuando entendamos y vivamos la idea de que “esta fe en Dios se evidencia en nuestro estilo de vida y en ella anunciamos el Reino de Dios… cobrará un mayor sentido celebrar esa fe y entenderemos la necesidad de expresarla en nuestra liturgia y en cualquier otra manifestación religiosa y, de regreso, esa celebración alimentará y dará fortaleza a nuestra vivencia de la fe en el día a día”. Si nosotros lo entendemos así y así lo vivimos… podremos hacer entender mejor nuestro interés en que ellos participen también de esta Gracia (porque es un don poder participar de esta vida, es un gozo enorme).

Nuestros jóvenes tienen sed de Dios y más de la que adivinamos. La cuestión es ver en qué condiciones les transmitimos nosotros ese conocimiento, con qué recipientes y cómo están esos recipientes (si en vez de darles el agua clara y limpia les damos agua turbia… difícilmente la podrán beber).

“Nuestros jóvenes están allá donde se sienten llamados, allá donde se sienten a gusto o creen que están mejor, allá donde se sientan valorados, reafirmados en sus convicciones que tratan de diferenciar del mundo adulto”… decía casi al principio de este largo comentario, pensamiento en voz alta.

Si nos quejamos de “ciertos lugares” o nos parecen inadecuados para nuestros jóvenes… está muy claro que tenemos no sólo mucho que decir sino sobre todo MUCHO QUE HACER para ir cambiando eso, hay ciertas actitudes a las que no podemos renunciar, hay una fe que debiera ser más viva, más activa, más coherentes nuestras prácticas con ella –especialmente con quienes fueron los predilectos de Dios desde siempre: los hermanos empobrecidos, los últimos en los banquetes humanos-… y hacer todo esto con ALEGRÍA, ¡corcho!, que parecemos a veces “santos tristes” y los “santos tristes”, hermanos, “tristes santos” son. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

amar y reir

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LA SERENIDAD AÑORADA
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@euskalnet.net

ECLESALIA, 25/06/09.- Un dicho oriental cuenta como dos almas están a punto de encarnarse. Entonces, Dios se reúne con ellas a fin de preguntarles qué desean para la existencia terrena que les espera. Una de ellas dice: “Señor, yo quiero ser una persona rica, dueña de una fortuna fabulosa, y mucho poder a lo largo de toda mi vida”. La otra le responde que solo quiere una mente serena: “te ruego, Señor, que me otorgues una mente serena; con eso me será suficiente”.

Esta reflexión mantiene intacta su actualidad ante nuestro anhelo insatisfecho de serenidad, tantas veces relegado por otras cosas a las que dedicamos nuestros mejores desvelos. Está claro que los éxitos económicos y tecnológicos han relegado el desarrollo en afectos a costa de sacrificar el equilibrio emocional en aras a una vida desenfrenada y consumista.

Las señales de alarma en cada etapa del desarrollo humano, se han convertido en una verdadera patología de nuestro tiempo: desasosiego, estrés, fobia, nervios, obsesiones, angustia, intranquilidad, presión, miedo, alarma… son parte del panorama vital de muchas personas que se manifiesta en forma de cefaleas, problemas musculares y estomacales, insomnios y demás efectos psicosomáticos con los que el organismo nos advierte de que algo no va bien. Vivimos en una sociedad tensionada que no quiere renunciar a nada para recuperar la serenidad, a pesar de tanta insatisfacción, tristeza, ira, culpas, frustraciones, baja autoestima, etc., etc.

Todo esto repercute en la calidad de vida, en el rendimiento y en nuestras relaciones socio familiares, causando mucho sufrimiento en nosotros y en los que más queremos. Tanta obsesión por los logros en el trabajo y la relevancia social nos ha borrado la lucidez para comprender que el mal y la solución están dentro, y no fuera de nosotros.

En el fondo, subyace una complejidad de factores surgidos desde la crisis de la civilización moderna occidental; Ortega y Gasset lo denominaba “el dramático paso de un tipo de fe a otro: de la fe en que Dios es la verdad en las cosas, a la fe en que la verdad de la cosas la constituyen la razón y la ciencia” sin prestar atención a lo verdaderamente relevante en el progreso humano. La ausencia de serenidad señala un punto de deshumanización reflejada en la pérdida del disfrute en las cosas que realizamos, en la incapacidad de admiración ante las maravillas que nos rodean y en la falta de sentido en lo que hacemos sin aceptar los propios límites sabiendo convivir con ellos.

La serenidad no es indiferencia ni complacencia. Las personas serenas no se sienten demasiado asustadas, preocupadas o ansiosas por el porvenir. Tampoco se regodean en la infelicidad del pasado, ni fantasean con catástrofes futuras. Estamos ante una virtud muy evangélica que nos abre la posibilidad de mejorar la calidad de vida. La serenidad cuesta, pero nos predispone mejor al amor y a reírnos de nosotros mismos; el mejor binomio que existe.

La serenidad es paciencia para vivir el “ahora”, que es donde debemos concentrar nuestras energías; es abrirse a la esperanza de las múltiples posibilidades de la vida. La felicidad y la serenidad, en fin, son más una consecuencia que una meta de trabajarlas a base de bien, porque no vienen solas. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

torrente IV

torrente IV

¿A QUIÉN ORAMOS? IV
Aclaraciones sólo para adultos
JAIRO DEL AGUA, jairoagua@gmail.com

ECLESALIA, 18/06/09.- ¡Pues sí que se ha armado oiga! Éste artículo ha levantado ampollas y me han llovido improperios. Aunque fueron muchas más las bendiciones. Me ha causado especial dolor la acusación de escandalizar a “los sencillos”, porque camino entre ellos huyendo de los simples. Me es imposible callar “lo que he visto y oído” (He 4,20) precisamente porque ansío ayudar a “los hambrientos”, a los que buscan con sencillo corazón. “Los hartos”, estáticos en su hartura, llenos de sabiduría y rutina, inmunes a toda conversión, no me interesan. No es mi carisma.

Confieso mi sorpresa por las descalificaciones, insultos, ironías y ataques a mi catolicidad. Quienes así se manifiestan se sitúan fuera de la caridad y, por tanto, fuera del Evangelio. Aunque debo agradecerles sinceramente su vacuna contra toda vanidad.

Mis artículos se publican en diversos medios para hacer el bien. Los escribo con el corazón más que con la cabeza, desde experiencias más que desde teoría o ciencia. Son “confesiones de un pecador en proceso de conversión”, con muchos años y errores a su espalda. ¡Que nadie se ofenda, por favor! Si no te hace bien lo que escribo, deséchalo. ¡Busca lo que te contagie vida! No dicto lecciones y mucho menos dogmas. No hago más que exprimir mis pequeños descubrimientos. Pero vayamos a las siete aclaraciones.

1) No descalifico la “oración de petición”. Es imprescindible para la fragilidad y pequeñez del ser humano (ver parte II). El problema está en cómo oramos, qué pedimos y a quién. Es esencial ser conscientes de todo eso. La “oración de petición” no sólo es buena, puede ser óptima. Hay oraciones sublimes bajo apariencia de petición, como el “Veni Creator Spíritus”, la secuencia “Veni Sante Spiritus”, las invocaciones “Alma de Cristo santifícame”, la oración al Crucificado “Miradme oh mi amado y buen Jesús”, la de san Buenaventura “Traspasa dulcísimo Jesús y Señor mío”, etc. Hoy apenas se usan, las consideramos demasiado almibaradas y anticuadas. Sin embargo, son un verdadero crepitar de corazones incendiados, expresión de aspiraciones profundas de enamorados.

Vengo defendiendo -aunque parezca un contrasentido- que en la “oración de petición” más que PEDIR hay que EXPRESAR nuestras aspiraciones y nuestras necesidades humanas. De esa manera las aspiraciones toman volumen, se expanden, crecen y, si es en comunidad, se contagian. Las necesidades, al expresarlas, contarlas y sacarlas fuera, pesan menos, uno se desahoga y descansa en Quien nos cuida siempre. Eso nos prepara para ACTUAR o ACEPTAR, verbos que olvidamos con frecuencia. Esto no es Teología es pura Sicología. Es justamente lo que hacen los que van al sicólogo. ¿Hay algún sicólogo mejor que el nuestro?

Dios no necesita nuestras oraciones, ni le convencen de nada, ni le mueven a actuar de otra manera, ni va a retirarnos su favor sin ellas. Somos nosotros los que necesitamos la oración -esa bendita sicoterapia- para apoyarnos, afirmarnos y avanzar. Los milagros ya están dentro de ti, en las potencialidades que recibiste al nacer. El “milagro de la espiga” está en el grano de trigo que se deja transformar por la vida que contiene. El “milagro de la bombilla” está en vaciarse y abrirse a la energía para incendiarse. Los “milagros de los santos” no son concesiones extraordinarias de lo Alto, son la manifestación de su transformación. La “imagen y semejanza” creció y les tomó, como el fuego convierte al negro hierro en pura incandescencia. No hay posibilidad de milagro sin transformación. Los milagros nacen de “abajo”, no llegan de “arriba”: “si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: vete de aquí para allá, y se trasladaría; nada os sería imposible” (Mt 17,20). Lo que Dios quiere es que su vida -su reino la llama el evangelio- crezca en nosotros y nos haga felices: “en cambio, buscad que Él reine y lo demás se os dará por añadidura” (Lc 12,31).

2) No niego que haya que rezar por otros. Lo que digo es que tendríamos que ser conscientes de a quién oramos y situarnos en coherencia. Mejor PRESENTAR al otro y nuestra aspiración a ayudarle que COLGARLE al Señor las necesidades del otro como si fuera un perchero milagroso. Hay que partir de la convicción (fe) de que Dios ya está volcado por el otro y no hay que CONSEGUIR nada. Más bien hay que IMITAR sus actitudes hacia ese hermano: “¿Además de traerte a esta persona querida, Señor, qué puedo yo HACER por ella siguiendo tu ejemplo? - ¿Cómo puedo SER para ella tu abrazo, tu beso, tu consuelo?”. Puede que nos sorprendan las respuestas.

Las súplicas (incluidas las preces de la Misa) no deberían ser para COLGAR de Dios las necesidades humanas y apaciguar nuestra conciencia. Deberían ser para COMPROMETERNOS con las soluciones posibles hoy. Nosotros somos las manos de Dios. Y, como son tan pequeñas, necesitamos hacerlas crecer. ¿La manera? VIVIFICAR nuestras aspiraciones identificándolas y expresándolas. GRITAR nuestro deseo de ayudar: ¡Quiero ayudar a esta persona, Señor, muéstrame cómo!

Esa forma de pedir nos vitaliza y nos predispone a responsabilizarnos, a solidarizarnos, a MOVILIZAR nuestros recursos internos y externos para ayudar. Saldríamos de la oración (o de la Eucaristía) más o menos “transformados”, según la intensidad con que hayamos vivido y expresado nuestras aspiraciones profundas. Por desgracia solemos salir, como entramos, “solitarios entre solitarios, codeándonos más que conociéndonos”. Eso sí, con la conciencia opiada porque ya le hemos colgado a Dios o a los santos nuestras responsabilidades. Eso explica tanta atonía, tanta rutina, tanto aburrimiento y tanta desbandada.

Cuando hablo de responsabilidades no penséis en grandes cosas. Somos demasiado pequeños. Se trata de dar nuestro pasico de hoy, el que podamos. Se trata de VIVIR lo que decimos que creemos. ¿Cuánto cuesta un beso, un abrazo, una sonrisa, una palabra de aliento, una caricia, un piropo sincero, un “estoy contigo”, un “yo te acompaño a casa” o un “estamos en buenas manos”?... “Muéstrame tu fe sin obras (sólo intercesión) y yo con mis obras te mostraré mi fe” (Sant 2,18).

No tiene sentido que una ola interceda ante el Mar para que conceda agua a otras olas. Más bien la ola “intercesora” debería hacerse consciente de quién es y dónde está, para aprovechar su fuerza y levantar las olas desvanecidas en la orilla. La fe no consiste en creer que puedo CONSEGUIR sino en FIARME del Mar -en el que estoy sumergido- y apretarme, fundirme, solidarizarme, abrazarme con esas otras olas por las que me preocupo. Cualquier oración comunitaria debería ser una “sinfonía de agua” cantando al Mar.

3) Tampoco niego la influencia de la Virgen y de los santos en nuestras vidas. No soy un iconoclasta. Para mí, la presencia de Madre en mi vida es esencial. Lo que digo es que no son intermediarios y, por tanto, no se puede hablar de intercesión. Más que orar A los santos hay que orar CON los santos. Y con Madre, por supuesto. Más que pedir hay que VIVIR nuestras aspiraciones CON ellos y COMO ellos.

Nuestra Madre es justamente eso: una “madre” que educa, enseña, aconseja, consuela y acompaña. No es una “diosa menor” a la que haya que pedir milagros, ni el brazo misericordioso que los arranca de un “dios solemne y rígido”. Es la Madre de nuestro Señor y nuestra, la llena de gracia, nada más y nada menos. Los “excesos católicos” en este tema propiciaron (y propician) la huida de hermanos nuestros, temerosos de caer en idolatría. Hay que reconocerlo por mucha carga popularista que tengamos en contra. Ella no es el Camino, solamente quien me impulsa por Él.

Sugiero estas advocaciones: Virgen del Horizonte (imagen de una bellísima mujer judía, con la cabeza descubierta, ataviada para el viaje, con el brazo derecho extendido hacia un camino que se sumerge en el horizonte; en la peana esta leyenda: “Buscad su rostro”); Virgen de la Adoración (la misma mujer profundamente postrada con éste rótulo al pie: “Glorifica mi alma al Señor”); Virgen de la Alabanza (la misma mujer con los brazos extendidos a lo alto y esta frase a sus pies: “Salta de júbilo mi espíritu en Dios mi salvador”. Tal vez algún artista se atreva a plasmarlas.

Todos los que nos aman (en el cielo o en la tierra) NUNCA llegarán a amarnos y estar tan cerca de nosotros como el Padre. Ellos son sólo sus imitadores. Pueden influir en nosotros pero no pueden influir en Dios porque es Inmutable. En esta afirmación -una evidencia para mí- podría resumirse todo lo que vengo diciendo sobre la intercesión.

4) "Cada uno hace lo que puede y es muy respetable". Así me responde un comentarista enojado. ¡Tiene razón! No se puede hacer más que “lo posible” en cada momento. ¡Cierto! Otros me dicen que la intercesión es “de siempre” y figura citada expresamente en la Escritura. ¡También cierto!

Pero... el ser humano es progresivo, está llamado a crecer y madurar ("sed perfectos..."). Las potencialidades del hombre son enormes, bastaría observar el progreso material para darse cuenta. ¿Renunciaremos al progreso espiritual? ¿Nos quedaremos en “esto es lo que me enseñaron mis abuelas”, “se ha hecho o dicho así siempre”? Estamos llamados a crecer -las citas del Evangelio serían interminables-. Y crecimiento significa “movimiento”, “cambio”, “progreso”, “maduración”. El inmovilismo, bajo cualquier ropaje sagrado o profano que se esconda, es totalmente negativo para el cuerpo y para el alma. Lo que hoy no veo o no puedo, tal vez lo vea o pueda mañana. El cristianismo es Camino. No es posible permanecer en camino sin caminar. El cristianismo es Verdad. No eres de la verdad si no te “desnudas” y te dejas penetrar por ella hasta lo más íntimo, aun “soltando” los libros. El cristianismo es Vida. No estás vivo si no creces y maduras.

Hay quienes ven en la Escritura un límite, una gran cárcel, y la utilizan para encerrarse y encerrar a otros. Incluso para amenazarles, injuriarles, despreciarles y agredirles. No practican la Palabra sino “el palabrazo” que es, justamente, la negación de la Palabra. Yo estoy convencido de que la Escritura es una oportunidad, un inmenso camino por recorrer, un precioso canto a la luz, la libertad y el amor, genes dominantes recibidos del Padre. Hay quien confunde la perla -me decía una lectora uruguaya inteligente- con la rugosa valva, la ostra o la baba.

Nos lo dejó dicho el Señor: "Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras" (Jn 16,12). ¿Quién se atreverá entonces a enjaular la Luz? ¿Quién le pondrá cadenas al Espíritu?

No me preocupa que en la Escritura se mencione la judaizante “intercesión”. Si descubro que esa palabra u otras me impiden poner a Dios en el lugar supremo de mi vida, si me oscurecen su Rostro, si me impiden ver su Amor, es que no son perla.

5) Más reflexiones sobre la oración. Hay a quien este artículo le ha sabido a poco y me pide más. ¡Bendita el hambre de estos hambrientos! Tened paciencia. Sólo he tocado la “oración de petición” y dentro de ella la “intercesión”. ¡Ojalá tenga luz y tiempo para escribir sobre la “oración de impregnación” o sobre la “experiencia de Dios”! No sé si lograré hacer la “O” con un canuto. Pero, estad seguros, si encuentro el canuto os lo pasaré.

6) También hay quien pregunta por la santa Misa (o me golpea con el Misal llenito de intercesiones) y el santo Rosario. La santa Misa es nuestra suprema oración comunitaria, la “celebración” gozosa de nuestras aspiraciones, especialmente adoración, alabanza y acción de gracias. También el “llanto” por nuestras necesidades. No para que sean atendidas -que con toda seguridad lo están- sino para “descargar” el corazón y unirnos a las aspiraciones del Anfitrión. Ese doble movimiento: expresar las necesidades y adherirse a las aspiraciones del Señor, me dará luz y fuerza para los caminos a tomar. Será un baño de auténtica conversión, un “hacer y sentir en memoria del Señor”. Para mí, sobran las intercesiones y la rutinaria memoria de tanto principal. Estoy convencido de que el Misal puede y debe mejorarse con oraciones más “vivas” y realistas, menos abstractas, rutinarias y anticuadas (por ejemplo, las referidas a una redención por sangre). Cabe celebrar desde el fondo con palabras preciosas -que las hay- evitando que otras te obstaculicen orar con Él, por Él y en Él.

El santo Rosario es una oración maravillosa y acumula las oraciones primarias de todo cristiano. Para mí, que crecí a los pies de la Virgen del Rosario, tiene todavía más carga emotiva. Quien lo reza sólo con los labios o sólo pasa cuentas, sacará poco provecho. Más fruto sacará quien reza esa “salmodia popular” mientras su corazón se sumerge en ese Padre, al que invoca, o paladea la compañía de la Madre.

La llamo “oración de tren” porque se repite y avanza sobre raíles seguros. Cuando, siguiendo el consejo evangélico, “bogas mar adentro” (Lc 5,4) ya no te sirve el tren y cambias los raíles por el equipo de inmersión. Si la oscuridad, viento o tormenta, te impiden navegar, puede que vuelvas a ese tren seguro y te dejes llevar.

Me han hecho notar que el “ave maría” contiene una intercesión: “ruega POR nosotros”. En coherencia con lo expuesto, sería más adecuado “ruega CON nosotros”. No rezamos a María para conseguir (mediación) sino que acudimos a Madre para que nos acompañe y enseñe a sumergirnos en el Dios que nos abraza desde dentro. Un servidor reza así: “Santa María, Madre de Dios, ruega con nosotros tus hijos, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

Alguien me cita el “yo pecador” (oración oficial porque está en el Misal). Allí se dice: “Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor”. A la luz de lo dicho, es evidente que sería mejor: “que me ayudéis a convertirme a Dios, nuestro Señor”.

Tengo la esperanza de que éstos y otros brotes verdes del Pueblo sean pronto canonizados, es decir, recogidos por los pastores y propuestos a toda la Iglesia. No esperemos a que nos alimenten sólo desde arriba, como niños pequeños. Ofrezcamos a la Iglesia las espigas nuevas que brotaron en nuestros campos al calor del Espíritu. Así es como avanza nuestra Comunidad a la que cada uno debería ofrecer lo mejor de sí mismo.

7) ¿Olvido la doctrina oficial? A Pablo también le intentaron frenar los legalistas: “Éste incita a los hombres a que den culto a Dios en contra de la ley” (He 18,13). Y escuchó esta voz: “No tengas miedo, habla y no calles, porque Yo estoy contigo” (He, 18,9). Yo no soy Pablo claro, pero estoy convencido de que “sus hermanos pequeños” podemos y debemos aportar a nuestra Iglesia lo mejor de nosotros mismos con valentía. La “doctrina”, recogida en libros, es la contabilidad pasada, el cierre anterior, la cristalización del pasado. ¿No habrá que estar muy atentos a las “novedades” del Espíritu? ¿Algún católico sincero puede pensar que ya le hemos agotado? El Evangelio dice cómo actuar: “poner la luz en el candelero” (Mt 5,15).

¿Acaso tú y yo no somos Iglesia? ¿Cómo se renovará la Iglesia si cada uno no aporta su propia renovación? ¿Qué es nuestra Iglesia un cementerio de personajes célebres, de libros sabios, de rutinas multiplicadas? ¿O tal vez un Pueblo que camina, progresa, avanza, se renueva y busca apasionadamente al Padre del que nunca debió alejarse?

Los que creen que la Iglesia está asegurada por la “doctrina oficial” son unos ingenuos, razonan como terrícolas, de tejas para abajo. El seguro a todo riesgo de nuestro Pueblo está suscrito por el Espíritu Santo, no hay nada que temer. Sólo hay que dejarse inundar y ser dóciles a ese Maestro interior que se manifiesta en las “intuiciones profundas” de quien lo busca con sincero corazón. Los libros oficiales nunca pueden ser un obstáculo, deben ser una ayuda.

¿Por otro lado, hay doctrina “más oficial” que el Evangelio? ¿Aquél, al que queremos imitar, fue un cultivador de ritos y rutinas? ¿O más bien un reformador, un sembrador de vida y esperanzas nuevas? ¿Puso “el sábado” por encima de todo o puso todo -incluso su vida- para dar vida a sus criaturas? “He venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Que cada uno busque sus respuestas. Por mi parte, me siento orgulloso de pertenecer a un Pueblo que camina con la “gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21) bajo el brazo.

Hubo un tiempo en que las letras, los libros, las autoridades, los signos suntuarios, etc. me amedrentaban, dominaban mi “conciencia social” o “cerebral”, me hacían dudar, me hacían sentirme culpable. Eran los tiempos del autoritarismo global y de mi inmadurez total. Hoy me he dado cuenta que nuestra Comunidad Católica no está protegida por enormes murallas (el Papa las descalificó hace muy poco), ni por mandatos severos, ni por sabidurías centenarias. He podido comprobar que en nuestra Comunidad late el Espíritu Santo, que todo lo inunda, que todo lo ilumina, que todo lo renueva. Más que memorizar libros, necesitamos ser dóciles al Espíritu. A esa docilidad nos debe empujar -nunca frenar- la pedagogía de libros y doctrinas.

Juan Pablo II lo expresó magníficamente: “La fe se propone, no se impone”. Si la fe no se puede imponer, menos aún la monocromía. Nuestra Iglesia es una Comunidad llena de luces, colores y carismas. ¿Cómo pretendes tú imponer tus rígidas cuadrículas? Un profeta del siglo XX, Marcel Légaut, lo sintetizó así: “Herederos de una labor inmensa, visitados por una Presencia que no manda sino que llama. Empujados, levantados, solicitados, alzados por encima de nosotros mismos, emergiendo de la servidumbre, alcanzando la libertad. Obreros de un porvenir sin fin, inseparable de Ti, mi Dios”.

No, hermanos míos, no. La “Iglesia oficial” no es para mí un ancla, ni una grúa que me mantenga en dique seco. ¡Todo lo contrario! ¡Es el velero que me invita a domar el viento, a conquistar horizontes, a descubrir al Señor en todos los rincones de la creación! ¡Es el velero que me permite superar el miedo a las aguas profundas y a mi propio miedo! Tal vez un tanto anticuado, con algunas tablas carcomidas y velas remendadas. Pero es mi velero, el que tengo, al que amo, el que me ha sido dado. No renunciaré a él por nada del mundo y en él gastaré mi vida.

Tengo claro que el timón de mi vida es mi responsabilidad, que mi discernimiento, mi libertad y mi conciencia no pueden navegar en la bodega, que debo estar alerta y gritar a mis hermanos las tierras, luces o mares nuevos que entrevea. De ellos espero lo mismo. Y todos juntos reparar y modernizar nuestro barco para llegar más lejos y abrirnos a otros hermanos cristianos (¡qué escándalo tanta ruptura!). A veces me siento frágil, ignorante, dubitativo, inconstante, incluso retenido y apaleado. Pero me tranquiliza oír la voz de Pablo a babor: “El Señor es Espíritu y donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad” (2Cor 3,17) y a Santiago a estribor: “Hablad y obrad como quien debe ser juzgado por una ley de libertad” (Sant 2,12). Pero lo realmente definitivo es oír la dulce voz del Señor a proa: “la verdad os hará libres" (Jn 8,32), “duc in altum” (Lc 5,4).

Finalmente, la certeza permanente que habita mis artículos de religión es: Dios nos ama infinitamente porque no puede hacer otra cosa, ya que Él mismo es el Amor. En consecuencia doy pistas de reflexión, delato o critico algunos andamios mentales o prácticas religiosas que oscurecen u olvidan esa verdad. Si alguien cree que eso me aparta de mi Iglesia, que se haga revisar la vista por favor. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

- - -> Para más información: http://blogs.periodistadigital.com/jairodelagua.php

no nos pertenece

no nos pertenece

DECÁLOGO PARA PENSAR EL COMPROMISO DE LA IGLESIA ANTE LA CRISIS
JOSÉ IGNACIO CALLEJA, Profesor de Moral Social Cristiana, igcalleja@euskalnet.net
VITORIA-GASTEIZ.

ECLESALIA, 16/06/09.- 1. En el comienzo está la memoria de la denuncia, “no podéis servir a Dios al dinero”, y el recuerdo de que cuando se comparte, “pudieron comer todos hasta quedar satisfechos”.

2. Y la memoria se hace interpelación personal con la voz y la presencia de los que no hallan un modo digno de vida para ellos y sus hijos, provocándonos el “no hay derecho”, esto “ofende al mismo Dios”.

3. Y desde la indignación ética nos vemos reclamados al conocimiento crítico de la realidad, para comprenderla en sus relaciones materiales y morales más determinantes, “porque si un ciego guía a otro ciego…”.

4. Y el conocimiento crítico de la realidad nos recuerda que aún hay un mundo más allá del nuestro, donde las pobrezas y la exclusión degeneran, más si cabe, en pecado estructural de inhumanidad que, por acción u omisión, compartimos.

5. Y el sentido crítico nos hace advertir que ninguna relación material de injusticia viene sola, sino que se subsume en el fracaso de unos valores. Introducir esta diferencia, ilumina el análisis; olvidar su relación sustantiva e inseparable, nos avoca a un idealismo moral tan estéril como manipulable.

6. Y en el diálogo de la Palabra, el análisis social y la conciencia moral, surge un compromiso efectivo de la fe de los cristianos y de la Iglesia toda, primero, como exigencia pública de justicia. Es la denuncia de las estructuras y comportamientos sociales que no pueden ser, “porque no se puede dar en caridad lo que se debe en justicia”.

7. Y porque la justicia imprescindible no llega, y la correlación de fuerzas que la debería impulsar es tan desigual, y ante la urgencia de tantos y tantos casos de necesidad inaplazable en la crisis, la caridad se vuelca en ayudas particulares, y en proyectos y programas, que alivien a los más necesitados y débiles. Siempre será necesaria la caridad social; lo peculiar de nuestros días es la extensión que adquiere la injusta suplencia de la justicia por la caridad. Por eso es imprescindible el análisis crítico de la realidad, y la denuncia de la injusticia social originaria en cada supuesto de la caridad personal y, sobre todo, eclesial. Pueden darse casos de llamada a la desobediencia civil de “los pobres” ante los injustos efectos de algunas leyes o situaciones.

8. Y porque la caridad tiene su valor religioso y moral propios, la comunidad cristiana se vuelca en sus Cáritas con programas, proyectos y ayudas precisas, que palian las urgencias de los más pobres, implican a sus destinatarios como sujetos y se proponen su inclusión en la vida laboral y social.

9. Y la Comunidad se vuelca en sus Cáritas, (¡también es exigente con ellas, como obra propia y de todos que son!), desde los Presupuestos de Roma, de las Diócesis y de las comunidades cristianas particulares, desde todas las organizaciones de la Iglesia y desde los cristianos particulares, encomendando la coordinación del conjunto de las iniciativas a Cáritas, como servicio de todos a los más pobres, dentro y fuera de la comunidad. Esto no significa que no pueda haber otras iniciativas en la Iglesia o que no puedan coordinarse con el movimiento civil laico en lucha por la una sociedad más justa. Los pobres llegan al centro de la Iglesia y la reconfiguran en todas las manifestaciones de su misión y organización; éste es el sueño y la intención.

10. Y la acción caritativa, que es moral y espiritual, personal y asociada, de cada uno y de la Iglesia toda, y que es ayuda, programa y proyecto, y que es denuncia, siempre, y acción, y que es donativo y promoción de personas y contextos, es, a la vez, educación y evangelización de las conciencias; en el compartir hoy y ya, “porque si se comparte, llega y sobra”. Y en la sobriedad de otro modo de vida, porque para sobrevivir todos, hay que vivir de otro modo, y para que llegue a todos, eso de lo que nos privamos, hay que ponerlo en común: “en caso de extrema necesidad, todos los bienes creados son comunes” y “lo que no es estrictamente necesario para una vida digna, no nos pertenece; es de los pobres”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

europa

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¿QUÉ EUROPA QUEREMOS?
IGLESIA DE BASE DE MADRID, 03/06/09, iglesia.base.madrid@nodo50.org
MADRID.

ECLESALIA, 05/06/09.- 1. La crisis que nos agobia. Sufrimos una crisis que, iniciada en la banca de EE. UU., está afectando gravemente a nuestra sociedad. Esta crisis, de carácter mundial, afecta especialmente entre nosotros a la vivienda, la sequía del crédito y el frenazo al consumo, multiplicando el paro hasta niveles nunca vistos.

2. La crisis castiga más a los que menos tienen. Mientras las fortunas se reducen pero resisten, el paro se cierne sobre los sectores populares, los inmigrantes y la clase media, y las pequeñas y medianas empresas, los autónomos y sus familias ven cerrado el crédito. Los ricos poseen un poco menos pero a los pobres no les alcanza para vivir. Siendo una crisis creada por el sistema capitalista, acaban, como siempre, pagándola los pobres. Ya son, según la Secretaría de Estado de Empleo, 4,7 millones de personas jóvenes, de media edad y mayores sin trabajo. Sin hablar del millón largo de familias con todos sus miembros en paro. Millones de compatriotas vagan de una oficina a otra, telefonean, lloran, escriben, se entrevistan en vano. No hay trabajo. Las cifras tapan el drama de cada una de estas personas y familias.

3. La crisis castiga aún más a los inmigrantes. Su situación es ciertamente angustiosa. Muchos trabajaban en un sector inmobiliario casi hundido; otros, como temporeros en el turismo, que ha dado un bajón en la mayoría de las zonas; otros, en el campo al que ahora vuelven los nacionales; y otros, en el servicio doméstico donde las familias recortan gastos y piden papeles que muchos aún no tienen. La Directiva de Retorno o de la Vergüenza deporta a 500.000 al año a terceros países, con la prohibición de volver a la UE en 5 años. Y países como Italia y España están criminalizando la hospitalidad con los inmigrantes.

4. Visión desde el Evangelio. Si miramos esta situación desde el Evangelio, descubrimos que es justamente la contraria al cuidado del otro, a la compasión y la hospitalidad que se desprenden de los gestos de Jesús. Él abrazaba a los niños, bendecía a los marginados, amaba a los pobres. La memoria subversiva de estos gestos la recogen fielmente sus primeros seguidores en expresiones como éstas: “no podéis servir a Dios y al capital”; o "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba sin papeles y sin trabajo y me disteis hospitalidad" (Mt 25)

5. Importancia de tu participación en las Elecciones Europeas. Si la crisis es mundial, también en Europa estamos éticamente obligados a participar a fondo en la búsqueda de salidas desde todos los ángulos posibles. En concreto, como Iglesia de Base de Madrid, queremos una Europa:

- Que se tome en serio la actual crisis global, que puede ser comienzo de una nueva era y que, en modo alguno, permite “regenerar” otra vez el mismo sistema capitalista que la ha engendrado; su profundidad nos está exigiendo superar las causas que la han provocado y crear un sistema nuevo que, partiendo del multiculturalismo existente, camine hacia una interculturalidad que respete la diversidad y elimine las discriminaciones por razones de clase, género, etnia, cultura, religión, procedencia geográfica, etcétera;

- que apueste por los ciudadanos y los pueblos antes que por el capital y los paraísos fiscales; por el Estado y los derechos democráticos de las sociedades antes que por el mercado; por la equiparación de los derechos sociales y el estatuto de los trabajadores antes que por la deslocalización de las empresas y la explotación de la mano de obra barata; por los servicios públicos en alimentación, educación, sanidad universal y vivienda protegida, antes que por los privados. Pues el derecho inalienable que asiste a los ciudadan@s en su conjunto es anterior a la pérdida de calidad de vida para una minoría que ha identificado bienestar y consumo;

- que se tome muy en serio la defensa del Planeta -casa común en la que toda la cadena de la vida es ecodependiente-, abocada a la muerte por un desarrollo no siempre necesario y sometida a permanente explotación salvaje y a la injusta apropiación por los ricos de los recursos de los países más pobres.

- Apostamos por una Europa que, haciendo memoria selectiva de su vasta y ambivalente cultura, se implique, más que en una nueva colonización del mundo por medio de sus transnacionales, en la calidad humana de todas las vidas, la educación técnico-científica y la hospitalidad con los excluidos de los pueblos y continentes empobrecidos.

- Rechazamos los tratados comerciales de la UE con los gobiernos de los pueblos empobrecidos de África y América Latina que han profundizado el desmantelamiento de la producción agrícola, el desempleo, la violencia, la migración y la pobreza en todas sus dimensiones. Y apoyamos una Europa que haga frente a esta catástrofe humanitaria implicándose en las justas reivindicaciones de los pueblos.

- Rechazamos el militarismo creciente en la UE que, asociado a la OTAN, se dispone a intervenir en cualquier parte del globo en defensa de los intereses económicos de las transnacionales y de la dominación política del capitalismo neoliberal.

Ante las elecciones al Parlamento Europeo del 7 de junio, Iglesia de Base de Madrid te invita a movilizarte políticamente, participando con tu voto en las urnas o expresando públicamente de otro modo la idea de Europa en la que crees y por la que luchas. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

quehacer

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¿POLÍTICOS CRISTIANOS?
Fe y política
JOSÉ MORENO LOSADA, sacerdote capellán en la UEx y consiliario de Acción Católica, jmorenol@unex.es
BADAJOZ.

ECLESALIA, 25/05/09.- “Quien tiene un por qué para vivir resiste cualquier cómo” así reza una máxima nietzscheana que traigo a colación respecto al tema de la fe y la política. Ahora que el vaticano acaba de condecorar al embajador español ante la Santa Sede que se le define como católico practicante, recuerdo que más de una vez he oído al Presidente de la autonomía de Extremadura hablar de su fe cristiana en relación con su participación activa en la política dentro de la Junta de Extremadura, entiende que la inquietud que le provoca el Evangelio de Jesús de Nazaret la realiza desde un quehacer en el sistema público desde el ámbito político, desde donde se puede trabajar por todos y para todos sin distinción. Desde este contexto considero que es pertinente la cuestión que plantea el “por qué” del político ¿Qué es lo que hace que un político llegue a serlo y ocupe cargos públicos en la gestión de la sociedad? ¿qué convicciones pueden mover a una persona en este terreno? ¿Puede tener algo que ver la fe y el ser cristiano con respecto al ejercicio de la política?

LA CONVICCIÓN

Todos actuamos dirigidos por un “por qué”, por unas convicciones, aunque sean más o menos conscientes. En política nos preocupa que la razón sea ocupada por conveniencias personales (profesionalización) o inercias ideológicas no maduradas ni elaboradas por el sujeto; no entiendo que a veces se juzgue a un político por la familia a la que pertenece, ni si quiera por momentos de iniciación de su vida que pudieron estar en otros ámbitos y ondas, ¡y menos en España claro¡. Me parece tan digno que Zapatero haga en su discurso de investidura confesión de fe de palabras “sagradas” de su abuelo, si él las tiene elaboradas y asimiladas por opción propia y adulta, como que el ministro socialista Bono hable de que su padre era falangista y que él “no es más honrado que su padre”. En ninguno de los dos casos creo que el pasado les de, ni les quite, pedigrí de buenos políticos; será su propia persona y sus procesos los que vayan dando testimonio de su verdad, su coherencia y su convicción. Todo político tendrá que elaborar y dar cuenta de su propio credo. Nos hacemos políticos en el ejercicio de la política y no en los previos. Pero en este sentido, y volviendo al punto de partida que tomé, considero que una persona puede llegar al ámbito de la política, y al ejercicio de cargos públicos en la misma por convicciones de fe, en concreto por ser cristiano; aunque esto claramente, y a la vista está, no quiere decir que los cristianos que están implicados directamente en política – ya sea en las izquierdas o en las derechas – lo estén por ser cristianos. Dato que por cierto debería extrañarnos mucho a todos los creyentes. ¿Pero qué podemos decir de la relación entre el ser cristiano y el ser político?

EL POLÍTICO CRISTIANO

El primer dato a tener en cuenta es que venimos de una historia, todavía reciente en nuestra España, en la que se ha entendido que no debería relacionarse una cuestión con otra, aunque en el fondo bien que lo estaban; necesitamos recobrar otra visión que es la propia de la fe cristiana y que viene exigida por la encarnación. A los cristianos se les pide entrar hasta el fondo de la realidad para servirla y dignificarla, es decir, que hay que “ensuciarse las manos con la masa de lo común y lo público” para que avance el reino proclamado por Jesús de Nazaret. Quiero decir con esto, que ha de ser de lo más normal en un cristiano con coherencia el compromiso político, y lo extraño el que se mantenga al margen o lo viva por inercias de cualquier tipo. Pero ¿Qué ha de ser lo propio y específico de un creyente en estos espacios?

Por una parte, en comunión con los demás políticos con sus propias convicciones, habrá de ser un hombre de gestión y de acción que tenga desarrolladas las habilidades necesarias para el cargo y el puesto que ocupe, con una buena formación, teniendo como criterio fundamental el servicio a la sociedad y el bien común y no aceptando nunca aquello para lo que no se encuentre realmente preparado ,ni buscando un protagonismo que le ponga a él por encima de su servicio; amén de saber trabajar en común y corresponsablemente.

Por otra, será algo específico en él su motivación de fondo y las claves con las que quiere ejercer su modo político. En su fuero interno le estará motivando la construcción del Reino de Dios, esa fraternidad utópica y esperanzada que nos mueve continuamente desde nuestra fe en la resurrección y que baila a gusto con el nuevo slogan de que “otro mundo es posible”; la utopía le empujará a claves inexcusables como la opción por lo público y lo común; la predilección por los pobres y los más débiles de la sociedad; saber relativizar el aparataje de la política y la burocracia, incluso la ideología de partido, ante la dignidad de las personas y la vida, el criterio de la igualdad y la justicia, y la imparcialidad para promover el derecho y la participación activa y ciudadana, que integre a las personas de un modo vivo y corresponsable en la gestión de la sociedad y de lo público, al margen de sus creencias, ideologías y pertenencias políticas; por ello no hará de la designación de los cargos de gestión y de técnicos lugar de apropiación ideológica y partidista; sabrá aceptar e integrar fecundamente el fracaso cuando este venga por haber sido coherente y fiel con los valores fundamentales que proclama; nunca estará dispuesto a perder su libertad radical, ni su espíritu de diálogo y de encuentro común en la búsqueda de la verdad y del bien hacer; habrá de ejercer la denuncia profética con la ternura de los que buscan el bien común y de los débiles y no la destrucción ni el vencimiento de nadie.

Ni que decir tiene que mantenerse en la brecha con este talante es inviable si el político cristiano no tiene raíces profundas, si no las alimenta en su silencio y soledad, y si no se ve acompañado por una comunidad que le mira como hermano y le apoya sabiendo que él está llevando adelante una labor que es muy necesaria desde el Reino que queremos, pero que es bien dura si se quiere ejercer con verdad, por lo que necesita de la comunidad que ayude a ir leyendo en creyente los signos de vida, de muerte, de fracaso y de éxito, de pasión, conflicto y resurrección. Por todo esto me siento agradecido a todos los que movidos por su fe se adentran en la gestión política de nuestra sociedad extremeña y que trabajan por ser coherentes y fieles con sus principios fundantes. Estos cristianos nos interpelan para acompañar a personas creyentes –ahora especialmente jóvenes universitarios en mi quehacer pastoral- en la dimensión socio-política de su fe, y reclaman, con todo derecho, en la propia iglesia espacios que les ayuden a mantenerse desde una lectura creyente y comunitaria de su quehacer. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).