incómoda
LAS VERDADES DE ÁGORA
JUAN YZUEL SANZ, juan@ciberiglesia.net
ZARAGOZA.
ECLESALIA, 12/11/09.- Ágora es la última película de Alejandro Amenábar. Sobre el telón de fondo de la vida de Hipatia, filósofa neoplatónica que vivió en Alejandría entre 355 y 415 y murió a manos de una turba de cristianos, el director presenta el eterno duelo entre la razón y el fanatismo religioso, siendo los cristianos los que peor parados salen en esta película. No es de extrañar, por tanto, que en muchos medios católicos se haga una fuerte crítica de la cinta, bien por razones históricas, bien por la ideología subyacente del director-guionista.
Poco se sabe de Hipatia, lo justo para poder afirmar que fue la primera matemática de la historia y que reunió a discípulos cristianos y paganos en la búsqueda de la verdad científica. Con estos brochazos amplios, más los datos de otras fuentes históricas que muestran la extraordinaria violencia en la que vivió Alejandría por aquellos décadas y que llevó al asesinato, entre otros, de dos obispos, Amenábar monta una historia que no deja a nadie indiferente.
La película me resulta incómoda como cristiano. Pero no por sus errores históricos, por la licencia creativa que Amenábar utiliza o por su carga ideológica, sino por las verdades que contiene. Quienes amamos a la Iglesia y estamos comprometidos en que se parezca más a la comunidad que Jesús fundó, haremos bien en tomar nota de esas verdades que escuecen.
La primera de todas es que la película es de rabiosa actualidad, pues la intolerancia y violencia religiosas que denuncia siguen dándose en el presente. Es posible que esos extremistas, que en la película salen con una estética un tanto talibán, no se den hoy, en su versión más cruda, dentro de la Iglesia, pero no podemos mirar para otro lado como si no tuviéramos trapos sucios que lavar. Hay un extremismo más sutil que los católicos seguimos practicando cuando se excluye al hermano que piensa distinto, cuando no se toleran ciertas opciones morales, cuando se cierra el diálogo con la ciencia y la cultura modernas
La segunda verdad afecta a la desmitificación de la historia de la Iglesia de los primeros siglos y, en especial, del siglo IV en adelante. ¿Alguien, en su sano juicio, puede pensar que la religión cristiana pasó de ser perseguida a ser la oficial del imperio romano sin violencia? Que se lo digan a todos los que sufrieron las persecuciones contra las herejías a partir del siglo V, a los largo de la Edad Media y en las guerras de religión del Renacimiento a esta parte.
La tercera, y que la película presenta con claridad, versa sobre el papel de la mujer en la comunidad cristiana. Jesús fue una persona inclusiva que colocó a la mujer en pie de igualdad dentro de la comunidad primitiva, como corresponde a una familia donde el modelo patriarcal queda abolido porque sólo hay un Padre y todos vosotros sois hermanos y hermanas (Mt 23,1-12). Pero los primeros siglos del cristianismo dieron al traste con este modelo al importar formas negativas de ver a la mujer basadas en filosofías dualistas.
Finalmente, la película presenta una estructura jerárquica de la Iglesia paralela a la autoridad imperial, enfrentada en ocasiones a ésta, colaborando con ella en otras. La declaración de religión oficial trajo consigo un enorme incremento del poder en los obispos y en el papado, la clericalización del ministerio cristiano y la mimetización de ciertas estructuras imperiales por parte de la Iglesia. La dogmatización de la fe, que comenzó a ser definida hasta la última tilde, generó a la larga una triste historia de persecuciones de herejes, el oscurantismo de la Inquisición y las guerras de religión que asolaron el mundo y cuyas consecuencias todavía arrastramos. Dicen muchas teólogas, y no sin razón, que toda esta violencia tiene también mucho que ver con la falta de lo femenino en los órganos de decisión de la comunidad cristiana.
Al término de la película, en el culmen de la violencia más brutal, hay una chispa de amor que nos da esperanza. La misma esperanza que tenemos tantos cristianos que creemos, desde el Concilio Vaticano II, que la Iglesia debe volver a las fuentes, al Evangelio, a la sencillez de un Jesús que es buena noticia para todos, sobre todo para los extras de esta gran película que es el mundo y que mueren por exigencia del guión sin merecer luego aparecer en los créditos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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