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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

compadecerse

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EL AMOR NO SE TOMA VACACIONES
La mujer encorvada, Lc 13, 10-17
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es
MADRID.

ECLESALIA, 29/10/09.- Mirando con perspectiva el texto del evangelio y antes de meterme en harina de ir descubriendo cuál es el mensaje que quiere transmitir, sin anclarme en ver el milagro del instante, lo primero que intuí es que habría problemas.

En la escena se vislumbra la formación de un caldo de cultivo con ingredientes concretos: un sábado, una sinagoga y una mujer (además encorvada, enferma), por un lado. Por otro, Jesús con su mirada de largo alcance y amor compasivo a la que nos tiene acostumbrados pero no deja de sorprendernos; el jefe de la sinagoga (autoridad y guardián de la ley), y la gente.

Sin acabar de leer el texto, confirmé mi intuición: habría problemas.

La mujer no pide nada, no habla. La visión de aquella pobre encorvada, medio escondida entre la gente que ocupaba la sinagoga, no pasó desapercibida a la mirada de Jesús que siempre va por delante de su palabra. Él la llamó, haciendo que fuera centro de todas las miradas; le impuso las manos -es decir la tocó- y le devolvió la libertad curándola de todo lo que la mantenía encorvada, se puso derecha para mirar y vivir la vida con dignidad de hija de Abrahán, que significa: hija del pueblo de Dios, heredera de su salvación.

Al instante empezaron los problemas.

El jefe de la sinagoga no es que actuara mal, hizo lo que se suponía que ha de hacer un buen jefe de sinagoga: cuidar la normativa, el protocolo… mirar por el cumplimiento de la ley. Lo que sí estuvo mal fue cómo lo hizo.

Como la autoridad que emanaba de Jesús debía tener a raya incluso al jefe de la sinagoga, éste se dirigió a la gente. Estaba muy indignado pero no se dirigió al que provocaba su indignación. ¡Pobre gente, siempre les llueven las reprimendas cuando se vive desde la hipocresía!

Hay una actitud humana que Jesús no aguanta, aún sabiendo que le traerá problemas el desenmascararla: es la hipocresía. Él sí hablo dirigiéndose a la persona correcta: al jefe de la sinagoga; pero, curiosamente, habló en plural. Sabía el terreno que pisaba. Les llevó a mirar sus propias acciones. Es triste pero una mujer valía menos que un buey o un burro, a los animales se les procuraba alimento aún en sábado.

Jesús me transmite el mensaje de que el amor compasivo no se toma vacaciones ni días de descanso festivo. Es una actitud de vida. No se improvisa. Es mirar al otro como hijo o hija de Dios, compadecerse de sus luchas y sus duelos. Es arrimar el hombro asumiendo incluso que habrá problemas porque hay muchos que no entienden de amor compasivo y les produce cierta alergia que desestabiliza. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Tomo nota del mensaje.

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