no congelar
DONES CONGELADOS
Lc 19, 11-28
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es
MADRID.
ECLESALIA, 07/03/08.- Onzas, monedas de plata, talentos... en la parábola se nos cuenta que aquel hombre noble puso en manos de diez empleados suyos algo que le pertenecía, en la confianza de que le sería devuelto con ganancia a su vuelta.
El día que Dios nos pensó... depositó en cada ser humano dones que le harían único sin que eso le diferenciara de sus hermanos. La especialidad del don habría de ser demostrada en la entrega del mismo y el beneficio se obtendría poniéndolo al servicio de los demás.
Aquel mismo día en que Dios siguió pensándonos... vio que podría haber un riesgo que echaría a perder los dones que pensaba distribuir: el miedo. Pero confió en que la inteligencia y la libertad nos harían ver claro el camino en la utilización de los dones.
Cada época tiene su propia epidemia y la que vivimos no iba a ser menos. Cuando nuestra sociedad sea objeto de estudio por historiadores y sociólogos de tiempos futuros concretarán cual fue la pandemia que asoló en nuestros días. Hablarán del SIDA y del cáncer, por supuesto. Pero, a mi modesto entender, ya que como ser humano de este tiempo vivo en el epicentro y es posible que me falte perspectiva, creo que habrán de concretar que el miedo fue la principal lacra para una feliz evolución y crecimiento individual y social. Y es triste porque con el potencial humano de los dones recibidos, esto debería ser el jardín del Edén.
¿Qué nos está sucediendo? Creo que hemos congelados los dones... Sí, los hemos congelado porque como son bienes perecederos y, si no se cultivan y se ponen al servicio de los demás se echan a perder, los hemos metido en el congelador, no vaya a ser que cuando nos pida cuentas el que nos los regaló, no podamos presentarle nada.
¡Ánimo!... Descubramos los dones de forma individual y comunitaria. No nos dejemos atorar por el miedo que incapacita y destruye. Si te sabes sanador, sana. Si lo tuyo es la escucha, hazlo. Si sabes hacer ricos bizcochos, invita a merendar. Si el deporte es lo tuyo, juega... no compitas a muerte. Si es la oración, ora y compártela con los demás. Si tienes el don de liderar o animar grupos humanos (empresas, comunidades religiosas, parroquias, etc.) mira a las personas con amor, más allá de los beneficios, las denominaciones, la utilización o la productividad. Si eres profeta, sé humilde, pero habla. Si eres místico, contempla, pero no te olvides que hay que comprar el pan. En fin, si eres hijo e hija de Dios -que lo eres- no pongas tus dones a congelar. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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