lázaro
LÁZARO LLEGA EN CAYUCO AL PUERTO DE LOS CRISTIANOS
BRAULIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ
TRES CANTOS (MADRID).
ECLESALIA, 06/03/08.-Os repartiréis la tierra como heredad para vosotros y para los forasteros que residan junto a vosotros y que hayan engendrado hijos junto a vosotros. Porque los consideraréis como al israelita nativo (Ez 47,22).
Aquí no caben todos. Hay que dar el mensaje de que expulsaremos a todos los inmigrantes irregulares que podamos. Aunque no son la mayoría, muchos inmigrantes vienen a delinquir. Hay que poner orden (eufemismo de mano dura). Muchos derechos de los españoles se ven perjudicados... etc. Este rosario de advertencias alarmando de que los inmigrantes nos están invadiendo, forman parte del combustible electoral. No las ha dicho un cualquiera; las ha dicho el líder de un Partido que defiende a ultranza las raíces cristianas de Europa; que puso toda la carne en el asador para que esta referencia cristina figurara como faro, o columna, en la Constitución Europea. En campaña electoral todos hacen cálculos. Los inmigrantes no tienen derecho al voto. Pero, ¡ay! si los inmigrantes votaran. Otro gallo cantaría. Sonaría otra canción.
España, tradicionalmente, ha sido un país de emigrantes. Y de misioneros. Muchos hombres y mujeres han dedicado, y dedican, sus vidas a los más desfavorecidos, especialmente en África y Latinoamérica. Ahora España se ha convertido en un país de acogida; y en la octava potencia económica mundial gracias a la inmigración. Pero hay quienes lo tienen más difícil, casi imposible, para conseguir papeles y trabajo, el nuevo maná bíblico . Son los jóvenes africanos, la flor y nata de sus países, que, con su marcha, se desangran. Huyen de la miseria buscando porvenir. Pero un número incontable de ellos -tras lograr sobrevivir meses enteros cruzando penosos desiertos- terminan su éxodo de modo trágico, engullidos por las aguas del Océano. Hay una playa tinerfeña, curiosamente llamada de Los Cristianos, donde arriban cientos de Lázaros. Llegan exhaustos, con lo puesto; algunos llegan muertos por agotamiento. Es la inmigración Sur-Norte, la más visible. Porque hay otra inmigración, la Sur-Sur, tan numerosa como la primera, de la que no se habla.
La inmigración es un fenómeno tan antiguo como la historia de la humanidad. La situación de fragilidad del extranjero es muy tenida en cuenta en la Biblia. En una catequesis reciente sobre la inmigración, "Fuisteis extranjeros", (www.comayala.es), el cura Jesús López Sáez (fundador y responsable de la madrileña Comunidad de Ayala) nos recuerda que La Biblia nos obliga a tener memoria en las situaciones de desarraigo y de éxodo. El gran problema no es la inmigración. Es el abismo global entre ricos y pobres. Es el pobre que muere en el portal de la rica Europa, deseando comer las migajas que caen de la mesa. Además, olvidamos que los más excluidos de entre los excluidos ni siquiera tienen la opción de intentar emigrar.
La inmigración es un fenómeno muy complejo sobre el que abundan los tópicos, los prejuicios y los estereotipos. A punto de publicarse la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes, del INE, se ha adelantado que la mayoría de inmigrantes entran en España según las normas de extranjería, mientras que los que entran en pateras y cayucos es un aspecto totalmente ínfimo. España ocupa el segundo puesto entre los países de la OCDE en el que más inmigrantes ocupan puestos de trabajo por debajo de su cualificación profesional, con un nivel educativo a menudo superior al de la sociedad que los acoge (informe de 2007). Los motivos de los que vienen no son sólo económicos, ni la mayoría de los inmigrantes proceden de los países pobres; la mitad son europeos, de países desarrollados, entre ellos muchos jubilados que eligen España como un retiro dorado; otros son estudiantes, o personas que vienen a emprender un negocio.
De los 6.500 millones de seres humanos, apenas 200 son inmigrantes. Hay un rosario tópicos negativos. Hay que hablar con los datos, no con los prejuicios. Los beneficios de los emigrantes no se ven, son más macroeconómicos. Con sus aportaciones a la Seguridad Social, se abonan casi un millón de pensiones de los nativos. En cambio, los problemas que genera la inmigración -aumento de la escolarización, de la atención sanitaria, etc. (por falta de una mayor dotación) enseguida salen a relucir. Hay un catastrofismo irresponsable empeñado en relacionar inmigración y delincuencia, a pesar de que los datos lo desmienten: "En 2002, con la mitad de inmigrantes, la tasa de criminalidad era 1,5 puntos superior a la de 2006. La ONU ha reconocido que "la inmigración neta a Europa tendría que cuadriplicarse para mantener constante el porcentaje de población en edad laboral". La catequesis aludida plantea, entre otros, este test: ¿Estaba España mejor antes, cuando era un país de emigrantes? ¿Está mejor ahora, convertida en país de acogida?
¿Qué pasaría si todos los inmigrantes regresaran a sus tierras, o se declararan en huelga? Una pregunta que, en voz baja, nos habremos hecho más de una vez. Sería un caos. Sectores enteros se paralizarían. Se calcula que en el sector servicios trabajan 1.700.000 inmigrantes; en la construcción 650.000. Otros cientos de miles trabajan en la industria, en la agricultura, en los hogares. Muchos inmigrantes trabajarán en condiciones indignas de trabajo. Hace falta una buena inspección. La economía sumergida, de supervivencia, también daña al resto de los trabajadores. Gracias a la inmigración, la tasa de natalidad ha aumentado en España; los hijos de los inmigrantes serán quienes renueven las capas laborales a medida que la población envejezca. Hay regiones como Castilla, por ejemplo- que ve en los inmigrantes una solución de regeneración poblacional. En una palabra, La emigración ¿es un problema o una oportunidad?: es el trasfondo de la catequesis Fuisteis extranjeros.
Los inmigrantes nos invaden, colapsan las urgencias ("Para una mamografía en Ecuador se paga el sueldo de nueve meses; vienen aquí y tardan un cuarto de hora" dijo, irresponsablemente, un dirigente político del PP. A base de repetirlo, se cultiva la xenofobia. Casualmente, varios días después de que la inmigración fuera puesta como tema de bandera en la campaña electoral por el principal partido de la oposición, el PP, en todas las Iglesias se leía el pasaje del Juicio Final: porque estuve hambriento y me disteis de comer era forastero y me hospedasteis (Mt 25, 31-46). Para pasar este examen final no cuenta (no da puntos), ser de raza blanca, ni practicar la religión católica o tener las mismas costumbres, sino practicar la compasión, poniéndose, como Jesús, en el lugar del otro, del perdedor; en el lugar de Lázaro recogiendo las migajas. Suele suceder: se puede defender a los débiles y no ir los domingos a misa. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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