en nuestras obras
CRISTO EN NUESTRAS OBRAS
MANUEL DIZ VEIGA
RAXÓ -SAN GREGORIO- (PONTEVEDRA).
ECLESALIA.-Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,13-15)
En el evangelio del próximo domingo, 17 de septiembre, se nos presenta una pregunta de Jesús: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Esta pregunta me ha escocido desde los primeros tiempos de mi lectura consciente de los evangelios. Más aún, en una confesión me propusieron como penitencia que durante una semana me plantease a Jesús-Dios en mi alrededor. Fue una penitencia, para mí inusual. Le di muchas vueltas al final la conclusión es la que os escribo. El origen de esta reflexión es mayo del 2005.
¿Quién es Jesús para mí? Es el enviado de Dios para hacernos más próxima la forma de sentir a Dios. Que comprendiéremos que todos somos iguales ante Él. Que no hay pueblos preferidos ni hijos desdeñados, que todos somos iguales ante Él. Vino a reformar la Ley Judaica, a explicarnos que Dios es amor, que no hay que temerle sino amarle a través de nuestros semejantes. Que también se nos manifiesta a través de otros seres de la creación. Nosotros debemos servir, a la vez, de manifiesto vivo de Dios ante la humanidad.
Jesús es la Palabra; para ser escuchada; la Verdad; para ser contada. La Vida; para saber vivirla. El Camino; para ser recorrido. La Luz en las tinieblas. El Amor; para saber amar. La alegría, para ser transmitida. El Sacrificio, para ser solidarios con el que sufre. La Paz, por la que hay que luchar. El pan de Vida, para ser compartido. El emigrante; a quien debemos acoger.
Jesús es el hambriento; a quien debemos dar de comer. El sediento a quien debemos dar de beber. El desnudo, a quien debemos vestir. El sin techo, a quien debemos cobijar. El enfermo; a quien debemos curar. El anciano solo, a quien debemos acompañar. El marginado, a quien debemos abrazar. El gay, a quien debemos comprender y respetar. El rechazado; a quien debemos aceptar. El leproso, que no es impuro. El mendigo, para sacarlo de la mendicidad. El borracho, para no arrinconarlo. El retrasado mental, para protegerlo. El bebé, para darle amor y alegría de vivir. El ciego; para guiarlo. El mudo; para hablar con él. El inválido, para ayudarle a caminar.
Jesús es el drogadicto, para sacarle del infierno. La prostituta para ayudarle a vivir en dignidad y ser su amigo. El prisionero para que no se sienta olvidado ni abandonado. El dejado de la fortuna, para ser atendido. El maltratado por la justicia, para sentirme maltratado con él.
Jesús es Mi Dios, es la razón de esta vida. Es la Vida del mundo futuro. A Él debo llegar con humildad, con honradez, con seguimiento, con rebeldía y con inconformismo. Amando como el nos amó.
Considero que una vez creyentes nuestra labor es ser testimonio de Cristo en nuestras obras para que los demás lo "vean" también en sus semejantes que, sin pudor, se manifiestan Cristianos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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