familia
SE BUSCA ESPOSA PARA BENEDICTO XVI
ECLESALIA, 09/05/06.- Me cuenta mi amiga Marta, valenciana de adopción, que la ciudad anda muy atareada con los preparativos del encuentro del Papa con las familias del próximo mes de julio. Que si el diseño de un altar de más de 2.000m2 con su propio microclima para proteger a los celebrantes de los rigores estivales; que si la edificación acelerada de un apartamento de 180m2 en el Palacio Arzobispal para alojar a Benedicto XVI durante los seis días de estancia; que si la construcción de habitaciones en el antiguo seminario de Moncada para acoger a los obispos invitados (más de tres mil); que si... Ante el ajetreo de Marta, surge en mi interior la voz pacífica de María preguntándose si lo urgente no nos estará distrayendo de lo importante.
Lo importante, tratándose de un encuentro con las familias, sería preguntarse por las familias de sacerdotes, obispos y Papa. Hubiese resultado extrañísimo que en el Congreso de Vida Consagrada celebrado en Roma en Noviembre de 2004, los preparativos hubiesen consistido en adaptar las estancias vaticanas con cunas supletorias, calientabiberones y cambiadores de bebé; o que las ponencias principales sobre los retos y desafíos de la vida religiosa ante el nuevo milenio las hubiesen dictado un equipo de matrimonios especialistas en teología sobre el celibato.
¿No producirá la misma extrañeza escuchar a varones célibes hablar sobre las virtudes cristianas de la familia?
Aunque falta poco tiempo para el encuentro me atrevo a proponer algunas sugerencias para superar esa disonancia entre medio y mensaje. Lo primero que habría que hacer sería invitar a Pedro, esposa, hijos y, cómo no, suegra (desde que Jesús le curó aquellas fiebres no se pierde ningún viaje de su hijo político). En lugar de actos multitudinarios se organizarían pequeños talleres como: “Conciliación de la vida episcopal y familiar”, éste lo animaría Timoteo y trataría de actualizar ese texto “curiosamente” olvidado del Nuevo Testamento en el que hace siglos se decía: “el obispo tiene que ser irreprochable, casado una sola vez, sobrio, mesurado, modesto, acogedor de huéspedes, (...) que gobierne bien su propia familia, que se haga obedecer de sus hijos con dignidad. Que si uno no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo va a cuidar de la Iglesia de Dios?” (1 Tim 3, 1-5). La epíscopa Teodora (¡qué mal sale siempre esta mujer en los frescos!) junto con la presbítera Leta de Tropea llevarían el taller de “Políticas sociales de apoyo a las madres trabajadoras”.
Por supuesto, no habría que construir apartamentos ni remodelar seminarios, nos alojaríamos como siempre en casa de otras familias cristianas, que a nuestros tatarabuelos los/las apóstoles nunca les faltó sitio en casa de Prisca y Áquila o de la diaconisa Febe (Rm 16, 1-3). Para la celebración, no gastaríamos los 600.000 euros previstos para el macroaltar y la cruz luminosa de 35 metros de altura; en los talleres para los/as más pequeños/as se fabricarían guirnaldas de colores y una gran bola del mundo con papel de periódico. El dinero lo mandaríamos a las iglesias/familias más empobrecidas, para hacer escuelas en Latinoamérica, prevenir el SIDA en África o evitar la esclavitud infantil en Asia. Porque tratándose de un encuentro de familias convocado bajo la sombra del Nazareno, la cruz de tantísimas familias destrozadas por la miseria, las guerras, el hambre, la enfermedad, o la inmigración sería la principal preocupación de todas las jornadas. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Son muchas las sugerencias para el poco tiempo que queda, si Pedro, esposa, hijo y suegra no pudieran venir, siempre queda la opción de que Benedicto XVI pudiese venir acompañado por su mujer. Aunque me temo que ya vamos con retraso, me permito repetir el anuncio:
Se busca esposa para Benedicto XVI
Urge, para antes del 1 de Julio de 2006.
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