renunciar
RENUNCIAR A NUESTROS PRIVILEGIOS
GONZALO HAYA PRATS, gonzalohaya@telefonica.net
MADRID.
ECLESALIA, 29/11/05.- Si tienes comida en la nevera, ropa en el armario, un techo sobre tu cabeza y un hogar donde dormir, eres más rico que el 75 % de la población mundial.
Somos privilegiados, aunque a veces nos sintamos menos afortunados porque vemos a otros con un coche más potente, un chalet en la playa, o unas vacaciones más exóticas.
Nuestro privilegio se consigue con la explotación de las materias primas de otras regiones, con el hambre y la enfermedad de la mano de obra barata, o desechable. Nuestra tecnología utiliza minerales africanos, y nuestros pantalones se confeccionan en los talleres inhumanos de Asia.
En Francia se rebelan los hijos de inmigrantes que por su origen se ven excluidos en las selecciones de personal. No son pobres pero tampoco saben que son privilegiados, porque ven en los escaparates, en la televisión, o en los escalafones de la Administración, los bienes de los que ellos quedan marginados.
El modelo económico actual no sólo es injusto sino que aumenta la presión hasta que estallan las torres gemelas, Bali, la estación de Atocha, el metro de Londres, y los hoteles de lujo de Kuwait o de Amman.
Entretenemos el tiempo indagando las causas del enfrentamiento porque no queremos reconocer que la injusticia extrema provoca reacciones extremas.
El político que pretende cambiar estas reglas injustas se queda fuera del círculo en el que se mueve el dinero: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio. El poder económico se impone al poder político porque el poder político no se siente respaldado por nosotros, los ciudadanos. Eso hace posible que 500 ricos acumulen unos ingresos equivalentes a los de 416 millones de pobres.
No nos rebelamos contra el modelo económico porque, aunque en las últimas filas, somos privilegiados. Los políticos no proponen un modelo más justo porque perderían nuestros votos. Nosotros no presionamos a nuestros políticos porque supondría más impuestos, menos ayudas a la agricultura, y listas de espera más prolongadas. No queremos perder nuestros privilegios. Somos cipayos de nuestros colonizadores.
Los cristianos tenemos doble motivo para avergonzarnos. Acallamos nuestra conciencia, como la mayoría, creyentes o no creyentes. Además sustituimos la misión de Jesús llevar la buena nueva a los pobres- por ofrendas, templos, y prescripciones humanas. Los profetas han sido desplazados por los supervisores (episkopoi, obispos).
Si los obispos de todo el mundo, y de todas las religiones, asumieran el clamor de justicia que brota de todas las religiones, y de todas las conciencias, el poder político de los pueblos se impondría al poder económico.
Si nuestro hermano tiene algo contra nosotros y está claro que lo tiene- antepongamos la reconciliación, busquemos a Dios en espíritu y en verdad sin refugiarnos confortablemente en el templo de Jerusalén o en las bendiciones de Roma. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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