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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

te llamo

te llamo

ESTOY ENAMORADO DE TI
MONJAS TRINITARIAS DE SUESA, montrinisuesa.net
SUESA (CANTABRIA).

ECLESALIA, 13/05/08.- ¿Si creo en ti? Sí, claro que sí. Llevo toda la vida creyendo en ti. No recuerdo el primer momento en el que empecé a creer en ti. Supongo que me vino dado, no sé si con la leche materna o con el primer aliento pero, desde luego, muy al principio de mi vida.

Desde muy pequeña me gustó leer las historias de la Biblia. Tenía un ejemplar heredado de “La Biblia contada a los niños” y lo leía y releía. Sobre todo las narraciones del Antiguo Testamento; las he leído cien veces más que las del Nuevo.

Recuerdo las ilustraciones, nada parecido a los dibujos llenos de color de ahora. Qué va. Eran dibujos más bien feos, ciertamente, a dos colores, casi sugeridos. Adán y Eva saliendo del Paraíso, Agar llorando, Jacob vestido con una piel, David tocando un arpa, Absalón colgado de las ramas de un árbol por el cabello..., y Samuel, el pequeño Samuel levantándose de un camastro. Me encantaba leer el texto que narraba cómo un niño oía la voz de Dios. Eso era magia, claro. Yo leía la historia y después me acurrucaba e la cama, muy atenta, por si oía que Dios me llamaba. Ponía tanta atención que cualquier ruido me parecía la voz del Señor, hasta que, cansada de la tensión, me dormía. Y así muchas, muchas noches.

Hoy casi me suena cursi aquel recuerdo, por lo menos muy ingenuo. No sabía nada de vocación religiosa, ni de seguimiento a Cristo, ni de discipulado, ni de nada similar. Sólo sabía que Dios existía y que Samuel había oído su voz por la noche estando en la cama. Así que yo... también podría vivir eso si prestaba atención, ¿no?

Una noche, hace diez años, me desperté dando un salto en la cama, alguien me había susurrado: “el Señor es mi pastor, nada me falta”. Recordé a Samuel y yo también decidí contestar. Claro que, llevaba años oyendo la pregunta. El muchacho bíblico había sido más rápido en contestar. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Hoy el Señor me pregunta de nuevo, pero va más allá:

Es cierto que crees en mí, que crees en mí desde siempre, que estoy bastante presente en tu vida, que en tu boca está mi nombre de forma más o menos consciente pero... ¿me crees a mí? No te pregunto si crees en mí sino si me crees.

¿Me crees cuando te digo que estoy enamorado de ti?

¿Me crees cuando preparo caminos anchos bajo tus pies para que no te caigas a los lados?

Cuando hago amanecer cada mañana y oscurecer al final del día, cuando recorto o relleno la luna, o coloco en la misma posición las estrellas cada noche... ¿me crees entonces?

Cuando deposito retazos de niebla sobre la ría por la mañanas (porque sé que te encanta ese momento), o hago que las ranas croen ensordecedoramente para que sonrías antes de cerrar tu ventana e irte a dormir ¿me crees?

Cuando aspiro sobre tu boca, cuando te toco con el aire o te abrazo a través del cariño de otros... ¿crees lo que quiero decirte?

¿Crees que puedo sanarte si te pido que extiendas tu brazo enfermo?

¿Me crees cuando doy saltos de alegría porque te he encontrado mientras te buscaba barriendo la casa?

Mírame a los ojos y dime si me crees cuando te he contado que vendí todo lo que tenía para comprar el campo en el que te hallé en forma de perla.

¿Me crees cuando te prometo que la tierra por la que caminas es firme porque ha sido pisada y asentada por otros muchos pies antes que los tuyos?

No quiero que creas en mí sólo. Quiero más. Quiero que me creas cada vez que te hablo. Y tú sabes que soy Palabra en mil formas.

¿Me crees cuando te digo que sólo yo puedo saciarte, que soy la sed que tienes y el agua que pides?

¿Me crees cuando recorro los caminos ansioso, buscándote, cuando pregunto por ti y grito al viento, a todos y a nadie: “¡amada mía, hermosa mía, ven!”.

Cuando te rompes y te rehago de nuevo, una y mil veces, con el mismo cariño y el mismo material porque así te quiero, entonces, ¿me crees?

Sigue escuchándome.

Cuando te digo que te amo y que eres valiosa para mí y que iremos juntos y solos al desierto para poder tomar tu corazón en mis manos y susurrarle poniéndolo cerca de mis labios, ¿me crees?

¿Me crees cuando te digo que no tengas miedo, que confíes en mí, que yo soy la paz?

¿Y cuando me buscas y llamas y te respondo “heme aquí”?

Cree en mí, por favor. Aunque te derrumbes mil veces, aunque te tropieces con tu miseria cada mañana y sientas vives en retroceso. Créeme.

Mírame. Soy el Señor, que de nuevo te llamo.

Mírame suplicante.

Escúchame una vez más.

Calla.

Estoy

enamorado

de ti.

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