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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

sin rubor

sin rubor

ARGENTINA, EL TRIGO Y LA CIZAÑA
Recuerdos de un viajero
JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, herrero.pozo@telefonica.net
LOGROÑO (LA RIOJA).

ECLESALIA, 17/09/07.- Todavía en el rebufo de los 15 días trascurridos en Argentina no aguanto un día más sin verter sobre el papel alguno del tropel de sentimientos que allí me danzaban en la mente y el corazón. Mi esposa y yo hemos retornado con un buen puñado de amigos más que sólo conocíamos virtualmente y que se han desvivido por apañarnos un cronograma de trabajo para quince días adivinando certeramente nuestras querencias. Por días iba engordando en nuestro pecho la gratitud por tanto detalle, tanta atención, tanto beso sin rubor… ¡Sois la leche, amigos!

De entrada, la intención de mi viaje era clara. Vengo en peregrinación a esta tierra mártir, espeté a mis amigos. Y no besé la tierra porque no la había entre avión y aeroparque. No exagero.

Una novela leída de jovencito que no logro recordar había llenado mi imaginación con una ciudad moderna y bella, Buenos Aires, inmensa, monumental, afanosa aunque apacible y con un estilo de gente fina y entrañable. Aquello sería por los años 50 y ese inmenso país del cono sur de América no cedía en prosperidad a casi ninguno otro europeo. Ahora es otra cosa. Un vendaval militar dictatorial se cebó en ella el año 76 con la aprobación y ayuda de Estados Unidos. Comenzó el martirio de miles de personas, persistente, cruel, atroz. Como si la Junta militar hubiera recibido refuerzos de los más diestros verdugos nazis. Hace quince días cumplimos mi esposa y yo el único deseo insoslayable de nuestro viaje, encontrarnos con las madres y abuelas de la plaza de Mayo. Sin duda fue la hora más conmovedora de nuestra ‘estadía’ (como dicen allá). Una madre, una de las cinco primeras que comenzaron a manifestarse a la salida del ministerio del Interior buscando noticias sobre una hija de 21 años, creo, embarazada de cinco meses y sobre su esposo. Nunca más se supo. Y aquella madre, ya abuela, sigue hoy después de 30 años luchando sin descanso. Con el corazón en un puño fuimos escuchándole detalles macabros que ella había ido conociendo por los pocos escapados y por algún arrepentido: torturas de todo tipo, lanzamiento de personas vivas desde un avión al mar una y otra vez repetido… Mientras tanto, Videla recibiendo la comunión y Massera jugando al tenis con el nuncio apostólico.

La Iglesia sabía casi todo pero no denunció, miró hacia otro lado y, peor aún, colaboró. Prefiero no entrar en más nombres y detalles. Vergonzoso y repugnante. Algo paralelo (y coordinado, al parecer) con lo de Chile.

Al mismo tiempo se vendía el país al capital privado, nacional y extranjero. Argentina fue alumno aventajado de la economía neoliberal. ¿Cómo es posible que a sus valedores, en especial EE.UU y las multinacionales –también españolas- que han chupado la sangre a Argentina –y siguen haciéndolo- no se les caiga el rostro de vergüenza por tanta ignominia? La deuda externa estrangula al país. La clase media ha desaparecido en gran medida. Sólo vive a lo grande una oligarquía de desaforado consumismo junto a residuos de la clase media que llegan a fin de mes a fuerza de apretarse el cinturón. El resto, millones de pobres, incluso de severa pobreza, se les ve apiñarse en kilómetros y kilómetros de chabolas en el cinturón de la capital. Entre tanto se han sucedido muchos gobiernos y no parece que hayan arreglado nada. Tuve la impresión de que a los argentinos que consideran corruptos a sus dirigentes ya les parece quimérico confiar en alguno de ellos. La próspera Argentina de antaño es como una marquesa venida a menos que va a comer a la ‘cocina económica’ de las Hermanitas de los Pobres.

Y, sin embargo, aquella gente me cautivó por su elegancia, amabilidad y dignidad, por su compartir lo que tienen, por los okupas que crearon y mantienen más de un dinámico centro cultural, por otros centros que me comentaron, por los curas ‘opción por los pobres’, por comunidades cristianas de base, católicas o evangélicas metodistas (qué cálido recibimiento en una de éstas), insertas dentro incluso de las escasísimas parroquias abiertas a los tiempos nuevos. Aquella iglesia, la oficial, parece por lo menos tan anquilosada como la española. Sufre la avalancha de movimientos integristas (Opus, Neocatecumenales y tres o cuatro más) a los que lleva en palmitas la caterva de obispos nombrados por Juan Pablo II.

En los encuentros y charlas que tuve, mi principal empeño fue ayudar a dichos grupos de la iglesia popular a que tomaran buena nota de la nula credibilidad de sus pastores en general, apoyaran a los pocos curas y religiosos que les acompañan en momentos de transición (¡hay que esperar siempre!) y se dedicasen a generar en su entorno conciencia socio-política, a profundizar en la ingente figura del Maestro de Nazaret y en su predilección por los crucificados del pueblo.

Lo mejor y lo peor conviven juntos en tan dilatado y bello país, el trigo y la cizaña. Los dramáticos contrastes de su historia reciente y sus secuelas parecen sofocar en la garganta del visitante amigo cualquier optimismo pero impiden juicios apresurados, al menos sobre las personas. Nadie puede tirar la primera piedra. A las pocas horas de nuestra llegada me vino a la mente lo del trigo y la cizaña pero enseguida caí en la cuenta que la linde entre ambos pasa por el centro del propio corazón de cada uno de nosotros.

Grandeza y miseria, víctimas y verdugos, pueblo y explotadores, iglesia de base e instituciones oficiales… siempre el trigo amenazado por la cizaña. Idéntico el pobre ser humano en Túnez, Argelia, Ruanda, el Congo, Nicaragua, Cuba, España o Argentina. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

GRACIAS, ARGENTINOS AMIGOS, CORAJE Y SUERTE

Logroño (España) a 16 septiembre de 2007.

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