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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

praxis y mística

LA PRAXIS Y LA MÍSTICA NOS UNEN. LA TEOLOGÍA NOS SEPARA
GONZALO HAYA PRATS, gonzalohaya@telefonica.net

ECLESALIA, 13/07/05.- No me refiero solamente a protestantes y católicos sino a todas las religiones, e incluso a los que se proclaman laicos o ateos.

Las teologías nos separan porque son elaboraciones intelectuales impregnadas de racionalismo. La praxis y la mística nos unen porque brotan directamente de la conciencia, del software que traemos de fábrica, de “la imagen y semejanza de Dios”. Esta es la opinión que quiero explicar, aunque en pocas palabras..

Es de sobra conocida la colaboración de las diversas confesiones religiosas con las organizaciones laicas en la asistencia social a enfermos, drogadictos, niños de la calle, mujeres maltratadas...Las víctimas del reciente tsunami se albergaron indistintamente en iglesias, mezquitas, templos o escuelas.

Pocas personas rechazarán la vida de Jesús o de los profetas. Tienen mucho de praxis y poco de teología.

¿Por qué nos separan las diversas teologías cuando las diversas místicas tienen una concepción muy semejante de Dios?

Los místicos constatan la diversidad de nuestra experiencia cotidiana pero perciben, de forma muy semejante, una Unidad superior que nos abarca. Sean los místicos cristianos, la Cábala judía, el Sufismo musulmán, el Taoísmo, o el mal llamado animismo. Otra cosa es cómo lo explica cada uno y qué vías proponen para alcanzarlo.

“¿Qué puedo hacer, musulmanes? Pues no me reconozco a mí mismo. No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán. No soy de Oriente ni de Occidente, ni de la tierra, ni del mar.... No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del infierno... No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado. He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno; al Uno busco, al Uno conozco, al Uno veo, al Uno llamo” (Rûmi, místico sufí)
“El cielo, la tierra y yo, tenemos la misma raíz; las diez mil cosas y yo somos de la misma substancia” (Sêng-Chao)
Todos encuentran a Dios en la naturaleza
Haiku japonés: En lo incesante/ del sonido del agua/¡está Buda!

¡Oh, qué divina! / La luz del sol / Entre las tiernas hojas verdes.

El Buda es... /¡la luna de esta noche / en la flor del cerezo!

Evangelio: Lc 12,24-277 “Contemplad los cuervos. Ellos ni siembran, ni siegan ni tienen graneros, y Dios los alimenta” “Contemplad los lirios cómo crecen. Ni trabajan, ni hilan. Pero cierto que ni Salomón en toda su magnificencia se vistió como uno de éstos”.

San Juan de la Cruz: Cántico espiritual

"Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura
y yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura".

Y no crean los humanistas laicos que al hablar de trascendencia hablamos de algo exterior, heterónomo. El Dios trascendente constituye el núcleo más profundo del hombre: “intimior intimo meo”, lo más profundo de mi mismo yo, como afirma san Agustín.

¿Concordancia demasiado vaga?

El amor puede ser vago, abstracto, falso, si no va acompañado de obras. “El que dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso”. Pero si el amor va acompañado de la praxis, no es algo abstracto. La concordancia mística de las religiones es un amor acompañado de la praxis, y por tanto es una concordancia satisfactoria y auténtica.

¿Son inútiles las explicaciones?

Son necesarias para comunicarnos, para coordinar con lógica nuestras intuiciones. Pero la lógica es válida para asegurar una coherencia interna; no es válida para garantizar la exclusividad de lo que afirmamos.

Nuestros conceptos y nuestro lenguaje son orientativos, son interpretaciones, no logran transmitir toda la realidad, ni siquiera todo lo que captamos de la realidad. Percibimos un misterio que no acabamos de comprender y que no logramos explicar:

“Lo más bello que podemos experimentar es lo misterioso. Tal es el sentimiento básico que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. Quien no lo conoce y no es capaz de admirarse, de asombrarse, es como un muerto y sus ojos se han apagado” (Albert Einstein)

El mal está en convertir la razón en instrumento único y exclusivo para determinar la verdad. La realidad se nos muestra como contradictoria, como dialéctica, porque no podemos abarcar con una línea recta –una deducción secuencial- los diversos polos de la realidad infinita e inexpresable. Hasta un racionalista como Maimónides confesaba que sólo los sabios llegaban a percibir la verdad, a veces y como un destello transitorio.

En filosofía no logramos integrar el racionalismo aristotélico con el idealismo platónico. En teología no sabemos conciliar la bondad de Dios y el problema del mal, ni un Dios infinito con la multiplicidad de la creación -¿fuera o dentro de ese infinito?- aunque este problema no preocupa a los cristianos ni al evangelio.

¿Hemos de despreciar la razón, las filosofías, las teologías? No, pero hemos de tomarlas como hipótesis, como interpretaciones que se acercan a la realidad sin excluir otras interpretaciones.

La física tiene dos interpretaciones para explicar la transmisión de la luz: por ondas o por corpúsculos; cada teoría explica determinados experimentos. Las teologías son teorías para explicar nuestra religación con la trascendencia. Ninguna explica todos los aspectos de Dios.

Volvamos a lo simple

Para un cristiano la revelación de Dios es una persona, Jesús de Nazareth. Su vida se entiende fácilmente y nos atrae porque conecta con nuestro sentido ético y místico. Como en las cámaras acorazadas de seguridad, la huella de Jesús coincide con la huella grabada en la pantalla de nuestra conciencia. Igualmente la vida de Buda, Zoroastro o Mahoma encuentra eco en el corazón de otros pueblos.

Vivamos y concelebremos con entusiasmo las religiones –las explicaciones- que nos ayudan a desarrollar esos modelos. Pero no las convirtamos en cuchillos que nos separen de otros. Ellos también se basan en una mística y una praxis conforme a la huella de nuestro mismo Dios.

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