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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

Denuncia

por sus frutos

¡MIRAD CÓMO SE APEDREAN!

JAIRO DEL AGUA, autor del libro “Meditaciones desde la calle” de ediciones Khaf, jairoagua@gmail.com

MADRID.

 

ECLESALIA, 07/05/10.- ¿Existen católicos "no cristianos"? Pues parece que sí, puesto que existen católicos de faca al cinto que arremeten contra todo lo que se mueve. Los hay y los ha habido siempre a lo largo de nuestra historia. Pero ahora muchos de ellos pululan por Internet como "blogger" o comentaristas y arremeten contra cualquier viento nuevo sin compasión ni modales. Y lo hacen de forma reiterada, consciente, violenta, frecuentemente embozados en seudónimos y datos falsos. Es uno de los fenómenos actuales que más me llaman la atención.

Sin embargo los cristianos somos, ante todo, personas libres porque libres nos creó el Creador y porque a liberarnos vino el Señor. He aquí algunas pruebas: "El Señor es Espíritu y donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad" (2Cor 3,17). "Hablad y obrad como quien debe ser juzgado por una ley de libertad" (Sant 2,12). "Pero ahora, al morir a la ley, a la cual estábamos sujetos, hemos quedado libres para servir a Dios no conforme a la letra de la vieja ley, sino conforme a la nueva vida del Espíritu" (Rom 7, 6). "Cristo nos ha liberado para que seamos hombres libres… Los que queréis ser justificados por la ley quedáis desligados de Cristo y separados de la gracia. Nosotros aguardamos la justicia esperada por la fe, mediante la fe del Espíritu... Lo que importa es la fe y que esta fe se exprese en obras de amor… Pero si os mordéis y devoráis los unos a los otros, llegaréis a destruiros mutuamente… Pues si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son bien claras: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, partidismos, envidias…" (Gal 5,1 y ss).

Los supuestos católicos de armadura y pica demuestran muy poco respeto a la libertad. Por ahí ya empiezan a descalificarse como cristianos. Si no te gusta un articulista, no lo leas. Si una opinión te parece contraria a la verdad, aporta la tuya con respeto. ¿Por qué ese afán de dar espadazos a diestro y siniestro? "No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de Profecía. Revisadlo todo y quedaos sólo con lo bueno" (1Tes 5,19). Y toma sólo lo que hoy puedas digerir: "Os di a beber leche, no alimento sólido, porque no lo podíais soportar; ni podéis todavía, pues aún sois carnales. Desde el momento que hay envidias y discordias entre vosotros, ¿no es porque aún sois carnales y vivís a lo humano? Porque cuando uno dice: «Yo soy de Pablo», y otro: «Yo de Apolo», ¿no procedéis de una manera puramente humana?" (1Cor 3,2).

Pero hay más. Para los cristianos es básica la omisión de juicio: "No juzguéis y no seréis juzgados" (Mt 7,11). "Así pues, nada juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones del corazón, y entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que merezca" (1Cor 4,5). No todos vemos lo mismo, ni hemos adquirido los mismos conocimientos, ni tenemos el mismo desarrollo personal. ¿Quién te dice a ti que ése que escribe o habla no lo hace desde lo mejor y gratuitamente? Sólo eso merecería un delicado respeto: "Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (He 4,20).

Sin embargo, estos "católicos de papel" prefieren cualquier papel doctrinal, por apolillado que esté, a la Escritura y descargan sus arcabuces verbales contra sus hermanos por saltarse no sé qué canon, número del catecismo o superada interpretación. Olvidan que todo compendio doctrinal requiere permanente actualización, que los papeles y cuadrículas son tantos que es imposible mantenerlos al día. Así nos encontramos con que parte del Catecismo oficial se ha quedado obsoleto (hay puntos y temas de urgente reforma), que la Liturgia tiene gazapos escondidos en la rutina (en contra de los que todavía afirman que "lex orandi, lex credendi": todo lo que se ora hay que creerlo; al parecer, aunque sea erróneo), que la selección del Leccionario es inapropiada para nuestros días (no lo digo yo, lo dijo el Sínodo de Obispos en octubre 2008), etc.

Estos católicos en celo -o lo que sean- se comportan como los apóstoles antes de su conversión: "Pero los samaritanos no lo recibieron porque iba camino de Jerusalén. Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió: No sabéis de qué espíritu sois, porque este Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos" (Lc 9,53).

O, lo que es peor, se muestran como los nuevos fariseos: "Los guardias respondieron: «Nadie habló jamás como habla este hombre». Los fariseos les dijeron: «¿También vosotros os habéis dejado engañar? ¿Ha creído acaso en él algún jefe o algún fariseo? Esa gente que no conoce la ley son unos malditos»” (Jn 7, 45). "A algunos que, pensando estar a bien con Dios, se sentían seguros de sí y despreciaban a los demás, les dirigió esta parábola: Dos hombres fueron al templo a orar; uno era fariseo y el otro publicano" (Lc 18,9). ¿Qué más dijo el Señor de los fariseos?

Los que escriben o comentan en los "blogs" o en cualquier foro -virtual o real- con los bolsillos cargados de pólvora y los ojos cegados de ira olvidan una verdad evidente: la vida del hombre sobre la tierra es progresiva -individual y colectivamente- como lo es la revelación del Espíritu. Al menos lo es nuestra capacidad de descubrirla: "Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras" (Jn 16,12).

Olvidan igualmente que la "doctrina oficial", ciertamente muy valiosa, constituye la señalización conocida y recomendada para un momento dado. Pero nada impide que se puedan descubrir nuevos caminos y luces, accesos anteriormente ocultos. Apedrear a los buscadores sinceros porque hablan lenguas nuevas es tan necio como negarse a usar los inventos recientes o desechar los descubrimientos científicos. Me gusta preguntar: ¿Qué hubiera sido de los israelitas sin los exploradores o los profetas?

Y por último, olvidan un valor básico para cualquier cristiano: la prioridad de la Paz. Somos discípulos de un pacifista. Lo que no quiere decir que seamos flojos, débiles, vencidos, ni cobardes. Todo lo contrario. Para ser pacifista, para salir a la palestra armado solamente con el deseo de hacer el bien, hay que ser muy fuerte, muy profundo y muy cristiano. Después de tantas "guerras de religión" y "abusos contra las personas" con los que hemos deshonrado a la Iglesia, por fin Juan Pablo II nos lo dijo muy claro: "La fe se propone no se impone", por muy reluciente, excelsa e irrevocable que nos parezca nuestra fe particular. Ni tú, ni yo, ni nadie, tenemos derecho alguno a "excomulgar" a quien no se expresa como yo pienso, digo o practico. Proponer es lo nuestro, nunca imponer. Y menos con las envenenadas armas de la injuria, la maledicencia, la difamación o la calumnia.

Si lo que éste o aquél afirman haber descubierto no te hace bien, pues sigue tu camino y tu conciencia. Desde luego yo nunca pretenderé imponerte lo que escribo. Si escribo es porque deseo hacer el bien. Es más, porque muchas personas me confirman reiteradamente que les hace bien lo que escribo. ¿Negaré a otros escritores católicos, estudiosos, teólogos, escriturarios, etc. esa misma recta intención?

No creo que se pueda ser católico sin ser cristiano, a pesar de los violentos de todas las épocas. Aunque nuestra intención sea erradicar el error y el supuesto mal que vemos en ojo ajeno, nunca podemos pretender arrancarlo violentamente. Lo dice el Evangelio y lo olvidan, incluso, muchos guías espirituales: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: ¡No! No sea que, al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega" (Mt 13,28). ¿Qué doctrina oficial avala entonces a ésos que no se separan de la guadaña?

Muchos, demasiados católicos, olvidamos nuestras señas de identidad y hacemos el ridículo más sonoro. El signo por el que empezó a reconocerse a los cristianos fue aquella rotunda admiración: "¡Mirad cómo se aman!" (Tertulliano, Apologeticum, 39). Hoy día, cualquiera que surfee un poquito por páginas religiosas podría decirnos: ¡Mirad cómo se insultan, juzgan y apedrean! ¿Por qué? Porque olvidamos el Evangelio y negamos el Espíritu.

Repetimos lo mismo que nuestro Señor censuró: el fanatismo, el rigorismo humano y la rigidez de una religión miope que se apega a lo secundario (letra, rito, doctrina y tradición) y olvida lo principal (el amor, el Espíritu y el camino a la plenitud). Nos lo dejó clarísimo en su testamento: "Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros" (Jn 13,34).

Cuando oigas o leas palabras nuevas, interpretaciones distintas, voces inéditas, tómalas o déjalas, cuestiónate o sigue por la senda de lo trillado. ¡La elección es tu derecho! Pero no acuses a nadie de hereje o de enemigo. Antes de descalificar, agredir o matar relee el martirio de san Esteban: "«Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios». Ellos, lanzando grandes gritos, se taparon los oídos y se lanzaron todos a una sobre él; lo llevaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo" (He 7,56). ¿No hacemos hoy lo mismo?

A esos católicos inmovilistas de agresión rápida y verbo ofensivo les recordaré: "El cristianismo es Camino que hay que caminar, Verdad que hay que descubrir y Vida que hay que desarrollar". El inmovilismo es contrario al cristianismo: "Jesús le dijo: «Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos»" (Mt 8,22).

La prueba final es breve y rotunda: "Por sus frutos les conoceréis" (Mt 7,20). Si se apedrean entre sí o apedrean a otros, ni católicos ni cristianos; sólo violentos y agresivos homínidos. Confundir religión con violencia -sea en el grado que sea- es una de las mayores degradaciones de nuestra historia y la negación de nuestra identidad. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Para más información: http://blogs.periodistadigital.com/jairodelagua.php 

 

compromiso

¿POR DÓNDE ANDAS?

Cuando venga el Espíritu Santo

FAUSTINO VILABRILLE, sacerdote, faustino.vilabrille@gmail.com

GIJÓN (ASTURIAS).

 

ECLESALIA, 06/05/10.- Dice Jesús: "Cuando venga el Espíritu Santo, que enviará el Padre en nombre será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho".

Anda por ahí un chiste que dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se van de vacaciones. El Padre quiere volver al Sinaí (recordar a Moisés, los Mandamientos, la liberación del pueblo de la esclavitud, etc.), el Hijo volver a Belén (nacimiento entre los pobres), Nazaret (trabajo de obrero), Galilea (curación de los enfermos, alimentación de los hambrientos, proclamación del Reino de Dios: fraternidad, justicia, igualdad, amor, Jerusalén (persecución, eucaristía, mandamiento nuevo, denuncia de los opresores, persecución, asesinato, sepulcro vacío...); y el Espíritu Santo dice: "yo quiero ir a Roma, porque nunca estuve..."

Sí, Espíritu Santo, te pedimos que vengas pronto a Roma para que quites lo antes posible tanto como allí sobra: riqueza, fastos, mitras, capelos, birretes, palios, prelaturas, báculos, anillos de oro, trajes de miles de euros, ceremonias ofensivas para los pobres, aclamaciones mundanas, autoritarismo, dogmatismo, ornamentos de lujo, títulos: "purpurado, santidad, santo padre, excelentísimo, reverendísimo, su santidad..."

Sí, Espíritu Santo, te pedimos que vengas a Roma para que pongas lo antes posible:

- compromiso con los pobres "dichosos los pobres porque vuestro es el Reino de los Cielos".

- compromiso con la justicia: "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia".

- compromiso con la fraternidad: "Uno solo es vuestro Padre: todos vosotros sois hermanos".

- compromiso con la igualdad: "a nadie llaméis señor sobre la tierra, el mayor entre vosotros, que sea el servidor de todos".

- compromiso con la austeridad: "los pájaros tienen nidos y el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza".

- compromiso con la verdad: "la verdad os hará libres".

- compromiso con los hambrientos, sedientos, enfermos, desnudos, encarcelados: "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y fuisteis a verme, porque el templo vivo de Dios son las personas: ¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? El templo de Dios es sagrado: vosotros sois ese templo de Dios vivo" (san Pablo).

Sí, Espíritu Santo, ven y recuérdales todo lo que nos ha dicho Jesús: Recuérdales bien el Reino de Dios, el Mensaje de Jesús, los hechos de su vida, su compromiso con los niños, los enfermos, las mujeres pobres y despreciadas, la igualdad absoluta de derechos entre hombres y mujeres: recuérdales muy claro que no hay derecho a que lleven dos siglos discriminando a las mujeres, porque Jesús no solo no lo hizo, sino que en el hecho más importante de su vida (la Resurrección) tuvo especialmente presentes a las mujeres. Recuérdales muy claro que tienen que denunciar las injusticias y a los injustos que causan tanta injusticia que matan de hambre cien mil personas diarias, que no basta con pedirles que hagan benevolencia a quienes primero hicieron pobres, que hay que luchar por los derechos humanos de todos los hombres, también dentro de la propia iglesia y que firmen de una vez la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Recuérdales el Concilio Vaticano II, que parece que lo olvidan a querer, que se dejen de tradiciones de otros tiempos que hoy ya no valen, y vayan a la cabeza del presente ("vino nuevo en odres nuevos"). Recuérdales que pregunten y escuchen, que no lo saben todo. Diles muy claro que tú no eres patrimonio exclusivo de ellos, y que tú también siembras verdad en otras religiones, pueblos y culturas, incluso en quienes se confiesan agnósticos y no creyentes, que donde hay algo de verdad allí también estás tú.

Sí, Espíritu Santo, ven y recuérdales también que se preocupen mucho más de la Madre Tierra. Diles que tu ya desde el origen del Universo aleteabas sobre ella como nos cuenta el Génesis; que la Tierra puede vivir sin el hombre, pero no el hombre sin la Tierra; que tu también estás en los peces, las aves, las platas, los árboles, los animales; que vistes de hermosura a los lirios, que cuidas del alimento de los pájaros... Diles que aprendan de las mujeres indígenas, que por mucha necesidad que tengan de las plantas para comida o medicinas, nunca cogen la planta entera, sino solo unas ramitas, y le piden perdón porque le van a quitar algo que era suyo; o de los mayas que por cada árbol que cortaban sembraban cinco semillas y te pedían perdón por quitar la vida a un ser al que tu se la estabas conservando. Recuérdales con san Pablo en la Carta a los Romanos que todos los seres vivos están también llamados a la resurrección. Insísteles, Espíritu Santo querido, en esto, porque la Tierra ya está enferma, tiene síntomas de fiebre, se queda sin árboles y el sol la abrasa, unos pocos hombres, ricos y poderosos, se la están quitando a los africanos que al quedar sin tierras de cultivo se mueren de hambre. Diles que la Tierra tiene su dignidad y sus derechos.

Y a los que nos decimos seguidores de Jesús también nos sobran cantidad de cosas y nos tienes que recordar otras muchas, pero ya te las diré otro día. De momento tienes bastante con Roma. Me parece que vas a tener mucho trabajo, y que de vacaciones... te vayas olvidando. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia). 

en fidelidad

en fidelidad

CON ESPÍRITU CONSTRUCTIVO
Declaración de la Junta Directiva de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII con motivo del V aniversario del pontificado de Benedicto XVI
JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS JUAN XXIII*, juanjotamayo@gmail.com 21/04/10
MADRID.

ECLESALIA, 22/04/10.- Con motivo del quinto aniversario del pontificado de Benedicto XVI, la Junta Directiva de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII desea expresar su apoyo a la “Carta abierta a los obispos católicos del mundo” de nuestro colega el profesor Hans Küng, en la que considera el actual pontificado una de las ocasiones perdidas en los diferentes ámbitos eclesiales: el diálogo ecuménico e interreligioso, la reforma de la Iglesia, el ejercicio de la colegialidad, la incorrecta gestión de los abusos sexuales cometidos por obispos, sacerdotes y religiosos católicos en colegios, seminarios, parroquias, el mantenimiento del celibato, la prohibición del acceso de las mujeres al ministerio ordenado…

En continuidad con la carta de Hans Küng y con espíritu constructivo queremos ofrecer una serie de propuestas encaminadas a la transformación evangélica de la Iglesia católica:

1. Consideramos necesario activar y desarrollar el programa de reforma del concilio Vaticano II, que no se ha puesto debidamente en práctica y que durante el actual pontificado no sólo se ha paralizado, sino que ha ido en dirección contraria, bien sea volviendo a etapas anteriores al mismo, bien interpretándolo de forma conservadora.

2. Creemos que la actual organización de la Iglesia católica es obsoleta y responde más a una monarquía absoluta que al movimiento de Jesús, comunidad de iguales. Nos parece urgente iniciar un proceso de democratización de la Iglesia, con la participación activa de todos los creyentes católicos en la elección de los cargos de responsabilidad dentro de la misma Iglesia. Es importante recordar que, desde los orígenes del cristianismo y durante varios siglos, la Iglesia estuvo organizada y gobernada con la participación del pueblo.

3. Los cristianos y las cristianas, así como todos los dirigentes de la Iglesia deben ubicarse en el mundo de la marginación y de la exclusión social y optar decididamente por los pobres, actitud que lleva consigo la lucha por la justicia como criterio evangélico por excelencia.

4. Consideramos de imperiosa necesidad la defensa y el fomento de la libertad de expresión, de investigación y de publicación de los teólogos y la eliminación de la censura eclesiástica, que coarta la libertad de los profesionales de la teología y limita la creatividad.

5. Reclamamos que se reconozca la libertad y el derecho de reunión de las comunidades y grupos cristianos, cualquiera sea su orientación ideológica, y a todos por igual, sin privilegios para algunas, las más afines a la jerarquía, en detrimento de la exclusión de otras.

6. Pedimos que no se identifique el cristianismo con los programas políticos y las organizaciones religiosas conservadoras, como con frecuencia sucede por parte de la jerarquía, y que se respete el pluralismo político y religioso en la sociedad y en la Iglesia.

7. Exigimos que se levanten las sanciones impuestas a los teólogos y teólogas, obispos y sacerdotes, motivadas por el ejercicio de la libertad de expresión y por su compromiso con los pobres.

8. Como demostración del cambio de actitud de la Iglesia católica, consideramos necesaria la petición pública de perdón del papa por el encubrimiento y complicidad del Vaticano, así como de no pocos episcopados, en los casos de abusos sexuales en los que están implicados obispos, sacerdotes y religiosos.

9. Pedimos que se derogen de manera inmediata cuantos decretos del Papa y de la Curia Romana han impuesto silencio durante décadas en los casos de abusos sexuales a menores y han impedido poner dichos casos en manos de la justicia.

10. Nos parece que el pontificado de Benedicto XVI está agotado y que el papa no tiene la edad ni la mentalidad para responder adecuadamente a los graves y urgentes problemas que hoy tiene que afrontar la Iglesia católica. Pedimos por ello, con el debido respeto a la persona del papa, que presente la dimisión de su cargo.

11. Creemos necesario que se facilite el acceso de las mujeres al sacerdocio ordenado en sus diferentes grados, como sucede en la mayoría de las iglesias cristianas, para terminar por fin con siglos de injusta e injustificada discriminación de las mujeres en la Iglesia católica.

12. Nos parece igualmente necesaria la supresión del celibato obligatorio para los sacerdotes, medida disciplinar represiva de la sexualidad, que carece de todo fundamento bíblico, teológico e histórico y que no responde a exigencia pastoral alguna.

13. Por último, nos permitimos recordar que el criterio determinante de conducta, en la Iglesia de Jesucristo, no es la obediencia incondicional al papa, sino la fidelidad al Evangelio. En nombre de dicha fidelidad y en actitud de diálogo presentamos las propuestas indicadas. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*Federico Pastor (Presidente); Juan José Tamayo (Secretario general); Alfredo Tamayo (Vicepresidente); José María Castillo (Vocal); Máximo García (Vocal)

calvario

calvario EL TERROR DEL SILENCIAMIENTO
CÉSAR ROLLÁN SÁNCHEZ, eclesalia@eclesalia.net
MADRID.

ECLESALIA, 29/03/10.- Es algo que puede suceder en distintos ámbitos profesionales. No Hay datos que muestren una relación directa con alguna situación vital concreta. Sin embargo, resulta llamativo cuando sucede con personas que tienen a Dios por norte, se comprometen públicamente a renunciar a su genitalidad y dejan buena parte de su voluntad en manos superiores.

El que abusa de un menor es digno de escándalo público, se conozca o no; por el atentado provocado en la vida del niño y por la podredumbre de su acción. Los casos de pederastia entre el clero católico son una vergüenza pública. La institución los condena cuando salen a la luz, pero los ocultó mientras no se conocían.

Son escasos los pedófilos en relación al número total de sacerdotes, pero todos los que los rodean con su silencio son también terroristas. Terror es lo que siente el que lo padece. Terror lo que sufre cuando “no puede” contarlo. Terror le da pensar en denunciar. Terror que va desapareciendo cuando va curando la herida.

El problema de la institución es que reaccionó alejando la vista, sin mirar a los ojos dañados de la víctima, evitando la cuestión ¿hay derecho? La respuesta se encuentra en el marco legislativo, donde se juzgan los delitos y se emiten sentencias. El Dios misericordioso que le espera con los brazos abiertos no está reñido con el código civil de una sociedad democrática.

No hay derecho a que se oculten estas violaciones y cualquiera que sepa de ellas tiene la obligación moral, ética, jurídica de denunciarlas. Por el amor de Dios. Por el bien de todos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).



no matarás

no matarás LA ÚLTIMA CENA DE MONSEÑOR ROMERO, UN MÁRTIR INCÓMODO
En el treinta aniversario de su martirio
BRAULIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, brauhm@gmail.com
TRES CANTOS (MADRID).

ECLESALIA, 23/03/10.- “¡Y dígales a los padres de la UCA que lo que monseñor dijo ayer en la homilía es un delito!”, advirtió, amenazante, el oficial militar a la persona que había ido por la mañana a recoger el parte sobre los incidentes de la toma de la UCA por la policía nacional. Era lunes, 24 de marzo de 1980. Monseñor Romero amaneció con su sotana blanca. Cuando se vestía de blanco, las hermanas del hospitalito, donde vivía, sabían que él iba a salir hacia el mar. “A saber a dónde va…”, “A saber qué tiene por ah텔, le decían las hermanas, tomándole el pelo. “Llévenos, monseñor…”, le suplicó otra, en son de broma. “A donde yo voy, ustedes no pueden ir…”, respondió, mientras tomaba un bocado.

Ese lunes, 24 de marzo, monseñor dijo su misa matutina. Después de desayunar se dio una vuelta por el arzobispado. Y, con un grupo de sacerdotes, partió hacia el mar. Llevaban, para reflexionar, un documento papal, sobre el sacerdocio. Comieron, haciéndose bromas, a la sombra de los cocoteros. Regresaron antes de las tres de la tarde. Monseñor tenía una misa en el hospitalito a las seis. Se duchó, atendió a una visita y después fue a visitar a su médico para que le mirara los oídos. A las cuatro y treinta, se dirigió a Santa Tecla, a la casa de los jesuitas, para ver a su confesor: “Vengo, padre, porque quiero estar limpio delante de Dios”. A las seis y veintiséis (“él cenaba habitualmente a las seis y media”), monseñor Romero caía, asesinado, en el altar, en el ofertorio de la misa. Como santo Thomas Beckett. “Monseñor Romero: un mártir del siglo XX. Asesinado por predicar el evangelio” recogía, en la portada, el ABC de Sevilla (27/03/1980).

Sin embargo, cuenta el periodista Juan Arias, en el primer viaje de Juan Pablo II a América latina, el Papa Wojtyla se irritó con él porque le mencionó el martirio de monseñor Romero. “Eso aún había que probarlo”, le cortó el pontífice. En el mundo Romano, monseñor Romero no tenía muchos forofos. Entre sus amigos, estaban el padre Arrupe, General de los jesuitas, y el cardenal argentino Eduardo Pironio (amigo, y confidente, del malogrado Juan Pablo I). Juan Pablo II condenó el asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero como “un crimen execrable”. Pero se refirió al arzobispo salvadoreño como ‘celoso pastor’, nunca lo elogiaba como mártir, escribe el sacerdote Jesús López Sáez en “El día de la cuenta” (comayala.es).

Un mes antes de morir asesinado, monseñor Romero había denunciado, el 24 de febrero, una nueva amenaza de muerte. “Desde 1979, cuando se dirigía en su ‘jeep’ a los cantones, empezaron a cachear su automóvil -y también a él, con los brazos en alto, como si fuera un subversivo- por las fuerzas de seguridad”. Hasta que “acallaron su voz para no tener que oír la llamada a la conversión”, escribe el P. Jesús Delgado: “Óscar A. Romero. Biografía”, UCA Editores.

Treinta años después, “San Romero de América” no tiene sitio en el Santoral oficial. Pero su nombre figura inscrito en el Martirologio latinoamericano, el “rincón de la Memoria de los Mártires de América”, se lee en el “calendario litúrgico” de Koinonía. Son cientos, entre sacerdotes, religiosas, religiosos, diáconos, seminaristas, catequistas, campesinos,… víctimas de las dictaduras latinoamericanas (de derechas). Entre ellos Ignacio Ellacuría, asesinado en 1989 junto a cinco jesuitas (cuatro españoles) y dos mujeres. Pero “no son el modelo de santos que promueve el Vaticano”. Ellacuría y Jon Sobrino, jesuitas vascos, tuvieron mucho que ver en la conversión de Romero.

Óscar Romero, aunque “siempre samaritano”, era un sacerdote de perfil conservador, defensor de la pastoral sacramentalista, de la piedad personal, y de la pureza del magisterio. Su receta, más piedad y oración, y menos cantos de protesta social, chocaba con la praxis de los sacerdotes más jóvenes, especialmente los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA). Ellos eran el blanco de los ataques de su pluma; primero en San Miguel. Y después, siendo obispo auxiliar, cuando el arzobispo (como mal menor) lo puso al frente de Orientación, semanario de información religiosa. Su falta de sintonía con la línea pastoral de la archidiócesis (especialmente con el otro obispo auxiliar, A. Rivera Damas, “cien por cien medellinista”), llevó a Romero a dejar de asistir a las reuniones del clero. El arzobispo, Chávez y González, sabedor de que Romero hacía piña con el nuncio, tuvo que consentir aquellas ausencias.

Cuando fue nombrado obispo titular de la diócesis de Santiago de María, monseñor Romero tuvo que hacer frente a un experimento piloto de pastoral popular, “Los Naranjos”, juzgado como peligroso por el Gobierno. Nacido del espíritu de Medellín, era “una experiencia de evangelización, adaptada al campesinado, donde se impartía la palabra de Dios en clave de concienciación política, para un pueblo oprimido, sin voz”. Monseñor Romero, lo canceló, temporalmente, comprometiéndose a estudiarlo. Tras corregir algún exceso en la interpretación del Documento de Medellín, propuso implantarlo en cada parroquia, bajo la supervisión de los párrocos y del obispo. Romero empezaba a abrirse al espíritu de Medellín (origen de la Teología de la Liberación). Años después, en una carta a Juan Pablo II, le escribirá: “Creo en conciencia que Dios pide una fuerza pastoral en contraste con las inclinaciones ‘conservadoras’ que me son tan propias, según mi temperamento”.

En junio de 1975, un mes muy sangriento, un grupo de campesinos que regresaban de una celebración litúrgica, fue ametrallado, premeditadamente, por la Guardia Nacional en el cantón Las tres Calles. El gobierno lo justificó, alegando que portaban armas subversivas. Sus únicas armas eran sus biblias. Monseñor Romero consoló a los familiares de las víctimas; pero no condenó públicamente la masacre, desoyendo el clamor popular. Se limitó a enviar una carta de queja al presidente Molina, su amigo. El funeral derivó en un acto de protesta.

Su tibia reacción en la condena, hizo creer al Gobierno (y a la oligarquía que lo sustentaba) que Romero era un obispo a su medida, que no interfería en sus cruzadas contra la subversiva pastoral medellinista (a la que acusaban de marxista). De forma unánime –cuando llegó la jubilación del arzobispo Chávez– el Gobierno, y las clases influyentes y adineradas, dieron su aprobación al nuncio cuando éste, que había apostado por Romero, les pidió su opinión para nombrarlo como arzobispo de la capital. Lo “natural” hubiera sido nombrar sucesor al otro auxiliar, A. Rivera Damas, con mucha más antigüedad, y que aseguraba la continuación de la línea pastoral de la archidiócesis. El problema del nuncio fue convencer al sector más influyente del clero para que arroparan al nuevo arzobispo (tan crítico con la pastoral archidiocesana cuando estuvo de auxiliar). Para el grueso del clero, la noticia del nombramiento de Romero, el 3 de febrero de 1977, fue una mala noticia.

Sólo 20 días después de tomar posesión, asesinaban, el 12 de marzo de 1977, al jesuita Rutilio Grande, y a dos campesinos colaboradores, que venían de celebrar un matrimonio. El asesinato de su amigo Rutilio (había sido el maestro de ceremonias en su consagración episcopal) provocó en el arzobispo Romero un milagro. Como el ciego de nacimiento, en la piscina de Siloé, monseñor Romero pudo confesar (para escándalo de algunos): “Rutilio me ha abierto los ojos”.

Para reprobar aquel vil asesinato, que afectaba a todos los católicos, los sacerdotes, religiosos y religiosas decidieron, en asamblea, no tomar parte en los actos públicos del Gobierno (hasta que éste no aclarase aquel asesinato) y convocar a una gran misa en la catedral, única para toda la archidiócesis: eximiendo de la misa dominical en las parroquias. “Dejaban, por supuesto, la decisión final en manos de su arzobispo”. Monseñor Romero decidió sumarse: era la oportunidad para sellar la unidad del clero. Pero tenía que informarle al nuncio. Y “recibió de éste una dura reprimenda”. Sus amigos católicos de la alta sociedad también intentaron disuadirlo. Ante su firme decisión, protestaron por verse privados del cumplimiento del precepto dominical. La eucaristía reunió a casi 100.000 salvadoreños, llegados de todos los rincones del país. El nuncio, para no verse comprometido, se ausentó a Guatemala. Monseñor Romero había optado, en conciencia, por estar al lado de sus curas, y del pueblo sin voz, antes que agradar al nuncio y a los poderosos.

Quienes le habían dado su apoyo, sin reservas, el 3 de febrero de 1977, ahora se sentían defraudados. “Nos hemos equivocado”, lamentaban. El 10 de mayo de 1977 -en la misa funeral por un ministro del gobierno asesinado-, en la misma catedral empezaron a escucharse “cuchicheos de muerte”, más sonoros entre las damas católicas: “Ay, que Dios me perdone, pero ¡yo deseo la muerte de ese obispo!”…

A Roma empezaron a llegar “informes”, de algunos obispos compañeros. Y Roma enviaba a Romero “visitadores apostólicos”. Monseñor Romero decidió viajar a Roma, para aclarar malentendidos y desmontar maquinaciones. “¡Ánimo!, no todos comprenden, pero no desfallezca”, “Usted es el que manda”, le consolaba Pablo VI. Un apoyo que, en la Prefectura para los Obispos, se diluía, transmutándose en duras reprimendas. Romero palpó la incompatibilidad de la diplomacia vaticana con la verdad evangélica. “Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo”, escribe el obispo Pedro Casaldáliga en su poema “San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro”.

Su primer encuentro con Juan Pablo II, en mayo de 1979, fue desolador. “Compañeros y gentes malintencionadas le habían entregado al Papa informes muy negativos” sobre Romero. Él le llevaba un dossier con las sistemáticas violaciones de derechos humanos en su país, algunos muy calientes, como la matanza del sacerdote Octavio Ortiz y de cuatro jóvenes menores de 15 años, en el recinto “Despertar”, en un cursillo de iniciación cristiana. Tras días de espera, Juan Pablo II le concedió una breve audiencia: “No me traiga muchas hojas, que no tengo tiempo de leerlas... Y además, procure ir de acuerdo con el gobierno”. Romero, se cuenta, salió llorando: “El papa no me ha entendido, no puede entender, porque El Salvador no es Polonia”.

El 1 de diciembre de 1979 (le quedaban menos de cuatro meses de vida), monseñor Romero fue homenajeado en su antigua diócesis, Santiago de María. En uno de los actos programados para ese día, sacerdotes y amigos suyos le tenían preparado una sorpresa. El acto consistió en una escenificación teatral: el martirio de santo Tomás Moro.

En enero de 1980, monseñor Romero tuvo su segundo encuentro con Juan Pablo II, mucho más cálido. El papa lo recibió enseguida y le felicitó por su defensa de la justicia social, pero advirtiéndole de los peligros de un marxismo incrustado en el pueblo cristiano. Romero, “con su habitual espíritu de obediencia, le respondió que el anticomunismo de las derechas no defendía a la religión, sino al capitalismo”. Ya lo había denunciado, el 15 de septiembre de 1978: “Hay un ‘ateísmo’ más cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateísmo de capitalismo cuando los bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios”.

Las palabras que monseñor Romero pronunció el domingo 23 de marzo de 1980 en la catedral -“no matarás”, “¡les suplico, les ordeno en nombre de Dios, que cese la represión, que no obedezcan si les ordenan matar!”-, el gobierno las calificó de “subversivas”: una provocación. Ese día, durante la comida, monseñor “se quitó los anteojos, cosa que nunca hacía, y permaneció en silencio… Eugenia, mi mujer, que estaba a su lado en la mesa, se quedó sobresaltada por la mirada larga y profunda que le dirigió… Lágrimas brotaron de sus ojos. Lupita le reprendió: ‘qué eran esas cosas de estar llorando’. Fue un almuerzo triste, desconcertante. De repente, monseñor repasó, uno a uno, a todos sus buenos amigos, sacerdotes y laicos”. Doce años antes, apunta el P. Jesús Delgado, monseñor Romero, en unas meditaciones sobre la muerte, había escrito en un cuaderno estas palabras, proféticas, del Apocalipsis (3,20): “Y cenaré con él”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

delibes

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REVISIÓN DE “LA PROCESIÓN DE LAS BORRIQUILLAS”*
Sobre la novela El Hereje, de Delibes
BRAULIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, brauhm@gmail.com
TRES CANTOS (MADRID).

ECLESALIA, 15/09/10.- Valladolid, 21 de mayo de 1559. Tras un año de penoso cautiverio en la cárcel secreta de la Inquisición, más de sesenta reos -integrantes del foco luterano de la capital- desfilan en procesión. Van marcados con sambenitos, algunos de llamas y diablos (distintivo de los condenados a la hoguera). El estandarte de la Inquisición y la enseña carmesí del Pontificado abren la marcha. Un coro de cantores entona el solemne Vexilla Regis, de Semana Santa. En un punto de la capital, la procesión de los reos confluye con la comitiva real; tras el rey, van los príncipes, los altos dignatarios de la Corte y los nobles; cierran su comitiva los arzobispos. Todos se enfilan hacia la Plaza Mayor, donde se va a celebrar un solemne Auto de Fe.

En el imponente entablado sobre la plaza, hay dispuestos tres púlpitos. Los reos, son llevados ante el púlpito de los relatores, donde públicamente les leen las sentencias: “… confiscación de bienes, cárcel y sambenito perpetuos, con obligación de comulgar las tres Pascual del año”; “degradación, confiscación de bienes, muerte en garrote y dado a la hoguera”; “confiscación de bienes y dado a la hoguera”;… Finalizado el Auto, los reos marcados con sambenitos de llamas, son montados en unas humildes borriquillas y llevados al quemadero.

Así termina El Hereje, la última y más extensa obra de Miguel Delibes, escrita en 1998, a los 78 años. Dedicada a Valladolid, El Hereje es “una obra cumbre de la novela del S. XX” dice la crítica. El Hereje es “una novela histórica, muy documentada”. Junto a personajes de ficción, como Cipriano Salcedo (el protagonista), hay otros que tuvieron existencia real, como el doctor Cazalla (que fue capellán de Carlos V); o Bartolomé de Carranza (que fue arzobispo primado de Toledo y prestigioso teólogo, enviado al Concilio de Trento por Carlos V. A Carranza, la Inquisición le abrió un dilatado proceso: una sentencia le acusó de “sospechoso de herejía”; fue absuelto poco antes de morir); o Carlos de Seso (un luterano originario de Verona).

En 1559 se celebraron en Valladolid dos Autos de fe. La ciudad castellana dedicará una de sus calles a los Cazalla (la misma donde tuvieron lugar las reuniones clandestinas de aquella comunidad luterana); en tiempos de Franco, la calle fue rebautizada como “Héroes de Teruel”. Actualmente se llama Doctor Cazalla.

Cipriano Salcedo, próspero comerciante de lanas y pieles, “nació” casualmente en 1517, año de la Reforma protestante: justo el día que Lutero fijaba sus 95 tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Su madre murió tras su parto, algo que no le perdonó su padre al “pequeño parricida”. Huérfano de madre y privado de las ternuras paternas, su único cordón afectivo será Minervina, su nodriza, el personaje más tierno de la novela. Pero ella le es arrancada de su vida (reaparecerá, inesperadamente, cuando Cipriano es conducido, sobre la borriquilla, hacia el quemadero) por su padre que, celoso, interna al pequeño Cipriano en un colegio de niños expósitos. Su padre muere, víctima de una peste. Cipriano es tutelado por su tío, oidor de la Chancillería; se doctora en leyes, y retoma los negocios de su progenitor.

Salcedo, que tiene inquietudes religiosas, es atraído por la autoridad moral del doctor Agustín Cazalla: sus sermones (por lo que sugieren) le producen una cierta liberación interior. El Doctor, introductor clandestino de las corrientes luteranas en España, le expone, en privado, la nueva doctrina. Es un cristianismo muy simple, sin idolatrías (como el culto a los santos, imágenes, o reliquias); y sin “invenciones” (como, por ejemplo, la quimera del purgatorio). Recursos que, según la Reforma, utilizaba la Iglesia romana para subyugar al pueblo. Salcedo asimila la Reforma y se “asocia” en la fraternidad vallisoletana, uno de los primeros focos del protestantismo en España. En la “secta” tienen La Libertad del cristiano como libro de cabecera.

La primera experiencia de Cipriano Salcedo con la fraternidad le resulta sobrecogedora. Comenzaban la reunión con la lectura de un hermoso salmo que sus hermanos de Wittenberg cantaban, pero que, en Valladolid, ellos tenían que conformarse con rezarlo (para no levantar sospechas). Cipriano esperaba encontrar en sus estrofas “consignas prohibidas”. El tal salmo (el 34) decía: Bendecid al Señor en todo momento /Su alabanza estará siempre en mi boca… Que lo oigan los humildes y se alegren/… Porque busqué al Señor y me ha respondido / Me ha librado de todos los temores. Esa noche, el conventículo versaba sobre las reliquias y otras supersticiones. Para ilustrarlo, se leyeron algunos de los diálogos de Latancio y Arcidiano, del libro de Alfonso de Valdés: “Diálogos de las cosas acaecidas en Roma”. Era una crítica a “estas reliquias que sacan dinero de los simples,… que os las mostrarán en dos o tres lugares a la vez”, y que se ponían a la altura de artículos de fe.

Cipriano se ganó enseguida la confianza del Doctor, y es enviado a Alemania, para contactar con Melanchton, entonces cabeza visible del luteranismo, y adquirir algunos libros de la Reforma, aquí proscritos. Salcedo regresa de Alemania en el Hamburg, una galeaza al mando del capitán Berger, luterano. Desembarca en Laredo. En sus fardos trae, camuflados, Iibros de Lutero, de Erasmo,…y biblias. (El Catálogo de Lovaina, de 1546, contenía una relación de las primeras listas de libros heréticos, entre ellos la Biblia traducida al castellano).

Salcedo se toma muy en serio la comunidad luterana, a la que idealiza. Se siente como transportado a la simplicidad del cristianismo primitivo. En la fraternidad no percibe distinciones entre los aristócratas y los plebeyos. Cipriano decide un día repartir la mitad de sus propiedades: hace socios de su negocio a sus arrendatarios. No lo hace para asegurarse la salvación eterna: él asume que “las obras no son indispensables para salvarse: el mérito es exclusivamente de Cristo, de su Pasión” (El Beneficio de Cristo), sino como un gesto de resarcimiento por el desapego de su difunta esposa, Teo (la reina del páramo) cuyo matrimonio acabó en fracaso.

De la fraternidad vallisoletana brotarán pequeños retoños: tres conventos de monjas han sido tocados en la capital (el de Belén, es prácticamente luterano). En Castilla, surgen otros pequeños grupos satélites: en Toro, Zamora, Ávila. En Ávila –donde imperaba “un catolicismo cerrado, poco reflexivo, rutinario”-, Cipriano, que hacía de enlace, convocaba (en casa de doña Guiomar de Ulloa) a otros hermanos de la provincia, entre ellos Luis de Frutos (el barbero de Piedrahita); o al joyero Mercadal, y a su sobrino, (ambos de Peñaranda de Bracamonte).

La comunidad luterana acabará siendo descubierta por la Inquisición. Algunos miembros, entre ellos Salcedo, emprenden la huída; pero ninguno logra escapar. En los duros interrogatorios, casi todos rompen el juramento prometido de no delatarse entre los hermanos. Algunos, como descargo, responsabilizan del origen de la secta al influyente Carranza…

En El Hereje, Delibes hace una descripción maestra y de las relaciones humanas y de los usos de la época. Cipriano Salcedo es el prototipo de hombre íntegro, defensor de la libertad de conciencia. En los interrogatorios, cuando le preguntaba el inquisidor: “¿Cree usted en la Iglesia Romana?”, Salcedo le respondía: “Yo creo firmemente en la Iglesia de los apóstoles”. Un año después, camino del quemadero, él se pregunta si existía realmente la fraternidad en algún lugar del mundo. Está desolado por las claudicaciones (delaciones) entre compañeros. Pide una señal. “¿Dónde está Dios?”. Instantes antes de ser quemado en la pira, el confesor le insta, sin conseguirlo, que pronuncie la palabra que le dará el pasaporte para la salvación de su alma: “decid Romana, solamente eso”. Consternado, lo más que pudo arrancarle al hereje fue: “Si la Romana es Apostólica, creo en ella con toda mi alma, padre”.

Miguel Delibes empieza El Hereje recordando un discurso de Juan Pablo II a los cardenales, en 1994, sobre la violencia ejercida desde el seno de la Iglesia: “¿Cómo callar tantas formas de violencia perpetradas también en nombre de la fe? Guerras de religión, tribunales de la Inquisición y otras formas de violación de los derechos de las personas… Es preciso que la Iglesia, de acuerdo con el Concilio Vaticano II, revise por propia iniciativa los aspectos oscuros de su historia, valorándolos a la luz de los principios del evangelio”.

Aún hoy, en 2010, siguen siendo “condenados” teólogos de prestigio, sus libros son retirados de las librerías católicas y colocados en el Índice: a pesar de estar avalados por la renovación del Concilio Vaticano II y de contar con el Nihil Obstat de su obispo. El Hereje, de Miguel Delibes, es “una novela inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven; un canto apasionado por la tolerancia y la libertad de conciencia”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Posdata: el sábado 13 de marzo, el día del entierro de Miguel Delibes, el salmo que “casualmente” se leía en las Iglesias por la tarde (el propio de la liturgia dominical) era, misteriosamente, el salmo 34: el mismo salmo que leían en aquella comunidad luterana de Valladolid cuando Cipriano Salcedo asistió por primera vez a un conciliábulo. Cuando se lo cuento a un amigo, éste me cuenta una anécdota, estremecedora, que venía al caso, como anillo al dedo: “en una ocasión le preguntaron a Miguel Delibes qué epitafio le gustaría que pusieran en su tumba. Él respondió: “Cristo, espero que cumplas tu promesa”. Pues, misión cumplida.

* Eclesalia, 26/09/06.

enviadas

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TOMAR CONCIENCIA DE NUESTRA MARGINACIÓN
En el Día Internacional de las Mujeres
COL·LECTIU DE DONES EN L'ESGLÉSIA, dones.esglesia@terra.es
BARCELONA.

ECLESALIA, 08/03/10.- Nosotras, mujeres creyentes, quisiéramos que la Iglesia siguiese el ejemplo de Jesús en el reconocimiento de la mujer en todos los ámbitos de su vida. Hoy, en el siglo XXI, queremos decir y hacer lo que Él nos enseñó.

Las primeras palabras que las mujeres oyeron después de la resurrección de Jesús fueron: “Id a decir…” (Mc.16,7)

También nosotras, con esta fuerza de enviadas a proclamar su Palabra.

M A N I F E S T A M O S
I – Que hace veinticuatro años que nuestro COL·LECTIU trabaja por la paridad inspiradas en el Evangelio, que nos reconoce a todas y a todos hijas e hijos de Dios. El conocimiento de la historia evidencia un balance que pone de relieve algunas realidades crueles por parte de la jerarquía eclesiástica respecto a las mujeres.

II – Que pedimos que el celibato religioso sea voluntario, entre otras razones más profundas, por no tener que pasar por la vergüenza de las acusaciones de pederastia.

III – Que las mujeres, hoy, estamos en la Iglesia: transmitiendo la fe a través de la catequesis; la mayoría, como mujeres, nos responsabilizamos de las personas más débiles y desvalidas, desde la acogida que se hace a través de Cáritas y otras instituciones; trabajamos también en distintos campos, entre ellos el de la salud, que fue una preocupación prioritaria de Jesús…

IV – Que continuaremos caminando, siguiendo a Cristo, amando a todas las hermanas y hermanos de la humanidad. Pero si la actitud de una gran parte de la jerarquía de la Iglesia Católica, no reconoce en la práctica que Dios creó al ser humano mujer-hombre en igualdad de derechos (Gal. 3,28), quizá llegue un día, no muy lejano, en que las mujeres tendremos que dejar de prestar TODOS LOS SERVICIOS a esta Iglesia nuestra.

V – Entendiendo que todos nuestros trabajos forman parte del Ministerio de la Iglesia, ¿por qué no son reconocidos como tales?

Por todo esto, las mujeres católicas,

- queremos ser fieles al envío de Jesús, celebrando con gozo nuestra fe, nuestro hacer y nuestras palabras de respuesta a la Ruah,

- tenemos el deber de no permitir que esta situación continue y desde aquí animamos a todas las mujeres católicas a tomar conciencia de lo que representa esta marginación.

Para las mujeres no hay “siete” sacramentos, sino “seis”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

8 de marzo de 2010

profundamente

profundamente

ESPIRITUALIDAD O ESPIRITUALIZACIÓN
CARMEN ILABACA HORMÁZABAL, ccbilabaca@hotmail.com
CHILE.

ECLESALIA, 05/03/10.- ¿Tienen la hojita de Pagola?, así se refería una señora integrante del equipo que estaba preparando la liturgia dominical... obviamente ella se estaba refiriendo a la reflexión dominical que el P. Pagola hace del Evangelio.

Esto me lleva a reflexionar: tanta discusión, tantos vistos buenos que se dan y después se cambia de parecer... es que esto no es así... sino que es allá... discusiones torpes e ineficientes que no conducen a la paz y a la evangelización en este Jesús tan querido por muchos y tan manipulado por muchos, también.

Qué es más evagelizador, decir: te autorizo la publicación de acuerdo al código equis, párrafo tanto, hoja ene... o, decir: ¡Tienen la hojita de Pagola!

La comunidad eclesial en la cual participamos junto a mi esposo, entiende la escritura con los comentarios tan aterrizados “de Pagola”. Yo siento que no vale la pena discutir la historicidad de una persona, sino el bien que este ser le hace al ser humano.

Los “jefes católicos”, año tras año, década tras década, siglo tras siglo se han quedado en la espiritualización de Jesús y no en la espiritualidad de Jesús; dos cosas muy distintas. Es muy diferente la hinchazón a la gordura... ¡sí! muy distintos, pero en el concepto visual se ven “como iguales”.

La espiritualización la vive una mujer en que durante años le ha rezado al Señor, para que su esposo no la castigue más... cuatro años rezando y ella cuatro años recibiendo golpes. Recuerdo que un sacerdote le decía a una mujer golpeada: “haz como dice Pablo: “... tu asistencia al templo evangelizará a tu marido...”, y la mujer con lágrimas en los ojos, respondía: sí, eso hago, pero parece que Él no me escucha...” y el cura, insistía: ¡“siga rezando... siga rezando”!. Espiritualización en la médula de los huesos... así se ha “enseñado” durante siglos.

Una profunda espiritualidad en Jesús, es decir, vivir en el espíritu de Jesús, es otra cosa muy distinta. Ante la misma situación, Jesús habría actuado parecido a como actuó en las afuera del templo junto a los mercaderes: ¡Ya basta de golpear a la mujer... basta! ¡Y, tú, mujer, deja a este hombre y sé feliz!

Jesús nos acoge y protege... Jesús nos ama... Jesús no es castigador... Jesús es el Señor de la Paz... esto nos ha enseñado siempre Jesús y lo hemos meditado con las reflexiones de Pagola y así la pequeña comunidad se refuerza en el amor de Dios con la espiritualidad en Jesús. El pueblo de Dios, olvidado en los grandes salones eclesiásticos, entiende la Palabra y se deja amar por Dios a través del P. Pagola. ¿Entonces? ¿Alguien entiende algo...?

Todas las semanas les llevo el Evangelio de Jesús reflexionado por Pagola a las señoras de la comunidad y el pueblo alaba y se regocija en este Jesús que nos ama profundamente. Y gracias a quién... “¡a la hojita de Pagola...!”, decía la señora Rosita.

Ánimo, padre, yo no lo conozco personalmente, pero sí reconozco que usted me ha enseñado a dejarme regalonear profundamente en Dios, a través de sus escritos. ¡Qué es mejor la espiritualización en Jesús o la espiritualidad en Jesús! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Cariñosamente, Carmen.