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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

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EL PAN DE CLEMENTINA
GENARO SÁENZ DE UGARTE, religioso de La Salle, genarofsc@yahoo.com.ar
JUJUY (ARGENTINA).

ECLESALIA, 24/04/09.- Ya se han organizado las Comunidades Eclesiales del Barrio. Son siete. Todas van avanzando en un caminar regular, sereno y alegre. Impresiona ver cómo la Palabra de Dios “corre veloz” en las vidas de esas mujeres atentas a la realidad del Barrio. La “Comunidad Emanuel” va creciendo en número de participantes. También en ganas de entrar en la Palabra, comprenderla y dejarse educar por Ella. El Jueves 26 de marzo el texto elegido (Evangelio del próximo Domingo) nos hablaba de lo que le puede suceder al grano de trigo que cae en tierra… (Juan 12,24). Apenas terminamos de proclamar la Palabra, y luego de un breve silencio, Clementina no dudó en afirmar: “¡la semilla tiene corazón, por eso da tanta vida!”. Paulina agregó: “en mi vida la semilla son mis hijos”. Liberata y Juanita se quedaban calladas. Son de poco hablar, pero escuchan todo con mucha atención. Luego, cuando regresen a sus casas, ahí sí que hablarán y comentarán con entusiasmo y convicción…

Al terminar la reunión, Clementina nos obsequió con mate cocido y pan casero que ella misma había preparado. Una linda hogaza todavía calentita y bien sabrosa… A mí me dio varios pedazos para compartir con los hermanos. Iba a llegar a la comunidad para la cena.

Hacia las nueve menos cuarto salimos para nuestras casas. Liliana y Melva me acompañaban. La calle estaba algo más iluminada que la semana anterior. Caminábamos tranquilos. Al menos veíamos donde se apoyaban nuestros pies. Por esas cuadras cercanas al río, no pasa el camión de la basura y los perros, los numerosos perros, hurgan, destrozan y desparraman las bolsas de basura en las esquinas.

Habíamos caminado cuatro cuadras cuando, de golpe, escuchamos: “¡Genaro, Chau, Hermano Genaro!” Era Matías con tres compañeros, de entre 14 y 17 años. Estaban sentados, casi tumbados, en la vereda, al abrigo de un alero de cemento. Comenzaba a refrescar. No tenían mucha ropa. ¿Venían de alguna de las canchitas del barrio? Todos tenían mirada perdida. ¿Alcohol? No veíamos envases ni de cerveza ni de vino. ¿Droga? Quizás. Pero tampoco observábamos indicios. Nos acercamos los tres. Yo saludé a Matías con la mano bien abierta. Me sonrió y dijo a sus compañeros: “¡Genaro saluda así a los amigos!” Los fui saludando uno por uno mientras les alcanzaba un pedazo de pan del que nos había compartido Clementina. Melva y Liliana ayudaban. Los jóvenes no se levantaron. ¿Podían levantarse? Sus miradas habían cambiado. Manifestaban algo de alegría, sobre todo de confianza. Estábamos viviendo gestos de amistad. Atinamos a decirles: “¡Están medio desabrigados y va refrescando bastante!” ¿Qué más podíamos decir y hacer?

El pan de Clementina se fue quedando por el camino. Mejor así… Porque hay muchas necesidades en esas casas, sobre todo las que están de la escuela hacia el río. Todo es tan precario y escurridizo: el hambre, la soledad, el desorden, la orfandad… Lo saben muy bien los miembros de la Comunidad Educativa, de la Pastoral Juvenil, de la Comunidad de Hermanos, de las Comunidades Eclesiales de Base…! Todos, a su manera, intentan “partir y repartir el pan”… En este caso era el pan de Clementina. Casi siempre es el pan de la acogida y de la escucha, de la amistad y del cariño, de una palabra de confianza y de aliento…! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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