Blogia
ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

su morada

su morada

CASA INTERIOR
Mateo 9, 9-13
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es

ECLESALIA, 06/06/08.- “Al pasar vio a Mateo y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. Y estando en casa de Mateo…” Jesús al pasar vio a Mateo sentado al mostrador de los impuestos. Jesús estaba en movimiento y Mateo, por el contrario, parado, tanto, que estaba sentado. Directo, sin preámbulos, le dice: “Sígueme”. El otro, va, se levanta y le sigue.

Es tan incomprensible en sus movimiento de acercamiento; tan resuelto, tan disparatado que ambientando la escena hoy, no puedo menos que sonreír, imaginando que se acerca al funcionario que me atendió el otro día en una oficina de la Seguridad Social; o a la doctora que tenía una larga lista de pacientes para consulta, o al abogado que está a punto de coger su carpeta de papeles para ir a los juzgados; o a la mamá que prepara a toda prisa los desayunos para sus tres pequeños, a toda prisa, para llegar a tiempo a la oficina y dejarlos previamente en el colegio; o al obrero que acaba de subirse al andamio para iniciar su jornada de trabajo; o al sacerdote que tiene la agenda llena de reuniones; o a mí misma en cualquiera de los quehaceres del día. Un sin fin de escenas se me ocurren para seguir sonriendo ante la posibilidad de escuchar ese “Sígueme” personal e intransferible de Jesús a cada uno. Pero nos cuentan que Mateo se levantó y lo siguió.

Cuando alguien nos invita a seguirle, normalmente nos quiere llevar a algún sitio que conoce, que nos quiere mostrar, que puede ser interesante para nosotros… Pero Jesús es de lo más imprevisible y, en la escena siguiente, nos encontramos con la sorpresa de que Jesús lleva a Mateo a su propia casa, se sienta a su mesa con publicanos y pecadores, es decir los conocidos de Mateo, la gente con la que se relacionaba. Mateo debía estar atónito, sin decir palabra.

Dios nos busca y nos dice: “¡Sígueme!”. Poniéndonos en marcha en la dirección que nos indica, al poco, nos damos cuenta de que nos lleva justo al centro de uno mismo: la casa interior. Ahí se realiza el encuentro, porque es su propia morada. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


0 comentarios