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¿INVISIBLES? ¿ ?
VICTORIA EUGENIA BRAQUEHAIS CONESA

ECLESALIA, 14/03/08.- “¿Qué es eso de hacer invisibles a las personas? Parece algo de la literatura más que de la vida real”. Eso decía un correo que acabo de recibir y por eso estoy escribiendo estas líneas, porque no quiero que me hagan invisible por usar la razón ni que otros sigan invisibles en nuestra conciencia.

Visibilizar es, entre otras cosas, narrar, porque “la narrativa es el arte primordial de los humanos” (Montero, R. La loca de la casa. Ed. Punto de lectura. Madrid 2007) y las personas necesitamos contar historias, crear relatos. La invención de la escritura marca la división entre la Prehistoria y la Historia. A través de las palabras podemos mirar nuestra realidad, imaginar mundos diferentes, recrear la cotidianeidad, y percibir destellos de inmortalidad. Necesitamos la ayuda de las palabras para ordenar y dar forma a nuestro mundo. Gracias a las palabras han surgido universos mágicos que escondían o en los que se escondían “invisibles” faunos, duendes y hadas... A lo largo de los siglos, han brotado cientos, miles de historias, para expresar mundos interiores y modos de entender la existencia humana.

Las palabras también nos sirven para describir lo que nuestros ojos preferirían no ver. En la lengua castellana, “invisible” significa “que no puede ser visto” (http://buscon.rae.es/draeI (9/03/08)) y eso es lo que precisamente sucede con tantas víctimas de la violencia, del odio, de la opresión, de la desigualdad. Hace tan sólo 60 años más de 6.000.000 de judíos murieron exterminados en los campos de concentración; de nuevo se están revolviendo las turbulentas aguas de los Balcanes; cientos de inocentes han muerto literalmente congelados de frío en Afganistán... Nunca ha estado nuestro mundo tan necesitado de ese instrumento tan frágil, tan preciado, tan vulnerable, tan hermoso, como es la palabra humana. Hablar del drama de los pueblos “invisibles” supondría llenar muchas páginas para compensar el vacío de los medios sobre los conflictos olvidados, la explotación laboral infantil, el uso de la violación como instrumento de guerra, las muertes por hambre, la falta acceso a la sanidad o a la educación, entre otros muchos casos. La “invisibilidad” no afecta sólo a la Literatura, sino a las existencias cotidianas de millones de seres humanos, la mayoría del planeta Tierra.

En “Cartas a Nora”, la historia que abre el documental “Invisibles”, producido por Javier Bardem para Médicos sin Fronteras, se nos habla de “aquellas personas que no queremos ver, pero que acaban apareciendo detrás de nuestros miedos y aprensiones, entre otras cosas, porque nunca dejaron de existir” (http://www.formulatv.com/1,20070326,4077,1.html (9/03/08)). Con fecha de 25 de febrero de 2008, nuestras misioneras escribían:

“El viernes vimos "Invisibles", es escalofriante oír a las mamás que tan solo viven a unos 500 Km. de Lubumbashi. Todo es muy real, Cruz Roja Internacional da como media unas 2000 al mes las mujeres que son víctimas de violencia sexual en el Este”.

Pensemos en la “invisibilidad” que padece el pueblo Saharaui. El Sahara Occidental fue territorio español desde finales del siglo XIX hasta el año 1976. En el año 1975 estaba previsto un referéndum de autodeterminación, organizado por el gobierno español, mediante el cual este pueblo iba a decidir su futuro libremente. Marruecos y Mauritania deseaban anexionarse el país y, aprovechando la coyuntura política de España, impidieron al pueblo saharaui expresarse libremente. Casi 25 años más tarde, este pueblo sigue luchando por su identidad y por sus costumbres, pero olvidado en la mayoría de los casos por la comunidad internacional.

En el Foro de Vida Religiosa celebrado en Palma el 8 de marzo de 2008, Día de la Mujer, los religiosos pedimos perdón por ignorar aquello que nos molesta o complica, por nuestros silencios y conformidades, por nuestra voluntad de dominación. Avivamos en nuestro corazón la presencia de Jesús que supo romper moldes y superar costumbres que dejaban en las orillas de la vida a unas personas mientras que enaltecían a otras. Allí pusimos en común nuestro deseo de hacer visibles a todas las personas, poniendo de manifiesto su igualdad y dignidad. En concreto, las mujeres consagradas expresamos que no queremos ser sólo el “corazón” de la Iglesia, sino también la “cabeza”. Esto implica la reflexión teológica, científica, literaria y cultural en general; supone un acercamiento a la lectura y conlleva, en la medida de lo posible, escribir sobre lo que descubrimos, pensamos y vivimos. En ese proceso de cambio, la educación en general y la enseñanza en particular tienen un papel fundamental. También lo tienen el diálogo con las otras confesiones y con el mundo laico. Hay que aunar fuerzas para combatir la violencia de género y para favorecer la cooperación al desarrollo. Son dos caminos que harán caer muchas barreras, muchos muros y muchos prejuicios.

Hay una magnífica novela de Rosa Montero, Historia del Rey Transparente, que nos habla de la fuerza de la palabra, de la importancia del diálogo y de los peligros del fundamentalismo. Porque no sólo la marginación puede hacernos “transparentes” o “invisibles”, sino también el abuso de poder y la manipulación, que al final acaban destruyéndonos a nosotros mismos. Si no nos dejamos obnubilar por ese poder, cada uno de nosotros puede aportar algo para hacer de este mundo un lugar más habitable. Y todo esto pertenece a la vida real, no a la Literatura. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


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