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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

alegres

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LA ALEGRÍA EN EL NUEVO TESTAMENTO
’Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres’
EVARISTO VILLAR
MADRID.

 

ECLESALIA, 10/04/06.- Puede resultar cínico y hasta cruel invitar a la alegría con la que está cayendo. Sin embargo, la alegría es una actitud a la que se impulsa en el NT justamente en tiempos recios; en concreto, durante la persecución. Se reproduce, de este modo, esa situación tensa, paradójica y bipolar en la que la alegría, como la aurora que va robando espacio a la noche, o la pascua que reverdece desde la cruz, acaba imponiéndose sobre la oscuridad y las sombras, el desencanto y la tristeza, sobre el dolor y la muerte. Como se desprende fácilmente de la teología paulina, “la alegría de la condición cristiana sólo se puede poseer en paradójica alternancia con la tristeza, la tribulación y la inquietud que es justamente cuando muestra toda su fuerza” (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento I, p.80). El objetivo de estas páginas no es otro que el invitarnos a abandonar ya “el síndrome de plañideras” y entonar “la profecía del canto”. Porque Pascua es “siempre todavía”.
Siguiendo una bella ficción literaria del poeta Ángel González, esta reflexión se va a ajustar, como en las sonatas clásicas, a tres movimientos y una coda. Primero vamos a examinar ese “viejo tapiz -que es la realidad- construido con hilos de tristeza”.Luego. mirando más detenidamente, podremos descubrir algunas “hebras de amor que doran el borde del tapiz”. Buscaremos después algunos hilos “con los que restaurar el viejo tapiz”. Y, finalmente, porque nos quedan aún algunas hebras fuera de esquema, vamos a recurrir, como en la sonata clásica, a una coda para que no se pierdan.
1. EL VIEJO TAPIZ
Todo el mundo era pobre en aquel tiempo,
todos entretejían sin saberlo
los hilos de tristeza que formaban la trama de la vida.
(Ángel González, Otoños y otras luces, p.63)
1.
Hilo de tristeza que entreteje el viejo tapiz es la geopolítica actual. Se trata de una política imperial que se impone sobre el mundo, no por el respeto y la razón, sino a golpe militar (“guía nominar leo”). ¡Y nosotros y nosotras “sin saberlo”!. Un ejemplo vale por mil palabras. Desde 1947 la política exterior de EEUU se regía por la doctrina Truman, basada en la “contención del comunismo”. Con la desaparición de la Unión Soviética y el consiguiente fin de la guerra fría, el comunismo ha dejado de ser una amenaza real y el presidente Bush se ha apresurado a definir una nueva doctrina. Ahora se trata de la “guerra preventiva” (2002) contra el “eje del mal”, responsable del “terrorismo”. Ya desde el 2001 se considera esta lacra organizada por el tanden Saddam Husein/ Bin Laden, aunque, la verdad, nunca se ha llegado a probar apodícticamente esta “verdad”. Desde esta óptica imperial, las guerras de Afganistán y de Irak son emblemáticas, un paradigma para todo el Oriente (Medio y Extremo) de lo que se está dispuesto a hacer para implantar la “paz del imperio”… No es preciso ser un politólogo para percatarse de que esta política está cosechando un rotundo fracaso. Más que adhesiones, esta nueva doctrina, que encubre objetivos más bien económicos, está suscitando miedo y rechazo y está creando una “paranoia colectiva” (síndrome de Vietnam) que es el mejor clima para perder el sentido común y asumir, sin mayor resistencia, el recorte de las libertades ciudadanas. Los resultados están a la vista. Por reducirnos sólo al Oriente Próximo y Medio (América Latina se va distanciando cada día más de las políticas de Washington y África permanece en letargo): en Afganistán el régimen central, impuesto desde el imperio, no logra doblegar a los talibanes, señores de la guerra; la invasión de Irak, recrudecida ahora al cumplirse el tercer aniversario, está generando una guerra civil no declarada entre sunies, chiitas y kurdos con una media de más 20 muertos al día; en Palestina, el mayor foco de este tinglado, tampoco se ha logrado evitar el triunfo de Hamas…
2
. Hilo de tristeza del viejo tapiz es el desequilibrio económico mundial que se va agrandando. Las multinacionales (como las agencias mobiliarias en la ciudad) se están adueñando de las materias primas y energéticas del planeta (singularmente del petróleo de Oriente Próximo donde se concentra en mayor cantidad). Ya antes habían conquistado las reservas petroleras de amplias zonas del África Subsahariana (Angola, Gabón, Nigeria, Guinea). Ahora se han empoderado del Medio Oriente y Asia Central, anteriormente bajo control de la URS. Consecuencia lógica es la inmensa desigualdad que se está agrandando entre ricos y pobres. Cada día los ricos son menos, pero más ricos y los pobres, más y más empobrecidos. En su Carta Circular del 2006 Pedro Casaldáliga recoge del PNUD y de la FAO algunas cifras verdaderamente escalofriantes: 25.000 seres humanos mueren diariamente de hambre; 2.500 millones malviven con menos de 2 € al día; África es ya una “shoá”(holocausto) continental, “el calabozo del mundo”. Para nuestra indignación y vergüenza ahí están las vallas de Ceuta y Melilla (¿dónde pondremos ahora la valla para inmovilizar a Mauritania?). No son los únicos muros que se están levantando contra los empobrecidos: ahí están también los 1.500 kms que levanta EEUU contra América Latina y el muro que Israel, ante el que Occidente vuelve el rostro, sigue erigiendo en terreno palestino. Así las cosas, un hilo de tristeza recorre este tapiz deshilachado del mundo y los objetivos del milenio (reducir la pobreza a la mitad mediante la reducción de la deuda externa y la asistencia técnica suficiente) están muy lejos del 2015.
3.
Hilo de tristeza del viejo tapiz es también la “guerra de civilizaciones” entre el Occidente cristiano y el Oriente musulmán. Siguiendo la interesada tesis política de Samuel Huntington, se está induciendo en el mundo una guerra de imprevisibles consecuencias. Y el foco más sensible de esta creciente tensión se focaliza en la religión. Aún sigue humeando en el mundo árabe la crisis provocada por los “dibujos de Mahoma” (Mohamed). Sin tanto alboroto pero con peores consecuencias, Bush y sus neocons, religiosos conversos, que se consideran cruzados elegidos por Dios para liderar el eje del bien contra el eje del mal, están haciendo de su política “una acción religiosa casi mesiánica”. (Comblin, en Latinoamericana 2005). Como neoconversos son fundamentalistas, pertenecientes a la derecha religiosa del partido republicano y creen haber recibido de Dios la misión de imponer en el mundo la democracia, la libertad y la paz. Sus guerras son, pues, fundamentalmente guerras religiosas. Así lo ve también el mundo musulmán que considera la invasión de sus pueblos como una nueva cruzada del cristianismo contra el Islam. ¿Cómo interpretar de otro modo la prohibición de hacer proselitismo cristiano en Argelia? Pues bien, creado el conflicto por otros motivos más pragmáticos (económicos y políticos), cualquier detalle, por nimio que sea, se convierte, en este ambiente enrarecido, en una provocación. Y cuando se tocan las raíces profundas que sustentan la fe de los pueblos se desencadena una reacción que suele acabar en violencia incontrolada. En este contexto, los partidarios del “encuentro entre civilizaciones” lo vamos a tener cada día más difícil…
4.
Hilos de tristeza del viejo tapiz son, entre otros, la Europa fortaleza y club de la abundancia donde se sigue fortaleciendo el mercado a costa de debilitar otros factores bien determinantes para la Unión como son los políticos, sociales y culturales. Una Europa que, después del descalabro del Proyecto constitucional, marcha “a la deriva, asediada por la globalización, las tensiones interestatales, la rebelión ciudadana y el odio de sus guetos” (R. Fernández Durán). Una Europa que, ante los nuevos vecinos que reclaman su derecho de ciudadanía universal, bloquea sus fronteras con políticas de seguridad propias del neoliberalismo y dictadas desde el Centro y el Norte…
Hilo de tristeza, en nuestro contexto más inmediato, es la crispación política que está despojando a la acción pública de toda su esencial nobleza. Para alcanzar el poder se recurre a todos los medios, aunque sean inmorales, como el insulto y la descalificación, la sospecha, la invención y la mentira. Se trata de una práctica perversa que convierte en doblemente víctima al sufrido ciudadano: primero, en víctima de la verdad que se le usurpa y se le niega; y, luego, víctima de la degradación progresiva de las instituciones que con tanto trabajo y paciencia ha venido levantando…
Hilo de tristeza es, sobre todo, el miedo que, gestionado política y técnicamente (la TV, por ejemplo) con habilidad, llega a doblegar la resistencia de la gente al recorte de sus propias libertades en aras del supremo bien que es la seguridad (el diseño del plan Bush después del 11 S está edificado sobre la “estrategia de la seguridad nacional” que convierte en “culpable” a todo diferente y que llega incluso a justificar la tortura). Esto por una parte. Por otra, nos va “educando” a mirar al diferente (por su etnia, cultura, religión, fragilidad en medios de vida) como un enemigo, como un invasor que viene a robar nuestro bienestar, a cambiar nuestras costumbres, a llenar de violencia nuestras calles…

2. UNAS HEBRAS DE AMOR DORABAN UN EXTREMO DE AQUEL TAPIZ SOMBRÍO, (Ángel G., ibidem, 63)
Al borde de esos hilos de tristeza, que desgarran el viejo tapiz, se encuentran unas “hebras de amor” que, como álamos de oro en los crepúsculos del otoño, tratan de embellecerlo. A esta visión alternativa se apunta decididamente Pedro Casaldáliga, cuando afirma:
Pero la Humanidad se mueve; y está dando un giro hacia la verdad y hacia la justicia. Hay mucha utopía y mucho compromiso en este planeta desencantado.
1.
Hebra de amor es la mundialización de la resistencia contra el neoliberalismo. Los Foros Sociales Mundiales (FSM) son hoy día la mayor réplica y alternativa a los Foros de Davos que organizan las grandes instituciones monetarias (BM, FMI, OMC, etc.). Los FSM denuncian abiertamente y sin paliativos la lógica perversa que en Davos regula las relaciones de poder y rechazan el neoliberalismo por injusto y dogmático. Tanto desde su discurso como sobre todo desde sus prácticas se están ofreciendo ya muchos elementos para la formulación de una alternativa global al neoliberalismo reinante. Presentes en todos los rincones del mundo (sólo en el V FSM, celebrado en Porto Alegre del 26 al 31 de enero de 2005, se concentraron más de 6.000), estos movimientos y organizaciones sociales, cada día mejor y más coordinados en red, apuestan decididamente por “otro mundo posible” frente al “final de la historia” que proclama el liberalismo. Se trata del mayor movimiento altermundialista que hoy cruza el planeta (cfr. Éxodo 78/79).
2.
Hebra de amor es también la emancipación de la sociedad de la tutela religiosa.
Cuando se pierde la riqueza por causa del Reino, uno se enriquece; cuando no se reserva la propia vida por las mismas causas, la vida se recobra… Cuando las religiones y la Iglesia, digamos, pierden el poder que acumulan sobre las sociedades civiles resultan espiritualmente más poderosas. Son las paradojas del Evangelio. Para que la emancipación de la de la sociedad pueda entenderse como hebra de amor o buena noticia no es necesario que la religión se retire de la sociedad y del mundo, sino que, como el fermento, sepa encontrar su lugar en la masa.
A este fenómeno se alude frecuentemente, a veces indistintamente, como los términos secularización y laicidad. No resulta fácil distinguir dos vocablos que se solapan frecuentemente, pero sí se puede advertir el gran esfuerzo filosófico y jurídico que se ha venido desarrollando desde el “siglo de las luces” (s. XVIII) para separar aquellas dimensiones a las que ellos apuntan: la civil y la confesional, el ámbito secular (temporal) y el eterno (sagrado), el espacio político y el espacio religioso. Originados estos vocablos en una cultura de fuerte impregnación cristiana, la laicidad del laico se contrapone, antes que nada, al poder del clérigo y la secularizad del que vive en el siglo (seglar), al espacio sagrado en que vive el religioso.
Si con la Ilustración (consecuencia lógica del racionalismo renacentista) se inició en Occidente la emancipación de lo político de la esfera estrictamente eclesiástica, (secularizad), hoy día se pretende ir más lejos, se intenta identificar aquello que es propio y común a todo ser humano por serlo -como la igual dignidad, los derechos humanos, la libertad- previo a cualquier impregnación religiosa; se pretende reconocerle su propia autonomía y liberarlo de toda hegemonía, tutelaje o sumisión a cualquier institución particular, principalmente aquellas que nacen de una fe o confesión religiosa. Y a todo esto se llama laicidad. Lo que es común, la laicidad, es previo y anterior a cualquier institución privada (que es posterior) y viene a coincidir con otro término hoy día de notoria arraigo, la ciudadanía; lo particular, la fe o las creencias se refieren a lo último y vienen después (Cf. Éxodo 80).
El núcleo de la sociedad civil (asociaciones, organizaciones, y movimientos o fuerzas sociales) que, ante la insuficiencia de lo legal y lo establecido (cfr. Concilum 311, p.54) están en constante revisión e innovación, ya no soporta fácilmente que lo que es común sea tutelado por ninguna institución privada. En este sentido, el reconocimiento y privilegio especial que la Constitución española concede a la Iglesia Católica, por ser mayoritaria en nuestro país, está ya siendo una fuente constante de conflictos que a quién más perjudican es, en último término, a la misma Iglesia. Necesitaría ésta, para estar a la altura de su misión, recobrar cuanto antes la libertad evangélica para renunciar a todo privilegio constitucional y para denunciar los mismos Acuerdos firmados entre el Estado y la Santa Sede en el 1976, antes de la misma Constitución del 1978. En esta línea entiende una buena mayoría de católicos españoles aquel principio evangélico de “Dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Indudablemente, así entendida, la emancipación de la sociedad es una buena noticia.
3.
¡Quién lo diría!, hebra de amor es también la crisis de la religión. Una crisis que no se explica suficientemente por el desafecto que la involución y restauración, hoy día instaladas en la Iglesia Católica, están causando en un sector importante de fieles católicos. Porque, con los datos en mano, no se trata de una crisis particular que afecte sólo a los católicos (aunque no se pueden ignorar los estragos que en esta familia está causando), el fenómeno es más amplio, abarca al cristianismo en su conjunto. Y, todavía, más al fondo, la crisis llega hasta la misma religión: la religión, salvo en pequeños y aislados reductos, está en crisis. Está suficientemente demostrado que los que abandonan el catolicismo o el cristianismo no suelen pasarse a otra religión, más bien acaban sumándose al creciente masa del indiferentismo o al agnosticismo. Los siguientes datos, afrecidos por La Vanguardia (12.02.06) parecen suficientemente elocuentes:
DIOS SE SIENTE SOLO
SAMIR GHARBI, JEUNE AFRIQUE L´INTELLIGENT - 12/02/2006
“Según dos sondeos realizados en 65 países por el acreditado Instituto Gallup Internacional, el número de personas que afirman estar vinculados a una religión, sea cual sea, o afirman creer en cualquier Dios no cesa de disminuir: eran el 87% en el 2000, y sólo un 66% en el 2005. En todas partes, salvo en África, la práctica religiosa ha retrocedido: menos de un 21% en cinco años. Más de 50.000 personas han sido encuestadas. Según Gallup, son representativas de la opinión de 1.300 millones de habitantes. Pero el instituto no da ninguna explicación que pruebe el fenómeno y se limita a avanzar que el cambio de milenio ha suscitado un efímero empujón de fervor religioso... La regresión es casi general. El número de los que se vinculan a una religión ha pasado del 88% al 60% en Europa Occidental; del 84% al 65% en Europa del Este; del 77% al 50% en Asia-Pacífico; del 91% al 71% en América del Norte, y del 96% al 82% en Sudamérica
.
Sólo en África la situación prácticamente no ha evolucionado. Este continente sigue siendo el más religioso, con una tasa de creyentes del 91%, contra el 1% de ateos y el 8% sin religión. En Asia, que, desde este punto de vista, cierra la marcha, las cifras son respectivamente de 50%, de creyentes, 12% de ateos y 38% sin religión. Los resultados por países colocan a Ghana en primer lugar mundial por el número de creyentes (96%), seguido de otro país africano, Nigeria (94%). El jefe de filas de los ateos es Hong Kong (54%). Y los de sin religión, Tailandia (65%) ante Japón (59%).

El sondeo de 2005 hace aparecer una relación de causa efecto entre el hecho religioso y la situación socioeconómica de la gente: a más nivel de educación, menos fenómeno religioso. Igualmente, el porcentaje de los creyentes baja a medida que los ingresos de un país aumentan... El único consuelo para los prosélitos de toda índole es que el envejecimiento se acompaña con una progresiva vuelta a Dios”.
Como se puede observar, no se trata de un fenómeno exclusivo de la sociedad occidental, europea, sino de un vendaval que afecta a toda la humanidad. Cada día tenemos mayor conciencia de estar asistiendo al abandono de los últimos resquicios de una sociedad agraria e incluso industrial y de estar entrando en un ámbito posindustrial o sociedad del conocimiento (cfr. M. Corbí, Religión sin religión, PPC 1996). En el fondo, más que de un fenómeno religioso, se trata de una crisis de crecimiento humano que con la mundialización se va expandiendo por todo el mundo. Los estragos que este vendaval está causando actualmente en el cristianismo se van a dejar sentir pronto (si es que no están ya presentes) en el resto de las religiones. Pero lo más probable es que este paso no sólo no menguará la espiritualidad del ser humano, sino que la acrecentará. (Recordemos, a este propósito, el pronóstico que hace algún tiempo hizo el teólogo K. Rahner, “el s. XXI será místico o no será”). Pero esto no va a impedir que las “religiones” mayoritarias, como formas históricas originadas en sociedades agrarias, estén en trance de disminuir visiblemente, y hasta de poder desaparecer, en el camino hacia la sociedad más avanzada científica y técnicamente.
En cualquier caso, estamos asistiendo a una “mutación profunda” de toda forma religiosa (Martín Velasco) que, por lo que al catolicismo se refiere, más allá del mismo aggiornamento que impulsó hace 40 años el Vaticano II, le va a exigir cambios mucho más esenciales. “Lo urgente, dirá José María Vigil, ya no es la puesta al día, sino la mutación”. No se trata, podríamos añadir nosotros, de una renovación, sino de una verdadera transformación. Una transformación que ya se está dando en la sociedad del conocimiento y en el mismo ser humano y que está exigiendo una verdadera transformación de las formas religiosas.
En este contesto, ¿cómo interpretar y recibir como “hebra de amor” esta galopante crisis? Los cristianos de base en el librito vamos a recuperar la alegría, p.7, coincidiendo con los teólogos de la revista Concilium 311, p.293, se apuntan a aquella utopía en la que el ser humano se define desde la esperanza. Desde siempre el Dios oculto sigue apostando por el ser humano, sorprendiendo, desde su debilidad, nuestra propia suficiencia. Es la imagen, ya tan conocida, del Siervo de Yahvé de Isaías, o la kénosis o vaciamiento de sí mismo del Dios cristiano que todo lo pone en crisis. Esta apuesta por la esperanza nos invita a mirar la actual crisis de la religión desde el triunfo que el Dios oculto suele hacer desde la humildad y la debilidad. Así sucedió en María de Nazaret o en la resurrección del crucificado. Y mientras llega ese momento, la kénosis del Dios cristiano será una permanente invitación a profundizar la fraternidad y la misericordia con la humanidad y con el mundo. Pues bien, mirada desde esta óptica, la crisis actual es una buena noticia.
4.
Unas hebras de amor son finalmente el pluralismo religioso y los intentos de coordinación en red.
Con el final de la “guerra fría”, la liberalización de los mercados y la consiguiente globalización económica y financiera se han quedado al descubierto inmensas “masas de pobres”. Obligados a emigrar, fundamentalmente por la pobreza o necesidad de trabajo, estas migraciones masivas han puesto de manifiesto “las muchas religiones” que existen en el planeta. Y el contacto con este pluralismo de confesiones religiosas ha obligado a las grandes religiones no sólo a adaptar su pastoral, sino a revisar sus mismos presupuestos y seguridades doctrinales. En la iglesia católica, por ejemplo, se ha ido pasando en poco tiempo desde el eterno exclusivismo en el que ha vivido instalada durante siglos (“fuera de la iglesia no hay salvación), al reciente inclusivismo (“fuera de Cristo no hay salvación”) y finalmente, al menos en sus pastoralistas y teólogos más “dialogantes”, al Pluralismo religioso (“al Dios de los muchos nombres”, John Hick, Casaldáliga). Cada día se va evidenciando con mayor claridad la convicción de que “todas las religiones son verdaderas” (Teología del Pluralismo Religioso, JM. Vigil, El Almendro) y que necesitamos ajustar nuestra praxis ética en este asunto, como hace en diferentes ocasiones el mismo Evangelio, a la regla de oro presente en todas las culturas y religiones: “haz a los demás lo que quieres que hagan contigo”.
 En este sentido, son ciertamente esperanzadoras y muy buenas noticias los diversos intentos de coordinación en red que se están dando entre los cristianos de base. Se trata de procesos, mayormente participativos y horizontales, en los que se da mayor importancia al proceso mismo que a la consecución de los objetivos finales. Estos llegarán como consecuencia lógica de un camino bien trazado y realizado con la máxima aportación y consenso de todos y todas. Se trata de un fenómeno con muchos factores nuevos, fruto de una madurez espiritual que ha descubierto en la unión (“que todos sean uno”) no sólo el objetivo final del mismo evangelio, sino la condición necesaria para una presencia verdaderamente cristiana en la Iglesia y en el mundo. Una unidad que se está abriendo horizontalmente, y cada día con mayor fuerza, hacia el resto de confesiones religiosas que pueblan e planeta. Algunos de estos intentos de coordinación, ya verdaderos logros, rebasan el ámbito cristiano y enlazan con esa preocupación interconfesional a la que aspira al límite el proceso.
Cito solamente tres casos entre los que me son más conocidos: El proceso de coordinación de los cristianos de ámbito estatal en el que participan un gran número de movimientos, comunidades de base y diferentes instituciones (también personas a título individual) que, desde el 9 de septiembre del pasado año, viene reuniéndose periódicamente. La próxima cita, en la que presumiblemente se aprobará definitivamente la “Carta de identidad” y la forma de organizarse a nivel estatal, será el 22 de abril. Y esto supone, al menos como promesa, una doble buena noticia: la recuperación del pueblo como sujeto de la experiencia y la participación horizontal y colectiva como motor del proceso.
No menos importante ha sido el paso dado por algunos colectivos españoles (Iglesia de base de Madrid, Somos Iglesia y Col-lectiu de Dones en l’Esglesia de Catalunya) para coordinarse con la Red Europea de la Iglesia por la Libertad, con sede en Bruselas. A medio plazo y cuidando de que no se burocratice indebidamente el proyecto, podría ser el destino común de una gran parte de los cristianos de base europeos. Dentro del más exquisito espíritu del vaticano II, este movimiento pretende asumir el papel de los seglares en la transformación interna de la Iglesia y la defensa de la justicia y la libertad en el mundo. Es otra buena noticia.
Finalmente, la Asociación para el Diálogo Interreligioso en la Comunidad de Madrid (ADIM), en su configuración actual, supera el marco del catolicismo y del mismo cristianismo. Es una respuesta, desde distintas confesiones religiosas y movimientos de inspiración humanista, a la creciente crisis religiosa y a la actual debilidad que presenta el pluralismo religioso para enfrentar por separado los incontables desafíos que, en todos los órdenes, ofrece la actual sociedad del científico-técnica. Surgió, hace tres años, como respuesta espontánea a la brutal invasión de Irak. Actualmente se ha convertido en asociación de carácter civil con presencia de casi todas las confesiones religiosas que existen en la capital y en contacto con otras organizaciones del mismo estilo que ya están surgiendo en el resto del país. Desde el primer momento ADIM ha estado muy relacionada con el Consejo para un Parlamento de las Religiones del Mundo a través del Centro UNESCO de Madrid y Cataluña, participando en la cuarta edición del Parlamento de la Religiones del Mundo, celebrado en Barcelona durante los días 7 al 13 de julio de 2004. Es otra buena noticia.
3. ¿CON QUÉ LO REDIMIREMOS, AQUEL TIEMPO SOMBRÍO?
(Ángel González, ibidem, p.65):
La experiencia nos obliga a ser cautos y modestos en este paso. No tenemos toda la respuesta, o los medios necesarios para restaurar el viejo tapiz. Tampoco las diferentes aportaciones de la historia, que es maestra de la vida en muchos sentidos, han logrado articular una alternativa sólida y consistente que valga para todos y todas. Quizás no podamos aspirar a otra tarea que a la de continuar tejiendo nuevos hebras doradas hasta que algún día llegue la completa restauración.
Como primera providencia, será cuestión de dejarnos aconsejar de nuevo por la clarividencia del poeta que, en esta encrucijada, nos indica por dónde sí y por dónde no podemos continuar la redención del viejo tapiz: ¿Con qué pagamos la alegría de ahora,/ el envoltorio de bisutería/ que ocupa hoy el lugar/ del amor verdadero forjado/ en el dolor y la esperanza?/ ¿Qué entregamos/ como compensación de tan desigual trueque?/ Las más sucias monedas: la traición, el olvido. Toda redención es fruto de un “amor verdadero, contrapuesto a la bisutería con que hoy lo encubrimos y cuyas más sucias monedas son “la traición y el olvido”. El amor verdadero -las hebras de oro para restaurar el viejo tapiz- está forjado, por el contrario, en “el dolor y la esperanza”. Este es el verdadero amor que redime. Este tipo de amor, concebido en el dolor y la esperanza, parece ser la propuesta básica del poeta.
La psicopedagogía, por su parte, añade algunos elementos que completan esta aportación. Porque, tejiendo con las hebras del amor verdadero, no podemos dejarnos atrapar por el desencanto ni el desaliento, mucho menos por la amargura o por la pérdida de la esperanza. Será cuestión de oír a un especialista en estos temas que, aunque no en todo podamos coincidir con los juicios valorativos que hace sobre algunos acontecimientos de los que hemos sido testigos, ofrece, sin embargo, una fórmula que a buen seguro puede ayudarnos a superar el desaliento que, a veces, acompaña a estas tareas. Me refiero a Eduardo Punset, con su libro “El viaje a la felicidad. Las nuevas claves científicas”.
 Después de “separar lo esencial de lo importante”, como aconsejaba prudentemente el viejo político tunecino Habib Bourguiba, y de analizar los factores que influyen positiva o negativamente en la consecución de la felicidad, Eduardo ofrece una extraña fórmula matemática como receta científica para alcanzar la felicidad, (en nuestro caso traduciríamos “para restaurar con éxito el viejo tapiz”). En dicha fórmula, que es un quebrado, el numerador recoge la suma de los factores positivos y el denominador los negativos que condicionan el disfrute de la felicidad. En el numerador figura, como elemento englobante, la emoción en la se concentran aspectos tan determinantes como el mantenimiento de un propósito y el exquisito cuidado del mismo, la búsqueda constante y la expectativa para superar la ignorancia propia y ajena, y las relaciones interpersonales; en denominador se agrupan los que Punset califica como factores reductores (la ausencia de desaprendizaje de lo que se nos han enseñado, el recurso a la memoria grupal que integra asociaciones infundadas, la interferencia en las procesos automatizados que ya se coordinan por si mismos y el predominio del miedo) y las cargas hereditarias (mutaciones lesivas, envejecimiento, el ejercicio abyecto del poder político –dictaduras, corrupción-, y el estrés imaginado que aumenta los niveles de ansiedad).
Interesante. ¿Por qué no tener en cuenta estas aportaciones “científicas” para que las hebras de amor sean más consistentes y bellas?
La aportación que nos ofrece el librito Vamos a recuperar la alegría (Iglesia de base de Madrid) es enormemente concreta. Con qué pagar la alegría de ahora, se pregunta el poeta. Y él mismo da la clave: no con la traición y el olvido, sino con “el amor verdadero forjado en el dolor y la esperanza”. Y los cristianos de base lo concretan en estas tres prácticas: 1ª Globalizando lo humano desde la opción por los pobres y su justicia; desde la presencia solidaria, próxima, vecinal con los excluidos; desde la articulación en red con la base, las iglesias, las confesiones religiosas; desde el compromiso con los movimientos de liberación social y política. 2ª Manteniendo un diálogo honesto y crítico con el mundo actual y sus distintos saberes autónomos: apostando por un modo cordial de inserción en el mundo y respetando siempre el derecho a la diversidad y a disentir; siendo particularmente sensibles con las nuevas aportaciones de la juventud. 3ª Aprendiendo a tejer con lo diverso lo inter, el mestizaje, rompiendo con la dicotomía varón-hembra, blanco-negro, y asumiendo con respeto y seriedad el diálogo en un contexto de pluralismo cultural y religioso.
4. UNA PEQUEÑA CODA: tres veces la misma melodía
Ante los hilos de tristeza del viejo tapiz y para reforzar las hebras de amor que bordan sus extremos, estamos apostando por una espiritualidad y una mística en el compromiso (contemplativos en la acción) cuyo “fa bordón” o nota dominante sea la alegría. ¿Dice algo la tradición judeocristiana y, en concreto, el evangelio sobre esta importantísima dimensión de la vida?
Con el evangelio de las Buenas Noticias en la mano podemos seguir el hilo de tres variantes de la misma melodía que hilvanan todas sus páginas. Lo decimos en griego que es como mejor sonoridad tienen: Chaíro, euphraíano y agalliáomai. Sólo unas breves notas sobre estas riquísimas e interminables melodías que arrancan desde los albores mismos de la conciencia de la humanidad. La tradición judeocristiana es sólo un testigo.
1. Chaíro
canta la alegría por el bienestar y la comodidad sensibles, lo que nos deseamos en el saludo y despedida: la salud, la felicidad. Chaíro y Chará (la alegría) están muy cerca de cháris (la gracia). En Los LXX es el Shalom que se alarga hasta los bienes escatológicos (porque es Dios quien da la paz); en el judaísmo es la Torah (la Ley) y en la Comunidad del Qumrán es la permanente alegría que proporciona el conocimiento de la verdad.
El Nuevo Testamento, por ser evangelio, es todo él es “alegría permanente”. Como saludo aparece en las cartas y en el encuentro familiar del resucitado (en Sant 1,1: chaírein; chaírete familiar en Mt 28,9). Todo el tiempo de Jesús es un “kairós” de alegría: “no pueden estar de luto los amigos del novio” (Mt 9,15) mientras él esté presente, porque la salvación ya es una realidad: “los ciegos ven, los sordos oyen…”(Mt 11); su predicación es causa de alegría (Zaqueo 19.6), incluso cuando produce escándalo y sufrimiento (“estad alegres y contentos” (Mt 5, 12); se invita a la fiesta (“pasa al gozo de tu Señor”, Mt, 25. 21.23) y el encuentro de las mujeres con el resucitado les causa un “gran gozo”, (Mt 28,8).
No podemos seguir el curso de esta riquísima melodía por todos los lugares del Nuevo Testamento. El evangelio de Mateo que hemos citado es sólo un ejemplo y no su mayor testigo. Una mayor reflexión debería recorrer la páginas de Lucas (evangelio y Hechos de los Apóstoles), cuyo tema central, desde su peculiar “evangelio de la infancia” (Lc 1 y 2) hasta la Ascensión (“se volvieron a Jerusalén con gran gozo” Lc 24, 53), es una contagiosa y penetrante alegría. Juan, por su parte, habla de la “perfecta alegría” (chará pepleroméne) (Jn 14,4). Y Pablo, en sus diferentes cartas, presenta la alegría en paradójica alternancia con la tristeza, la tribulación y la inquietud que es donde muestra toda su fuerza. El teólogo Kart Barth califica esta paradoja de “obstinado sin embargo”. Para cualquier situación o fase de la vida en que nos encontramos siempre será un reto Flpl 4,4: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”.
2. Euphraíno
es el sentimiento, la disposición interna de la alegría: estar alegre, estar encantado, estar de buen humor. Euphrosýne es el gozo, alegría. Aparecen destacados dos matices: La dimensión colectiva, contagiosa de la alegría, cuya imagen más cercana es el banquete que rezuma alegría por la convivencia festiva. A esta dimensión alude Lucas en reiteradas ocasiones; la más plástica es la fiesta que prepara el Padre a la vuelta del “hijo pródigo”(Lc 15). Otro aspecto de esta misma alegría colectiva llega por el reconocimiento de lo que Dios hace con la humanidad, como refleja la alegría del hijo pródigo al recibir el abrazo de su padre, como lo expresó antes proféticamente Isaías en 65, 18 y ss.: “Voy a crear a Jerusalén “Regocijo” y a su pueblo “Alegría”: me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido”.
3. Agalliáomai es la expresión externa que produce la autoconciencia y el júbilo de la fiesta. Como cuando decimos: No cabía en sí de contento/a; o el estar alborozado, eufórico, radiante. En el AT la exteriorización esta exteriorización de la alegría por los gestos salvíficos de Dios es frecuente en las Salmos En el judaísmo se exterioriza la alegría por la expectativa escatología. En el Qumrán, por la salvación presente que ya está presente en la comunidad. En el evangelio siempre resultará paradójico el final de la bienaventuranzas ( “alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos”, Mt 5, 12) y la revelación del reino a los pequeños, a los niños (Mt 18, 1.5). La agalíasis, la alegría festiva, jubilosa acompaña en el pasado y guía hacia el futuro a la comunidad neotestamentaria. Su lugar más expresivo en La Cena de Señor (Corinto), Partir el pan (Jerusalén).
En conclusión:
Las tres melodías son variantes que, en el Nuevo Testamento (con raíces el la tradición judía) completan una misma canción que es la alegría (cfr. E. Beyreuther, En Diccionario teológico del NT, I, p.81). Desde esta perspectiva bíblica podemos expresarlo en estas tres notas:
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ª La alegría es un don gratuito de Dios: te perdona, te espera, te abraza, te introduce en su casa y hace fiesta por ti; se hace una misma realidad contigo: se alegra. La Eucaristía muestra la alegría de la comunidad en y con Dios. Y la alegría es también un anhelo que está en el hombre, “porque Dios ha situado al hombre en la alegría” que la puede acrecentar asomándose al fondo de todos los dones de la naturaleza.
Pero esta alegría se da en tensión con la tribulación de la propia existencia. En medio de este conflicto estamos llamados a experimentar el “gozo anticipado” de “lo que el ojo nunca vio, ni oreja oyó, ni hombre alguno ha imaginado lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor 2,9).
La alegría surge también de la “recuperación del cuerpo” porque “Dios ha situado al hombre y a la naturaleza en la alegría”. El “odio al cuerpo”, tan dominante en la tradición cristiana, ha confundido frecuentemente el cuerpo con el ego, y consiguientemente ha preferido el poder al gozo, el propio interés con la donación, lo erótico con lo sexual. Existen apoyos suficientes en el Nuevo Testamento para la recuperación del cuerpo sin necesidad de centrar la alegría exclusivamente en el solipsismo sino también en el altruismo, no sólo en el antropocentrismo sino también en el cosmocentrismo, en el geocentrismo.

Finalmente, entre el convertir la alegría en “comercio de la diversión” o colocarla “más allá del trabajo de cada día” (porque lo consideramos bajo la maldición divina), está la posibilidad de situarla en el centro de la vida, como la melodía más bella o la flor mejor cuidada de nuestro huerto. Sólo con estas “hebras de amor” es posible restaurar el viejo tapiz y alcanzar algún aspecto de la felicidad. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia). 

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