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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

pies descalzos

pies descalzos

LA BENDICIÓN DE LOS PIES DESCALZOS
Pequeña reflexión cuaresmal
SALVADOR CASADO BUENDÍA, Comunidad Lucas 7, Red de cristianos en el margen; versodeluz@yahoo.es
GALAPAGAR (MADRID).

ECLESALIA, 31/03/06.- Es tiempo propicio para la bendición. La cuaresma nos bendice ayudándonos a recordar que necesitamos descalzarnos. La vida nos calza con cueros y cinchas que por una parte protegen y aseguran pero por otra aprietan y oprimen. Con una sabiduría milenaria los orantes de muchas tradiciones descalzan sus pies al entrar en oración. Yavé se lo indica a Moisés en el Horeb, “Descálzate porque la tierra que pisas es sagrada”.
En mi labor clínica como médico de a pie me descalzo al entrar en consulta, consciente de lo sagrado del momento. Lavar y curar los pies de los que a mi llegan merece el mayor de los respetos. Son muchas las yagas que veo en forma de dolor y sufrimiento a las que como experto pongo nombres antiguos, depresión mayor, trastorno de angustia, enfermedad de Crohn, fobia social…
La Cuaresma, como decía, me ayuda a hacer consciente al sufriente de su libertad última para descalzarse y dejar a un lado, por un momento o para siempre, aquello que le magulla, oprime o impide crecer.
Por otra parte los árboles del jardín alegran este tiempo con su canto de flores que anuncian la nueva estación. La vida surge con fuerza invitándonos a vivir y unirnos a ella. Eso implica caminar y seguir buscando, dejarse encontrar y hacer preguntas. La samaritana en el pretil del pozo pregunta con nosotros a Jesús: ¿dónde adorar?, ¿en qué templo?, ¿de qué forma? Oigo esa misma pregunta en medios de comunicación, en la calle, en la desazón de muchos creyentes, agnósticos o ateos. La oigo en mis pacientes de Lavapiés, castizos, africanos, sudamericanos o asiáticos, mayores o jóvenes, que necesitan acercarse a lo sagrado y tener experiencia de lo trascendente. Como relata Victor Frankl tras sobrevivir al horror de un campo de concentración, somos un “hombre en busca de sentido”. Sin sentido no se puede vivir.
La samaritana tiene también necesidad de adorar, de encontrar sentido. No termina de entender el ofrecimiento de Jesús de agua viva. Un agua que sacia de verdad nuestra sed interior, nuestro deseo infinito. No llega a comprender, como nosotros tampoco, qué significa adorar con espíritu y con verdad. Tras toda una vida de adoración con intermediarios, sacramentos, liturgias, ritos y catedrales, no es fácil prescindir de la cortina del templo. Jesús rasga ese velo con su vida entregada. Es posible vivir descalzo sabiendo que nuestros pies caminan sobre la palma de la mano de Dios. Es posible vivir descalzo sabiendo que para llegar al corazón del hermano y de la hermana he de acercarme con perdón y sanación no con juicio y castigo.
Atrevámonos a dar unos pasos descalzos sobre la tierra húmeda de primavera. Así comprenderemos la alegría de estar vivos y en camino hacia “el manantial que brota dando vida eterna”. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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