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ecleSALia del 11/04/07 al 31/07/10

sin paños calientes

EL ORO DEL BECERRO
JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ
ALGECIRAS (CÁDIZ).

ECLESALIA, 23/06/05.- Todavía recuerdo cómo, en la década de los cincuenta, la dueña de un cortijo andaluz organizaba meriendas con los niños y niñas de los obreros de su finca. Les preguntaba si querían “merienda de pobres o de ricos”. Casi todos exclamaban: “¡de rico…!” Ya desde pequeños aspiraban a eso. Pero, a estos les daba pequeños bocadillos y un trocito de tarta y a los que se quedaban “en pobre” les daba más cantidad.¿Quería ella luchar contra el concepto que se tenía de pobreza y riqueza? Durante mucho tiempo se ha defendido que la riqueza y la pobreza entraban en los designios de Dios. Si los pobres se resignaban con su pobreza, recibirían en la otra vida la recompensa que en esta se les negaba. Nadie se podía rebelar contra todo orden establecido. A Dios se le utilizaba y se le echaba la culpa de todos los males del mundo. No se si aquella señora era sincera o jugaba a distraerse con la inocencia de aquellos niños pobres.

Pretender responsabilizar a Dios de la injusticia y del mal del mundo es ofenderle. Las injusticias tienen sus autores instalados en la macroeconomía mundial en donde no abundan sentimientos ni corazones abiertos a la solidaridad. La ambición y el ansia de poseer riquezas a cualquier precio llevan a la usura extrema. Pero todo esto lo mueven mentes retorcidas, sin sentimientos, a quiénes no les interesa ni la sonrisa de un niño ni les interesan los problemas humanos. Utilizan la religión pero no son religiosos ni adoran al Becerro de Oro, sino que su objetivo es apoderarse del Oro del Becerro. Las mentes embriagadas por la macroeconomía cobijan a dirigentes de países ricos, convirtiéndoles en sus marionetas aliadas. Así nace y se amasa la deuda externa de los países pobres que provoca la muerte prematura de millones de inocentes, la ignorancia y la explotación de millones de trabajadores y de niños que nacen la miseria.

Hace poco se anunció la condonación de parte de la deuda externa. Pero esto responde más a los intereses de los acreedores que a los derechos de las víctimas. En los momentos actuales la deuda externa, injusta e inmoral es imposible que la puedan pagar los países altamente endeudados. A gobernantes que han preferido “merienda de ricos” se les dice ahora que sus países recibirán ya sólo “algo de tarta”. Su actitud ingenua de grandeza les ha llevado a ser responsables de que aumenten los estómagos hambrientos y los puestos de trabajo precarios. Olvidaron que los ricos jamás renuncian a su afán de ganar más. Los desheredados de la tierra han llegado al límite de su paciencia y el clamor de los pobres ha llegado a los oídos del Señor de la Historia.

El día 16 de Junio el Papa actual invitó a “comprometerse en la creación de una civilización cada día más fraternal, con renovada atención a las personas, especialmente a los más pobres y a los marginados de la sociedad” Afirmó que “la tierra tiene capacidad para nutrir a todos sus habitantes a condición de que los países ricos no se queden con lo que pertenece a todos”. Ante las graves injusticias, el compromiso de los cristianos debe inspirarse en la actitud de Jesús. Él quiere paz para todos, pero una paz basada en la justicia y la solidaridad. Que todos tengan el estómago lleno para que puedan desarrollarse como personas libres. La Iglesia, como comunidad de creyentes, ha de estar al servicio del Reino de Dios en la sociedad actual, con rigor y sin paños calientes. Si la Iglesia calla ante los grandes desafíos, gritarán las piedras. El carisma de denuncia profética, hoy más que nunca, tiene que brotar en la Iglesia frente a los poderes de este mundo desde la opción de los pobres.

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